–Padre Cristóbal, ¿cuál cree que es el mejor camino?
–Depende, hermano Marcos. Si preguntas por el espiritual, es estrecho. Si por el político, es ancho y bien asfaltado… pero lleno de curvas.
–Hablo del camino de la vida. ¿Cómo saber si uno va bien?
–Si no te aplauden mucho, probablemente vas bien.
–Pero todos buscan reconocimiento, éxito, atajos…
–Y terminan perdidos, aunque Google les diga lo contrario.
–Entonces, ¿el mejor camino es el más difícil?
–El más honesto. Que no siempre es el más cómodo, ni el más rápido.
–¿Y cómo se sabe que uno no se ha desviado?
–Cuando duermes tranquilo, aunque no tengas almohada de plumas.
–¿Y si nadie lo sigue?
–Mejor. Así hay menos ruido y más silencio para escuchar la conciencia.
–Pero cansa…
–Lo bueno cansa. Lo falso entretiene. Por eso hay tantos entretenidos y tan pocos sabios.
–Entonces, ¿qué hacemos?
–Andar. Sin prisas, sin máscaras, sin rendirse. El camino no es llegar… es avanzar.
–Gracias, padre.
–De nada, Marcos. Y cuidado: los peores caminos suelen tener los mejores carteles.