Sławomir Mrożek: “Lo que extraña tanto a todo el mundo no es en absoluto lo más extraño”.
–¿Qué criatura tiene rostro y busto de mujer, patas de león, cuerpo de perro, cola de dragón y alas de pájaro? –preguntó la Esfinge.
–¡Vaya! Esa no me la sé –dijo Edipo.
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La mamá de los tres cerditos está triste. Sólo uno de sus tres hijos ha pasado el examen, ha logrado convertirse en arquitecto de pocilgas y ha sobrevivido.
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–Pero ¿por qué le has dejado? Me dijiste que era una tormenta en la cama.
–Y es cierto, pero he descubierto que fuera de la cama es un tormento.
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Siempre madrugaba para acostarse el primero.
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Los elfos partieron de los Puertos Grises en dirección a las Tierras Imperecederas, pero algo extraño ocurrió, porque acabaron llegando a las costas orientales de la Tierra Media.
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Los elfos partieron de los Puertos Grises en dirección a las Tierras Imperecederas, pero acabaron llegando a las costas orientales de la Tierra Media. ¿Qué nigromantes ha pasado?
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CELOS
–¿Qué le pasa a la almohada? Es como si alguien la hubiera acuchillado.
–He sido yo. Ya no te abrazarás más a ella.
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Dentro de una hora se cumple el ultimátum de los secuestradores y mi abuelo aún no ha pagado los tres millones. ¡Adiós oreja!
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CELOS
Hoy he apuñalado la almohada. Mi marido ya no se abrazará más a ella.
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Pues ¿qué quieres que te diga? Si no fuera por esos dientes afilados que dan miedo, esos terroríficos ojos, ese rabo de demonio, esas uñas de águila, esos cuernos, esa piel de serpiente, sí, Zabel, serías la mujer más guapa del mundo.
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Falta un mes para la feria y tres para las elecciones y, de momento, el concejal de festejos sólo ha podido contratar a Kiko Rivera.
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En su casa, a la luz de las bujías, Lázaro de Tormes come uvas y recuerda al ciego que le abrió los ojos.
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Viajó a Londres y mora en el Museo Británico. Algún día resucitará.
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Isaac recordaba aquel árbol. Había pasado cientos de tardes de su infancia acostado debajo de sus ramas, durmiendo, teniendo ensoñaciones, imaginando historias de brujas, duendes, gigantes, hechiceros. Bastaba con cerrar los ojos para que su cabeza se llenara de fantasías. ¡Qué ingenuo era en aquella época! Creía que era un árbol mágico. ¡Un árbol mágico! ¡Bah! Como estaba cansado después del largo paseo que le había llevado hasta allí, se echó debajo de las ramas y cerró los ojos. Sin darse cuenta empezó a darle vueltas al problema científico que le había estado preocupando durante los últimos meses. No, no veía ninguna salida. Se quedó adormilado. De repente, escuchó un ruido. Abrió los ojos y advirtió que del árbol había caído una manzana.
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Hitler fue al psiquiatra por consejo de su médico de cabecera. Le atendió el doctor Freud, que le informó que necesitaría veinte sesiones para tratar su trauma infantil y que le cobró doscientas coronas.
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Hitler fue al psiquiatra por consejo de su médico de cabecera. Le atendió el doctor Freud, que le diagnóstico fractura de superyó y le cobró doscientas coronas. Hitler, disgustado, comenzó a odiar a los judíos.
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Phil Jackson se desespera: faltan tres segundos, están un punto por debajo, Rodman tiene el balón, Jordan está marcado por dos jugadores.
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Los alienígenas visitaron Londres y se sintieron como en su casa.
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Tenía cierta ética, por lo que se limitó a publicar un libro sobre la moral.
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La llegada de Colón les sentó peor que una colonoscopia.
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Miró lo que había hecho y vio que era una chapuza, pero al menos no se había pasado de tiempo. Sólo había tardado seis días.
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Mi madre me dio un hermanito. Lo metí en la hucha.
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VACIACORRALES
El año que viene nos iremos a veranear a Llanes o Ribadesella. Decidido. Lo que no haremos será volver a Los Encinares, el pueblo de mi marido. Estoy harta. No soporto pasar otro mes sin Internet, sin correo electrónico, sin poder curiosear Facebook ni leer el Vanitatis. Estoy cansada de las insípidas comidas de mi suegra, en las que la única especia que utiliza es el colorante de la paella. No soporto que los encinareños, con la excusa de que soy abogada, me vengan con sus problemas: cartas certificadas de Hacienda, notificaciones de Medio Ambiente, ex que no pagan la pensión o que no cumplen el régimen de visitas, querellas con la Diputación por un carril de cabras. A veces estoy tentada de cobrarles la tarifa del Colegio de Abogados. Sin embargo, lo que peor llevo es que me llamen, como al resto de veraneantes, vaciacorrales.
