El reflejo en el espejo del baño lo paralizó: donde esperaba ver su torso masculino, plano y velludo, ahora se alzaban dos pechos redondos bajo la camiseta holgada que había usado para dormir. Bajó la mirada con incredulidad, viendo cómo sus caderas habían adquirido una curvatura imposible, cómo sus manos –ahora más pequeñas y de dedos esbeltos–temblaban al deslizarse por una piel inexplicablemente suave. Notó una fina línea rosada bajo su ombligo, una cicatriz perfectamente suturada que nunca antes había estado allí, como si su cuerpo hubiera sido meticulosamente reensamblado durante la noche.
“No es posible”, susurró, pero la voz que salió de sus labios era más aguda, melodiosa, ajena. Sus dedos exploraron un rostro que no reconocía: pómulos más altos, mandíbula más estrecha, labios más carnosos. El pánico comenzó a subir por su garganta cuando, al volverse hacia la cama todavía revuelta, vio el borde de un papel azul asomando bajo la almohada. Con manos que no parecían suyas, lo deslizó hacia fuera, revelando un membrete oficial con palabras que helaron su sangre: “Experimento Sigma: Cambio de género completo. Duración: 7 días. Fase 1 iniciada”.
Rompió la nota. “¡Alguien entró anoche!”, gritó al departamento vacío. Revisó cámaras de seguridad: las grabaciones mostraban a una mujer durmiendo en su cama.
Destrozó el baño. Encontró otra nota dentro del botiquín: “Fase 2: La ira consume 18 % más calorías en cuerpos femeninos. Registre su metabolismo”. La firmaba el doctor Puigvert.
Pasó horas buscando el número del “experimento”. Encontró un email autoenviado: “Acepto participar en Sigma a cambio de eliminar mi deuda con la Agencia Tributaria”. Adjunto, un contrato con su firma.
El cuarto día, su cuerpo empezó a reconocerse. Olía diferente. El café le sabía amargo. En el trabajo, todos la llamaban Señora Roldán. Bajo la puerta, otra nota: “Fase 4: ¿Extraña su virilidad o solo la costumbre?”.
La mañana del séptimo día, el espejo mostró su rostro original. En la mesita, un informe final: “Sigma completo. Conclusión: La identidad es 73 % memoria muscular, 27 % química cerebral. Gracias por participar”.
Al vestirse, notó algo distinto: su camisa favorita le quedaba justo en los hombros. En el bolsillo, una última nota: “PS: El efecto residual es común. No intente reproducir el experimento”.