sábado, 11 de abril de 2020

Papelera

Robert Hass: “It's hell writing and it's hell not writing. The only tolerable state is having just written”.

El meteorito de Chicxulub aplastó a Cthulhu. Su sangre verde dejó perdidas las hojas de los árboles.
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Estaba solo en la habitación. Estornudó.
–Salud –dijo una voz.
Sus fantasmas eran muy educados.
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–Yo quería invitarte a café. ¿Por qué has enviado a Pedro a la máquina?
–Porque yo quería que nos quedáramos solos.
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Sus novelas estás escritas en hojas perennes; su artículos periodísticos, en hojas caducas.
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Abollar un sábado por la noche el coche de tu padre, que está de viaje, es algo malo. Pero no ir el lunes por la mañana a hacer arreglar el porrazo, eso, eso es no tener cerebro.
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MAOÍSTA
Es justo imitar.
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–Su Gobierno ha cumplido todas mis expectativas.
–¿Sí? Me alegro.
–Esperaba que llevara el país a la ruina y lo ha hecho.
–Entonces nos votarás en las próximas elecciones, ¿no?
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El hombre gris me abordó un martes. Por supuesto, no despegué. Me negué a volar con un cenizo.
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ESPÓILER
Al final todos mueren.
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Cómprale unos tacones de aguja y te los clavará en los ojos.
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–Señor Rubin, le llamaba para concertar una cita con el doctor Glassberg. Tenía una programada el día 14 de abril. ¿Cuándo le vendría bien?
–No, no quiero concertar ninguna cita.
–Pero, señor Rubin.
–Es que creo que me he curado. Después de tres meses encerrado en casa creo que ya no tengo claustrofobia.
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Su preferido es el violín, aunque se siente atraída por el violoncelo. También ha tenido aventuras con violas y contrabajos e, incluso, con un piano que vino a interpretar un concierto de Beethoven. Ester ha tocado todas las cuerdas.
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–Te dije que, si venías conmigo, te proporcionaría un techo.
–¡Qué lista eres, Kiti! ¿Y podremos tener un vis a vis?
–Todos los sábados, creo.
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LITERATURA DE VANGUARDIA
Desenlace, inicio, nudo.
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Talé mi árbol genealógico.
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Los sueños son vida.
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A las Indias llegó la viruela, el sarampión, la peste, la rabia. A Europa llegó la sífilis. Diez años después no quedaba nadie vivo.
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–Salud, terrícolas –dijo levantando su tentáculo.
Era la señal. Todos los terrícolas cayeron muertos.
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LITERATURA DE VANGUARDIA
Nudo, inicio.
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Le alegró verme.
–¡Qué felicidad que estés aquí! –me dijo.
–Yo quería…
–Sí, sí, ya. Lo primero es arreglar el micrófono del portero automático.
No pude negarme. Cuando acabé, me pidió que le diera un masaje en el esternocleidomastoideo.
–¡Qué manos! –me dijo–. Podría amar a alguien como tú… si tuvieras treinta años menos.
–¿Algo más?
–¿Sabes? Lo que peor llevo del coronavirus es tener que quedarme en casa.
–¿Le preguntaba si quería algo más?
–No, no, precioso.
–¿Y la pizza?
–¿Qué pizza?
–Venía a traer una pizza para Alicia Mesa.
–Esa es la pécora del 4º D.
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–Señor presidente, una pregunta de la revista Rolling Stone.
–Adelante.
–¿Por qué no hace el amor y no la guerra a los rusos?
–No sé si voy a hacer la guerra a Brezhnev, pero desde luego lo que no voy a hacer con él es el amor. ¿No ha visto su aspecto?
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Mitra y Cristo se jugaron el Imperio romano a los dados.
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–¿Por qué escribes microrrelatos?
–Porque mi mujer me obliga a tener la casa como los chorros de oro.
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Como Pedro no quería que Pablo le quitara las llaves, se las tragó.
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–¿Por qué la dejaste?
–No se volcaba en la relación.
–No quería avanzar a la fase horizontal, ¿eh?
