Javier Cercas: “Enamoré a mi mujer haciéndole creer que era escritor y al final tuve que hacerme escritor para que se quedase conmigo”.
–Chuang Tzu ha soñado que era una mariposa y nuestro señor, el excelso emperador Ji Bian, le ha enviado al exilio.
–¿Por soñar que era una mariposa?
–Por soñar.
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Después de perder las elecciones, el candidato llevó toda su ropa a la lavandería. Quería quitar el olor a fracaso.
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La perdí porque no conseguí perder la vergüenza.
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Sus besos me sabían a cebolla. Maldita fugazza.
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Acordamos suicidarnos juntos, pero él quería que nos ahorcásemos y yo propuse tirarnos desde un puente. Discutimos.
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Apestaba. Su hedor echaba para atrás. Los enemigos, como es natural, acabaron huyendo. Así fue como el Cid ganó su última batalla.
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Gula, fue gula lo que le mató, junto la soberbia de creerse invulnerable, una buena cantidad de pereza por no seguir los consejos del dietista, al que trató con mucha ira. No hay ninguna posible interrogación.
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Francisco de Asís (nacido Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, 1181 – Gubbio, 1213). Hijo de un próspero comerciante de telas, decidió, imitando el ejemplo de los padres del desierto, vivir bajo la más estricta observancia de los Evangelios. Se retiró al bosque de Gubbio, donde fue devorado por los lobos.
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Poseyó gran valor. Ya no. Por eso, cuando escuchó la terrorífica llamada desde el comedor, se quedó en el dormitorio fingiendo estar en brazos de Morfeo.
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Gula, sin duda. Eso fue lo que le mató. El filósofo murió por un empacho de preguntas. Ya no pudo con otra interrogación.
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En Corea del Norte, 1984 empezó en 1945 y todavía no ha acabado.
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–Pero ¿por qué vosotros, los judíos, desobedecíais a Yavé?
–Para que esto no resultara tan aburrido.
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Le muerdo. Es una broma, por supuesto. El cansancio del confinamiento. Él, sin embargo, no se lo toma como una broma. Me apunta con la pistola que siempre guarda. No tengo tiempo de decir nada. Me hace una raya en medio de la cabeza. Me desmayó. Cuando despierto, le veo tendido en el suelo. Se ha disparado en la sien…
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La policía climática la detuvo por encender pasiones.
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Aquel martes agité mi varita y apareció una bruja.
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Aquel martes agité mi varita e hice desaparecer todos los libros de Harry Potter.
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Aquel martes agité mi varita e hice desaparecer al segundo violín, que no paraba de desafinar.
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Aquel martes agité mi varita. Demasiado tarde. Aquella bruja me echó un polvo mágico.
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Dios creó al ornitorrinco para hacer dudar a los biólogos.
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–Tostada de aceite y tomate y café muy cargado. Es lo que te gusta, ¿no?
–No. Creo que te has confundido con tu amante de los jueves.
–Ah, claro. ¡Qué lío! Tú eres… Ángel.
–Álex. Yo sólo tomo un café con leche para desayunar. Haz memoria.
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Hoy me siento bien, un Monterroso; estoy reescribiendo esta línea.
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–Eres una gallina –le dije.
–Y tú un gusano –me replicó.
Y comenzó a picotearme.
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No podía suicidarse. Era un escritor inmortal.
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Puso tan poco entusiasmo que, cuando luego la confesó, le puso tan sólo dos padrenuestros y un avemaría.
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–¿Tú qué yogur tomas?
–Danone. Está hecho con cariño.
–¿Con cariño? Yo creía que los yogures se hacían con leche.
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El cazador ha encontrado en el bosque el rastro del hombre lobo. El hombre lobo ha olisqueado al cazador. Ha llegado su hora. Será su último plenilunio. Del hombre lobo. O del cazador.
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Lo maté porque no sabía quién era Max Aub.
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–Papi, quiero ayudar al mundo.
–¿Serás médico o científico?
–No, no. Quiero ayudarle a saber.
–Ah, quieres ser profesor o periodista.
–No, no, papi. Quiero que la gente me quiera. Seré político.
–¿Político? Pues entonces la gente no te va a querer. Te va a odiar.
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Su cliente le rompió la cabeza a su suegra. Como no se le ocurría nada, alegó que era fan de The Walking Dead.
