sábado, 16 de mayo de 2020

Microcoronacuentos (1)

Rafael Argullol: “Las conciencias enmudecieron ante la comprobación de que ese mundo vuelto al revés, en el que nada era como se había previsto que fuera, ese mundo tan irreal era, en definitiva, el verdadero mundo”.

Muerte, dolor,
aburrimiento, furia.
Coronavirus.
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A la cuarta semana, casi la mitad de las fuerzas policiales estaban infectadas. La ley abandonó los barrios periféricos. Al primer episodio de saqueo siguieron otros. Bandas de desalmados asaltaron los supermercados. La gente se atrincheró en sus pisos. Estalló el caos...
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Sobrevivió a la pandemia, pero sucumbió a los impuestos.
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–Me estás estigmatizando.
–Pero si sólo te he dicho que te quites el pijama.
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El murciélago salió de su cueva un martes. Fue capturado. El miércoles lo compró el señor Feng, que el viernes se preparó una suculenta sopa de murciélago. El domingo, el señor Feng comenzó a toser.
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ÚLTIMA HORA
Muere una mujer de 81 años atropellada en un paso de peatones. La fallecida sufría patologías previas.
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A Scheherezade se le acababan las historias. Afortunadamente, la cuarentena acabó en la noche mil una.
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Destruiremos una ciudad, tal vez una provincia, pero aplastaremos a todos nuestros competidores, que no tienen nuestra disciplina, y los dominaremos, camarada Xi.
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Los bulos se han hecho coronavirales.
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El presidente aseguró que no permitiría los bulos. El ministro de Interior ordenó a la policía que detuviera al presidente por difundir bulos.
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–Tendremos que ingresar a su marido en la UVI.
–¿Y no hay nadie que lo necesite más?
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A Julie se le había olvidado que mañana es su cumpleaños: 14 años ya. Sólo espera que los otros no se acuerden, pues no hay nada que celebrar. Pronto morirá. Como Yann. Como Fred. Como Toinette. Dentro de una semana o de unos meses. La Gran Epidemia no perdona a ningún adulto.
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Schrödinger dice que es aconsejable llevar mascarilla, pero que él no lo recomienda.
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Platero es pequeño, peludo y suave, pero no, no puede sacarlo a pasear durante el confinamiento.
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–¿Tienes los resultados?
–Sí.
–¿Y?
–Me han dicho que tengo algo raro: el SARS-CoV-2.
–Bueno, por lo menos no tienes coronavirus.
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Veo el Telediario para mantenerme convenientemente desinformado.
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–¿Estás bien?
–Bueno, mi marido me contagió.
–¿El Covid?
–Sus bostezos.
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Los marcianos aprendieron la lección: no volverán a intentar invadir la Tierra. Demasiados virus.
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El coronavirus mata. El Krakatoa remata.
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–¿Quieres café?
–No. Quiero achicoria.
–¿Achicoria?
–Para irme acostumbrado.
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Día 31. Como la cuarentena no acabe dentro de nueve días, voy ponerle una denuncia al Gobierno en la RAE.
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Ha llegado la hora de volar tranquilo. Los matadragones están todos confinados por alguna extraña razón. Hace tiempo que no se siente tan feliz, tan libre. Lástima que esté un poco enfermo: le duele la garganta, no puede escupir fuego, tiene tos, le cuesta respirar…
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Qué ganas tengo de tomarme un chocolate con churros en la barra de una cafetería atestada de gente.
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–Buenos días tenga vuesa merced.
–Buenos días.
–¿Qué es lo que hace?
–Pues no lo ven. Estoy pintando un retrato de sus majestades.
–¿Y toda esta multitud? ¿Qué hacen aquí la infanta, sus meninas, los enanos, el aposentador? Que estamos en estado de alarma, hombre.
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–Me he apostado con mis amigos que en 2020 habrá en España 40.000 muertos más que el año anterior. ¿Tú qué opinas?
–Que tus amigos y tú hacéis unas apuestas muy raras.
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Dentro de su caparazón, la tortuga sonríe porque la liebre, además de perder la carrera, ha sido multada por saltarse el confinamiento.
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BUSINESS AS USUAL
Alquila su perro. Diez euros por pasearlo durante veinte minutos.
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La manifestación feminista del 8 de marzo de 2020 mató a más mujeres en dos horas que la violencia machista en veinte años.
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Los gendarmes les sorprendieron debajo del balcón de Roxane. Christian alegó que había ido a cortejar a su amada. Hicieron la vista gorda con él. Sin embargo, Cyrano no pudo alegar nada. Le pusieron una multa de doscientos escudos por saltarse el confinamiento.
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–Señora, dadas las circunstancias, no puede despedirse de su ser querido.
–¿Mi ser querido? ¿De quién habla?
–De su marido.
–Mi marido no era un ser querido.
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El perro Excálibur, sacrificado tras dar positivo en coronavirus.
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Su asesor informa a Pedro Sánchez de que Justin Trudeau ha pasado positivo en coronavirus. El presidente pide que le traigan a algún contagiado.
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Hoy enseñaban en el Telediario cómo lavarse las manos. ¿No nos estarían lavando el cerebro?
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GRACIAS, VECINO
