miércoles, 12 de septiembre de 2018

Nunca

Nunca aprenderé a cocinar.
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Nunca iré a Australia, ni a Nueva Zelanda.
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Nunca visitaré Los Ángeles.
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Nunca recorreré las calles de Buenos Aires, ni pasearé por el parque de Palermo.
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Nunca visitaré el Louvre, ni el Museo Británico.
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Nunca visitaré Las Vegas, ni me casaré allí. Nunca ganaré un millón de dólares en Las Vegas.
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Nunca viviré en Lisboa, ni en Nueva York.
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Nunca viviré en Roma.
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Nunca emigraré a Alemania.
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Nunca ganaré la lotería.
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Nunca conseguiré aprender inglés.
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Nunca leeré un libro en inglés.
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Nunca seré un filántropo (porque no me lo podré permitir).
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Nunca seré tetrarca, ni prefecto, ni gobernador.
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Nunca seré huangdi, ni nizam, ni tlatoani.
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Nunca seré magistriano.
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Nunca seré ministro.
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Nunca tendré hijos, ni nietos.
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Nunca me darán la enhorabuena por esperar un hijo, ni un nieto.
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Nunca tendré una casa con piscina, ni un apartamento en la playa.
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Nunca seré un profesor al que admiran los alumnos.
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Nunca tendré otra vez treinta y cinco años, ni cuarenta. Ni siquiera cuarenta y cinco.
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Nunca escribiré una novela.
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Nunca ganaré el Premio Nadal, ni el Herralde, ni el Planeta. Nunca ganaré el Premio Nacional de Literatura.
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Nunca ganaré el Premio Médicis.
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Nunca ganaré el Premio Cervantes. Ni el Nobel.
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Nunca ganaré un Goya, ni un Oscar.
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Nunca seré Juan Eslava Galán.
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Nunca escribiré un primer capítulo tan perfecto como el de El hobbit.
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Nunca escribiré una novela como La espada de Shannara. Ni siquiera.
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Nunca leeré el Ulises de Joyce.
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Nunca terminaré de leer todos los tomos de Canción de fuego y hielo.
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Nunca volveré a releer las obras completas de Borges.
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Nunca volveré a releer las aventuras completas de Sherlock Holmes.
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Nunca releeré todos los cuentos de Poe, ni los de Raymond Carver.
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Nunca leeré todas las novelas de Stephen King.
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Nunca me jubilaré.
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Jamás me sentiré satisfecho cuando me mire en el espejo.