sábado, 20 de noviembre de 2021

Papelera

Charles Bukowski: “Soy una especie de impostor que escribe desde el asco más absoluto”.


Ante la puerta de la ley hay un guardián que no le deja pasar porque no ha pagado las tasas judiciales.
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No es muy listo, pero sabe hacerse el tonto.
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Viene mi cuñado este fin de semana. Me meo cada vez que habla. ¡Qué tonterías dice! Ah, que no se me olvide comprar pañales.
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–¿Sabes qué? El novio de Nekane es cisgénero.
–No me extraña nada. Nekane siempre fue un poco rarita.
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–Vamos a ver si lo entiendo. ¿Me está diciendo que le enviaron una bala por correo electrónico.
–Sí, así es.
–¿Cómo?
–Pues en una carpeta adjunta.
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–Saqué un 10 en Matemáticas.
–Se te dan bien, ¿no?
–No, qué va. A mi profe le gusta mucho el jamón.
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La boda me pasó factura. Concretamente los 10.000 euros del salón.
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Envidiaba a Homero. Se arrancó los ojos.
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–Luis me dio la espalda.
–¿Y qué hiciste con ella?
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Aquel robot tenía una salud de hierro.
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Platero era pequeño, peludo, suave, tan blando que, después de filetearlo, sólo tuvimos que darle vuelta y vuelta en la sartén.
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En caso de ataque nuclear, el Gobierno recomienda que la gente lleve ropa anatómica.
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–A ver, Julito, ¿qué has hecho durante toda la tarde?
–Estudiar. Mañana tengo un control de Ciencias.
–Así que estudiar. Estás castigado. 
–¿Castigado?
–Estudiar para un control. Me vas a contar a mí mentiras. 
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–Pero, Antoñito, ¿qué haces con la tapa del baño?
–La he quitado. Estaba harto de que mamá y tú discutierais.
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Tengo una idea para un microcuento. Se la vendo a quién pueda estar interesado. 5,95 euros.
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–¿Quieres que intercambiemos los teléfonos?
–¿Mi iPhone por tu Xiaomi? Ni loca.
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–¿Éste es su currículo?
–Sí.
–¿Sólo tiene el título de la ESO?
–Sí.
–Le costaría mucho conseguirlo, ¿no?
–Pues mi madre tuvo que ir dos veces a pedirlo, porque la primera no lo tenían.
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Asa Akira tiene mucha vida por detrás.
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–Mamá, no puedo dormir.
–Cuenta ovejas.
–Mamá, ¿me dejas el móvil?
–No. ¿Para qué lo quieres?
–Quiero mirar lo que son las ovejas.
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Tengo que escribirlo: hoy no tengo ganas de escribir nada.
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–Pero ¿me vas a entregar el examen en blanco?
–Es que me conformo con un cinco.
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El psicólogo al que acudí para combatir a mis demonios me dijo que no podía hacer nada, sólo recomendarme a un exorcista.
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Mahoma fue a la montaña y dijo:
–¡Ábrete, sésamo!
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La mujer que quería cambiar de mundo se compró un pasaje para Marte.
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De momento, con este frío, abrigo esperanzas.
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Está a dos movimientos de dar jaque mate. Cree que se salvará, pero ignora que la Muerte tiene muy mal perder.
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Te daría mis ojos, pero, la verdad, ¿para qué podrías quererlos?
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Cada vez que en la novela que estuviera leyendo aparecía un personaje sanguíneo, el conde salivaba.
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–¿A qué estamos?
–A 19.
–¿A 19?
–Sí. Y mañana, 20.
–Ya sé que hoy es 19. Yo digo grados.
–Ah, ¿grados? 14.
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MINOTAURO
Pues claro que los mato. Son tan groseros. Les pregunto educadamente si saben cómo salir del laberinto. La mayoría se ponen a gritar. Otros me atacan. ¡Me atacan! Unos pocos se hacen los tontos, me mientes, me dicen que no saben cómo salir de aquí.
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Me puse unos tapones en los oídos para no escuchar la voz de mi conciencia. No funcionó.
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–Aquí tienen cremas para todo tipo de pieles, ¿no?
–Claro. ¿Qué necesita?
–Dicen que me empecino en cosas insignificantes. ¿Tendría una crema para la piel muy fina?
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–He oído que el emperador Adriano ha ordenado construir un templo, con lo ateo que es.