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El octavo día creó a su imagen y semejanza a Enlil, Amón-Ra, Shiva, Tig, Dagda, Shangdi, Amaterasu, Huitzilopochtli, Inti, Hunab Ku, Kokopelli, Unkulunkulu, Bunjil, Makemake, Temáukel, Zeus, Baelistos, Endovélico, Reve, Segolu…
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El Covid-19 mató a todos los ancianos. El Covid-20 aniquiló a todos los niños. El Covid-21 acabó con todos los hombres. ¿A quién creéis que afectará el Covid-22, hermanas?
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–A ver, señora, dígame: ¿por qué detuvieron a su hijo?
–Por violación estatuaria.
–¿Será por violación estatutaria?
–No, no. Estatuaria. Le tocó los senos a la Venus de Milo.
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Los electores no se lo toman a mal. Saben que les miento por mi bien.
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La propia de los buenos espantapájaros es la fortuna de vigilar un trigal o un maizal. Los mediocres se ocupan de cuidar un campo de cebada o centeno. Conmigo, sin embargo, el destino ha sido cruel. No doy miedo a ningún pájaro. Las golondrinas picotean impunemente el grano delante de mis narices. Los cuervos han picoteado mis ojos. Los gorriones me han utilizado como su retrete particular. Un viejo búho se posa todas las noches encima de mi cabeza para acechar a los pequeños roedores. Más respeto me tendrían si adivinaran que por dentro no estoy relleno de paja, sino de huesos y carne podrida.
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La invasión aliada es frenada en Normandía. Doscientos mil soldados británicos y estadounidenses son hechos prisioneros. Las V-1 comienzan a caer sobre Londres. El ejército alemán detiene la ofensiva soviética en Bielorrusia. Churchill tiene que dimitir. Roosevelt sufre un colapso y muere. El sucesor de Roosevelt cancela el Proyecto Manhattan.
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LEY DEL TALIÓN
Ella, señoría, me rompió el corazón.
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FÁBULA
Sacaron de la jaula a la gallina de los huevos de oro y la llevaron a un corral. Los resultados fueron inmediatos: comenzó a poner enormes huevos de oro. Un día, lamentablemente, un halcón que sobrevolaba el corral la vio y se la llevó.
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Llegué yo y Nuria dejó la casa sin barrer. Llegó el marido de Nuria y dejamos el amor a medio hacer. Llegó la policía y el marido de Nuria me dejó más muerto que vivo.
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Napoleon Hill estaba encerrado en su despacho. Escribía su último libro: Cómo ser feliz en el matrimonio. Su mujer le pidió el divorcio.
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Napoleon Hill estaba escribiendo su último libro: Cómo ser feliz en tu matrimonio. Pasaba todo el día encerrado en su despacho. Su mujer le pidió el divorcio.
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A ver si consigue arreglarme el reloj de sol. Todas las noches se para.
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El viajero en el tiempo cumplió su deseo de tomar unas copas con John Huston. Regresó, eso sí, con algunos dientes de menos.
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El hijo de Hitler y Eva Braun nació el 13 de marzo de 1938. Recibió el nombre de Friedrich Hitler. En 1943 fue entregado a un matrimonio de nazis convencidos que residían en Breslau. En 1945 se convirtió en huérfano de guerra. Recibió un nuevo apellido y pasó a llamarse Fryderyk Małecki. Ingresó en el Partido Obrero Unificado e hizo carrera política. En 1973 accedió a la alcaldía de Opole. En 1978 fue nombrado viceministro de Política Agraria. En 1987 se convirtió en miembro del politburó del Partido Obrero Unificado. Dos años después se retiró de la política. En la actualidad vive en una residencia de ancianos de Brzeg.
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No, no va a negar a Jesús antes de que el gallo cante tres veces. Pedro lo mata la primera vez que cacarea.
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Y dijo:
–Sea la sombra.
Y la sombra fue. Y la tierra de nuevo estuvo desordenada y vacía, y las tinieblas volvieron a estar sobre la faz del abismo.
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Érase una vez un escritor bloqueado en una tormenta de nieve.
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La propia de los buenos espantapájaros es la suerte de convertirse en un muñeco de nieve en invierno.
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En la lucha, perdió una greba. Cuando todo acabó, se quitó la armadura y se dirigió a la fragua. Estaba furioso. En un primer momento pensó matar al herrero, pero ordenó a su escudero que lo atara y les dejara solos.
El escozor de la pierna, donde había recibido el mordisco, fue poco a poco recorriéndole todo el cuerpo. Sentía ganas de vomitar. Pronto acabaría. Se acercó al herrero, que le miraba horrorizado. En unos instantes don Gutierre se convertiría en uno de aquellos malditos muertos andantes.
