El pecho le ardía y le picaban las extremidades. Llevaba horas sintiéndose mal. Pensó que debía pedirle a su secretario un analgésico, pero necesitaba estar despejada. La verdad era que ya había sentido los mismos síntomas otra vez, pero no quiso reconocerlos. Trató de concentrarse en el complejo informe sobre el déficit. Peliagudo.
Casi simultáneamente llamaron a la puerta y comenzó a abrasarle el cuerpo. Tuvo un último pensamiento voluntario: rezó a Ghobhodh para que fuera un criado. Pero era Mhaa. ¡Mhaa! Le caía tan bien. Aunque quiso avisarle, no pudo.
Se arrancó las ropas y se subió a la gigantesca mesa. Mhaa pareció sorprenderse, pero no se movió. Ella comenzó a bailar insinuante. Dobló su cuerpo. Saltó hasta casi el techo. Lanzó un agudo chillido. Mhaa, tranquilo, se quitó la ropa, que dejó bien doblada en un rincón, y se subió a la mesa. Comenzó a bailar junto a ella. Los movimientos de ambos fueron hábiles, simultáneos. La danza del cortejo duró lo que tenía que durar. De repente, Mhaa la bañó con líquido seminal. Después, agotado, se bajó de la mesa y se tendió en el suelo. No tardó en quedarse dormido.
Ella también estaba exhausta, pero todavía no había acabado. Se acercó a Mhaa y le rompió el cuello con su pico. Luego comenzó a comérselo. Tardaría dos semanas en terminar de devorarlo: tenía que alimentar a sus crías. Después de un rato, se quedó dormida.
Cuando el secretario de la presidenta entró en el despacho, se quedó un buen rato observando los quelatinosos cuerpos tendidos en el suelo.
Varias horas después, se envió un comunicado de prensa a los medios. La presidenta Phothorh Mhunh, que acababa de tener doce criaturas, estaría dos meses de baja maternal; de forma interina, se encargaría de dirigir el Ejecutivo la vicepresidenta Vhunharh Lhaoghomh. Por otra parte, Mhaa Khauthuujhue, ministro de Hacienda sería sustituido por Fharhai Thaothi.
Microrrelato publicado en Penumbria 47