domingo, 16 de diciembre de 2018

Papelera

Terry Pratchet: “La pluma es más poderosa que la espada, si la espada está envainada y la pluma muy afilada”.

Tecleo a dos dedos. Escribo microcuentos.
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–Te veo cabizbajo. ¿Te pasa algo?
–Se me ha caído un céntimo.
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Doctor, empieza a faltarme espacio en el piso. Lo tengo lleno de patinetes eléctricos que la gente abandona en la calle.
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–Levántate y anda –dijo Jesús.
Lázaro le ignoró. ¿Acaso se creía su primo que era Dios?
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–Los del obispado le han abierto un expediente al cura.
–¿Qué ha hecho?
–A un feligrés le dio dos hostias.
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Esa mañana el presidente no tenía tiempo, así que dio su habitual paseo por los jardines de La Moncloa en patinete.
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–¿Y cuáles fueron sus últimas palabras?
–Dijo: No tengo miedo a las serpientes.
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Besas fatal. ¿Te comió la lengua un gato?
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–No se asuste. Somos los de la revolución de las sonrisas.
–Vaya. No me había dado cuenta. Como llevan pasamontañas.
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La prensa publicó una foto en patinete eléctrico del joven vicepresidente de Repsol. Su fulgurante carrera descarriló.
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EL FANTASMA
Pues sí, cuando estaba vivo ya sufría de insomnio.
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–Doctor, siento zumbidos en los oídos.
–No se preocupe. Le voy a recetar unos supositorios que…
–¿Unos supositorios? ¡Aaaggg, qué asco! ¿Y no podrían ser unas gotas?
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UN CUENTO GRIEGO
Menelao le contó a Agamenón que Paris había secuestrado a Helena.
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¿El día que nacimos se dieron cuenta nuestros padres del lío en el que nos metían?
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–Chovanec no sólo pintaba sus cuadros de negro, sino que además los vendía.
–¡Menudo artista!
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–Yo no he encargado ese cinturón trenzado de Intropia.
–Pero si el pedido viene a tu nombre.
–Álvaro, recuerda lo que dice la vicepresidenta Calvo: Las mujeres tienen que ser creídas sí o sí.
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Pasas tanto tiempo arreglándote el pelo que, si fueras calva, llegarías a presidenta.
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–A usted se le daban mal las matemáticas en el colegio, ¿no?
–¿Por qué lo dice?
–Porque a este haiku le sobran dos sílabas.
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Por las protestas de los animalistas, Santa Claus tuvo que sustituir a Rodolfo, Relámpago, Cometa y los otros renos por un patinete.
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–Cuando yo digo las mentiras, las convierto en verdad.
–Oh, Goebby, eres tan listo y tan alto y tan guapo.
–Tú tampoco te quedas atrás soltando mentiras, Lída.
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Hammurabi ordenó al verdugo que cortara tres dedos del pie derecho al joven del patinete.
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Prepare el futuro: estudie chino.
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Pensé en el futuro un martes: tenía que estar preparado para lo que viniera, debía afrontarlo racionalmente. Así que fui a ver a una adivina.
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–¡Qué vergüenza siento, Aquiles!
–Liebre, no tienes nada de qué avergonzarte: la tortuga te venció porque te detuviste a descansar. Peor fue lo mío: no paré de de correr y no conseguí alcanzarla.
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¿De qué te quejas? En el laberinto, sin Minotauro, vagarías sin rumbo hasta morir de hambre y sed. Da gracias porque ese al que llamas monstruo acortará tu dolor y agonía.
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–A Jaime le ocurrió algo terrible.
–¿Qué?
–¡Se le fue la mano!
–¿Y qué tiene eso de terrible?
–Que la mano se llevó el Mustang.
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A los veinte años recargaba patinetes eléctricos. A los veinticinco montó su primera electrolinera. A cuarenta le dio una subida de tensión.
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Si Adán fue creado a imagen y semejanza de Dios, ¿entonces éste también se deja engañar por las mujeres?
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Para evitar tentaciones, Pigmalión no esculpió la entrepierna.
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Llevas tres años practicando la medicina sin estar colegiado. Jesús, se te va a caer el pelo.
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Llegó al Senado, vio y fue apuñalado.
