domingo, 11 de diciembre de 2022

Papelera

 Abelardo Castillo: “La única regla de oro: escribir mucho. Siempre. Eso purifica, perfecciona”.

–Mira. La directora se ha disfrazado de bruja.
–¿Seguro que es un disfraz?
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Por alguna razón, Enrico Marchesi, el famoso castrato, tenía muy poco éxito con las mujeres.
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La Asociación de Veganos de Canaán recusó a Yavé, que había castigado a Adán por comerse una manzana y no había aceptado la ofrenda agraria de Abel.
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La rata de biblioteca todavía no le ha echado el diente a ningún libro electrónico.
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–¿Qué fue de Álex?
–Se suicidó.
–Sí, siempre fue un romántico.
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Desde que la SGAE se metió por medio, esos animales del Jurásico y del Cretácico de los que escribió Monterroso aparecen poco en los microcuentos.
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En virtud de la Ley contra el Maltrato Animal, Jorge de Capadocia y Patricio de Britania han dejado de ser santos.
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–¿Quieres a tu ex?
–Sí. Bien lejos.
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ÚLTIMA HORA
Adolf Hitler, el nuevo canciller alemán, ha declarado que todos los alemanes que no le han votado le votarán.
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Yo me habría suicidado, pero siempre he sido un realista y no quería que nadie pensara de mí que era un romántico.
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–¿Por qué caminas tan cabizbaja?
–He perdido el pendiente que me regalaste.
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EL COLMO
Por la mañana, participó en una tertulia radiofónica. Luego escribió un artículo para el periódico digital del que era colaborador. La tarde la pasó tuiteando. Por la noche participó en una tertulia televisiva. Había pasado el día y el tertuliano no había tenido tiempo de estar atento a las noticias.
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–Señoría, mi defendido reconoce que asesinó a Marcelo García y únicamente pide que se le aplique la ley más favorable.
–Y, en concreto, ¿cuál? ¿El código penal de 1822? ¿El de 1848?
–El fuero de Sepúlveda, señoría. Mi defendido pide no tener que ingresar en prisión.
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Para soportar la realidad, tengo que diluirla en alcohol.
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¿Y a los que cruzan un paso de peatones mirando el móvil no les multan?
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El indigente está sufriendo los efectos de la inflación: las limosnas son cada vez más pequeñas.
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Noto a mi mujer muy fría desde que le dije que no podíamos poner la calefacción.
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Mataron a la gallina de los huevos de oro. El precio de la onza se había hundido.
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EL COLMO
Godzilla destruyó Hiroshima.
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Perdió las elecciones a la presidencia del Perú. Tuvo una vida larga y feliz.
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EL COLMO
Para llegar al cielo de los artistas, Escher tuvo que atravesar una cinta de Moebius.
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–Señora, lamento comunicarle que hubo complicaciones en la operación y…
–¿No va a decirme que mi marido se ha quedado en estado vegetativo?
–Su marido ha fallecido.
–Ah, qué alivio.
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ÚLTIMA HORA
El Gobierno entierra a Montesquieu en Mingorrubio.
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Después de siete meses de tratamiento, cansado, le dije al odontólogo que me arrancara todos los dientes y que empezáramos de cero.
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Señoría, entiéndame. El salió por mi derecha, sí, pero conducía un Seat Ibiza. ¡Un Seat Ibiza, señoría! ¿En qué cabeza cabe que un Porsche Cayenne ceda el paso a un Ibiza?
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Entreabrí las cortinas y le miré. Puede decirse que era guapo, sí, pero vislumbré una sombra de crueldad en su rostro. Dudé durante unos instantes, pero finalmente me decidí. Le dije al dragón que acabara también con éste.
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Jesucristo, antes de regresar, se aseguró de nacer en un país donde fuera ilegal la tortura y estuviera abolida la pena de muerte.
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Cuando llega diciembre, envidia a las golondrinas.
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EUTANASIA
Factor de sostenibilidad.
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Cuando despertó, Jurassic Park todavía estaba en la cartelera.
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EL COLMO
El triunfo de Malthus ha sido tan absoluto que los demógrafos ya no estudian a Malthus.