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–Doctor, ya no me hace efecto el antibiótico.
–Eso le pasa por curarse en salud.
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Los chinos nos han engañado como a chinos.
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–Quiero salud, dinero y amor.
–¿Algo más?
–¿Puedo pedir algo más?
–Puedes pedir lo que quieras. No te voy a dar nada.
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–Señora, dadas las circunstancias, no puede despedirse de su ser querido.
–¿Mi ser querido? ¿De quién habla?
–De su marido.
–Mi marido no era un ser querido.
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–¿Por qué le dejaste?
–No se volcaba en la relación. No quería avanzar.
–¿Avanzar?
–Avanzar a la fase horizontal.
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–¿Por qué la dejaste?
–No se volcaba en la relación.
–No quería avanzar a la fase horizontal, ¿no?
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Viajé al pasado y maté a mi padre. Y no me pasó nada, absolutamente nada.
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EL QUE NO SE CONSUELA…
La verdad, habría defraudado mis expectativas si me hubiera invitado a subir a tomar café.
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Le pidió al genio salud, dinero y amor. Mil cien años después, le gustaría pedirle una sola cosa más.
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Le pidió al genio salud, dinero y amor. Mil cien años después, siente que vive en el infierno.
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–¿Contrabando de órganos? No, nunca he oído hablar de eso.
–¿Cómo crees que se curó el señor Zheng?
–Acupuntura, supongo.
–Ahora lleva en su pecho el corazón de un montañés paleto. Hace mucho que el suyo dejó de latir.
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–¿Que tengo coronavirus? Imposible. Si llevo cuatro semanas encerrada en casa.
–¿No sale?
–Ni una sola vez. Ni a tirar la basura. Le doy diez euros al hijo de los vecinos para que se encargue.
–¿Y también le trae la compra?
–No, vienen los del supermercado, la frutería, la carnicería, la pescadería. Mire, si hasta venían a traerme el periódico todos los días. No, no he salido de casa.
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Keops se dejó la salud diseñando y construyendo aquel gigantesco granero. Lo enterraron en él.
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ÚLTIMA HORA
El Sanedrín comunica que, debido al confinamiento impuesto por el estado de alarma y por responsabilidad social, la crucifixión se celebrará sin público.
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El maniquí llevaba puesto traje y corbata. Los milicianos lo fusilaron.
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El maniquí llevaba puesto un mono azul. Los regulares lo fusilaron.
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Denuncié al camarero. El agua que me dio estaba agujereada.
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–Le llevaste a la cama. Es lo que esperabas, ¿no?
–Pero no borracho y vomitado.
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–Quiero salud, dinero y amor.
–Lo siento. Sólo un deseo.
–Entonces, una semana en Las Vegas.
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MINISTERIO DEL TIEMPO
–Mencheta, explíqueme lo que pasó.
–Esto… Yo…
–Lo enviamos a Wuhan para que impidiera que el paciente cero probara esa maldita sopa de murciélago no para que usted se contagiara.
–Tenía un aspecto tan apetitoso... Cuando me dio a probarla, no pude negarme.
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Aquel burócrata le exasperaba. El asesino le disparó por triplicado.
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–¿Por qué tuviste que gritarle?
–Porque aquel cenizo me deseó salud.
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El capitán Ahab no odia a Moby Dick porque éste hubiera destruido su barco, ni porque le hubiera obligado a recorrer mil millas náuticas en una chalupa junto a cinco marineros antes de ser rescatado. El capitán Ahab le odia porque Moby Dick le convirtió en un antropófago.
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Según las leyendas aborígenes, Dios no creó al hombre a su imagen y semejanza, sino al ornitorrinco.
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LUIS XVIII
–Sire, necesitáis tener una favorita.
–Ya soy muy mayor para eso.
–Mirad, sire, Luis XIII, Luis XIV y Luis XV tuvieron favoritas. Vuestro hermano, no. Y ya sabéis cómo acabó.
–En fin, lo haré por la monarquía.
–Y por Francia, sire. Y por Francia.
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Cuando despertó, al Satisfyer se le había acabado la batería.
