jueves, 3 de julio de 2025

En que se revela la resignación del pueblo ante las injusticias y los pecados públicos

–Padre Cristóbal, ¿puedo preguntarle algo sin pecar de murmurador?

–Hijo, si solo habláramos cuando no hay riesgo de pecado, este convento sería más silencioso que el desierto

–Hoy absolvieron a un político. Tenían pruebas, testigos… hasta grabaciones.

–Milagros modernos, hermano Marcos. Cristo convirtió el agua en vino; ellos convierten delitos en “errores contables”.

–¿Y no deberíamos decir algo desde el púlpito?

–Si denunciáramos todo, las homilías durarían ocho horas y el confesionario tendría turno por número.

–Pero el pueblo sufre. Votan, los engañan, y vuelven a votar.

–El pueblo aguanta mucho y olvida pronto. Vota con el estómago, a veces con el corazón… rara vez con la cabeza.

–¿Y nosotros qué hacemos?

–Lo de siempre: rezar, vivir con poco y dar ejemplo. Aunque, lo confieso, a veces uno desearía que del cielo cayera… una paloma con mala puntería.

–¿Cree que alguno se convierte?

–Sí, en asesores, conferenciantes, consejeros. Santos, pocos. Eso no se paga bien.

–Es desalentador.

–La esperanza no está en el Parlamento. Está en el Evangelio… y en la cocina, donde aún no se ha perdido la fe ni el apetito.