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¿Que por qué le expulsé del Edén? Mire, me abochornó. Le cree a mi imagen y semejanza y nunca, hasta ahora, me tuve por alguien desobediente.
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Nerón le dijo que podía elegir cómo suicidarse. Séneca pidió quitarse la vida disparándose en la sien.
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Fernando Vidal Olmos no entiende por qué no es invisible para los ciegos.
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Tuve un novio asturiano que era un poquito raro. Un día, cuando iba a iniciar un corto viaje, me prometió una letrina. Le dejé, por supuesto.
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Cayó y el lado de la mantequilla quedó arriba. La tostada derrotó a Murphy.
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La gallina de los huevos de oro valía su peso en rodio.
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After coronavirus, bunnies inherited the Earth.
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TALIÓN
Él le tocó los senos. Ella le dio una patada en los testículos.
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Keops ordenó que lo enterraran en la arena. La historia cambió. Napoleón no ganó la batalla de las Pirámides. Nunca apareció la egiptología. Los turistas no visitan Egipto.
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Tuyos son los ojos más dulces que nunca he probado, pero la verdad, querido, tus criadillas las encontré nauseabundas.
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–Señor Mailer publicaremos su novela. Sólo tendrá que hacer algunos cambios.
–¿Algunos cambios? ¿Cuáles?
–Para empezar, no puede titularse The Fucked Naked and the Fucked Dead.
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–Solo sé que no sé nada.
–Pues, si no sabe nada solo, buen hombre, mejor que se busque compañía.
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Cantaba Resistiré. Nosotros no lo resistimos. No resistió.
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No resistimos más que cantara Resistiré.
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Encerrado en casa, Hércules emprendió el decimotercer trabajo: arreglar el grifo del lavabo.
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En el Nuevo Testamento, Dios está tan cambiado que cualquiera diría que es otro.
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El coronavirus: una pandemia para la humanidad, una bendición para los toros.
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¿Qué fue antes, el coronavirus o el recorte en gasto sanitario?
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Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar. Pero el guardián le dice al campesino que no puede dejarlo entrar porque no lleva ni guantes ni mascarilla.
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La propia de los buenos espantapájaros es la suerte de cuidar un campo de trigo o de maíz. La mía, sin embargo, es más triste. Cuido un barbecho.
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Compré lápices de colores. Me daba mucha pena el mapa mudo.
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Keops decidió gastar los recursos en algo más provechoso. Llevó a su ejército a través del Sinaí. Arrasó Canaán. Conquistó Sumer y Acadia. Devastó Elam. Cuando llegó a Sind, su ejército se negó a seguirle.
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–Primero devoraré a todos los políticos.
–Están sabrosos, ¿eh?
–¿Sabrosos? Los encuentro repulsivos. Pero siempre empiezo comiendo lo que menos me gusta.
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Muchos años después, en la cama del hospital, cuando le dijeron que no podían ponerle oxígeno, recordó la época en la que, junto a sus compañeros de partido, ayudó al saqueo de la sanidad pública.
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En carnaval, Obélix se disfrazó de Astérix. Le extrañó que todos le reconocieran.
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Juan escribió una descripción del fin del mundo tan enrevesada que Dios aún no ha podido entenderla.
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A Horus le gustaba arañar el sofá. Que arañe ahora la pared.
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–Genio, quiero vivir en un palacio con cien habitaciones y diez patios, con veinte baños, con dos bibliotecas y un invernadero, con un observatorio, con jardín, con sótanos inmensos.
–Y yo quiero, Aladino, que alguien saque de vez en cuando brillo a la lámpara en la que vivo.
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Regresé a los túneles y, orgulloso, mostré a padre los frutos de mi saqueo. Había conseguido un espejo maltriano, una túnica de Vageria, un puñal brilense (tuve que luchar por él con un plaeti), un libro de oración. Padre me preguntó por qué no había traído agua y pan.
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Mi musa trabaja por minutos.
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¿Qué fue antes, el coronavirus o la irresponsabilidad?
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Le despertó la luz del sol. Sobresaltado, lanzó una mirada inquieta alrededor. ¿Dónde estaba? Un espejo colgaba de la pared. Se miró en él. Estaba horrible. Se sentía fatal. El conde comprendió que no tenía que haber mordido a aquella mujer que no paraba de estornudar.
