domingo, 3 de mayo de 2020

Papelera

Maricela Torres: “Regresó a su pueblo. Todo estaba tal como lo dejó: el desayuno en la mesa, la escopeta en un rincón, sus padres muertos”.

Grandes problemas agobiaban al emperador. Buscaba soluciones.
–Pregúntale a Simeón –le dijo el primicerio.
–Pregúntale a Simeón –le dijo el patriarca.
–Pregúntale a Simeón –le dijo su amante.
Acompañado de un séquito de diez mil soldados, veinte mil criados, cinco mil esclavos, dos mil eunucos, el emperador se dirigió a Siria. Allí encontró a Simeón.
Le preguntó sobre los problemas que le agobiaban: las conjuras palaciegas, las balanzas fiscales, la frontera del Danubio, la oferta de tregua de los persas. Simeón escuchó atentamente y finalmente le dijo:
–Emperador, llevo treinta y cuatro años, nueve meses y tres días subido a esta columna.
–Sí, pero ¿qué puedo hacer, Simeón?
–Pues eso, emperador: súbete a una columna y olvídate de todo.
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–¿Has matado la gallina de los huevos de oro?
–Sí.
–Pero ¿por qué?
–No paraba de cacarear y darse aires.
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–Azotó al cocinero.
–¿Qué pasó?
–Le sirvió puré de berenjena de primero.
–¿Y de segundo?
–Tortilla de berenjena.
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TODA LA ETERNIDAD
No sólo estuvieron juntos en esta vida, sino también toda la eternidad. Y ni siquiera se gustaban.
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Oasis lleno de libros. Sólo pedía eso. Ah, también no tener a nadie que hablar.
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–Su ex se ahogaba en un vaso de agua.
–¿Qué era, un gnomo?
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“Librad cada batalla, siempre, donde sea, en la mente. Todo el mundo es enemigo, todo el mundo es amigo y es posible que una serie de sucesos puedan ocurrir a la vez”.
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Sucedió lo inevitable: San Pedro no dejó entrar a San Pablo en el paraíso.
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Inmóvil se quedó cuando dijo sí y advirtió que sólo le quedaba un pétalo.
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MARTA Y ALFONSO
–¿Cómo has podido engañarme con esa? ¿Cómo has podido hacerlo? Pero si me pediste matrimonio hace dos días.
–Precisamente. Me dijiste que no te querías casar conmigo. Y no fue la primera vez que me rechazaste.
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¿Vas a lanzarte al vacío o no? Es que dentro de un cuarto de hora acaba mi turno y he quedado con unos amigos para tomar unas cervezas.
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–No te lances al vacío. Ningún hombre vale tanto.
–Pero una mujer sí.
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Por un error de un anónimo burócrata bruselense, la UE entregó 1,5 trillones de euros a España. Ningún español ha vuelto a trabajar más.
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Esta pandemia la paramos juntos, pero la pagamos por separado.
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El Colegio de Abogados de Madrid quiere mandar a Alfonso Merlos, su jefe de prensa, a hacer puñetas.
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–Ganaréis el maíz con el sudor de vuestra frente –les dijo Yum Kaax.
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Me despertaron el canto de los pájaros. Sobre la mesa, me habían dejado el desayuno. Dos tostadas, tres tortitas, cinco donuts. Estaba hambrienta. Lo devoré todo. Recordé entonces al joven que había conocido en el salón de baile. Miré la cama. No estaba. Había desaparecido.
Me puse unos minishorts –¿qué dirían mis amigas si me vieran con ellos?– y una camiseta ajustada. Me recogí el pelo. Estaba perfecta.
En la puerta del hotel había preparado un jeep. En la puerta había el dibujo de un volcán. Ah, sí. Iba a visitarlo. Me subí a él y aceleré. La carretera era completamente mía. Atravesé una zona de selva. Por un momento pensé que me podría atacar un león. No, no había leones en Oahu. Repentinamente una gigantesca fiera apareció en medio de la carretera. Detuve el jeep y bajé. El león se acercó rugiendo. Era una bestia enorme. Ojala apareciera un cazador para matarlo.
–¡Apártese, señora!
Un joven cazador surgió detrás de mí. Apuntó cuidadosamente. Deseé que fallara. El león se perdió de un salto en la jungla.
–Gracias –le dije al cazador.
–Tengo cerca una cabaña. ¿Queréis venir a refrescaros?
Realmente no me apetecía. Quería ver el volcán.
–Aunque supongo que querréis seguir vuestro camino. Tened cuidado –me dijo.
