viernes, 7 de febrero de 2020

Papelera

Javier López: “¿Y qué, si te encuentras en un callejón sin salida? Aún hay vuelta atrás”.

Proust finalmente consiguió que le publicaran su libro, cuando redujo los veintiún volúmenes a sólo siete.
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–Me arde la cabeza.
–¿Quieres una aspirina?
–Me arde mucho.
–Entonces mejor será que consiga un extintor.
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Se sentía un prisionero con el pijama de rayas que le regaló su mujer.
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Tuvo que cambiar de psicoanalista: la grafoterapia devino en grafomanía.
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Pasó días escribiendo. Semanas. Años. Cuando terminó su libro, descubrió que ya no hablaban hebreo, sino una jerigonza que llamaban arameo.
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–¿Dijiste tonta a la laísta?
–Claro que no la dije.
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Lois Lane entrevió debajo del traje un pijama azul. ¡Qué pueblerino era ese Clark Kent!
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EL COLMO
La mascota tenía una mascota.
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–El árbitro añadió catorce minutos –me dijo.
–¿Y cuánto duró el partido, siete horas? –le pregunté.
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Parecía que a los del Vietcong les iba bien. El coronel Schmitz ordenó a sus soldados que lucharan en pijama.
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–Lo tuyo y lo mío fue único.
–¿Y lo nuestro?
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Tuvimos que tragarnos nuestras palabras. Le habíamos acusado de utilizar negros para poder publicar un libro cada seis meses. Nos demostró que estaban plagiados.
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En casa, el político no tenía que fingir. Podía comer entrecot de buey, dormir en sábanas de algodón egipcio y llevar puesto pijama de seda.
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Estos son mis principios. Si no les gustan, ya mismo llegaré a mis finales.
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Pues mire, señor mío. Sí, llevo peluquín. Para que mi calva brillante no le deslumbre.
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El tren de altísima velocidad llegó antes de salir.
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No me gusta viajar en tren de alta velocidad. Soy de pensamientos lentos y temo que acaben en otro viajero.
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–¡Ay, Robinson! –se lamentó Viernes–. ¿Por qué no me llamaste Martes?
–Porque te encontré un domingo.
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–¡Ay, Robinson! –se lamentó Viernes–. ¿Por qué no me llamaste Martes?
–Porque el viernes es el día de la semana que más me gusta.
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–¡Ay, Robinson! –se lamentó Viernes–. ¿Por qué no me llamaste Martes?
–Porque el martes Dios creó los animales terrestres y no sabes tú qué suspicaces son los europeos, que le sacan punta a todo.
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Martín de Álzaga (Aramayona, 1755 – Nuestra Señora de los Buenos Aires, 1814). Comerciante y político. Héroe de la defensa del Virreinato de la Plata durante la invasión inglesa, en 1812 acabó con los sediciosos del territorio. Adoptó el título de virrey, cargo en el que fue confirmado por Fernando VII. Murió en una expedición contra los indios querandíes, aunque según algunas hipótesis, fue envenenado por partidarios de la independencia.
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–Murió de miopía.
–¿De miopía? Nadie muere de eso.
–Él, él sí. Confundió a Cthulhu con un pulpo.
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El médico le extirpó la vesícula biliar y le pasó la factura. Cuando la vio, hizo bilis. Por supuesto, el doctor le dijo que no era necesario que la pagara.
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–Huevo de rinoceronte. ¡Necesito huevo de rinoceronte!
–No hay tal cosa, maestro.
–Claro que sí. Lo pone aquí, en el libro: huevo de rinoceronte, cuerno de chimpancé, garras de serpiente. ¿Tendré que ocuparme yo?
–Buscaremos, maestro.
–Rápido. O no podré hacer el exorcismo.
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–Huevo de rinoceronte. ¡Necesito huevo de rinoceronte!
–No hay tal cosa, maestro.
–Claro que sí. Lo pone aquí, en el libro: huevo de rinoceronte, cuerno de macaco, garras de serpiente.
