Jorge Luis Borges: “Los muchos volúmenes de su prosa forman un caos de intuiciones geniales, de platitudes, de sofismas, de moralidades ingenuas, de inepcias y de plagios”.
El lector lee la primera frase con curiosidad. Desencantado, el lector lee la última frase.
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Finalmente la empresa no pagó una indemnización millonaria, sino una corona de flores.
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Desde lo alto de la almena vi a un caballero que venía a liberarme del dragón. Era más bien gordo, no muy alto, calvo y tenía la cara picada de viruela. Le grité que no se molestara.
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Para matar al burócrata, el asesino tuvo que repetir los disparos.
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–¿Por qué no quieres intercambiar ideas con tu cuñado?
–Porque no quiero quedarme con la mente en blanco.
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Ayer, los aplausos duraron más de una hora; tuvo que cantar un bis para contentar al público. Esta noche el tenor está cansado; decide soltar un gallo en la escena final.
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Smaug, como todos los dragones, tenía un excelente olfato. Rápidamente se lanzó sobre Bilbo y lo devoró de un bocado. No le gustó el sabor, pero apreció el aperitivo. No tardó en quedarse dormido.
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–Colecciono ríos.
–¿Y dónde los guardas?
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Un mendigo estaba en una esquina pidiendo limosna. Arturo Pérez Reverte le dio un consejo.
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No acertaron ni una. Ni una. He decidido demandar a la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción.
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El león se echó sobre Sansón. Y, por supuesto, lo mató.
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–Adorabas a un falso dios.
–Pero mi fe era verdadera.
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DURO DE OÍDO
–¿Para qué es esa báscula?
–¿No me dijiste ayer que querías que te pesara?
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A PESAR DE ESOPO
Aposté por la liebre.
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Tengo la rutina de cambiar de rutina.
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A ver, compañeros. Isaac no ha podido venir a la reunión de Grafómanos Anónimos, pero me ha escrito una carta de ochenta folios. Dice en ella que está arrepentido de haber escrito doscientos catorce libros.
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Cuando morí todo se simplificó. Ya no tenía que preocuparme de la liquidación trimestral del IVA, de perseguir a los clientes para que me pagaran, de José Martínez, el Kikito, que había amenazado con pegarme un tiro si no conseguía sacar a su hermano pequeño de la cárcel.
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Cada vez que termina de subir las escaleras, se encuentra abajo. Escher nunca imaginó que ese sería su infierno.
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Mete la lengua en el hueco donde tenía la muela. Descubre que le gusta.
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CIEN AÑOS DE SOLEDAD, DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Muchos años después, todavía no la he releído.
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Neferefra resucita. Pero su tumba ha sido saqueada. Es pobre. Se convierte en mendigo. Tiene mucho éxito entre los turistas. Les divierte que finja leer las inscripciones de tumbas y templos, que les lance maldiciones.
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OTRO FRACASO
En la segunda invasión, los marcianos estaban preparados: todos llevaban mascarilla. Desgraciadamente estaban hechas en China.
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No puede dormir. Se descerraja un tiro en la sien. Por la mañana despierta con un terrible dolor de cabeza.
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El maestro Kuong, que era corto de vista, llamó pequeño saltamontes a su nuevo discípulo, un tal Gregor Samsa.
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No dejaré que mis hijos sean unos perezosos. Es más, para que sepan lo que es conseguirlo todo a base de esfuerzo, voy a desheredarlos. Mejor: no voy a tener hijos.
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Dijo que quería conocerme por dentro, así que le di una radiografía de tórax.
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El caballero dijo que no sabía jugar al ajedrez. ¿No podrían resolver el asunto en un duelo a espada?
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Desnúdate despacio que sólo tengo diez minutos antes de que regrese mi marido.
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¿Sócrates fue condenado por idiotófobo?
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Frotó la lámpara y de ella salió un genio.
–Puedo pedir tres deseos –preguntó.
–Pues claro –respondió el genio.
–Quiero ser millonario, quiero casarme con Charlize Theron y quiero vivir cien años sin envejecer.
–Bien.
–¿Ya está? ¿Tardarán mucho en cumplirse?
–Te he dicho que puedes pedir tres deseos, no que te los vaya a conceder.
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Mascota, como Lydia Davis. Una casa tranquila, como la de Thomas Mann. Tranquilidad económica, como la de William Styron. Cientos de ideas, como le asaltaban a Umberto Eco. Sólo le faltaba algo, lo más importante. Necesitaba una musa.