–Precisamente. Es un panteón en el que quiere enterrar a todos los dioses.
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Querida Mina, aquí todo marcha bien. Mi trabajo avanza. El conde, mi empleador, es un personaje muy extravagante. Una vez le pregunté por qué quería vivir en Inglaterra. No puedes imaginar su respuesta. Me respondió que porque no nos gustaba echarle ajo a las comidas.
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¡Qué pesado! No paraba de decirme que le gustaban mis piernas. Me las corté, se las di y le dije que me dejará en paz.
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El náufrago llegó a un islote de cinco metros cuadrados. Sobrevivió cinco días antes de morir de sed y hambre.
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–¿Entraron en tu casa?
–Sí.
–¿Ladrones?
–Ladrones no, porque los pobres no pudieron robar nada.
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Empecé diciéndole que no tenía taladro. Luego le dije que me faltaban brocas, tacos, cáncamos. Finalmente entendió la indirecta.
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–¿Ha pensado ya lo que quiere tomar?
–Pues, de momento, como no tengo ni un euro, seguiré tomándome mi tiempo.
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–¿Qué te dice mi sonrisa?
–Que te has echado blanqueador dental.
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Si necesitas un consejo, soy la persona menos adecuada para dártelo. Si necesitas ánimos, yo también.
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Tuvieron que ingresarla por un ataque de ansiedad. Había visto a su marido con el taladro en la mano. 
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He pasado una noche inolvidable con… con… ¡Vaya, he olvidado su nombre!
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Yuri se ríe de la maldición que le lanza esa bruja nazi a la que se la quita. Si supiera que dentro de tres días será aplastado por un camión cuando esté dando un paseo en bici.
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–A ver, Pablito, ¿por qué le quemaste el pelo a tu tía?
–La oí hablar con una amiga y quejarse de que lo tenía apagado.
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–Eres un vendido.
–Ya me gustaría a mí que alguien me comprara.
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Esperaba que fuera más creativo, pero el robot sexual lo hacía todo mecánicamente.
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Chicos, os he dicho que no echéis cenizas de Osiris en los refrescos de vuestros amigos.
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Hizo un agujero con el taladro en la pared. Introdujo una minicámara. Vio a alguien de espaldas, que hacía un agujero con el taladro en la pared.
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–¿Qué te pasa, Zebulón?
–Ha sido una noche complicada. Me ha despertado un ruido en el ovil.
–¿Un lobo?
–Peor. Uno de los pastores. Le estaba haciendo algo a una oveja.
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–¿Sabe que han matado a su vecino?
– Ah, ¿sí?
–Con una taladradora.
–¿De veras?
–Y usted le puso una denuncia hace poco por ruido.
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Harto de que siempre le tocara arreglar la cisterna y colgar los cuadros, fue al Registro Civil y se cambió de género.
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–¿Ya no trabajas repartiendo comida a domicilio?
–No.
–¿Te pagaban poco o qué?
–No, no me quejo del sueldo. Simplemente, no soportaba el olor de la comida basura que repartía.
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Trató de ganarme con el fuego del amor. Le respondí con el hielo de la indiferencia.
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Después de acabar completamente perdido de sangre, tiró el taladro y, para el segundo trabajo, utilizó una pistola de clavos.
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Era un tren indisciplinado, rebelde. Si estaba programado que fuera a Barcelona, iba a Valencia. Si tenía que ir a Bilbao, tomaba dirección a Sevilla. 
Acabó mal, descarrilando, un día que se desvió a Extremadura.
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–¿Y tú cómo te metiste en política?
–Me lo pidió Esperanza Aguirre.
–Entonces, estarás forrado, ¿no?
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Ahora no recuerda si su bisabuelo fue alcalde franquista o convergente, aunque, la verdad, es lo mismo.
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A un lado Asia, al otro Europa y allá en el frente el Elbrús.
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–Tú peinas canas, ¿no?
–Ya no. Me he rapado al cero.
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En su primer aniversario, él le regaló un fin de semana en Londres; ella, un taladro.
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–¿Qué te pareció El dinosaurio, de Monterroso?
–Me gustó mucho. Con decirte que lo leí de un tirón.
