El sueño fue prohibido por razones de seguridad nacional. El régimen temía ideas libres. Pero no todos dormían. Los insomnes, privados del descanso, se volvieron peligrosamente creativos. No necesitaban almohadas para rebelarse. Soñaban despiertos. Sus sueños sin sueño derribaron la pesadilla del poder. Y al fin, todos pudieron dormir tranquilos.