jueves, 11 de noviembre de 2021

Papelera

Charles Bukowski: “No soy de los que piensan que un pasado desperdiciado es una pérdida absoluta”.

Su asesor fiscal le dijo que no se podía hacer mucho más. Bueno, sí, podía tener un hijo. Y fue por eso por lo que George Endicott se casó y tuvo un hijo.
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El indigente se llevó una sorpresa cuando descubrió que tenía cuenta en aquel banco y una deuda de trescientos euros: la comisión por dormir un par de noches en el cajero.
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–Yo, como recomendó Jesús, soy vegetariano.
–¿Jesús recomendó la dieta vegetariana?
–Pues claro. En la última cena sólo había pan y vino. Y luego está el episodio de la piara de cerdos.
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–Suenan tambores de boda entre Lucía y Marcos.
–¿Se van a casar siguiendo algún rito africano?
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Compro ideas para microcuento. Razón: los lloros de mi bebé no me dejan pensar.
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Es tan inseguro que no quiere hacerse el tonto.
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Fue al infierno por tonto, porque no era lo suficientemente listo para hacer algo mal y pedir perdón.
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–¿Por qué está tan cabreado Marco Antonio con Cleopatra?
–Porque la reina le ha preguntado si quería que le hiciera de cicerone por Alejandría.
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Fue un buen papa. Durante su pontificado sólo apostataron siete millones de católicos.
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PRINCIPIO DE INDETERMINACIÓN DE HEISENBERG
El Partido Popular ha cambiado su ideología por culpa del PSOE.
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ÚLTIMA CENA
Por culpa de la crisis, sólo tenían para cenar una barra de pan industrial y un tetrabrik de vino.
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Intentó la arquitectura. Fracasó. Intentó la pintura. Fracasó. Intentó la ensayística. Fracasó. Hitler tuvo que conformarse con la política.
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ME ESTOY VOLVIENDO LOCO
He encontrado un tornillo. Estaba en el suelo, al lado de la mesa camilla. Es pequeño, con cabeza plana de estrella. No sé de dónde demonios ha salido.
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–No tienes sentido del humor.
–Lo sé, pero esta tarde mismo voy al Mercadona y compro un poco.
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–Te odio –dijo ella.
–Yo también te odio –replicó él.
Y, claro, siguen juntos.
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Me dijo que tenía tres o cuatro libros en la cabeza. Pues no. Se la abrí y allí no había ningún libro.
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Cara al sol me parece un despropósito. La verdad, me parece mejor de espaldas al sol.
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–¿Qué te pasa, Zebulón?
–Ha sido una noche complicada. Me ha despertado un ruido.
–¿Un lobo le estaba haciendo algo a una oveja?
–Peor. Uno de los pastores le estaba haciendo algo a una oveja.
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Asqueado, Samsa dejó de comer pan cuando descubrió que las autoridades permitían que hubiera en él restos de insectos.
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Engañando a sus vecinos, Pedro se estaba metiendo en la boca del lobo.
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Voy a dejar de ir a las reuniones de Escritores Anónimos. Hay cada zumbado allí. Con deciros que uno afirma que es el autor del Lazarillo, del Libro del Caballero Zifar y del Poema de mio Cid.
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El terrorista no cabía en aquel microcuento.
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El terrorista le envió un correo electrónico bomba.
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Y así acabaron las aventuras de don Quijote, muerto por un león.
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Siempre tuvo mucha creatividad. Por eso fue una excelente ministra de Hacienda.
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Polifemo, hijo, ¿quién es el culpable de tu ceguera?
–Nadie, papá.
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Me dijo que le gustaría descansar debajo de un árbol, de cualquier árbol. Lo hice para cumplir su deseo. Ahora, señoría, descansa a la sombra de un ciprés.
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–¿Y esas gafas de cristales ahumados?
–Es que eres un sol.
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Sí, tenía creatividad, pero suspendió el examen de Historia.
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–¡Imbécil! Voy a hacer que te despellejen.
–¿Por qué, majestad?
–¿Por qué, pedazo de cohombro? Porque te oí decir a alguien que no soy muy limpio.
–Eso no es cierto, majestad.
–¿Que no? Dijiste que yo tenía muy malas pulgas.
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–¿Qué es lo que quiere?
–Devolver el robot sexual.
–¿No está contento con él?
–Pues resulta que no. Lo hace todo mecánicamente.
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Platero era pequeño, peludo, suave. La yegua Briosa lo encontraba irresistible.