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Los Reyes fueron muy generosos ese año: le regalaron un patinete eléctrico. Lástima que llevara meses con la luz cortada.
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La Tercera Guerra Mundial fue la guerra que acabó con todas las guerras. Lanzadas todas las bombas nucleares y arrojadas todas las armas bacteriológicas, no quedó ningún humano vivo.
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Muchos meses después, durante la noche electoral, habría de recordar aquel día aciago en que el secretario general de su partido se convirtió en presidente del Gobierno con los votos de los independentistas.
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El cura le impuso como penitencia rezar un millón de padrenuestros y ochocientas mil avemarías. Así no tendría ocasión de pecar más.
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Trump muere. Para entrar en el paraíso tiene que saltar un muro infranqueable.
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Con cuidado para no abrirle más la herida, Achab le arranca el arpón a Moby Dick y deja que se vaya. Emprende entonces el viaje de regreso a Nuntacket, donde contratará a una nueva tripulación.
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–¿Me dice la hora?
–No tengo reloj.
–¿Y qué clase de loco es usted para ir por la vida sin reloj?
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La suya estaba más seca y limpia y era más grande y confortable. Ganó la guerra de trincheras.
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–A ver, señor Balzac, ¿cuánto tendría que pagarle por una novela de doscientas páginas?
–Calculo que unas ochocientas tazas de café.
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–Juan, ¿por qué no pones la radio?
–¡Chis! ¿No ves que estoy escuchando una obra de John Cage?
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Un dinosaurio comenzó a perseguirlo en mitad de la noche. ¡Maldito Monterroso!
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Le dijimos que no soltara nunca la mano del volante, y no la soltó.
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–Al artista del trapecio le perdió la arrogancia.
–¿Por qué lo dices?
–Trabajaba sin red.
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Pánico en la trinchera.
–¡Gas! ¡Gas!
–Tranquilos. He sido yo.
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–Estuve con un ángel de Victoria’s Secret.
–¿Y qué tal?
–No consintió en ponerse abajo. Dijo que se le estropeaban las alas.
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–Agatha, me han contratado para hacer el papel de Julieta. Tendrás que quitarme veinte años.
–Perdone, señorita Hoksrud, pero tendría que quitarle por lo menos cuarenta.
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EL ESCRITOR Y EL PINTOR
–Cállate de una vez. Así no voy a terminar el cuadro nunca.
–Pues habla tú. Como no me digas algo, no voy a poder terminar tu retrato literario.
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Ahora Susana Díaz, sin duda, se colegiará, abrirá un bufete e iniciará una exitosa carrera como abogada.
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Pensé en el futuro un martes: el sábado iría de compras a Jaén y el domingo descansaría.
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–Elohim, ¿puedo hacerte una pregunta?
–Adelante.
–Tú tienes que saberlo: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina?
–Creo que necesitas compañía, Adán.
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Era tan cursi que me daban ganas de romperle el Coelho.
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Esa mañana el presidente no tenía tiempo, así que le pidió a su ayudante que diera por él su habitual paseo por los jardines de La Moncloa.
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–¿Cómo sabías que era un robot?
–Fácil. Le conté un chiste y se destornilló de risa.
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A los caribes no les gustó Cristóbal Colón. Lo arrojaron al mar a medio devorar.
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SUICIDA
He atravesado mares y cruzado estrechos. Ha sido un viaje largo, pero por fin he llegado a mi destino. Estoy impaciente. No puedo aguantar más. Dame un abrazo, Anteo.
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–¿Subimos a mi piso?
–Vale. Espera a que aparque.
–Vivo ahí. Vamos.
–Ya salgo del coche.
–Pero ¿eres manco? No lo sabía.
–No, no. Mi profesor de autoescuela siempre me decía que no soltara la mano del volante. ¿No ves? La he dejado en el coche.
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El suicida dejó de pensar para no existir. No funcionó. ¡Maldito Descartes!
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En Boca Juniors cerrada no entran goles.
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Los Reyes me echaron el patinete. Demasiado tarde. A Raúl se lo había echado Papá Noel y había montado en él a Laurita.
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LAIKA
La cogieron los de la perrera. Creyó que iban a arrojarla al Moscova. Se equivocó. La lanzaron al espacio.