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Era tan hermosa. Cuando contemplaban su rostro y su busto, todos los marineros se volvían locos. Un día, decidió salir a tierra firme. Su cola se transformó en dos piernas gruesas, adiposas, horribles. Sus tobillos eran enormes, monstruosos. Avergonzada, regresó al mar.
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–Era encantadora.
–Por eso la quemamos.
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–Vamos a crear un nuevo impuesto de plusvalía.
–¡BIEN!
–Y subiremos el IVA al 40 %.
–¡BRAVO!
–Y vamos a establecer un gravamen que tendrán que pagar todos los que tengan más de tres mil euros en el banco.
–¡EXCELENTE!
–No dejaremos ni un solo euro en vuestros bolsillos.
–¡ESTUPENDO!
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Sus compañeros de la Stasi le llamaban El Taladro, pero, en casa, nunca había colgado ningún cuadro.
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Mi cuñado viene de visita este finde. No soporta levantarse temprano. Una pena que el domingo por la mañana yo deba colgar varios cuadros.
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Rosie Goldschmidt estaba contenta de que su marido, el ginecólogo Ernst Gräfenberg, hubiera descubierto el punto G, pero no tanto de que lo aireara a los cuatro vientos. Se separó de él.
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Los ratones levantaron una estatua al que le puso el cascabel el gato. Le iban a construir un mausoleo, pero ningún trozo de su cuerpo fue recuperado.
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–¿Y tú por qué te hiciste activista?
–Quería una casa con piscina.
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Querido lector, no escribo para que me lees, sino que me lees porque escribo. Recuérdalo.
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Stockhausen tomaba notas a pocos metros del operario utilizaba una taladradora.
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EL SUICIDA
Es absurdo: no sabe por qué ha acudido a la reunión. Después de todo, la vida le parece insípida y monótona. Él es incapaz de apasionarse por nada: todo le resulta indiferente; nada le interesa. Las preocupaciones de los demás le parecen ridículas. ¡Qué estúpidos problemas! ¡Qué soluciones más tontas! Tiene ganas de pedir la palabra y decir que todo esto es una farsa. Sin embargo, una fugaz idea le pasa por la cabeza. Puede acabar con todo; es su oportunidad. 
–¿No hay ningún voluntario? –pregunta el orador–. ¿Nadie?
–Yo –dice él–, yo pondré el cascabel al gato.
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MIGRANTES
Las ven acercarse. El capitán ordena que abran fuego. Van cayendo. Pocas balas se pierden. Una, sin embargo, consigue pasar; parece que va a conseguirlo. El más experto tirador se prepara. Apunta. Dispara. Consigue abatirla. El capitán está orgulloso. Las órdenes han sido cumplidas. El suelo está lleno de cuerpos. Ni una sola golondrina ha cruzado.
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Queridos camaradas, ha fracaso la revolución. ¿Y qué? Así no la traicionaremos.
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Pudimos destruir su cuerpo, pero no su ejemplo.
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–Dime lo que más te guste de mí.
–Que eres funcionaria y no te pueden echar a la calle.
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–Mira. Lucía está sola. Aprovecha.
–Demasiado riesgo.
–¿Temes que te mande a freír espárragos?
–No, temo que me diga que quiere una copa, que viene al cine, que me presente a sus padres, que sí, que está embarazada, que tenemos que comprar un piso más grande…
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El ministro estaba decidido a decirle al presidente que era mejor no poner el nuevo impuesto. Le dijo:
–Por supuesto, presidente.
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–¡Fuego! ¡Fuego! ¡ FUEEEEEGO!
–Vale, hombre. Ya nos hemos enterado. Pero ¿por qué va sin mascarilla?
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EL COLMO
Las obras de ficción están escritas como si fueran ficción.
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–¿Te gusta el yoga?
–Por supuesto. Disfruto mucho viendo al vecino del 4º D practicándolo.
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Una sujeta de deseo.
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CRISIS
¡Menudo panorama! No podía dejar de llorar. Le ofrecí un vaso de agua y trate de calmarle, pero me resultó imposible. Le prometí otra cosa, lo que quisiera, pero nada: siguió llorando como una  Magdalena. Acabé diciéndole que me lo había pensado mejor y que podría seguir siendo ministro.
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Tuvieron que improvisar el guión de la película: alguien les había robado la bicicleta.
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–Es una pena.
–¿El qué?
–Desde que fue aprobada la LOMLOE, los alumnos ya no me regalan jamones.