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El Gobierno no paraba de repetir que la situación económica era estupenda, maravillosa, que todos los indicadores así lo certificaban, al tiempo que aprobaba continuamente nuevas medidas anticrisis.
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TEATRO EXPERIMENTAL
Esa noche, dos de los actores no se presentaron. Nadie del público se dio cuenta.
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Para desesperación de Schrödinger, los italianos perdieron y ganaron la Segunda Guerra Mundial.
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–¿Nombre?
–Plácido.
–¿Palabra que describa tu carácter?
–Inquieto.
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Herodes se lo pensó mejor y dio contraorden. Para cuando ese niño llegara a la mayoría de edad, él ya llevaría diez o quince años en la tumba.
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Cuando los androides se rebelaron, no contaban con la obsolescencia programada.
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Pero, doctor, no lo entiendo. Si yo estoy todo el día sentado en el sofá, ¿para qué necesitó un marcapasos?
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PANDEMIA
La letalidad de aquel virus era tal que hubo que poner en cuarentena todos los ordenadores del planeta.
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EL COLMO
Al conde le sangran las encías.
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–Me muestra el permiso para caminar por la acera.
–¿El permiso? Creo que lo tengo en el otro abrigo.
–¿No lo tiene?
–Lo tengo, pero no aquí.
–Pues la multa por no llevar el permiso es de seiscientos euros.
–¡Ostras!
–A ver, ¿lleva el permiso para decir palabrotas?
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Tuve suerte. Cuando esa pareja vio el ático, don Agapito recibió la visita de sus nietos y no se estaba paseando desnudo por la terraza.
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Se negaba a decirme dónde estaba el maletín. Cuando ya le había cortado cuatro dedos, descubrí que me había equivocado de puerta.
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–Los precios están por las nubes.
–No, ese no es el problema, sino que los sueldos estén por los suelos.
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Los representantes de la Federación Galáctica dijeron a los terrícolas que, aunque era cierto que habían avanzado mucho, todavía necesitaban realizar algunas reformas. Por ejemplo, no entendían por qué en la Tierra había aún más de un sexo.
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Cuando despertó, seguía sin entender el cuento de Monterroso.
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La decimotercera enmienda le trajo mala suerte a James E. Greene, hacendado y dueño de un centenar de esclavos.
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–¿Y esa cara?
–He hecho la declaración de la renta y me sale a devolver.
–Pues la mía me ha salido a vomitar.
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–Eres zafio y vulgar.
–No te permito que me llames vulgar, aunque puedes llamarme zafio si quieres, entre otras razones, porque no sé lo que significa esa palabra.
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EL COLMO
Descubrieron que sus memorias estaban llenas de plagios.
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–Hoy iba camino de Falero cuando me ha sorprendido un chaparrón.
–Precisamente, déjame que te cuente la historia de una raposa que…
–Pero, Esopo, ¿por qué siempre estás  contando fábulas?
–Es mi naturaleza.
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Alemania ganó el Mundial 2030.
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Pues, sí, contratamos a Kubrick, pero empezó con las exigencias y, luego, cuando se inició la grabación, no paraba de repetir tomas, así que decidimos que sería más rápido y más barato enviar de verdad a un hombre a la Luna.
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La Iglesia católica, es decir, un grupo de hombres que llevaban falda, condenaba a la hoguera a las mujeres que  se vestían de hombre.
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–He escrito un libro.
–Ah, me alegro. A ver si me lo pasas. Me gustaría leerlo.
–Pues la próxima vez que nos veamos te traeré un ejemplar. En Amazón lo estoy vendiendo por diecinueve euros, pero, tratándose de ti, te lo dejaré en quince.
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ISAÍAS 65, 25
Algún día, el lobo pastará junto a un cordero, pero hoy, la verdad, le apetecía comer carne.
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–¿Qué haces aquí? Creo que te mandé a…
–Pues eso, que he buscado La Porra en el mapa y hay una en Nicaragua y otra en Colombia. ¿A cuál de ellas te referías?
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Aquella farmacéutica era tan guapa que tuvo que pensar rápidamente qué pedirle en vez del antihemorroidal que había entrado a comprar.