Subí al jeep. Iba a encender el motor cuando advertí que la selva desaparecía. Estaba rodeada de paredes grises y sentada en un sillón.
–Señora Cirlot, hasta aquí llegó el crédito –me dijo el joven de Virtualia Viajes.
–¿Podré seguir desde aquí?
–Sí, señora.
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–Azotó al cocinero.
–¿Quién?
–Lúculo. ¿Quién si no?
–¿Y qué hizo?
–Le echó cebolla a la tortilla de berenjena.
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¡Escandaloso! Tot le dio un piquito a Horus.
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Oasis por esta zona no hay ninguno. Hay uno en el territorio de los Banu Madi, pero no creo que nos dejen utilizarlo; asesinan a todos los viajeros que cruzan sus tierras. A unas dos jornadas está el de los Banu Ahmed, que son más pacíficos, pero no sé si podría conducirles hasta allí. Al oeste se encuentra el oasis de Alí bin Mahmud, pero no lo recomiendo: aseguran que Alí mata a los hombres y viola a los jóvenes. Así que, resumiendo, creo que tendríamos que quedarnos aquí y dejar tranquilamente que el sol acabe con nosotros.
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Se estaba comiendo a otra drosera. Era una planta caníbal.
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Vista la rapidez con la que la RAE perpetra cambios ortográficos, sospechó que ará algunos mas antes de terminar este mikrokuento.
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–¿Oasis o espejismo? ¿Qué opináis?
–Es un oasis. Creo escuchar el canto de los pájaros.
–Claramente es un espejismo. No huelo el agua.
–¿Qué dices tú, Abu Nizar?
–Que nos acerquemos a comprobarlo en vez de tanto hablar.
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Lleno de emoción, me acerqué a pedirle un selfi. Él me pidió sesenta euros.
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El Gobierno se gastó todo el dinero (¡1,5 trillones) en siete años.
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El lobo decidió dejarse llamar perro y ahora el pastor le da a comer cordero todos los días.
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Estás en la enfermería. El Murciano te ataca en el baño. No para de acosarte. Todos saben lo que hiciste. Veinte años. Sientes un escalofrío cuando la abogada te comunica la sentencia. Les dices que ha sido un accidente. Toda la cocina se llenó de sangre. Te saca de tus casillas. Hoy la has sorprendido hablando con su mejor amiga. Te ha dicho que esto no puede seguir así.
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–Tenía algunas dudas.
–Sí, dígame.
–¿Podemos sacar a los niños a la calle?
–Sí, durante una hora.
–¿Y obligatoriamente tenemos que traerlos de vuelta a la casa?
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Todos los años se celebra en Dinkelsbühl la fiesta de suecos y cristianos.
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Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial, pero perdió la Tercera. Germania, la capital del Reich fue destruida por cinco bombas nucleares que un avión anglo-estadounidense lanzó el 11 de noviembre de 1945.
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–Soy una supermujer
–Ah, ¿sí? ¿Y cuál es tu kryptonita?
–Cualquier hombre.
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–No soporto al Gobierno.
–Lo tuyo es manía. A ver, ¿qué ha hecho esta vez?
–Ha decidido que agosto sea un mes hábil para la justicia.
–¿Y qué?
–Pues que ahora el Juicio Final llegará antes.
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Le hicieron la autopsia al gnomo. Murió porque le confundieron con un champiñón.
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–Speer, ¿qué solución propone al problema de la vivienda en la capital?
–Führer, en Berlín viven 60.000 judíos.
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–Señor Disney, queríamos darle una sorpresa, pero se lo voy a decir: vamos a ponerle el cuerpo de Mickey Mouse.
–¿Y por qué no el cuerpo de Dumbo? No, no. Quiero el cuerpo del príncipe Felipe.
–¿El príncipe Felipe?
–El protagonista de la Bella Durmiente, ignorante.
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–Azotó al chef.
–¿Quién?
–El crítico gastronómico. ¿Quién si no?
–¿Por qué?
–Porque no le echó cebolla a la tortilla de berenjena.
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Romeo le dejó a Julieta la segunda mejor cama.
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–¿Estás listo?
–Espera que me tome una de estas pequeñas maravillas. Ya.
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–Quiero entrar.
–¿Entrar? Tú no puedes entrar. Y no sólo porque fueras un ladrón, sino porque también eras un borracho, un blasfemo y un libertino.
–Pues me tienes que dejar pasar: Jesús me ha dicho hace un rato que hoy estaríamos juntos en el paraíso.