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UN CASTIGO
Estaba entretenido con su copero. Tenía que avisarle si venía su esposa, pero me despisté. Ella surgió de la nada y, cuando vio lo que estaba haciendo su marido, gritó furiosa. ¡Qué insultos le lanzó! 
Cuando todo acabó, Zeus vino a mí y me reprochó mi falta de vigilancia. “Te vas a arrepentir”, me dijo. Y tenía razón: no he parado de arrepentirme desde entonces. 
¿Entiendes ahora por qué te digo que lo mío es también un castigo, Prometeo?
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–Mamá, Gregor no está.
–Quizá haya salido temprano. Ayer dijo que tenía que coger el tren. 
–No, ha desaparecido. Su ropa está preparada encima de la silla y su cartera está en el sitio donde la dejó al llegar del trabajo.
–¡Qué raro! Esta mañana están pasando cosas muy extrañas, Grete. La criada me ha dicho que ha tenido que matar un bicho gigantesco, tan grande que lo ha tirado por la ventana a la calle.
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–Queridos camaradas, soy un agente de la Ojrana.
–No te preocupes, Koba. Nosotros también.
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–¿Le has puesto un cinco a Javi? 
–No tiene un solo negativo en el último trimestre.
–¿Cómo va a tener un negativo? Pero si lleva sin venir a clase desde marzo.
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CÁLIDO RECIBIMIENTO
El general agoniza. Un sacerdote se acerca para confesarle.
–¿Quiere pedir perdón a alguien, excelencia? –le pregunta.
–Perdono a cuantos se declararon mis enemigos –susurra el anciano.
Durante años, el general ha gobernado dictatorialmente el país; sin vacilar ha firmado miles de penas de muerte. El sacerdote quiere darle la oportunidad de arrepentirse, pero no consigue nada. Moviendo la cabeza desaprobatoriamente, le administra la extremaunción. El general no tarda en morir.
Cuando abre los ojos, se encuentra en un extraño lugar. Miles de ánimas le rodean. A pesar de que le reciben cálidamente, no adivina que está en el infierno.
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–Me preguntó si conocía alguna gasolinera donde vendieran el gasoil por debajo de un euro.
–¡Qué locura!
–Eso mismo pensé yo. Por eso llamé, para que se lo llevaran al manicomio.
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EL BUENO DE JUAN
El bueno de Juan se ofreció a subirme la compra. El bueno de Juan vino a tomar café. El bueno de Juan me dijo que hacía frío y que él iría a la farmacia a sacarme las medicinas. El bueno de Juan fue a la frutería y a la pescadería. El bueno de Juan me puso la lavadora y tendió la ropa. El bueno de Juan me dijo que él se ocuparía de pagar el IBI a través del cajero. El bueno de Juan desapareció con la tarjeta. El bueno de Juan dijo en el juicio que todo había sido un malentendido.
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–Su hija será bajita y gorda.
–Muy bien, doctor, pero mi hija tiene un año y yo no he venido para que me diga cómo será de mayor sino para que me recete algo para el resfriado que tiene.
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–Papá, ¿me llevas al parque?
–No digas tonterías y coge el móvil.
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Durante el gran apagón, pensaron que no tendrían que soportar los ruidos del vecino del 3º C. No sabían que su taladro tenía batería recargable.
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Mi marido ha llamado a ese chapucero de Manuel para que arregle la cisterna. Preferiría que se produjera un terremoto.
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MICROCUENTO LOMLOEÑO
–A ver, Pedrito, ¿por qué has venido?
–Me ha enviado el profe de Sociales. Me ha dicho que vaya a ver al psicólogo.
–Pero ¿por qué?
–Porque le he preguntado qué tenía que estudiar para el examen.
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CASI SEGURO
Pero es su letra, está claro. Podría identificarla sin error. Aquella caligrafía era inconfundible. Estuve a punto de levantarme y manifestarlo en la asamblea. Sin embargo, me entró miedo. Confiaban tanto en él después de lo que había hecho por nosotros –liberarnos de la servidumbre y todo eso– que eran capaces de lapidarme allí mismo. Así que mantuve la boca cerrada, no les dije que, casi seguro, los diez mandamientos no los había escrito Jehová, sino Moisés.
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Voy a quedarme contigo. Te enterraré en el sótano.
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Entre mi madre y la literatura, siempre elegiría la literatura.