Nos conocemos de toda la vida. Desde el colegio. Tú eras el empollón y yo… Bueno, ya sabes, a mí nunca me gustó estudiar. ¡Cuántas risas nos echamos! Recuerdo el día en que te llené de zumo la cartera. ¡Qué cara pusiste! Todos los libros mojados. Pero seguro que acabaste riéndote. ¡Y qué pescozones nos dábamos! Bueno, quizá siempre los daba yo; tú eras muy retraído. Pero gracias a mí, seguro, acabaste dejando atrás tu timidez: mira, mira adonde has llegado, quién lo iba a decir. Me lo tienes que agradecer. Venga, hombre. Por los viejos tiempos. ¿Por qué no me contratas? Aunque sea de bedel.
Microrrelato publicado en Microcuento.es