Charles Bukowski: “Todos estamos en lo cierto a nuestro modo”.
En este mismo momento, Stephen King está escribiendo su enésima novela, Arturo Pérez-Reverte está acabando su artículo dominical, Juan Eslava Galán está leyendo veinte libros, Ana María Shua está imaginando un microrrelato, yo estoy perdiendo el tiempo.
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Antonio Vázquez Carmona murió en 2017. No lo sabía… En 2010 o 2011 hizo un viaje con nosotros. Se cabreó porque nos cambiaron de hotel. Dijo que o le llevaban al hotel que había contratado o le ponían un taxi para regresar a su casa. Y ahora lleva cuatro años muerto.
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Al principio, las amazonas se cortaban el pecho derecho para usar mejor el arco. Pero acabaron comprendiendo que, para vencer a los hombres, bastaría con mostrarles sus dos pechos.
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Se besaron como si fuera la primera vez y como si fuera la última.
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Olvido lo que me gustaría recordar. Recuerdo lo que me gustaría olvidar.
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–Presidente, ¿qué piensa de la subida del precio del pollo?
–¿Ha subido el pollo? Pues la gente debería probar el chuletón de ternera de Kobe. Delicioso.
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Hemingway buscó la escopeta para descerrajarse un tiro. No la encontró. La había vendido junto a los zapatitos de bebé.
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–¿Sabes que Loli ha perdido la custodia de su hijo?
–Ah, ¿sí? ¿Qué hizo?
–Con las prisas, una mañana le dio una palmera de chocolate para desayunar.
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Asesino, no hay asesinato. Se hace asesinato al matar.
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El bebé vino con cinco kilos. Tuvieron que pagar a la cigüeña un cargo por sobrepeso.
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El rey rió la gracia del bufón, y también el duque de Abreda, que acabó encarcelado.
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Los evangelios mienten: Jesús no fue crucificado por querer ser rey de los judíos, sino por practicar sin licencia la medicina.
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El pintor tenía estudios: uno en la ciudad y otro en el campo.
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Decidió presentarse a certamen, así que escribió una novela de ciento cincuenta páginas. Luego, antes de enviarla, releyó las bases y se dio cuenta de que el certamen era de microrrelatos y que sólo podía escribir textos de menos de ciento cincuenta palabras. Aprisa y corriendo quitó todo lo que sobraba.
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Después de más de un centenar de sesiones, acabó denunciando a su psicoanalista por crueldad mental.
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El indigente se llevó una sorpresa cuando descubrió que tenía cuenta en aquel banco y una deuda de trescientos euros por dormir un par de noches en el cajero.
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Ayer nació su hija. Hoy ya ha terminado todos los trámites obligatorios: la ha inscrito en el Registro Civil y le ha abierto cuentas en Gmail, Amazon, Instagram, Facebook, Twitter y TikTok.
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En aplicación de la Ley 35/2022, de 30 de octubre, de Lucha contra la Prostitución y la Trata, el librero tuvo que retirar de las estanterías Pantaleón y las visitadoras, La casa verde y Memoria de mis putas tristes.
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–Nos pasamos toda la tarde de tertulia.
–¿De qué hablasteis, de la inflación, del precio del gas, de la deuda pública?
–No, no, de algo más profundo. Discutimos si, en un cuarteto de cuerdas, el violonchelo tiene que colocarse entre los violines y la viola o en un extremo.
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El guardián de la ley le dijo que no podía pasar. Primero tenía que pagar las tasas judiciales.
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AMOR
No vimos Grupo salvaje, sino Cosas que nunca te dije.
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–Tú eras de ETA, ¿no?
–Sí.
–Ah. Por eso estás en la cárcel, supongo.
–No, qué va. Estoy en la cárcel porque le di a mi sobrino un Phoskitos.
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El conde no pudo resistirse a comprar aquel Corán escrito con sangre.
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Esperé durante tanto tiempo esa llamada telefónica que, cuando finalmente sonó, no respondí.
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Solo sé que no se nada. Es mejor nadar en compañía, por si ocurre algún accidente.
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Quería una minificción y el gachupín me entregó un microcuento.
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Madrid no debería ser España.
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El famoso actor turco no pierde la oportunidad de hacer patria: se ha realizado un implante de pelo.
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–Señor Balzac, ¿qué está escribiendo ahora?
–Nada. El precio del café está por las nubes.
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Escribe: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, y no sabe cómo seguir.