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Mi profesor de taller literario leyó mi cuento. Me dijo que quitara los adverbios. Me pidió, a continuación, que eliminara los adjetivos. Como había verbos superfluos, también me aconsejó prescindir de ellos.
–¿Crees que sobra algo? –me preguntó.
–Los nombres –dije audazmente.
Los quite. Luego eliminé lo que quedaba.
Mi profesor de taller literario releyó el cuento.
–Ahora está perfecto –dijo.
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PARADOJA
Nadie conocía en Francia a Amadís de Gaula.
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Llegó el día D y logró presentarlo in extremis. Ahora comenzaba una nueva cuenta atrás: tres meses para pagar el IVA de los autónomos.
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El alcalde de Londres ha entrado en cólera cuando le han dicho que el bacilo robado se encuentra en su ciudad.
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–Considéreme una pesadilla –le dijo Franz Kafka a Felice Bauer.
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Le gusta tanto ir acicalado que, antes de empezar una misión en Red Dead Redemption, se afeita.
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Londres se había vuelto tan insignificante que en la Tercera Guerra Mundial no cayó en ella ninguna bomba atómica.
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Era un martes frío y luminoso de septiembre y los relojes estaban dando las trece. Y ya he consumido los ciento cuarenta caracteres.
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Han bombardeado Londres con 10.000 poemas. La ciudad se ha rendido.
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Falta un día para la boda e Isabel de Segura sigue esperando el regreso de Diego de Marcilla.
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Discordia reina sobre los humanos, pero ellos, enfrascados en permanentes peleas, no lo saben.
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–Colón, ¿ya estáis de regreso?
–Sí, majestades.
–¿Habéis llegado a las Indias?
–No, no he llegado. Ptolomeo, Eratóstenes y Toscanelli estaban equivocados y vuestros teólogos tenían razón: la Tierra es plana.
–¿Cómo? Pues ahora os enviaremos a explorar una mazmorra.
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Muy lentamente, el árbitro cuenta hasta diez, mientras lanza miradas de reojo a Konoválov, que está furioso.
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Hoy es día de mercado. Teresa y Manuel se despiertan antes de que salga el sol y se preparan. Lo cargan todo. Llevan huevos, higos, pepinos, calabacines, el último melón de la temporada.
Apenas ha salido el sol cuando salen de El Maeso…
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El que inventó la cerveza 0,0 se merece cárcel.
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–Oiga, señor. ¿Qué tiene esta salsa?
–Está buena, ¿eh?
–Pero ¿qué tiene?
–Tomate, cebolla y aguacate. Es una receta de mi hermana.
–¿Tomate y aguacate?
–Sí.
–¡Esto es un mercado medieval!
–Sí. Es una ensalada muy sana, como se tomaban en la Edad Media.
–Soy el almotacén.
–¿El qué?
–El inspector de mercados. Vigilo que todo esté bien.
–No lo entiendo.
–Voy a llamar al alguacil. Le pediré que le eche el cierre a su tenderete.
–Está de broma, ¿no?
–Yo no bromeo. Esto es un mercado medieval muy serio.
–Oiga. ¿Sabe que el del tenderete de al lado está vendiendo hamburguesas?
–¿De verdad? Es curioso. Es el que le ha denunciado. Se le va a caer el pelo.
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Temía no tener suficiente con treinta minutos. Le sobraron veintinueve.
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PARADOJA
Durante el viaje estuvo tanto tiempo haciendo fotos –sacó más de dos mil– que no vio casi nada.
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–Te hemos hecho venir a Roma porque nos han remitido varias denuncias.
–¿Esto es un juicio?
–Lo es, Poncio. ¿Juras decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
–¿Qué es la verdad?
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–¿Cómo te fue en la consulta del psiquiatra?
–Entré loco y salí atarantado.
–¿Y cómo es eso?
–Te voy a enseñar la factura.
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El artificiero tiene toda la presión del mundo: debe desactivar la bomba Alfa-Omega en seis, cinco, cuatro, tres, dos…
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¿Los catalanes cagan mejor?