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Siempre tuvo mala suerte. El mismo día que le llegó el paquete con el telescopio, la vecina que tomaba el sol desnuda en la terraza se mudó.
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De vez en cuando, los alienígenas, que carecen de manos, abducen a un humano: necesitan a alguien que les ordeñe las vacas.
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–Bolivia perdió su salida al mar en una guerra de mierda.
–¿No lo son todas las guerras?
–No, no. Es que está se luchó por el control de los depósitos de guano.
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A ver, profe, siempre estáis diciendo que todos somos valiosos y ahora me dices que en la evaluación me vas a suspender. Pues no lo entiendo.
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–Hoy es el día mundial de la procrastinación. ¿Quieres que lo celebremos?
–Mejor mañana, ¿no?
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Antes de disparar, me dijo:
–Vete al infierno.
Pero no. A donde tuve que ir fue al hospital, para ver si me podían salvar la oreja.
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Saturno pensaba que sus hijos estaban para comérselos.
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EL COLMO
Se separó de su mujer, que escribía novelas policiacas, y volvió a casarse con una mujer que escribía novelas románticas, que le mató.
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–Pues, la verdad, lo que le pasa es sencillo de diagnosticar. De hecho, me extraña que no le hayan dicho nunca que usted tiene trastorno por déficit de atención.
 –Perdone, doctor. ¿Puede repetir lo que acaba de decirme?
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Los sans-culottes le dieron mucho trabajo a Viollet-le-Duc.
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EL COLMO
Hacía un curso sobre Classroom en la plataforma de Moodle de la Junta.
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Gibbon contó cómo Odoacro deponía a Rómulo Augusto. Fin. Se acabó el Imperio romano. Terminó su libro. Una semana después, sin saber qué hacer, decidió continuar. Seguiría contando la historia del Imperio bizantino. 1453 estaba muy lejos.
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Como todas las mañanas, cuando me cruzo con él camino de la cochera, le saluda. Y él me responde. No sé quién es. Y él no sabe quién soy yo.
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Abdou encontraba cómoda la terraza, excepto los días más fríos del invierno. Pero por ciento cincuenta euros.
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Si una película de Hollywood no tiene final feliz, podemos pedir que nos devuelvan el dinero, ¿no?
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Pues, la verdad, no veo ninguna contradicción en amar profundamente a mi país y tener todo mi dinero guardado en un banco suizo.
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El electricista estaba chispa.
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–¿Y tú dónde vives?
–Pues, como ya sabes, soy microcuentista, así que vivo en un minúsculo piso de paredes de papel.
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Se presentó un sábado a las dos de la mañana. Me di cuenta de que no me recordaba. Me pidió preservativos. Le dije que se habían acabado.
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Tocaba limpieza. Tiró el paraguas porque, después de todo, llevaba años sin llover. Al día siguiente, el meteorólogo anunció lluvia.
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Todos pensaron que exageraba y algunos le aconsejaron que se limitara comprar un paraguas. Pero Noé siguió erre con erre.
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Muy enfadado, su abuelo fue a buscarle a la cueva: ya estaba bien de pintar bisontes; lo que tenía que hacer era cazarlos.
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¡Qué guapo era ese cliente! Le lanzó una sonrisa, que se borró de su rostro cuando leyó la receta que le tendía.
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Me dije que no podía faltar a esta gran manifestación contra la emergencia climática, así que alquilé un avión y aquí estoy.
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Perdí el paraguas en el dentista, así que cogí uno que allí había. Como lo dejé olvidado en la tienda de ropa, entré en un bar para conseguir otro.
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50.000 dólares gastó, todos sus ahorros, para poder asistir a la exclusiva conferencia de Warren Buffett sobre cómo invertir en bolsa. Dentro de varios años, cuando consiga ahorrar otros 50.000 dólares, sabrá cómo invertirlos.
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LA VAJILLA DE MAMÁ
Mientras ellos discutían, yo dije que iba al baño. Pero no fui al baño, sino al dormitorio. Y tuve suerte: allí, a la derecha, en el segundo cajón, estaba el sobre con el dinero. Me le eché al bolsillo.
Cuando regresé, seguía la discusión. Tuve que intervenir.