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Los británicos no tienen tomates; nosotros no tenemos JB. ¿Quién ha salido perdiendo?
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EL COLMO
El peón se escaqueó.
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Está muy orgulloso de su hijo, cardiólogo en el Virgen del Rocío de Sevilla, pero ahora tiene que comerse el pan a escondidas.
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Taro Fujiwara, después de ochenta y cinco años de ardua práctica, está a punto de convertirse en el experto arquero que siempre quiso ser. Ha conseguido el equilibrio perfecto entre serenidad y destreza. Entonces, una mañana, advierte que la mano sufre temblores involuntarios.
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–¿Dónde guardo los documentos?
–En la nube.
–¿En la nube? ¿En cuál? No hay una sola nube en el cielo.
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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Lluís Companys habría de recordar el día en que le ofrecieron un pasaje en barco para huir a Argentina.
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En aquel país estaba muy castigada la bigamia. Por eso estaba casado con tres mujeres.
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No tengo sueños. He tenido que pedir algunos prestados.
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–Así que has tenido un hijo, ¿no?
–Sí, por culpa de un malentendido.
–¿Por culpa de un malentendido?
–Sí, creí que los padres solteros pagaban menos impuestos.
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Jesús se pasó toda la noche rezando. Y esperando. Pero nadie vino a apresarle. Al día siguiente sus discípulos se dispersaron y él regresó a Galilea.
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Mahoma se equivocó de montaña. En aquella no había ningún arcángel.
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–¿Te has enterado? A Fernando le han quitado la patria potestad.
–¿Qué ha hecho?
–Le compró un diccionario Vox a su hijo.
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–Don Juan amó a 640 en Italia, a 231 en Alemania, a 100 en Francia y a 91 en Turquía.
–¿Y en España?
–¿En España? Ninguna. Le soltó un piropo a una y estuvo a punto de acabar en la cárcel.
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–Señoría, mi cliente solicita acogerse a la Segunda Enmienda.
–¿No será la Quinta Enmienda?
–No, no. La Segunda Enmienda.
–Pero la Segunda Enmienda es la que permite portar armas.
–Ya lo sé, señoría.
–Aquí no se pueden portar armas.
–¿Acaso no va a respetar los derechos constitucionales de mi cliente?
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Es bueno que me hayan cortado la luz: el interruptor del dormitorio, que tanto me preocupaba, ha dejado de chispear.
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El Gobierno de coalición tuvo que contratar a un asesor matrimonial.
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Levantó los brazos, hijo, y por un momento pensamos que se abriría el mar. Lo pensamos todos. Tan convencidos estábamos. Pero el mar no se abrió. Entonces llegaron los egipcios. A él lo mataron allí mismo y al resto nos obligaron a regresar. Por eso, hijo, somos esclavos.
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Sir Randolph vivía en una casa perfectamente simétrica. Tenía dos salas de estar, dos comedores, dos bibliotecas, dos cocinas, dos dormitorios de matrimonio y dos mujeres que no podían verse.
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EL COLMO
La peluquería silenciosa comenzó a tener mucho éxito gracias al boca a boca.
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Tenía que desconectar al androide por la noche: no paraba de soñar con ovejas eléctricas.
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Latafu Morri (historiador del siglo XXVI): “En el siglo XXI salía agua caliente del grifo”.
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Debí de sospechar de aquel asesor matrimonial que siempre le daba la razón a mi ex.
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EL COLMO
Žižek no podría escribir lo que escribe en la Unión Soviética.
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Cuando acaba, le gusta deslizarse ladera abajo. La verdad, se lo pasa bien. Y Sísifo se lo pasaría mejor si no tuviera que empujar esa maldita piedra ladera arriba.
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Cómo no sabían quién había mordisqueado el rollo de la Torá, le echaron la culpa al chivo expiatorio.
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Se pasó toda la noche viendo El ala oeste, Borgen y House of Cards y buscando una solución al problema que le había planteado el presidente.
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Una mañana, cuando tenía cincuenta años, descubrió leyendo el periódico que tenía dos lenguas maternas.
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–He oído que has escrito un libro.
–Sí, es verdad.
–¿Y cuál es su título?
–Amor a los árboles.
–Ah, qué interesante. ¿Y no lo vas a publicar?
–Pues no.
–¿Por qué?
–Por amor a los árboles.
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Estaba claro que el ateísmo se había abierto paso en los países desarrollados: el caníbal hacía tiempo que no probaba el crujiente de misionero.