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–¿Cuándo empezaste a sospechar que no era tu abuelita? ¿Cuándo le dijiste que tenía los ojos muy grandes?
–No.
–¿Cuándo le dijiste que tenía los dientes muy grandes?
–No, tampoco.
–Entonces, ¿cuándo?
–Cuando no me decía nada. La abuelita no se callaba ni debajo del agua.
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Empieza a aplaudir antes de que acabe el discurso. Lo envían, claro, al Gulag.
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La tarde del sexto día se le agotó la creatividad e hizo una chapuza.
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–¿Te gustaría saber quién te manda las violetas? 
–Pues sí. Para decirle que yo prefiero las peonías.
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–Usted asegura que hay que lavar los vaqueros cuando empiecen a oler mal, ¿no?
–No, no. Yo dije que había que pensar en lavar los vaqueros cuando empezasen a oler mal. Un mes después.
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No era alguien especialmente creativo, pero el único de su generación que leía libros publicados ochenta años atrás.
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–El genio de la lámpara tiene tarea.
–¿Por qué lo dices?
–Le pregunté si podía pedirle tres deseos.
–¿Y?
–Me respondió que sí.
–¿Y?
–No me los concedió.
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Todos los días, a la hora de la comida, Esaú viene a por su plato de lentejas. Jacob empieza a preguntarse si hizo un buen trato.
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–No lo entiendo, señor Pougnet. ¿Para qué necesita un cuervo?
–El maldito gato no me quita ojo.
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–¿Qué te pareció El dinosaurio, de Monterroso?
–Me gustó mucho, tanto que lo leí de un tirón.
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La operación de apendicitis de mi marido fue perfecta, creo. Me guié con un tutorial de YouTube.
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–Voy a crear un impuesto de plusvalía.
–¡Bien!
–Y voy a subir el IVA al 40 %.
–¡Excelente!
–Y voy a establecer un gravamen que tendrán que pagar los que tengan más de cinco mil euros en el banco.
–¡Bravo!
–No voy a dejar ni un solo euro en vuestros bolsillos.
–¡Estupendo!
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–Trata de no pensar en María.
–Pero, si trato de no pensar en María, estaré pensando en ella, ¿no?
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Mi hermano cayó al pozo. Me asomé al brocal. Me pidió que le echara una mano. Fui al camino y se la corté al primer hombre que pasó por allí.
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El conde comprendió su error: no tenía que haber contratado a un criado tan sanguíneo.
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Enfadado después de que el crítico de El País le acusara de repetirse, despidió a su negro y contrató a otro.
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Mientras estaba escribiendo, tuvo una epifanía: aquel cuento era un desastre.
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Se percató de que, en cuatro movimientos, daría jaque mate a la Muerte. Por un momento se sintió eufórico. Pero, de repente, una pregunta le cruzó por la cabeza: ¿qué pasaría si derrotaba a la Muerte? Lo tuvo claro. Fingió nerviosismo. Simuló un error. 
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Los israelíes estaban un poco cansados del rey David, que siempre les estaba dando sopas.
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–Sólo sé que no sé nada.
–Nunca se sabe.
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Esperaba que fuera más creativo, pero el robot sexual lo hacía todo mecánicamente.
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Lo admito: soy un escritor pagado de mí mismo. Autoedito mis libros.
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Por culpa del cambio climático, a los esquimales ahora les sobran las ciento treinta y nueve palabras que tenían para referirse a la nieve.
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Dejaron de considerarlo un escritor muy creativo cuando publicaron en castellano los libros de  Mircea Cărtărescu.
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–Tienes que encontrar el busilis del asunto.
–Vale.
–¿Lo harás?
–Claro. Tan pronto como busque en el diccionario lo que significa busilis.
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–¿Por qué me persigues? ¿Por mis, digamos, apetitos?
–No.
–¿Por qué maté a algún familiar tuyo?
–No.
–Entonces, ¿por qué?
–Porque no soporto, conde, que vivas la vida como si nunca fuera a acabarse.
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–¿Has leído algo de Joseph Conrad?
–Sí, dos o tres novelas.
–¿Y qué tal?
–No me gustaron sus nudos marineros.
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KILL THE PRESIDENT
Barry Duong es el campeón mundial de Kill the President, el videojuego del momento. Se trata de adivinar en qué coche viaja el presidente. Hay que elegir entre los 87 vehículos de la caravana presidencial. Duong ha participado en más de mil partidas y las ha ganado todas. No quiere compartir su secreto.
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El sacerdote azteca le habló a Cortés con el corazón en la mano.
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–¿Ya no trabajas repartiendo comida a domicilio?