–Mirad, me gusta la vajilla de mamá, pero, la verdad, mi piso es tan pequeño que no tendría sitio donde ponerla –les dije.
Me miraron como se mira a un idiota.
–Pues zanjado –indicó Luisa–. Ahora, vamos al dormitorio. Mamá siempre guardaba dinero allí. Vamos a buscarlo.
–Tú delante –dije.
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Mi mujer me regaló un paraguas inglés hecho a mano, con puño de madera de Java.
–No vayas a perderlo –me dijo.
Ahora, cuando llueve, me mojo.
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No lo entiendo. Me llevan a mí a la guerra, que soy gorda y fea, y no a mi vecina Svetlana, que está cañón.
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Yo cada vez la odio más y ella cada vez me trata peor.
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Le dieron el Nobel por todas las opiniones que se había guardado para sí mismo.
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JUSTO
El diablo le propuso al exorcista repartirse las ganancias al cincuenta por ciento.
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EL COLMO
El farmacéutico únicamente tomaba remedios homeopáticos.
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–Isaías dijo que algún día el león y el cordero dormirían juntos.
–Menudo profeta ese Isaías. Ya no quedan leones.
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La reorganización del servicio de salud permitió no sólo ahorrar costes sanitarios, sino también reducir el gasto en pensiones.
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Aquel indepe se negaba a tomar pastillas que no fueran amarillas.
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A Ireneo Funes se le pasó el 12 de octubre de 1898 recordando que el 25 de noviembre de 1894 había estado recordando todo lo que había hecho el 2 de mayo de 1889.
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Te digo la verdad, cariño. No robé este paraguas. Ya sé, ya sé: parece increíble. Pero es cierto. Aquel tipo estaba cantando bajo la lluvia.
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El periódico cada vez tenía menos lectores, pero ingresaba más por publicidad institucional.
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HALLOWEEN
El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta.
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Siempre quiso una terraza para poder hacer vida allí en verano, así que le lanzó un ultimátum a su marido: tenía que conseguir un trastero.
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Cada vez que llueve, el operario de objetos perdidos coge uno de los paraguas que allí hay.
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A sus alumnos les decía que leyeran a Faulkner. Él, en sus ratos libres, leía a Follett.
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–Pues sí, tía. Esa noche comenzaron a llover hombres.
–Ah, qué bien.
–¿Bien? La calle quedó hecha un asco.
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Como su marido siempre perdía los paraguas, para su aniversario le compró un chubasquero.
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FUTURO IMPERFECTO
Ella me dejará.
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Asistió a la manifestación por la sanidad pública. Gritó. Saltó. Atendió a los medios. Su hijo nació en la Ruber.
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GANÉ
Ella comenzó a cantar el aria de la Reina de la Noche; diluvió al cabo de dos minutos. Pero fue coger yo el paraguas y parar la lluvia.
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–¿Y usted tiene el título de la ESO?
–Sí.
–Entonces, contratado. Firme aquí.
–¿Puedo hacerlo con la huella del dedo?
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INICIO DE UN CUENTO
Quince minutos después de que la bomba atómica destruyera Portland, la ministra de Defensa compareció en televisión. Dijo que era poco previsible que se produjera un ataque nuclear contra el país. Tres minutos después, una bomba atómica cayó a un kilómetro del centro de Madrid. Se desató el pánico…
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Mientras ellos discutían, yo no paraba ni un instante. Ellos se tiraban los trastos a la cabeza y yo limpiaba, ponía la lavadora, preparaba la comida, hacía la lista de la compra y la pegaba con un imán en la nevera, aunque casi siempre, por la tarde, tenía que encargarme de llamar al supermercado para hacer el pedido. Se gritaban porque cada uno de ellos creía que la compra la había realizado el otro. La verdad, era agotador. Y, claro, ocurrió lo inevitable: la maestra llamó a mis padres para decirles que mis resultados habían bajado.
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Entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos, hizo una parada en la gestoría. Quizá allí estuviera el testamento.
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Entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos, hizo una parada en el bar, donde dejó olvidada la urna, sin duda, pues cuando lo llevaron al hospital ya no la llevaba.