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–El jinete de Sleepy Hollow está loco.
–No. Simplemente ha perdido la cabeza.
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El presidente es un genio: tiene una solución para todos los problemas.
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La violencia no sirve de nada si eres más débil que tu rival.
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El viejo cazador quería abatir un tigre siberiano, el único depredador que faltaba en su colección, que quedó, por lo tanto, inacabada.
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1589. Un tal Will Shakspere muere apuñalado en una riña de taberna.
1867. Se estrena la ópera Catalina de Aragón, de Verdi, inspirada en la famosa obra homónima de Christopher Marlowe.
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–¿Qué escribe?
–Pequeñas maravillas.
–¿Pequeñas maravillas?
–Microcuentos.
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Le regalamos a nuestro jefe un viaje en el tiempo. Como siempre le había gustado cazar, le regalamos un viaje en el tiempo para abatir un tigre de Bengala.
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Sueño de Orión ganó el premio Hugo 2097, pero fue descalificado cuando se supo que lo había escrito un bot.
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Les grité:
–Arrepentíos, porque el fin del mundo está cerca.
Para mi sorpresa, se arrepintieron, para mi estupefacción, Marduk decidió perdonarlos y, para mi vergüenza, me acusaron de ser un falso profeta.
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–Señor Hitler, ¿considera que la guerra ha sido un fracaso?
–No, en absoluto. Ha sido todo un éxito. Alemania ha solucionado en parte su problema de superpoblación.
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UCRONÍA
Cuando llegaron las primeras informaciones, el Gobierno decidió actuar enérgicamente. Estableció controles de temperatura en los aeropuertos, multiplicó las pruebas, aisló a los sospechosos, hizo obligatorio del uso de mascarillas y guantes. A principios de mayo se pueden celebrar los datos: 10.783 casos confirmados y 253 fallecidos. España es uno de los países menos afectados por la epidemia.
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–¿Qué haces?
–Rezó a San Marcos para que se lleve el coronavirus.
–¿Y no podías haber rezado para que no lo trajera?
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Rapiña mis chistes, pero no le saldrá gratis: no hacerle gracia a nadie será el peaje.
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Lleno de emoción, se acercó a mí y me hizo la estúpida pregunta. Le respondí que sí, que estaba sola que prefería seguir estándolo.
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Neil Armstrong no entiende el significado de las palabras escritas en el suelo: Je t’aime bien, Roxane.
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–Mi robot tiene unas pesadillas terribles. Grita, chirría, no me deja dormir. ¿Qué puedo hacer?
–Apagarlo por la noche.
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Empiezo a sospechar que España tiene la epidemia de coronavirus que merece.
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Un rollo de papel es lo único que nos separa de los cromañones.
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Un rollo de papel es lo único que impide que volvamos a ser cromañones.
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Rapiña ideas, argumentos, escenarios. Pero no le sale gratis. Que le acusen de plagiario es el peaje.
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Si España fuera Hungría, tendría un Ministerio de Marina.
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El presidente Gfdthg gritó al almirante Pkjbgd: sí, había conquistado la Tierra, pero había sido una victoria inútil. Como no había tomado las medidas higiénicas adecuadas, el virus rhtgt, que a los jhkmq resultaba inocuo, había matado a todos los terrícolas.
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Medio terrestre ganó el premio Hugo 2436, pero fue descalificado cuando se supo que lo había escrito un alienígena.
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–Os daré cien escudos si eres capaz de cortarme la cabeza de un solo golpe.
–¿Cuándo me pagaréis?
–Tenéis mi palabra de que mañana.
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Una mañana, el rey Gnomprot se dio cuenta de que había puesto un huevo. Inmediatamente llamó a Gnao, su fiel consejero.
–Mirad, mirad lo que ha pasado –le dijo.
–Creo sospechar que le pasó algo similar al general Gmorti, hace cinco mil años.
–¿Puso un huevo?
–Ah, no. Ahora recuerdo que lo que le pasó fue que lo emplumaron después de ser derrotados por los ptomoi.
–Me preocupa, Gnao.
–¿Ser una gallina?
–No ser un gallo.
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Tiene coulrofobia. Cada vez que ve a Fernando Simón, tiembla de miedo.
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El coronavirus ha matado a todos los toros.
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El archiduque Rodolfo se suicidó cuando su padre, el emperador Francisco José, le dijo que tenía que aprender húngaro.
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La luz se puso verde un martes. El presidente dio su consentimiento al Pentágono para que confirmara el avistamiento de ovnis. La gente olvidó el coronavirus.