–No.
–¿Te pagaban poco o qué?
–No, no me quejo del sueldo. Simplemente, no soportaba a los clientes, a algunos clientes, devoradores de comida basura.
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Con la llegada del invierno llega el cambio de armario de mi mujer. Pero este año no me pasará como otras veces. Este año le pediré a algún vecino que me ayude a bajarlo para que se lo lleve el camión del ayuntamiento.
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–Tienes que leer este libro.
–¿Quién se ha llevado mi queso?
–Sí, es muy interesante.
–Paso. No me importa quién se haya llevado mi queso. Soy intolerante a la lactosa.
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 Todas las mañanas, Win Tin rezaba a los dioses para que el día le fuera propicio. Al dios de la lluvia, al del viento, a la diosa de la fortuna, a la de la amistad… Empezaba las oraciones a las seis de la mañana y, con suerte, las acababa a la una, justo a la hora de comer.
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No me gustaba lo que me decía el espejo, así que lo silencié de un martillazo.
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–¿Puede recomendarme un libro de autoayuda?
–Las 48 leyes del poder.
–¿Tiene algo más  corto?
–27 consejos para mejorar tu salud mental.
–No, sigue siendo demasiado largo.
–25 hábitos japoneses para vivir mejor.
–No.
–12 reglas para vivir.
–¿Algo más compendiado?
–10 secretos para el éxito y la paz interior.
–Seguro que hay otra cosa.
–Las 7 llaves para conquistar la libertad vital.
–Mire, no tengo tiempo para abrir tantas puertas.
–Las 5 cosas que no podemos cambiar.
–¿Algo aún más corto?
–Los 3 superpoderes.
–¿Es lo último que puede ofrecerme?
–La regla de oro para salir adelante.
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Resolver el problema de bisagras le costó al Gobierno más de 500 millones.
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Para prevenir las psicofonías, le corté la lengua antes de matarle.
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Como es lógico, el efrit estuvo genial.
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–El último día del trimestre, siempre les pongo a mis alumnos una película porno.
–¿Una película porno?
–Una película por no hacer nada.
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EL COLMO
Descontenta con su vida conyugal, Rosie Goldschmidt se separó de Ernst Gräfenberg, el ginecólogo que había descubierto el punto G.
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ZEITGEIST
En 2021, Stephen King y John Grisham han publicado novelas. En las dos aparecen francotiradores. En las dos mueren los francotiradores de una manera sorprendente.
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Aquellas bisagras más engrasadas le sacaron de quicio.
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Habiendo sido líder de un partido bisagra, nadie esperaba que hiciera uso de las puertas giratorias.
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Pues, la verdad, yo nunca he oído tocar tambores en ninguna boda.
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Antonio Vázquez García murió en 2017. No lo sabía… En 2010 o 2011 hizo un viaje con nosotros. Se cabreó porque nos cambiaron de hotel. Dijo que, si no le llevaban al hotel que había contratado, le tendrían que poner un taxi para regresar a casa. Y ahora lleva cuatro años muerto.
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–Mira. Lucía está sola. Es tu oportunidad.
–Demasiado riesgo.
–¿Temes que te mande a freír espárragos?
–No, temo que me diga que quiere una copa, que viene al cine, que me presente a sus padres, que sí, que está embarazada, que no puedo salir con mis amigos, que tenemos que comprar un piso más grande… 
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Es tan tonto que no sabe hacerse el tonto.
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No tiene sueños. Ha tenido que pedir algunos prestados.
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UN DÍA PRECIOSO
Cuando no llueve, me toca regar las macetas de la terraza. Siempre que riego las macetas me ensucio la ropa y tengo que poner la lavadora. Menos mal que puedo colgarla porque, al fin y al cabo, no llueve. Sin embargo, cuando la ropa se seca, me toca plancharla y odio planchar porque nunca consigo quitar todas las arrugas. Al final, acabo cabreado cada vez que plancho, tanto que dejo la ropa mal planchada encima de una silla pues no me apetece guardarla. Por eso, cuando me despierto y descubro que está lloviendo, pienso que ha amanecido un día precioso.
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–Me invitó al cine.
–¡Oh!
–A una de Steven Seagal.
–¡Ah!
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El Gobierno no puede aprobar los presupuestos por un problema de bisagras.
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El asesor financiero me dijo que las acciones de Terra no habían todo lo bien que se esperaba y que ya no me quedaba dinero para pagarle.
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Después de las elecciones, el consultor político tuvo que contratar a un asesor de desarrollo profesional: necesitaba encontrar trabajo.