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Teniendo en cuenta de que él estaba en el otoño y ella en la primavera, no fue extraño que se conocieran en el verano.
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–Si me votáis, cambiaré el país –prometió el candidato.
Le votaron. Y cambió el país por una mina de oro en Sudamérica.
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–He venido aquí a hablar de mis libros.
–Pues, señor King, no es posible: nuestro programa sólo dura dos horas.
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Dicen que está extinto, pero no es verdad. Sí, se arrancó el cuerno de la frente, pero le siguen atrayendo las vírgenes.
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En 1610, Cervantes encontró unos papeles en árabe. Lástima no poder traducirlos: el año anterior habían sido expulsados los moriscos.
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Cuando el candidato fue nombrado presidente, descubrieron que tenía memoria de pez.
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Después de haber asesorado a un alcalde de derechas, a un presidente de izquierdas y a un multimillonario, le preguntaron si tenía la conciencia tranquila. Preguntó qué era eso.
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–¿Sabes que usar demasiado los auriculares puede dejarte sordo?
–¿Qué? No te he oído bien. ¿Puedes hablar un poco más alto?
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El preso pensó que, si se apuntaba al curso de pintura, quizá encontrara el punto de fuga.
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–Que se va el día.
–¿Adónde?
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–¿Has leído el obituario de hoy?
–No, no lo he leído. ¿Quién ha muerto?
–La Democracia.
–Ah, ¿estaba viva?
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El rey ya no se fiaba de sus asesores, que siempre le pintaban la situación de color de rosa. Sólo se fiaba de su bufón.
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–Mordí la fruta prohibida, pero tú no. ¿Por qué?
–¡Qué inocente eres! ¿Crees que iba a compartir el Jardín del Edén contigo?
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–¿Y yo no dije justo lo contrario hace dos meses en un mitin?
–¿Y quién se va a acordar, presidente?
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El abad Cipetes de Sinope no fue martirizado ni hizo ningún milagro ni, en realidad, destacó en nada, pero murió el 23 de octubre y, como la Iglesia aún no tenía un santo para ese día, fue beatificado.
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–No hay mucho más que pueda hacer, señora Rus, para pagar menos impuestos.
–Algo habrá.
–Puede tener un hijo.
–Pues vamos a ponernos a ello.
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Contrató a un agente matrimonial para encontrar pareja, a un asesor matrimonial para salvar su matrimonio, a un asesor jurídico para el divorcio.
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Contrató a un agente matrimonial. Luego necesitó a un terapeuta de pareja. Acabó recurriendo a un abogado especialista en divorcios.
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Es un autor casi olvidado al que le gustaba salpicar sus historias con un poco de erotismo, pero sólo una pizca, la suficiente para que en su época le llamaran libertino y en la nuestra puritano.
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La norcoreana se fuga a Corea del Sur. Pone la tele. Están echando El juego del calamar. Tienen que ingresarla en un psiquiátrico.
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–Policía, quería denunciar a ese señor. Me ha pegado una patada.
–Pero, hombre de Dios, ¿por qué se ha acercado a él? No ves que es un político.
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Acusado de plagio, el tal Shakspeare vio como quemaban todos sus dramas.
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Vivió una primavera con una esquina rota. Para descargar, se tomó un tinto de verano. Luego llegó el otoño del patriarca, que le costó. Tuvo que acabar con el invierno del mundo.
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El asesor de imagen le dijo al candidato que ya no podía hacer nada más, que debía contratar a un consultor político.
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UN ERROR
Yavé creó a Adán obediente. Le dijo: Cásate, y se casó. Eva le dijo: Come esta fruta, y se la comió.
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El asesor financiero me ha dicho que lo primero que tengo que hacer es encontrar un trabajo.
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ÚLTIMA HORA
El Gobierno prohíbe llamar a las mujeres brujas.
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ENTRE 0,95 Y 1,50
Entré en el hipermercado. No tenía idea dónde mirar. Tuve que preguntar a un dependiente. Me dijo que buscara en la sección de perfumería e higiene. Allí los encontré. Saqué el papel que llevaba en el bolsillo y comencé a apuntar números en él. Por cierto, debo reconocer que esperaba fueran más caros.
Hubo que esperar dos semanas antes de que volviera a regañarme. Comenzó a soltarme su filípica e, inevitablemente, volvió a decírmelo. Entonces saqué el papel y le repliqué que ya sabía cuánto valía un peine.