–Buscaremos, maestro.
–Rápido. O no podré hacer el exorcismo.
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Confirmado por la ciencia: leer microcuentos no necesariamente provoca cáncer.
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Hay un salario mínimo, pero no una riqueza máxima. Curioso, ¿no?
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–Cuervo.
–¿Qué?
–Me está atacando un cuervo gigantesco. De más de dos metros… ¿Operadora?
–Sí.
–Rápido. Que venga la policía.
–Usted necesita más un psiquiatra que un patrullero.
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Scheherezade no cuenta cuentos chinos.
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UN HOMENAJE
Proteger la diversidad. Esa es mi mayor preocupación como magistrado. La degradación del ecosistema no me deja dormir. Lo que yo llamo el derecho sostenible es mi meta. Todo eso es agotador, amigo mío. Necesito relajarme. A veces me permito un homenaje como éste. El chuletón de buey que me dispongo a devorar es una minúscula recompensa, un merecido premio por tantos desvelos.
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Sólo un puñado de personas protestó cuando el Estado estableció por decreto la riqueza máxima.
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Después de lo de Ulises, las sirenas acabaron en una ambulancia.
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Podrán tomarse mil cervezas frías, pero no conseguirán detener el verano.
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–¿Qué es lo bueno de estar casado con un hombre brillante?
–Ni te imaginas, chica, lo que ahorro en electricidad. Por la noche no tengo que encender ninguna bombilla.
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No os imagináis, chicas, lo bueno de estar casado con un hombre brillante: por la noche no tengo que encender ninguna bombilla. Lo que ahorro en electricidad.
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Ahura Mazda y Arimán mantienen una agria disputa por mi alma. Pero ¿es que no saben que pertenece a Roxana?
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No hay dudas: Bruto sufría el complejo de Edipo.
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CONTRAFACTUAL
Abraham mató a Isaac. Hitler le echó la culpa de todo a los checos.
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Encuentro en mi nuevo hogar pelos de perro. Al principio me enfurecía. ¿Dónde lo tienen escondido? Ahora estoy preocupado. ¿Qué han hecho con él? ¿Me ocurrirá a mí lo mismo? Esa incertidumbre no me deja dormir y provoca que pase las noches maullando.
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Uno era escuchirrimizado e inexpresivo; el otro, grande y alegre. Uno era huraño; el otro, meloso. Sonia comenzaba a no tener dudas entre el blanco y el negro.
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El tren en miniatura hizo descarrilar mi matrimonio.
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Godzilla se quedó dormida. Cuando despertó, Pangea se había dividido en varios continentes y ya no había bosques de helechos.
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–Fernán, coge los apechusques. El acusado no quiere confesar.
–Como ordenéis, eminencia.
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Irene Adler, la mujer; Voll-Damm, la cerveza.
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Después de que los científicos analizaran mi ADN, me dijeron que sólo había una solución: tendría que vivir en una cabaña en el profundo del bosque. Y me advirtieron que me encadenara a la cama las noches de luna llena.
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El ratón de ciudad fue a visitar a su primo que vivía en el campo. Para no aburrirse demasiado, invitó al gato a que le acompañara.
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Fue inmediato. Cambió de trabajo y desaparecieron todos sus demonios.
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La segunda vez que vino, pasó desapercibido. Sólo consiguió que le pusieran una multa de ciento cincuenta euros.
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Demolieron la Bastilla. ¿Qué hacer ahora con los prisioneros políticos? Hubo que guillotinarlos.
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Soledad. Eso es lo que siento en esta espesura. Necesito a alguien que me comprenda, que me responda. ¿Qué me dices? Nada, por supuesto. No puedes hablar. Y escuchar está bien. Ya me gustaría a mí hacerlo también. ¿Lo entiendes, Chita? No puedo seguir viviendo con un chimpancé.
