lunes, 2 de diciembre de 2019

Microcuentos

–Espejito, espejito, ¿quién es la madrastra más mala?
–La de Cenicienta.
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–Maldito imbécil.
–Mide tus palabras.
–Quince caracteres.
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–¿Tu marido vive del cuento?
–Escribir, escribe cuentos, pero vivir, vive de mí.
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–Fue un amante efímero.
–¿Por qué?
–Sufría eyaculación precoz.
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–Quien esté libre de valor que ponga la primera piedra –dijo el emperador chino.
La muralla se construyó en un periquete.
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–¿Con estas monedas a dónde podría llevarme?
–Hum… A un kilómetro y medio de aquí.
–¿Y con esta navaja?
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El terrícola le tendió la mano al alienígena que, para no hacerle un feo, se la comió.
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El barco navega a veinte nudos. El iceberg permanece estático, sumergido en la niebla.
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Escaparon todas las perdices porque el final del cuento estaba abierto.
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Platero es pequeño, peludo, suave. Su carne es tierna, deliciosa, suculenta.
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Tome una hoja de papel en blanco y la coloqué en la máquina de escribir, me toqué la barba, cebé el mate, pero no conseguí escribir como Julio Cortázar.
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–¡Qué desgracia!
–Ánimo, hombre.
–¿Ánimo? Como si fuera fácil.
–Trata de tomártelo con filosofía.
–Pero ¿qué filosofía? ¿Epicúrea, estoica, kantiana, volteriana, nietzscheana, scheleriana, sartriana, rawlsiana…? ¡Hay tantas!
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Es un partido muy ecológico: cada vez que se inicia una campaña, recicla, reutiliza y reduce las propuestas de su programa electoral.
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Cuando me invitó a subir a su piso, no quería, lo juro, quitarle la ropa, ni besarla, ni pasar la noche en vela abrazado a ella. Quería un simple café.
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–Sabe que la policía la acusa de ser la responsable de la desaparición de su marido, ¿no?
–¿Yo?
–¿Qué cree que pasó?
–No lo sé. Esa noche llegó tarde, muy tarde, tan cansado que ni siquiera discutimos. Creo que fue devorado por el sueño.
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El faraón no tiene corazón. Está en el British Museum.
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Fue una catástrofe: al huracán se le metió un avión en el ojo.
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El visir y su hija Scheherezade estaban confabulados. Ella hacía trasnochar al sultán. Su padre madrugaba para gobernar el reino a su antojo.
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El director de escena le recordó a Plácido Domingo que no tenía que meterse en el papel de Don Giovanni, sino sólo cantar.
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–Te veo raro. ¿Estás enfermo?
–La semana pasada, el viernes 13, hubo luna llena. ¿Lo recuerdas?
–Sí.
–Pues estaba paseando por la alameda, al anochecer, cuando escuché como un aullido y sentí un mordisco.
–Pero ¿estás bien?
–Ya veremos en la próxima luna llena.
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Bioy propuso a Borges esperar hasta que los dos estuvieran muertos para hablar del infinito.
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Mire, soy terraplanista, pero no un loco: sé que Atlas no sostiene la bóveda celeste.
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PARADOJA
Durante el viaje estuvo tanto tiempo haciendo fotos –sacó más de dos mil– que no vio casi nada.
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–¿Qué criatura tiene rostro y busto de mujer, patas de león, cuerpo de perro, cola de dragón y alas de pájaro? –preguntó la Esfinge.
–¡Vaya! Esa no me la sé –dijo Edipo.
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Negó el cambio climático. Le cayó un chaparrón.