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La luz se puso verde un martes y yo no pude seguir disimulando mi daltonismo.
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La luz se puso verde un martes, pero dio igual: él era daltónico.
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La luz se puso verde un martes. Golpeé el tablero de mandos. Grité de rabia. Había conseguido hora en el taller para el miércoles. No, no podía anularla. Llevaba meses esperando ver a Petru otra vez.
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La luz se puso verde un martes. Todos levantamos la vista de los ordenadores. La puerta que llevaba diez años cerrada se abrió.
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91º N, 187º E
El Holandés Errante es realidad no recorre mares y océanos, sino que está en una isla, esperando que alguien le rescate. Escribió las coordenadas en un trozo de papel que metió en una botella.
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–Adolfito, ¿qué piensas de María Kodama?
–Que el amor es ciego, Georgie.
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SCHRÖNDINGER
He pasado el virus o no.
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–Plácido, ¿metiste la pata?
–No, la mano.
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Le dijeron que su nueva sinfonía era fatua, llena de melodías enredadas y mal instrumentada. Valoraron muy negativamente la parte coral. Beethoven decidió hacer oídos sordos a las críticas.
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Si España fuera Burkina Faso, tendría una Secretaría de Estado de Deportes de Invierno.
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Le arranqué los ojos porque me dijo que estaba cansado de verme.
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–¡Ábrete, sésamo!
–¿Qué? –preguntó el genio.
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Si ves que mis manos sangran de tanto aplaudir al Gran Líder, no te preocupes. Un poco de sangre ahorra mucho sudor en los campos de trabajo.
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Si ves que mis manos sangran de tanto aplaudir al Gran Líder, no te sorprendas. Un poco de sangre ahorra mucho sudor en los campos de trabajo.
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Caín y Abel, Cleopatra y Ptolomeo XIII, Gildo y Mascezel, Atila y Bleda, Haroldo II y Tostig, María y Ana Bolena, Gastón y Luis XIII, Adolf y Rudolf Dassler, Rhaenys y Aegon Targaryen, Daenerys y Tyrion…
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–Oasis, aquí. Pronto, agua.
–Muy bien, Trocotrif, pero ¿por qué te comes palabras? ¿Dónde está el artículo? ¿Y el verbo? No me mires así y respóndeme: ¿cuándo vas a aprender a hablar?
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–México llano.
–No, esdrújulo.
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Lleno de emoción, anunció una vacuna para el coronavirus. Sólo costaba 120.000 dólares la dosis.
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Hemingway tuvo tanto éxito como vendedor de zapatitos de bebé que decidió abandonar la literatura.
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Hemingway tan poco éxito como vendedor de zapatitos de bebé que decidió probar fortuna con la literatura.
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DEP
Braulio siempre veía oportunidades donde los demás sólo veíamos crisis. Ni se planteó por un segundo cerrar cuando estalló todo esto del coronavirus. Pronto consiguió que decenas de sanitarios enfermos, víctimas de algún ERTE e gente multada por saltarse el confinamiento le contrataran. Nunca supo cómo se contagió, aunque, la verdad, jamás le vi llevar mascarilla. No temía la propagación. Braulio siguió yendo a la oficina hasta que le abrasó la fiebre. Convirtió su habitación en el hospital en un despacho. Aseguraba que el trabajo era la mejor vacuna. No paraba de recibir llamadas y enviar correos electrónicos con el portátil. Orgulloso, nos decía que había facturado casi 24.000 euros con todo cerrado. Hizo decenas de videoconferencias en el hospital. Siguió presentando escritos hasta el último minuto. Pidió una nota simple y concertó una cita con el notario para firmar una escritura veinte minutos antes de ingresar en la UVI.
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–Se quemó el rabito con la plancha.
–¿Qué era, masoquista?
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–Leed.
–El trabajo os hará libres.
–Así es.
Una mano se levantó.
–Sí.
–Pero ¿cuánto trabajo? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Un año? ¿Diez años? ¿Eso quiero decir que no nos pagarán?
El Obersturmführer sacó la pistola y le voló la cabeza de un disparo al preguntón.
–¿Alguna duda más?
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Los gatos están deseando que acabe el confinamiento.
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El Gobierno recetó una cuarentena. La ciudadanía recetó unas elecciones.
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Rapiña mi trabajo, mi esfuerzo. Pero no le saldrá gratis. Que le acusen de plagiar a un plagiario será el peaje.
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En medio de la carrera apareció un lobo. La liebre ganó a la tortuga.