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–Nuestra relación no marcha. Necesitamos un asesor matrimonial.
–Pero si ni siquiera estamos casados.
–Pues casémonos.
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Cae una manzana. Newton la coge, la limpia con la manga, le da un bocado y sigue pensando cómo convertir el plomo en oro.
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A la mujer empezó a salirle espuma por la boca. El hombre trató de ayudarla, pero sintió retortijones en el estómago y comenzó a ahogarse. Cuando poco después Dios vio los dos cuerpos, lamentó que Adán y Eva hubieran sido tan desobedientes.
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Julieta sale al balcón y le grita a Romeo que se meta en casa.
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Quizá fue una más de las jugarretas del sabio Frestón. Cervantes no tradujo la historia de don Quijote del manuscrito aljamiado de Cide Hamete Benengeli. Por arte de encantamiento, el alcalaíno obtuvo el libro de Pierre Menard.
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Abollar su cabeza no sirve, ni aplastarles el pecho, ni tampoco arrancarles un brazo o una pierna. Esos malditos siguen funcionando y continúan siendo peligrosos. Hay que machacarles el cerebro.
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–Estribos de fibra de carbono, silla de montar ergonómica, cabezada almohadillada, embocadura de caucho, arreos de cuero y nailon. Y el caballo es muy tranquilo. Será una experiencia inolvidable. No le faltará de nada.
–¿Tiene conexión a internet?
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ALQUIMIA
Hernán Cortés convirtió el hierro en oro.
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ESTOS TIEMPOS
Mina tuvo que firmar dos documentos: en el primero le daba su consentimiento; en el segundo certificaba que estaba libre de coronavirus. Sólo entonces pudo el conde morderla.
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ÚLTIMA HORA
Jesús de Nazaret, que se encontraba en el Monte de los Olivos, ha sido detenido por saltarse el confinamiento.
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La historia del microrrelatista fue corta.
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–¿Qué es eso?
–Las orejas y el rabo. Hice una faena magnífica.
–Que era mi hermano, Teseo.
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Con su secretario, amor sin sexo. Con su marido, sexo sin amor.
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La última mujer de la Tierra está sentada sola en una habitación. Llora. El Satisfyer no tiene batería y no hay modo de cargarlo.
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Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregor Samsa despertó con tos y fiebre.
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–¿Por qué quieres tanto a ese ternerito?
–Es mi hermano de leche.
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–Kong, me has conquistado con tu bonhomía. Deja que te dé un beso.
–¿Un beso? ¡Puaj! Yo sólo te quería para que me despiojaras.
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Sucedió lo inevitable: a Marcel Duchamp le dejó su mujer, que no soportaba que no utilizara el urinario. Por cierto, ¿dónde estaba?
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¡Qué ingenuas! Creéis que os vais a comer el mundo. Y no. Será el mundo el que os comerá a vosotras, os digerirá y os cagará. Y acabaréis como yo, no tengáis ninguna duda.
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NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO
Ha pensado mucho en las palabras que le dijo a Adán. Ha tardado en comprender que fueron un acto fallido, un lapsus. En realidad pensaba que no era bueno que él estuviera solo. Por eso no se decide a exterminar a la humanidad.
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–Por su valor en combate, Hauptsturmführer Baumann, le vamos a conceder la Cruz de Hierro.
–¿Y no podría ser de acero inoxidable?
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Se me pusieron en la garganta cuando el doctor Lecter me dijo que esa noche iba a preparar criadillas.
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Pidió al librero una Biblia que no estuviera impresa en papel biblia.
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NO POR MUCHO MADRUGAR…
Stert Firogn se levanta a las cinco de la mañana. Se lava, desayuna, comienza a trabajar. A la una para a comer. Aprovecha para ver el amanecer. Las auroras en la Antártida son espectaculares.
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Y ASÍ FUE
El vigía el Beagle estaba dormido y no vio el gigantesco baúl de madera. Y así fue como Darwin no contempló el arca de Noé.
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Los bulos se han hecho coronavirales.
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PARADOJA
Aquel ateo había escrito tantos libros y artículos que sus obras completas tuvieron que ser imprimidas en papel biblia.