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Entran en la habitación del hotel. Se desnudan. Hacen el amor. Se desnudan. Hacen el amor. Cuando termina, él hace algunas llamadas mientras ella mira Instagram. Pasado un rato, vuelven a hacer el amor. Se visten. Salen sin intercambiar una palabra.
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Esta mañana me fusilaron. Esta tarde, al despertar en la enfermería, me dijeron que, por error, habían cargado los fusiles con balas de fogueo. Me preguntaron si estaba recuperado del susto para ser fusilado otra vez mañana al amanecer.
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El sueño de los monstruos produce sinrazones.
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No. Se equivocan: no los expulsé. Fui yo el que me marché. Y por falta de cuidados, de mis cuidados, el Jardín del Edén es lo que es ahora.
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El perro de la vecina no me dejaba descansar: se pasaba el día ladrando y la noche no era mucho mejor. Creí resolver el problema comprando un delicioso solomillo y matarratas. Ahora hay silencio durante el día, pero la noche… ¿Quién podía imaginar que había fantasmas de perros?
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ODISEA
Salió al amanecer. Creyó que llegaría sobre las once, pero la cosa se fue complicando: no encontró más que dificultades. Por fin, cuando estaba anocheciendo, Ulises regresó a Ítaca.
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Gracias al capitalismo tenemos los tediosos libros de Adam Smith y Karl Marx, el Imperio británico, la URSS, los ferrocarriles, la Primera Guerra Mundial, el Imperio británico, la Ford…
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Cuando la vio con cuernos y una larga cola, no le quedó otra: tuvo que escapar de su propia sombra.
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Lo peor de todo: Gregor Samsa es un escarabajo hembra.
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Por primera vez desde que llegó a la Cámara de los Comunes, Isaac Newton pidió la palabra.
–¿Qué es lo que quiere decir, señor Newton? –le preguntó el presidente.
–¿Podrían cerrar aquella ventana? Hay corriente.
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El califa ordenó ejecutar al visir, pero, antes de la ejecución, le pidió que redactase y firmase el decreto de subida de impuestos.
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Lideró la carga de caballería que decidió la batalla de Pichincha. En Ayacucho se batió tan bravamente que fue elogiado por el propio Sucre. La patria le dedicó un busto que ahora se guarda en un almacén municipal.
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XENÓFOBOS
Vox pidió al Gobierno que todos los coronavirus fueran expulsados a China.
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–Este dolor me está matando. ¿No podría hacer algo?
–Sire, ¿por qué no visitáis la capilla de San Fiacro?
–Sí, claro. Y que todo el mundo sepa que tengo almorranas.
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¿Qué mérito tiene Buffalo Bill? Hace 12.000 años, Trogoroc y los miembros de su tribu, armados sólo con lanzas, mataros a todos los bisontes de la Cordillera Cantábrica. Luego, nostálgicos, se dedicaron a pintarlos en las paredes de las cuevas.
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La dirección del coche está torcida. Iba a Alicante y he acabado en Murcia.
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SAÑUDESCA
–¿Qué es lo que le hizo convertirse en astronauta?
–Cuando era niño tenía problemas de lectura. Leí en una revista de mi hermana que la primera vez tenía que ser espacial.
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“Muchas veces es más sencillo crear si conoces tus límites.”
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–Camarero, este queso tiene manchas de sangre.
–Perdone, señor, pero recuerde que me dijo que no le pusiera queso curado.
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Cuando el alcalde firmó el bando que establecía que la Navidad duraría todo el año, sólo protestaron Papá Noel y la Asociación Internacional de Pavos.
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FAHRENHEIT 623
Quemó los discos duros.
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Aquel extraño hombre con acento ruso sobornó a Gustav Schmelz, director de la Academia de Bellas Artes de Viena, para que admitiera a un tal Adolf Hiedler o Hitler.
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Rutina era lo que esperaba en su trabajo. Pero resultaba imposible. Nikos Kikilias, del Servicio de Recogida de Animales Muertos, estaba harto de cargar con dragones, unicornios, grifos, hidras. Si sólo una vez recogiera un wombat, un ornitorrinco.
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Su primer impulso fue unirse a la causa. Sin embargo, comprendió que desde ese puesto la serviría mejor. Hizo todo lo posible: escatimó uniformes y zapatos, aprobó armas obsoletas, compró caballos inservibles, ascendió a incompetentes, destituyó a los capaces. Su jugada maestra –pensó él– fue nombrar a Grant, un borracho. Se convirtió en su mayor error, pero el que hizo que nunca nadie pusiera en duda la lealtad de Edwin M. Stanton, secretario de Guerra.
