sábado, 5 de octubre de 2019

Microcuento

Aquella puerta con los goznes oxidados me sacaba de quicio.
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Álex, mi profesor de taller literario, me ha dicho que este microcuento quedará perfecto si le quito una frase.
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Si un arcabucero turco hubiera tenido mejor puntería, Alonso Quijano no se habría vuelto loco.
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A la niña se le escapó un globo. La metieron en la cárcel por no tirar el plástico en el contenedor amarillo.
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–A este libro le falta un dedo para estar completo.
–¿Un dedo?
–El índice.
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Ulises y Penélope se acabaron divorciando. Ella se empeñó en tejer los sudarios de sus 108 amantes.
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En el principio era la hoja en blanco. Entonces escribió: Érase una vez. Y el cuento empezó.
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El toro no embestía. Le hizo la faena al torero.
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–¿Cómo te fue con ese tipo que conociste en Tinder?
–Mal. Era un fetichista.
–¿Qué? Explícamelo.
–Le ofrecí la mano y se tomó el pie.
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Yavé comprendió demasiado tarde su error por crear a Adán a su imagen y semejanza: el hombre se creía dios.
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El faraón encargó una gran pirámide. Atraería a los turistas.
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La sorpresa inicial dio paso a la alegría. Sin embargo, de pronto le vino a la cabeza que la vida de un rey estaba llena de mentiras, intrigas, traiciones, guerras, asesinatos, adulterios. Antes de que nadie le viera, Arturo volvió a introducir la espada en la piedra.
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Al australopiteco no le gustaba andarse por las ramas.
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OPTIMISTA
Mientras que nos ladran, no nos muerden.
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–¿Cómo conseguiste a tu musa?
–Le inspiré lástima.
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¿Se puede decir que Jesús nació en Belén por culpa de Hacienda?
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Me descalabré. Se desternilló. Nos desamistamos.
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Vive en una torre de Babel. No se comprende a sí mismo.
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OPTIMISTA
Cuando murió, fue llevado a un lugar muy caluroso, tórrido, abrasador. Se dijo a sí mismo que estaba en el cielo de los esquimales.
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Perdió una fortuna en las cartas. La ruleta no le fue mejor: si apostaba al rojo, salía el negro. Sus últimas monedas las gastó en el jackpot: no tuvo suerte. Salió de Baden-Baden sólo con la ropa, arruinado. Dostoievski debía ahora escribir otra obra maestra.
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Hubo un ambiente estable en el comedor. ¿Quién podía imaginar que en el dormitorio habría tormenta?
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Destituyeron al ministro de la Verdad por negarse a mentir.
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Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Cuando despertó, estaba clavado con un alfiler en un gigantesco tablero.