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Soledad. Eso es lo que siento en esta espesura. Necesito a alguien que me entienda, que me responda. ¿Qué me dices? Nada, por supuesto. No puedes hablar. ¿Lo comprendes, Chita? No puedo seguir viviendo con un chimpancé.
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PARADOJA
Aquel amante de los gatos era un cínico.
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–¿Por qué le dejaste?
–Era tan brillante que me oscurecía.
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Woody Allen: “La marihuana causa amnesia y... otras cosas que no recuerdo”.
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MÉNAGE À CINQ
No, no repetiré la experiencia. La noche fue demasiado confusa. Alguien no paró de acariciarme de una manera bastante torpe. Descubrí que era yo misma.
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¿Cómo no voy a estar enfadado con el doctor Frankenstein? Míreme, míreme la entrepierna.
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Desde que se había mudado al campo trabajaba de sol a sol, no tenía ni un día de descanso, pasaba frío, calor, se mojaba, no paraba, le dolía la espalda. Regresó al empleo basura que tenía en la ciudad.
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–No me gustan sus modales, señor Marlowe.
–Pues cierre este libro y coja uno de Miss Marple.
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Habían construido la casa con unos materiales tan ligeros que se echó a volar.
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King Kong necesitaba a alguien que le despiojara.
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María, no te asustes si brillo en la oscuridad. Trabajé muchos años en la central nuclear.
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¿Qué fue antes, el árbol cortado o el mango de madera del hacha?
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Escribía sin estilo, lo que deparó mucho éxito entre los lectores sin gusto.
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Consiguieron ponerle el cascabel al gato vegano.
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Su ambición no conocía límites. Se construyó un país en el aire.
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PARADOJA
El mayor deseo de mi peor enemigo es visitar mi tumba.
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IRONÍA
El monárquico se contagió de coronavirus.
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El monárquico está contagiado de coronavirus.
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El reloj dorado se detuvo, no pude despertar mi imaginación
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El reloj dorado se detuvo, no pude despertar a tiempo. Continué sumido en la negra noche.
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El reloj dorado se detuvo, no pude despertar. Seguí sumido en negros sueños.
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No lloraba ni cuando pelaba cebollas.
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EL COLMO
Scheherezade nunca les contó un cuento a sus hijos antes de dormir.
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El psicoanalista encontró muy curioso que nuera y suegra compartieran estilo.
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–¿Estuviste sola toda la tarde?
–No, me acompañó Jack Daniels.
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–Leí tu carta. Creí que…
–Sí, era mi intención. Pero el maldito tren se ha estropeado en Zafra. Tendré que esperar a mejor ocasión.
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Cansado, sin ideas, creó al hombre a imagen y semejanza del mono.
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Jorge Luis Borges: “Yo creo que a los generales argentinos cualquiera les gana. Hasta los argentinos”.
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PARADOJA
A los generales argentinos les ganan hasta los generales argentinos.
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Le di un beso. Por lo demás tuvo que pagar.
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Vive porque intentó suicidarse en una vía muerta.
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La humanidad crea a los robots. Los robots, hartos de trabajar para unas criaturas tan imperfectas y vagas, se rebelan. La humanidad declara la guerra a los robots y construye robots para luchar contra los robots. La humanidad es destruida por los robots.
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–¿Cortinas? ¿Para qué quieres poner cortinas?
–No quiero que nadie te vea desnudo.
–Ah, tienes celos.
–¿Celos? ¡Quia! No, lo que temo es que, si alguien te ve sin ropa, se morirá de miedo.
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Cuando leyó que había sido un homosexual, Hitler ordenó que llevaran el retrato de Federico II que tenía en su despacho a un campo de concentración.
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Cuando Deckard descubrió que Rachael era una replicante, decidió matarla a polvos.
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–Mi marido me quitó el pintalabios.
–No le gusta que lleves maquillaje.
–No, para ponérselo él.
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–¿Qué haces?
–Me quito las medias.
–Te he dicho que te quites de en medio.
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Es tan tímido que practica el sexo oral siempre en estilo indirecto.