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–¿Hay algún responsable?
–Supongo que yo, agente.
–¿No sabe que no puede haber reuniones de más de diez personas? ¿Qué es esto?
–Esto es una clase de Valores Éticos.
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–Perdone, señor. ¿Qué hace?
–Probando estas galletas de centeno. ¿No lo ve?
–¿Se las va a llevar?
–No terminan de gustarme. No, creo que no me las llevaré.
–Pero ha abierto la bolsa.
–Pues claro: estaba cerrada. ¿Cómo quiere que las probara si no?
–Eso no se puede hacer.
–Lo que no se puede hacer es vender treinta tipos de galletas y no dejar que los clientes las prueben. Imagine: compro estas galletas, me las llevo a mi casa y no me gustan. ¿Qué hago con ellas? Dígamelo.
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–La verdad es la verdad, dígala Agamenón o Clitemnestra.
–No sé yo.
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Verde de envidia se puso Juan Gonzalo cuando quedó segundo, pues, aunque su aeroplano era mejor, más lo era el regalo que les hice a los jueces del certamen de aeromodelismo.
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Rod Blagojevich (Chicago, 1956). Actual presidente de los Estados Unidos. Gobernador de Illinois entre 2003 y 2011. En 2020 se convirtió en presidente electo de los Estados Unidos, después de derrotar a Donald Trump.
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El lector lee la primera frase con curiosidad. Desencantado, el lector lee la última frase.
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No saben adónde van. Los sigo.
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Soy optimista. Creo que la situación no puede empeorar más.
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ENRIQUE VIII
Dios le castigó por casarse con su cuñada. Dios le castigó por divorciarse de su primera mujer. Dios le castigó por decapitar a su segunda mujer.
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Acabada el periodo de alerta sanitaria, Lourditas por fin pudo hacer la primera comunión que siempre había soñado. No pudieron ir sus abuelos, desde luego, pero sí sus padres, todos sus amigos, su marido, su hijo, su nuera, su nieto.
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Al príncipe le llevaron a palacio a la joven con la que había bailado en la fiesta y que había perdido el zapato. Vivía con su madrastra. Apenas si sabía leer y escribir. Se expresaba de una manera muy pobre. Discretamente, ordenó que la mandaran de vuelta.
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El rey de Wu está enfadado por la escasa recaudación. Le dicen que no ha llovido, que las cosechas han sido malas, pero le da igual. Ordena encarcelar y ejecutar a varios funcionarios. Uno de ellos es Chuang Tzu, que está en una lóbrega celda. Sueña. En el valle del río Guo, una mariposa aletea feliz. Llega la noche. La mariposa sueña. El verdugo corta la cabeza de Chuang Tzu. El niño atrapa una mariposa y atraviesa su cuerpo con un alfiler.
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–¿Cuánto te dan por matarme?
–Cuatro mil.
–¿Cuatro mil? ¿Tan poco? Te ofrezco treinta mil.
–¿Por dejarte ir?
–No, no. Por matarme. No soporto la idea de que todos digan que me mataron sólo por cuatro mil.
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Estoy enamorado de los libros que nunca leeré, pues nunca me decepcionarán.
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Perdió el reloj, pero no estaba dispuesto a perder el tiempo buscándolo.
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Alejandro II de Macedonia (Pela, 356 – Isos, 333). Sucedió a su padre Filipo II, cuyo sueño había sido conquistar la costa jónica, territorio persa. Alejandro amplió sus ambiciones. Después de derrotar a contingentes locales persas en la batalla del Gránico, atravesó Cilicia y invadió el corazón del Imperio persa. Alejandro II murió en la batalla de Isos. Filipo III, su hermano y sucesor, accedió a convertirse en vasallo de Darío III.
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Cuando su abuelo se iba a morir, le llamó a su lecho.
–Tengo que decirte algo muy importante, algo que te permitirá vivir muchos años.
–¿Qué abuelo?
–Acércate. Yo he vivido 98 años.
–97, abuelo.
–No me interrumpas. Yo he vivido 98 años gracias a algo que he hecho todos los días.
–¿Qué, abuelo?
–Siempre lo he hecho.
–¿Qué?
–Y me ha permitido estar sano como un toro hasta estos últimas semanas en que me ha pillado esto otro.
–¿Qué es lo que has hecho, abuelo?
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Para encontrar esposa mató a un dragón, pero sólo encontró una condena por matar animales en peligro de extinción.
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LA SUEÑERA, DE ANA MARÍA SHUA
Considérelo usted un gran libro de microrrelatos.