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Ella estaba al final de la primavera y yo a principios del otoño. Nos faltó muy poco para coincidir.
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–¿Qué estás desayunando?
–Cangrejo. ¿No lo ves?
–¿Cangrejo?
–Sí. Me gusta mucho. El médico me dijo que no se me ocurriera tomarlo en el almuerzo, así que ahora me lo preparan para el desayuno.
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Me lo encontraba todos los días en el parque, cuando yo iba a pasear a Sultán. ¿Os he dicho que era muy guapo? Acabamos charlando. Me dijo que no soportaba a los gatos; le daban repelús. Bueno, sí, compré veneno para Scheherezade. Se lo di con la leche. La verdad, era muy vieja.
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No consiguió trabajo como pirata informático. El parche en el ojo no era problema, pero sí el garfio en la mano derecha.
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EL PORQUÉ DE UN FRATRICIDIO
No soporto el queso de cabra; me provoca migraña. La carne de cordero me parece demasiado áspera, correosa. Estoy cansado de vestir ropa de lana tanto en verano como en invierno: o me muero de frío o me muero de calor. El cuero me gusta aún menos. Debo reconocer que se me abrió el cielo la primera vez que probé el pan. ¡Qué sabroso sabe cuando está recién salido del horno! Me gustan los garbanzos, las habichuelas, las lentejas. ¿Qué decir del aceite? Me parece una ambrosía. ¡Delicioso mojado en pan! ¿Y nos es un gusto vestir ropa de algodón en invierno y de lino en verano? ¡¡Y todavía se asombran que prefiriera a Caín!!
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–El presidente del Gobierno tiene un asesor espiritual.
–Pero si es ateo.
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–¿Cómo le va a Jorge Luis?
–Vive del cuento.
–Cuánto me alegro por él. La verdad, me gustó su libro.
–No, no. Vive de la pensión de su madre.
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–Pero, mujer, ¿cómo se le ocurrió ver Sálvame?
–Con ese nombre, yo creía que era un programa religioso.
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–Presidente, ¿puede explicarnos la causa de la subida del precio de la luz?
–¿Ha subido el precio de la luz? Estos ministros no me cuentan nada.
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EL TRABAJO SE TE ACUMULA
Lorenzo, que te denunció a la maestra por tirar aquella bola de papel. Luis, que dijo a todos que fuiste tú quien habías rayado el coche del director. El guardia de seguridad del híper, que te detuvo cuando trataste de llevarse la botella de whisky. Tu madre, que te echó de casa a los veintidós años. El policía calvo, que te detuvo con la papelina de heroína. El abogado de oficio, que no hizo nada. El juez Zárate, que te condenó a tres años y un día. El psicólogo, que insiste en que no estás preparado para el tercer grado.
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–Morgan, ¿y ese parche? ¿Lo perdiste en un combate con los españoles en el Caribe o asaltando un bajel indio al este de Madagascar?
–Recomendación médica. Resulta que tengo un ojo vago.
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EL COLMO
Fue condenado al infierno por ver Sálvame.
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Desde que compré aquel libro de Stephen King, la librera no me da conversación.
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–El don ha ordenado descabezar a la familia Puglisi.
–Entiendo. Tenemos que matar a Johnny Puglisi.
–¿A ese memo? No. A su consigliere.
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–Roxana rompió el techo de cristal.
–Qué bien, ¿no?
–Pues no. Si vieras como le ha quedado a la pobre la cabeza.
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DOCTRINA
El encomendero Diego de Ortega no para de azotar al indio cuyo nombre de bautismo es Juan.
–¿Vas a repetir lo que te he enseñado? ¡Repítelo, maldito salvaje! ¡Repítelo!
Y el indio cuyo nombre de bautismo es Juan, totalmente cubierto de sangre, repite lo que el encomendero Diego de Ortega le ha enseñado:
–Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
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MICRORRELATO
Hay por todas partes, como se tratara si de una plaga. Levantas una piedra y te encuentras dos o tres. O media docena. No entiendo lo que le ha dado a los escritores ahora por eso. Sospechó que se han vuelto unos vagos; no lo sé. De vez en cuando leo alguno y me quedo como estaba: es como si, en vez de comer un plato de paella, te tomaras sólo una cucharadita. ¿Y qué te va a hacer una cucharadita? De lo que estoy seguro es de una cosa: yo nunca caeré en esta moda. Jamás escribiré un microrrelato.