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Duermo con dos vasos encima de la mesita de noche: uno lleno de agua y otro vacío. ¡Maldito Žižek!
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Su dulce mirada hizo que me dieran ganas de devorarle a besos. Lanzó suspiros de placer, que se convirtieron en gritos cuando salió la Luna: el tiempo se nos había ido de las manos. Tuve que acallarle y salir corriendo de allí. Otra vez había ocurrido.
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Inventó un patinete eléctrico con sillín. Los de la oficina de patentes le dijeron que la Vespa tenía más de setenta años.
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–¿Qué tal, Mónica?
–¡Horrible!
–Cuéntame.
–Me llevó a comer. Luego, estuvimos paseando. Charlamos. Todo iba muy bien hasta que de pronto tiró de mí y, antes de besarme, me dijo: Eres tan guapa, Laura.
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Papá Noel le llevó un patinete eléctrico. Otro trajeron los Reyes Magos. Y él sólo había pedido que papá y mamá volvieran a estar juntos.
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La herida se infectó. A saber cuántas bacterias le había transmitido aquella bestia con su mordedura. De nada sirvieron esta vez las hojas de athelas. Frodo murió de septicemia.
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–Fernando y tú erais grandes amigos. ¿Discutisteis?
–Peor. Me regaló su libro de poesía.
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–Pedro Sánchez asegura que España es un país rico.
–No le hagas caso: es un pobre hombre.
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El Che Guevara se fue a lomos de Rocinante y Fidel Castro se quedó gobernando la ínsula Barataria.
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Lorenzo Sánchez-Pasquau tuvo que admitir que el patinete eléctrico tenía su utilidad: ahora podía ir del comedor al salón sin cansarse.
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–¿Y cómo va la terapia con Westerman?
–No me hables de él. ¡Qué ingrato!
–¿Por qué lo dices?
–Habíamos conseguido llegar ya a las raíces de su problema y el muy imbécil se colgó de un árbol.
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Aquella charla era tan absurda que los espectadores rezaban para que Godot no apareciera.
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–Ramón parecía tímido, ¿no?
–Sí, pero en la cama conseguí que soltara la lengua.
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Los húngaros tienen suerte de que nadie sea profeta en su tierra: se han librado de Soros.
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–El señor Marx vive muy irónicamente.
–¿Por qué lo dices?
–Se beneficia de las plusvalías que Engels obtiene de los obreros que trabajan en sus fábricas.
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Le tiré los tejos a mi vecina: me quitaban toda la luz del jardín.
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El alcalde se bajó del patinete eléctrico y se subió a la bici dos meses antes de las elecciones.
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–¿Por qué le despediste?
–No funcionaba en la cama.
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–Quiero que quemen todos los libros de Kafka.
–Van a decir de usted, doctor Goebbels, que es un salvaje.
–Pero si fue él mismo el que pidió que los quemaran.
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–Señor Gherardini, he hecho todo lo que he podido, pero su mujer tiene tanto bótox que resulta inexpresiva.
–Pues yo este retrato no me lo quedo.
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–Papá Noel regala juguetes a todos los niños del mundo.
–¿Y le da tiempo?
–Es un estajanovista.
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Pedro Sánchez le va a hacer al helicóptero presidencial todos los kilómetros que no le hizo Mariano Rajoy.
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En medio de la persecución, tuvieron que hacer una pausa para recargar las baterías. Aprovecharon para merendar.
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–¿Qué quieres, Marcial?
–¿Nos dejas un cuarto de hora más para hacer el examen? La wifi va fatal y no hay manera de copiarse.
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–Mis orgasmos eran fingidos.
–Francamente, querida, me importa un bledo.
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Su abuelo se mantenía tan joven que empezaban a perder la paciencia, así que le regalaron un patinete: estaban deseando heredar.
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Yo no tengo miedo a nada, excepto, claro, a la luz, el ajo, las cruces de plata, las estacas y, por supuesto, a ese maldito Van Helsing.
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FORJADO A FUEGO
–¿Sabéis lo que es esto?
–Iron Man.
–¡Muy bien! Pero dentro de tres horas tendréis que sacar de él cuatro hojas totalmente funcionales de no más de nueve pulgadas. Empieza el tiempo, armeros.