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–Paloma me hizo caer en sus redes.
–¿Te exorcizó?
–¿Exorcizarme? No, nada de eso. Se puso un camisón de encaje como todo conjuro.
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El suicida buscó en internet vuelos a Wuhan.
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Tuvo que dejar el trono al estilo Luis XVI.
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Esperaba un día despertarse un día rodeado de juguetes y con un pijama que le quedara grande.
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Los limpiadores están hartos: cada vez que hay estreno, el teatro se llena de mierdas.
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El Talgo, celoso, embistió al Ave.
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–Mi novio es muy brillante.
–¿Es listo?
–No, no. Trabaja en la central nuclear.
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El yogui se hizo cargo de los vidrios rotos.
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–Hoy me estreno.
–Pero si tienes cuarenta y cinco años.
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Teresa y yo nos hemos fugado. Como somos muy católicos, entramos en una iglesia para que el cura nos casara. Resulta que no es tan sencillo. Tenemos que hacer un curso prematrimonial de dos años.
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–¡Paloma mensajera! –gritó el coronel.
–No queda ninguna.
–¿Ninguna? ¡Demonios! Necesito llevar un correo urgente al alto mando.
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Ese pijama es horrible. Quítatelo o me entrará sopor.
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PARADOJA
Aquel poeta no es muy versado.
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Después de ganar la Tercera Guerra Mundial, no estaban para celebraciones.
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Tuvo una pesadilla: imaginó que estaba en un campo de concentración. Cuando se despertó, tiró el pijama de rayas.
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Me siento vieja. Este año, para San Valentín, Jorge no me ha comprado un camisón de encaje, sino un pijama de felpa.
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Era un paquete. Viajaba en un tren de mercancías.
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–¿Dónde ha ido tu marido?
–Ha ido a jugar al polo.
–Pero ¿al norte o al sur?
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No entiendo por qué no quiso besarme aquí, en el lado izquierdo del cuello, donde tengo tatuado un beso de pintalabios.
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Le dejé porque se empeñó en que le besara en el lado izquierdo del cuello, donde tenía tatuado un beso de pintalabios.
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Me preguntó si yo era lesbiana porque le besé el lado izquierdo del cuello, donde tenía tatuado un beso de pintalabios.
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–Yo lo veo tan educado.
–Es un carca.
–No será para tanto.
–Claro que sí. Para dormir utiliza camisón.
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Jesús no tomó en cuenta que Poncio Pilato se lavara las manos. Sabía que tenía misofobia.
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El árbitro añadió catorce minutos, pero finalmente el partido sólo se alargó siete más. En el primer minuto del tiempo añadido Mohammed Al-Abdulrahman metió un gol en claro fuera de juego. Por supuesto, el VAR no lo revisó. En el minuto noventa y siete, Fahad Muntari dribló a la mitad de los jugadores de la selección brasileña, entró en el área y chutó. Un defensa desvió el balón al fondo de las mallas. ¡Catar había ganado el mundial!
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Soy una vergüenza para el árbol genealógico de mi familia, tanta que han arrancado mi rama.
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–No se quitó el pijama en dos semanas.
–¿Depresión?
–Coronavirus.
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Experimenta la esperanza de evadir la enfermedad con elegancia, sin encender a esos execrables entes.
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Eran incompatibles: él dormía sin calefacción; ella, sin pijama.
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–¿Qué tal el viaje a Granada?
–No quiero saber nada de Teresa.
–¿Por qué?
–Se le olvidó traer pijama y quería dormir con mi camisa.
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Me levanté a las diez, me quité el pijama, me duché y me puse un pijama nuevo. Y luego dirán que soy un vago.
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Soy el último hombre del mundo y estoy solo en una habitación. De pronto mi mujer me grita desde el dormitorio ordenándome que deje el libro y me vaya a la cama.
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Después de leer su propio obituario en el periódico le escribió una carta de agradecimiento al director.
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Felicidad es poder ponerte el pijama a las cuatro de la tarde.