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Queridos camaradas, si fracasa la revolución no pasa nada. Así no la traicionaremos.
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–Leonardo, ¿recuerdas lo que te pedimos que pintaras?
–Sí, un fresco.
–¿Y qué has pintado?
–Un retrato de Juliano de Médicis, que es un fresco.
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Cuando era asesor financiero, recomendó a sus clientes comprar acciones de Terra.
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Era verano, pero ella estaba en primavera y él en otoño.
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EL MAYOR TIMO DE LA HISTORIA
El engaño ha funcionado perfectamente. Durante tres años. Si su situación no fuera tan desesperada, se echaría a reír a carcajadas: ha participado en el mayor timo de la historia. Todos se lo han creído. Nadie ha sospechado nada. Sin embargo, empieza a comprender que también él ha sido engañado. Había acordado con su socio que le liberaría de prisión sobornando a los carceleros o, si fuera necesario, provocando un motín. Cualquier cosa. Pero su socio ha desaparecido, se ha esfumado. ¿Quién podrá salvarle ahora? Su socio va a quedarse con todo el botín. Treinta monedas de plata. ¡Qué Judas!
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–¿Qué te pareció En busca del tiempo perdido?
–Me gustó mucho. Por fin pude cubrir el hueco que me quedaba en el mueble bar.
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Vivió una primavera con una esquina rota. Luego, claro, las bicicletas son para el verano, ya se sabe. Más tarde llegó el otoño del patriarca. Acabó con el gran invierno.
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El asesor financiero quería cobrarme 5.000 euros. Le dije que, si tuviera 5.000 euros, no necesitaría asesor financiero.
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FANÁTICOS
8 de diciembre de 1980. He realizado los cálculos cientos de veces y siempre me ha salido esa fecha. Fue cuando me concibieron mis padres, que siempre fueron fanáticos de los Rolling Stones.
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–¿Toma té, conde?
–Gracias. Sólo tomo sangre.
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EL COLMO
Su asesor político siempre iba mal afeitado, sin peinar, con ropa vieja. El candidato le dijo que necesitaba un asesor de imagen.
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¡ES TAN BUENO Y CARIÑOSO!
Amo a mi marido. Llevamos juntos más de veinte años. Durante todo ese tiempo, he llegado a conocer todos sus secretos, incluso el más oculto y terrible que, por cierto, tardé sólo dos años en descubrir. Cuando lo hice, me enfurecí, desde luego. Sin embargo, le perdoné. ¡Es tan bueno y cariñoso! Sé que empezó a hacerlo mucho antes de que nos casáramos. Lo que me preocupa es que cada vez es más descuidado. El otro día, sin ir más lejos, tuve que limpiarle unas gotas de sangre que tenía en los zapatos.  
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Cuando oyó que Justin Trudeau tenía un asesor espiritual, el presidente del Gobierno decidió contratar a uno, aunque era ateo.
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Cuando desperté, el dependiente todavía estaba allí, tratando de convencerme de que el colchón de espumación de alta resiliencia era aún más cómodo.
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TEDIO
Suena el teléfono. Un timbrazo. Fantasea con la posibilidad de que sea para defender a un acusado de asesinato. Otro timbrazo. La policía le ha detenido sin pruebas; se enfrenta a veinte o veinticinco años. El tercero. Han tejido una red de falsedades; hay que preservar la presunción de inocencia, señoría. El cuarto. ¡Aaaggg! Si no lo coge ahora, existe el riesgo de que cuelguen.
–Pulido y Cobo Abogados. Diga.
¡Bah! El Ayuntamiento está haciendo obras en la calle Narváez y, al parecer, han cambiado las baldosas antideslizantes. Sí, sí, llamará a la Concejalía de Obras. Lo arreglará, claro. Y dejarán el paso libre a la cochera.
–No se preocupe, señor Fernández. Quitarán esas baldosas. 
Cuelga. 
Hace girar el boli alrededor del pulgar. Es visible su aburrimiento. Qué mañana más larga. Mira el teléfono. Espera una llamada, la llamada que le libere de este tedio.
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La llevé al cine y la dejé allí.
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Los miércoles, el cine cuesta la mitad, pero sigue siendo igual de malo.
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Nací en un cine. Mi madre veía Psicosis.
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–Tuve una columna de cine.
–¿Dórica, jónica, corintia?
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Imposible dormir. Tendré que ver una de Coixet.
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Tengo una vida de cine. De cine negro.
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El astrónomo descubrió su vocación viendo una película de Isabel Coixet en un cine de verano.