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–¿Por qué me mientes? Me dijiste que no me dirías más mentiras ayer.
–Ayer no te mentí.
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–Bufón, haré que te corten el cuello si no me sueltas, para divertirme, una mentira rápida.
–¿Cortarme el cuello? Me prometisteis un castillo.
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El engendro apareció ahogado en su propio miasma. ¿Karma o suicidio?
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Qué tiempos eran aquellos en los que gritaba: Sola y borracha, quiero llegar a casa. Ahora sólo murmuro: Vieja y achacosa, quiero llegar a casa.
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EL PERRO
El mejor amigo del confinado.
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Estoy confinado con Borges. Y no está mal. No me quejo. Pero me gustaría estar confinado con Monica Bellucci.
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–¡HEREJE! ¡HEREJE!
–¿Qué ha hecho? ¿No cree en la Trinidad? ¿Defiende la predestinación? ¿Considera que las obras son más importantes que la fe? ¿Cree que el Espíritu Santo no procede del Hijo?
–¿Qué? No, no. Dice que es vegetariano… y come queso. ¿Te lo puedes creer? ¡COME QUESO!
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GEÓMETRA
Después de seis meses de relación vertical, necesitamos pasar a la fase horizontal.
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PRECOCIDAD
Empecé a fumar a los siete años. Publiqué mi primer libro de poesía a los once. Tuve a mi primer hijo a los trece. Me casé con mi segundo marido a los dieciocho. Gané el premio Nadal a los diecinueve, y el Planeta a los veintiuno. A los treinta y dos fui abuela. Gané el Nobel de Literatura a los treinta y siete. Conseguí entrar en la RAE a los treinta y ocho. Fui siempre precoz, sí, pero mi hermana Isadora fue aún más precoz. Ella empezó a fumar a los cuatro años. A los nueve publicó su primer libro de cuentos. Le dieron el Nobel de Literatura a los dieciocho.
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El pescador rompió la vasija. Dentro había un genio que se había ahogado en su propio miasma. Fue un suicidio: no había podido soportar dos mil años de confinamiento.
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–Tú, como político, ¿por qué no dices la verdad?
–Porque no quiero hacer quedar mal a mis colegas.
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Nietzsche lo comprendió: si mataba a Dios, no habría Juicio Final y el hombre nunca desaparecería.
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Siempre quiso vivir en una torre de marfil, pero acabó en la cárcel, condenado por el tráfico ilegal de productos de especies en peligro de extinción.
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–Diluvia y, sin embargo, la perdiz canta. No lo entiendo.
–Delibes ha tenido colgar la escopeta y quedarse en casa.
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Llueve a mares. Delibes se queda en casa. La perdiz canta.
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Sueño que soy Ana María Shua. Me acerco a geishas y todo tipo de mujeres. Me siento un fenómeno de circo. Durante una temporada, me muevo entre fantasmas, propios y extraños. Voy a la guerra. Por fin, arrío el foque y vuelvo a la realidad.
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Gustav von Aschenbach no puede perder la oportunidad de visitar Venecia. La plaza de San Marcos vacía, los canales limpios y llenos de peces, la Ca’ Foscari toda para él, el aire azul que parece sacado de un cuadro de Canaletto. La epidemia, por supuesto, es un peligro que hay que asumir. Debe soportar la tos, la fiebre, la falta de aire. Pero, bueno, la otra vez fue peor.
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El médico me dijo que no tenía que preocuparme: era una simple gripe.
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Lo curioso es que Pedro Anguís oyó hablar del coronavirus que le acabaría matando sólo dos días antes de que comenzara a dolerle la cabeza.
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–Quítate la ropa.
Me quité la ropa.
–Quítate los pechos.
Me quité los pechos.
–Quítate las piernas.
Me quité las piernas.
–Quítate el pelo.
Me quité el pelo.
–Quítate la nariz.
Me quité la nariz.
–Quítate las orejas.
Me quité las orejas.
Y dijo algo más, pero no pude escucharlo porque no tenía orejas.