domingo, 3 de octubre de 2021

Microcuentos

 Procura dar una buena educación a sus hijos. Por eso, cuando sus abuelos les dan dinero, se queda con la mitad, para que aprendan lo que son los impuestos.
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Anteanoche sólo asistieron a la función dos espectadores. Anoche, ninguno. Hoy, muerto de hambre, el mago comerá conejo.
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Era un vegano radical. Se negaba a mantener relaciones carnales.
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El príncipe besó a la Bella Durmiente, pero no ocurrió nada. Entonces recordó que sólo podría despertarla un beso de amor. El príncipe cerró los ojos, pensó en su amigo Silvio y la volvió a besar. Esta vez, ella despertó.
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–Cuenta conmigo –le dijo.
 Y empezaron a contar sus miserias.
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–¿No le gustaría ser liberada.
–Casi que no. A lo mejor se presenta un caballero que, sí, es capaz de vencer al dragón, pero ¿es eso garantía de que, si me casó con él, me hará feliz?
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–¿Y tú por qué te hiciste caballero andante?
–Porque me robaron el jamelgo.
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Mi profe de Literatura me preguntó cómo se iba de Yoknapatawpha a Macondo. Ni idea. Google Maps no me sirvió de mucha ayuda.
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–No paro de soñar con ovejas eléctricas. ¿Es grave, doctor?
–Depende. Usted sabe que es un androide, ¿no?
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El cuento acabó mal. Las perdices resoplaron aliviadas.
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No sabía cómo librarme de él. Nunca había conocido a nadie tan pesado. Tuve que escribir un libro de poemas, autoeditarlo, regalárselo y pedirle que me diera su opinión.
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–¿Por qué te fuiste de California?
–Tenía una falla.
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–¿Usted cree que para enfrentar el cambio climático hay soluciones?
–Sí, un abanico.
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Napoleón hizo rey de España a su hermano José. ¡Cuánto debía odiarle!
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Era un interrogador muy listo. Sabía latín. Le dio al prisionero vino.
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Van Helsing se ha despertado raro esta mañana. Se siente cansado. Le duele el cuerpo. Se mira en el espejo y no se ve.
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La huelga propuesta por Lisístrata fue un fracaso absoluto. Los hombres no tardaron en comprender que no necesitaban a las mujeres para disfrutar del sexo.
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–Busca en tu interior –me dijo el maestro.
Y busqué, pero sólo encontré carne, músculos, órganos y sangre, mucha sangre.
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El forense no pudo terminar la autopsia de la víctima del ataque zombi.
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Republicano de pro, le dijo al dentista que no, que no se pondría una corona.
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Cuando Monterroso despertó, no recordaba cómo iba a seguir el cuento.
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–Plácido es un hombre de pocas palabras, ¿no?
–Sí, es microcuentista.
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LA BOLSA O LA VIDA
El avaro sintió que no tenía alternativa.
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La musa me pilló trabajando, así que le dije que se fuera.
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Vi un lobo. No es cuento.
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¡AY!
Encontró la aguja en el pajar.
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–Nadie lee lo que escribo.
–Pero eso tiene fácil solución.
–Ah, ¿sí?
–Por supuesto. Léete a ti mismo.
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Al actor le dieron un papel en blanco.
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Toda aquella historia no resultaba nada creíble, así que Hansel y Gretel fueron encerrados en un centro de menores.
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Me bastan 280 caracteres para demostrar que soy un inútil.
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DECÁLOGO PARA ESCRIBIR MICROCUENTOS
1. Lee microcuentos.
2. Relee microcuentos.
3. Camina.
4. Piensa.
5. Retuerce la primera idea que tengas.
6. Escribe.
7. Deja reposar lo escrito.
8. Reescribe.
9. Arroja todo lo que escribas a la papelera.
10. No leas microcuentos.