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Dieron un mordisco y otro y otro y, cuando ya sólo les quedaba el corazón de la manzana e iban a arrojarlo al suelo, fue Dios quien les arrojó a ellos del Edén.
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No podíamos reír, aunque teníamos que decirle continuamente que allí éramos felices. No podíamos hacer el amor. Debíamos comer únicamente lo que él quería. La verdad, nos alegró que nos expulsara del paraíso. Aquel era un lugar muy siniestro.
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MERCADO MEDIEVAL
–¿Por qué estás aquí?
–Le he echado tomate a una ensalada. El almotacén dice que en la Edad Media no había tomate. ¿Sabrá él? Y tú, ¿qué has hecho?
–Estaba vendiendo patatas asadas. Estaban riquísimas. Me las quitaban de las manos.
–¡Qué vergüenza!
–Ya te diré. Había un argelino vendiendo kebab y no le han dicho nada.
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Cincuenta y nueve, cincuenta y ocho, cincuenta y siete… Los treinta minutos están a punto de pasar y don Agapito no va a conseguirlo, no.
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–¿Y tú por qué estás aquí?
–Soy un preso de conciencia. Dije que prefería la cárcel a beber una cerveza 0,0?
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La cuenta atrás llegó a cero, pero el cohete no despegó. El ingeniero Oreshkin se preguntó cuánto tardaría el KGB en arrestarle.
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Luisa es mágica. Pasé la noche con ella: me dejó encantada.
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Quedaban 12 horas de oxígeno. 18 si eliminaba a Yamashita. 36 si se deshacía de Satsuki.
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Mantengo un ritmo regular, me levanto de la bici cuando escalo un puerto, acelero el ritmo, esprinto. ¡Con qué arte practico el ciclismo estático!
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El barco genovés parte de Caffa. Dentro de un mes llegarán a Sicilia los veintidós marineros y las quince ratas que viajan en él.
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El simulacro de sismo fue muy bien: sólo murieron cien personas.
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Frente al espejo especulo sobre qué vestido le gustaría a Jaime verme puesto.
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Estaba lleno de ganas de saltar al vacío.
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Dentro de un día acaba el plazo para presentar su novela al Premio Nadal o, mejor, dentro de trescientos sesenta y seis días.
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Argentina pierde con España, lo que es perder doblemente.
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Plagio, luego publico.
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Con el derecho siempre procuro mirar para otro lado, tratando de disimular la viga que hay en el izquierdo.
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Hijo único, siempre añoró al hermano que no tuvo. No podía soportar que ellos se llevaran tan bien. Por eso, cuando le hicieron las ofrendas, rechazó la de Caín.
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No, no soy un conspiranoico. Tengo pruebas. Todos estos madrugones están patrocinados por la Organización Internacional de Cafeteros.
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Está nervioso: sólo quedan 209 días, 5 horas, 14 minutos y 30 segundos para el Domingo de Ramos y tiene mucho que preparar.
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En la versión cinematográfica, Godot llegó.
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SEXTO SENTIDO
Agustín Pereira tenía un sexto sentido que le permitía elegir a los clientes más convenientes para su bufete, aquellos que le sirvieran para llenar la caja y al mismo tiempo tuvieran posibilidades de obtener un fallo absolutorio. Me sorprendía que consiguiera siempre saber cuándo merecía la pena llamar a testificar a sus clientes. Siempre admiré (y envidié) ese sexto sentido de Pereira. Era como el ultrasonido de los murciélagos, que le evitaba estrellarse contra jueces difíciles y clientes peligrosos.
Por eso, cuando aceptó el caso de Yuri Sherbanenko, supuse que encontraría la forma de sacarle de prisión (y de España). Me sorprendió que el juez del tribunal provincial decretara la inadmisión del recurso de apelación. Esperaba la siguiente jugada de Pereira. La habría realizado, sin duda, si alguien no le hubiera acribillado en su despacho. Pero supongo que el sexto sentido, como los otros cinco, falla de vez en cuando.
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La poesía lírica es la enfermedad de la que cree ser el remedio.
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–¿Estáis de acuerdo en que se parta el niño por la mitad?
–Yo sí, majestad, pero que lo pesemos luego. No quiero que esa pécora se lleve ni un gramo de más.
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Era un martes frío y luminoso de septiembre y los relojes estaban dando las trece cuando llegó el anunció de guerra comercial a la Unión Europea. Winston Smith creía recordar que su país había sido una vez aliado de ella.
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–Enrique VIII es un supremacista.
