sábado, 1 de agosto de 2020

Microcuentos

El diablo ha comprendido que no puede ganar: sólo le ayudan los peores.
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EL COLMO
La policía multa a Banksy, que es sorprendido pintando un grafiti en la pared del museo que, entre sus obras, tiene un Banksy.
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–Mi robot tiene unas pesadillas terribles. Grita, chirría, no me deja dormir. ¿Qué puedo hacer?
–Apagarlo por la noche.
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EPITAFIO
Yo no me quedé en casa.
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–La bolsa o la vida –me dijo.
Moví los hombros y le di la bolsa de basura.
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Llegué treinta minutos tarde a nuestra primera cita. Él me causó muy mala impresión. Me había esperado.
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–Te doy un ultimátum. No iremos ningún domingo más a casa de tu madre a comer.
–Dejémoslo en penultimátum. Me dijo que este domingo haría migas.
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Juró amarme por toda la eternidad. Resulta que la eternidad duró siete meses y tres días.
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Creo que nunca podré escribir un cuento redondo: soy demasiado cuadriculado.
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BIBLIOMANCIA
¿Me quiere o no me quiere? Abro la Biblia. Leo la primera línea: Por la tribu de Zabulón, Gadiel, hijo de Sodí. Sí, pero ¿me quiere o no me quiere?
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Al lobo le duele la tripa. Ha comido mucho. Demasiado. Ya quedó saciado cuando se zampó a la vieja, pero no pudo resistirse a devorarla cuando vio aparecer por la puerta a aquella muchacha vestida con una caperuza roja.
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–Afrodita, tengo un regalo para ti.
–¿Qué es, Hefesto, un collar, una pulsera, una diadema?
–Un cinturón de castidad.
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Nadie ríe cuando da el tiro de gracia.
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TENEMOS UN PROBLEMA
La nave alienígena, que era la vanguardia de la flota de invasión, chocó con un tornillo suelto del Apolo 13 y quedó a la deriva.
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Hace siglos que los egipcios dejaron de adorarle, pero los crucigramistas siguen venerando a Ra.
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Aquel hábito le estaba matando, así que dejó de fumar. Con el dinero ahorrado decidió hacer el tan anhelado viaje a Nepal. Murió en una avalancha.
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Sé que he escrito algunas líneas memorables, pero no las recuerdo.
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Del poco dormir y del mucho leer libros de caballerías, a Aldonza Lorenzo se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio y a creerse Oriana, hija del rey Lisuarte de Gran Bretaña, Carmesina, heredera del Imperio bizantino, Polinarda, hija del emperador de Alemania.
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Se creyó salvado cuando vio la luz al final del túnel, pero no vio la que venía por detrás.
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–¿Supongo que me dirá que vuelva mañana?
–No, señor Larra. Mejor no vuelva nunca.
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Preguntaron al famoso periodista si quería una columna.
–Sí, claro –respondió.
Y le dieron una columna corintia.
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El microcuentista sólo aspiraba a cinco segundos de fama.
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La curiosidad del gato hizo inevitable el resultado del experimento de Schrödinger.
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–¿Me puede dar su nombre?
–¿Darle mi nombre? Sí, claro. Usted lo que quiere es dejarme anónimo.
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La Nueva Normalidad acabó con un golpe de Estado al viejo estilo.
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El replicante se sintió plenamente humano cuando el zombi le mordió.
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Era analfabeta. Leía los posos del café.
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–El camino del infierno está pavimentado con adverbios.
–Efectivamente.
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El mago sacó una chistera del conejo, que se murió del susto.
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–Me escribió un soneto.
–¡Qué romántico!
–En la espalda. No puedo leerlo.
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Los extraterrestres vinieron dispuestos a comerse el mundo, pero sus autoridades sanitarias determinaron que era demasiado tóxico.
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Mi vecino lo tiene todo para que le odie: un recién nacido, dos perros, una minicadena con altavoces.
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–Cuando ganó la lotería, estuvimos a punto de ingresarle en un manicomio.
–Y eso.
–Se volvió loco de contento.
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Le disparé porque no podía con sus monsergas. Ahora no soporto sus psicofonías.
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Es una novela de misterio. Llevo leídas cincuenta páginas y no sé de qué va.
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Estimada señora, me dirijo a usted con el objeto que dejó ayer olvidado en mi espalda. No vea lo que me costó desclavarlo.
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LA MEJOR COARTADA 
Al día siguiente, el mayordomo apareció con un puñal clavado en la espalda.
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El piel roja se puso a practicar el tiro al blanco.