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Hemos leído con suma atención la biografía que nos remitió. No hemos entendido muy bien los primeros capítulos. La historia de la vida del biografiado es confusa, está llena de lagunas. Los lectores esperarían la narración de hechos y milagros. No hay nada de eso. Por el contrario, su libro está lleno de largos y extraños sermones, que son difíciles de entender. Los instantes finales de la vida del profeta son muy distintos a como se había contado anteriormente. Los hechos que sucedieron después de la muerte parecen apócrifos. Por lo tanto, querido Juan, lamentamos comunicarte que no podemos publicar su evangelio.
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Cuando empezó a contarme su aventura con Álvaro, le sugerí discreción. El sofá tenía orejas.
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Vio luz al fondo del abismo.
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En el último instante, Hemingway comprendió que no era un escritor inmortal.
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El mundo no acabó cuando apareció el coronavirus, ni cuando se decretó la pandemia global, ni cuando los gobiernos obligaron al confinamiento. El fin del mundo llegó cuando cayó Netflix.
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Ha podido saber, después de traducir el testamento que Hildegarda de Bingen escribió en la lingua ignota, que el mundo acabó el 6 de agosto de 1945.
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–Genio, tengo un deseo: ser rico, inmensamente rico.
–Pues qué bien. ¿Sabes, Aladino? Yo también tengo un deseo: una lámpara más grande y reluciente.
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La propia de los buenos espantapájaros es la suerte de que un grajo no le picotee los ojos.
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El coche del ministro de Sanidad se detuvo. No salió nadie.
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–¿Por qué lloras?
–¿No ves qué saqueo? Han llegado los soldados y se han llevado todo lo de valor.
–¿Y el resto de gente?
–¿No te lo he dicho? Se lo han llevado todo, todo. Sólo han dejado ruinas, cenizas y a mí. Por eso lloro.
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Hicimos el amor en el sofá de escay. Le echamos la culpa de los arañazos al gato.
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No mientas. No pasó todo el día tirado en el sofá. Mira. Estoy correctamente sentado.
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–Parasol, hamacas, toallas, libros, autodefinidos, sopas de letras, un transistor, cartas, un ajedrez. ¡Menudo día de campo que vamos pasar!
–¿No has traído nada para comer y beber?
–Ah, pues no.
–Te voy a estrangular.
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–¿Cómo te fue con ese tipo nuevo?
–Un desastre. Empezó a gritar cuando saqué las esposas.
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–Pera, fue una pera.
–No, era una manzana.
–¿Todo por una manzana? Las peras son más dulces.
–Pues fue una manzana.
–Seguro que fue una pera. Quizá hubo una confusión. Adán no hablaba muy bien nuestro idioma.
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–Soy un depredador absoluto.
–Pues a mí no me vas a comer: soy vegana.
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Por fin puede pasar todo el día tirado en el sofá y sentirse un héroe.
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CONFINAMIENTO
Se pasó todo el mes tirado en el sofá. Todos encomiaron su heroísmo.
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Hansel y Gretel tenían tal hambre que devoraron la casita de chocolate. Esa noche durmieron a la intemperie.
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Leonardo DiCaprio está encerrado en una cabaña, aislado por la nieve. Hay un solo libro: En brazos de la mujer madura. DiCaprio lo utiliza para encender la chimenea.
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Leonardo DiCaprio está en el purgatorio. Lleva allí una eternidad a pesar de que le han dicho que, para salir, sólo tiene que leer un libro: En brazos de la mujer madura.
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El mundo se acabó ayer. Me envió un guasap diciendo que me dejaba.
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¡Qué blandito! Muy groseramente me dijo que le comiera… ya sabes qué. Y cuando le di un mordisquito de nada comenzó a gritar.
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El coche se detuvo a unos diez metros del lugar en que me había atropellado.
–¿Estás bien? –me preguntó una voz.
Iba a enseñarle el dedo corazón de la mano derecha, pero lo había perdido.
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Noé hizo la vista gorda y permitió que entraran juntos en el arca una yegua y un asno.
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–Vamos a cenar. ¿Adónde vas?
–Tengo que salir. Voy a comprar tabaco. Espérame.
–¿Sabes? Mejor no te espero.
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–Majestad, es todo un honor que haya venido a nuestro gimnasio. ¿Qué es lo que quería?
–Quería tonificar y dar forma a mis piernas.
–Vaya. Me dijeron en el colegio que las reinas no tenían piernas.
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–Vete al infierno.
–Fatuo, que eres un fatuo. ¿Qué te crees, San Pedro?
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Ganaba un céntimo por cada diez minificciones. Si escribiera diez mil millones, sería rico.