–¿Por qué lo dices?
–Porque le he oído gritar: Moro maldito.
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Audaz, escribió Bukowski un poema
en verso que, fatalmente, acabó,
¡pobre Hank!, con la muerte del poeta.
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–Monsieur Poirot, ¿cómo se atreve a poner en duda la culpabilidad del mayordomo?
–Porque tiene, mi querido amigo, una excelente coartada: esta mañana ha aparecido en su dormitorio con un cuchillo clavado entre los omóplatos.
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–Decíamos ayer…
–Dirías tú. Nosotros estábamos en la fiesta de inicio del curso.
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Con el derecho siempre procuro mirar para otro lado, escrutando a algún depredador. Con el izquierdo, sin embargo, no pierdo de vista la presa a la que quiero atrapar con mi lengua. Sí, soy camaleónica.
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Lo cortés no quita lo cobarde.
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Proverbio catalán: Espalda castellana lo soporta todo.
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Proverbio catalán (segunda versión): Espalda castellana lo tiene que soportar todo.
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Fue acusado de medismo y expulsado de Atenas por poner persianas en casa.
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–Nuestro matrimonio está roto –me dijo.
–Espera, que saco el pegamento.
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Ya que de todos modos nadie me va a leer, ¿por qué no escribo en el dialecto de Jaén? Quizá me den alguna subvención.
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–¿Qué quiere, señora?
–Un iPhone 11.
–Tome.
–Que Dios te lo pague.
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Madrugó. El atasco también.
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–Es un sindicato horizontal.
–¿Horizontal?
–Sí, sus liberados se pasan todo el día acostados.
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Con el derecho siempre procuro mirar para otro lado: el último anuncio publicitario, la pantalla con la información del tiempo, el cristal. Con el izquierdo, sin embargo, la miro a ella, la bella desconocida del tren de las 07:10. Ventajas de ser estrábico.
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–¿Qué deseas? –me preguntó el genio.
Mientras aparto una molesta mosca, pienso en Salma, siempre tan desdeñosa.
–Que ella me ame –dije.
–Como quieras.
Desde entonces, la mosca no me deja en paz. El maldito genio confundió mi deseo.
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SUBLIME
El juez Takaaki, lleno de decepción, contempló la cesta que le había enviado el abogado del querellado. Era vergonzosa. Tres embutidos con la fecha de caducidad próxima y dos botellas de sake peleón. En la del abogado del querellante había vino taiwanés, loncheados, estuches surtidos. Se ajustó las puñetas y comenzó a redactar la sentencia. Desde luego, absolvió al querellado. Su tatuaje de yakuza era sublime.
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–Considéreme usted una pesadilla –dijo Gregor Samsa.
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MITO DE LA CAVERNA
Cuando leo a Platón, soy como esos individuos que están encadenados en la cueva viendo sombras.
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Napoleón ya no pudo más: fue vencido por el sueño.
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Última hora. Attis Inc. ha anunciado el cierre de un turno de la fábrica de bebés Magna Mater. Según un portavoz de la empresa, en los últimos meses las ventas han bajado dramáticamente.
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UCRONÍA
Dad al Pompeyo lo que es del Pompeyo.
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Los pájaros de su cabeza emigran en invierno.
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Nala y Simba fueron felices y comieron perdices, ñus, antílopes, impalas, búfalos…
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La Gran Madre les da la vida y ellos mismos se ocupan de darse la muerte.
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–No puedo más. Estoy roto.
–No exageres. Seguro que te puedes quebrar un poco más.
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Madrugó tanto que le mordió un vampiro.
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Venciendo emociones encontradas, tuvo el acto de valentía de darle un beso de amor con toda su alma. No hubo magia: no era príncipe, sino rana.
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–Tú eres mainstream, ¿no?
–A mí no me insultes.
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–He acabado en la cárcel por culpa de la cerveza.
–No entiendo.
–Se la eché encima a un policía.
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Madrugaba tanto que, cuando llegaba a la oficina, descabezaba un sueñecito.
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Cuando Takeru Toyonaga fue acusado de actos de lujuria con animales, él se defendió: creía que eran peluches.
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La expulsaron de la Asociación Internacional de Teólogas cuando escribió aquel artículo sobre quién había dejado embarazada a la Diosa Madre.
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No jugó en su infancia porque fue un juguete de sus padres.
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El visir y su hija Scheherezade estaban confabulados. Ella hacía trasnochar al sultán. Su padre madrugaba para gobernar el reino a su antojo.