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Les digo que no puede comerse. ¿Y qué hacen los muy imbéciles? Se la comen. ¡Se comen una aceituna! He tenido que expulsarles del Jardín del Edén no por desobedientes, sino por tontos.
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–¿No nos hemos visto antes?
–Sí, estuvimos casados durante dos años.
–No lo recuerdo.
–Nos divorciamos porque alegué abandono del hogar.
–Entonces, ¿no nos hemos visto antes?
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Vive del ingreso mínimo vital hasta que puedas vivir de la pensión no contributiva.
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Carlos IV no encontró tiempo para firmar la Pragmática Sanción. Diecinueve años. la consecuencia, varias guerras civiles.
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La cama gime. La cambio por otra: no soporto a los quejicas.
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CHOLLO
Las tarifas eran: 10 euros, un diente; 15 euros, dos dientes; 20 euros, tres dientes. Aunque sólo me molestaba un diente, me quité tres, por supuesto.
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Estuvimos bebiendo. Condujo hasta un centro comercial. Me besó. Luego sacó una pistola y me disparó. Lo siguiente que recuerdo es despertarme con un terrible dolor de cabeza. Un policía apareció y me preguntó quién me había disparado. Estuve a así de decírselo, pero me callé. Le repetí varias veces que no recordaba nada. Cuando se fue, pedí un teléfono y la llamé.
–Diga.
–¿Sabes quién soy?
Le comenzó a temblar la voz cuando descubrió que estaba viva. Se quedó muda. Le dije que iba a joderle la vida, pero que, de momento, me conformaba con doscientos mil euros. Ahora pienso que debí pedirle trescientos mil.
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EL CAPITAL, DE KARL MARX
Adorno de librerías comunistas.
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–Quería un sobre normal.
–¿Y qué es un sobre normal?
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No sé por qué anda diciendo por ahí que le hice perder el tiempo. No tardé más de dos minutos en hacerle el amor.
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–Señor Lamarck, cuando su hijo nació, ¿sabía leer y escribir?
–No, no sabía.
–¿Y no es eso una refutación de sus teorías?
–No, señor, no lo es. Sepa que mi mujer es un poco tonta.
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AARON HERNANDEZ
–¿Por qué fuiste tan severa conmigo?
–¿Por qué no me diste un millón de dólares cuando firmaste con los Patriots?
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–Ejemplo de verso blanco.
–Volverán las oscuras golondrinas…
–Bien. Suficiente. Ejemplo de verso libre.
–Cayetana Álvarez de Toledo.
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Tal vez su silla esté en la segunda fila, detrás de la de la marquesa, pero la mía es más cara. Y más cómoda.
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Me contrató como mecanógrafo. Empezaría el lunes a las nueve.
El lunes a las nueve llegué a su casa.
–¿Qué quiere que mecanografíe? –le pregunté.
–Tengo que entregar un artículo de mil palabras. No creo que te lleve más allá de tres horas. Cuando acabes, empieza una novela histórica sobre Darío II. Creo que por ahí tengo un libro. Dos folios estarían bien. Ahora voy a salir. Regresaré a las dos. Hoy me gustaría comer algo ligero, una ensalada. Sin mucha sal. Ah. Y no olvides dar de comer al gato.
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Les envié un guasap al grupo. Ellos se habían quedado en casa. Escribí: “Espero regresar pronto. Me aburro”.
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–¿Estuviste en la ejecución de Cutillas?
–Sí, claro.
–¿Y?
–Dijo algo, pero no lo oí.
–Bueno, no importa. Invéntate algo.
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Descorre las cortinas, enciende la luz y se desviste delante de la ventana. Espera que algún vecino la mire. Pero sólo la mira doña Paula, la del 4º D.
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Soy el único pasajero del autobús que está sentado solo.
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Da largos paseos que pueden durar tres o cuatro horas. Una mañana salió y no regresó hasta la tarde del día siguiente. Hace dos meses salió para dar su habitual paseo. Todavía no ha regresado.
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–¿Qué quiere, maestro?
–Una faena de alivio.
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Su padre sufrió el estigma de ser un regicida. No quiere que doscientos o doscientos cincuenta franceses lleven ese estigma. Por eso huyó Luis Felipe.
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Cenicienta se presentó a la fiesta en una aparatosa carroza. Llevaba un vestido de cintura alta, con falda ancha y manga inflada. Todo el mundo se quedó mirándola. ¡Qué ridícula estaba con esa anticuada ropa! Pocos pudieron contener las carcajadas.