Sabemos que trabajas en el hospital. Menuda labor estáis llevando allí. A pesar de que os falta material, de que tenéis que poneros como protección bolsas de plástico y reutilizar mascarillas, a pesar de eso no os rendís, seguís luchando. Sois héroes. Gracias, vecino. Todos los días, a las ocho de la tarde, salgo al balcón y me mato a aplaudir y tarareo el Resistiré y bailo. Casi siempre se me saltan las lágrimas. Pero, vecino, no sólo se trata de curar a los que llegan al hospital. También hay que prevenir. Has estado en contacto con centenares de infectados, con decenas de muertos. Piensa en la gente que vive en este bloque. Hay ancianos, hay enfermos crónicos, hay niños. El ayuntamiento ha preparado hoteles y hostales para los sanitarios. Piénsalo, vecino. Piensa en nosotros mientras esto dure.
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La policía le advirtió seriamente. Diógenes, para no ser denunciado por saltarse el confinamiento, aceptó vivir en un tonel.
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–Elisabeth, tengo que decirte algo.
–Espero que no sea una de tus locuras, Friedrich.
–Dios ha muerto.
–¿Qué?
–Por coronavirus.
–Bueno, la verdad es que era muy viejo.
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Como la situación no mejore, esta epidemia se acabará llamando el coronavirus español.
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–¿Quiere orégano? ¿Le echamos extra de atún?
–Me da igual.
–¿Y algo para beber?
–No se preocupe –dijo el conde–. Me apañaré.
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Tarareo la canción y aplaudo. Aplaudo con ganas. Aplaudo con entusiasmo. Aplaudo a rabiar, como todas las noches, a la vecina de enfrente, que hoy también lleva una escandalosa négligée.
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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que dijo que el coronavirus era una simple gripe.
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Era martes cuando di con el tesoro: veinte mascarillas autofiltrantes y ochenta guantes de nitrilo.
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EL PERRO
El mejor amigo del confinado.
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La OMS recomendó no seguir las recomendaciones de las OMS.
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Señores amante de lo ajeno:
Les comunico que no hay nada interesante en este vehículo, excepto un CD de Dulce Pontes que dejó una antigua novia y que, la verdad, no me importaría que me robaran. Pero les informo también de que ayer mismo di positivo en coronavirus.
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Corre por la cuesta de Santo Domingo. Pasa por delante del Ayuntamiento. Atraviesa rápidamente la calle Mercaderes. Acelera el paso. Entra en la calle Estafeta cuando una voz le llama la atención.
–Oiga, usted. ¡Pare! ¿Qué hace?
–He salido a pasear el perro.
–¿Qué perro? Yo no veo ningún perro.
–Ha echado a correr. Se me ha escapado.
–Así que ha salido a pasear el perro. ¿No lleva bolsa ni líquido para limpiar los orines?
–Se me han caído, con las prisas.
–Hum. ¿Y por qué va de blanco y rojo?
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–Oiga, ¿me podría explicar que hace en la calle?
–¿Qué voy a hacer? Soy un perro callejero.
–Un perro callejero, ¿eh?
–Sí, me llamo Diógenes. ¿Nunca ha oído hablar de mí?
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El Covid-18 pasó sin pena ni gloria.
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Cuando llegó el coronavirus, cerraron las fábricas. La Tierra dejó de estornudar y, por fin, respiró.
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NO HAY MAL QUE…
Boris Johnson piensa que ahora está inmunizado.
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–¿Me voy a casar?
–¿A casar? Pero si estás casado conmigo. ¿Y ese fusil?
–Me voy a casar gente que se salte el ensierro.
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Mami, ¿por qué estás tan triste? Para una vez que saco un positivo.
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Comenzamos a entrar en pánico cuando Fernando Simón, ministro del Interior, aseguró que no creía que el nivel del mar subiera más allá de unos pocos milímetros.
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Día 25. Estoy pensando en quemar el piano de mi vecino.
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–Presidente, los expertos dicen que los gatos pueden transmitir el coronavirus.
–Sacrifíquenlos.
–¿A los expertos o a los gatos?
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NOTAS MENTALES
Para el próximo confinamiento: tener un perro, no tener mujer, no cenar, hacer acopio de levadura.
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Los marcianos pensaban utilizarlos como esclavos, pero todos los terrícolas murieron por culpa de aquel virus extraterrestre que trajeron desde Marte.
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Caronte está empezando a pasar a los muertos de cinco en cinco.
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–¿Quieres tomarte una cerveza?
–Sí, una cerveza bien fría.
–¿Con una tapita?
–Sí, con una deliciosa tapita.
–¿Y hay algo que te impida tomártela en tu casa?
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MINISTERIO DEL TIEMPO
–Mencheta, explíqueme lo que pasó.
–Esto… Yo…
–Lo enviamos a Wuhan para que impidiera que el paciente cero probara esa maldita sopa de murciélago no para que usted se contagiara.
–Tenía un aspecto tan apetitoso... Cuando me dio a probarla, no pude negarme.
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Mi mujer se está volviendo loca. Lleva tres meses confinada, sin ir a la peluquería, y se cree Rapunzel.
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A Julie se le había olvidado que mañana es su cumpleaños: 14 años ya. Sólo espera que los otros no se acuerden, pues no hay nada que celebrar. Pronto morirá. Como Yann. Como Fred. Como Toinette. Dentro de una semana o de unos meses. La Gran Epidemia no perdona a ningún adulto.
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–Respondan. ¿Qué hacen en la calle? ¿Por qué no están confinados?
–Un tal Cortázar llenó nuestra casa de fantasmas, agente.