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–Mira. Un coche autónomo.
–Ah, no. Ese creo que es de los que van con un conductor fantasma.
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Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí. Me di la vuelta en la cama y seguí durmiendo.
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EL NUEVO TRAJE DE LA REINA
Pero si va vestida de Zara.
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¿Que por qué lo hice? Medio millón de familias de luto por la muerte de un ser querido y ese Lincoln se va a ver una comedia.
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–¿A qué te dedicas ahora?
–Escribo sobre una mujer desnuda.
–¡Qué retorcido eres!
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Jesús regresó, pero tuvo la mala suerte de nacer en el seno de una familia palestina. Lleva encerrado treinta años en una cárcel israelí.
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–¿Qué sabes de Aristóteles?
–Sólo sé que no sé nada.
–Ese era Sócrates.
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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el diputado recordó aquel nefasto día en que votó en contra de la abolición de la pena de muerte.
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Dijo Dios:
–¡Hágase la luz!
Y la luz se hizo. Entonces advirtió Dios que allí no había nada.
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Por fin consiguió meterse en los pantalones.
–¿Qué te parecen? –me preguntó.
Me quité las gafas y le dije:
–Te veo bien.
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LA GUILLOTINA
–Diputado Robespierre, la guillotina es un instrumento cruel y doloroso, no mucho mejor que los que se empleaban durante la tiranía monárquica.
–Puedo asegurar al diputado Pénicaud que la guillotina, al contrario de lo que él afirma, es un sistema indoloro y rápido de ejecutar la máxima pena. Y, para demostrarle que estoy en lo cierto, he dispuesto que yo mismo seré guillotinado mañana.
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–¿De qué se ríe, señora Gherardini?
–Perdóneme, micer Leonardo. Es que tiene la bragueta bajada.
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–Diga.
–Hola. Llamaba para preguntar si limpian coches por dentro.
–Sí. 400 yuanes los turismos y 550 los monovolúmenes.
–Verá. Es que papá se convirtió en un zombi y…
–Sí, lo imagino. Tendríamos que verlo y hacer un presupuesto.
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El asesino confeso perdió el juicio. Su abogado recurrió. Adujo locura.
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–¿Qué sabes de Platón?
–Vivía en una taberna.
–¿Y qué hacía allí?
–Me he equivocado. Quería decir que trabajaba en una taberna llena de sombras.
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Hermana, ¿has leído el último artículo heteropatriarcal de Javier Marías? Te empodero para que no lo hagas: este escritor machuno no empatiza con la sororidad. Tampoco tenemos que preocuparnos: los textos de Marías son transversalmente inútiles.
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Pigmalión le arrancó los brazos a Galatea. Así no abrazaría a otro.
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Cghothu Moc no pudo contener las lágrimas cuando le comunicaron que no era la ganadora del III Certamen de Belleza de la Vía Láctea. Y todo porque había sido sincera a la pregunta hecha por uno de los jurados:
–Señorita Moc, esos tentáculos son operados, ¿no?
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Se puede decir que practicamos sexo oral. Le pregunté si quería que la desnudara muy despacio, le acariciara todo el cuerpo, le mordiera los pechos y le hiciera el amor y de muy mala manera me respondió que no.
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Pensé en el futuro un martes. Fui al banco y abrí un fondo de pensiones. Acordé dejar la primera cantidad cuando consiguiera un trabajo estable. Luego fui a recoger a mi nieto al colegio.
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Anders tuvo suerte: le tocó la pajita más corta. Y por eso fue el único al que el guarda forestal no multó por practicar actos onanistas en el monte.
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Nabokov no sabía si él atrapaba mariposas o las mariposas le habían atrapado a él.
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–¡Aaahhh, Dios!
–¿Ya?
–Sííí…
–Pues yo todavía no.
–Francamente, querido, me importa un bledo.
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–El gobierno nipón mantiene una reunión bilateral en Tasmania con su homólogo australiano. Setecientos japoneses están visitando la Alhambra. Cuarenta y cinco asisten a un concierto de la Filarmónica de Dresde. Veinte mil están de compras en Nueva York. Noventa y siete recorren las salas del Museo de Orsay. Quince están escalando el Everest. Ciento diez realizan una visita en helicóptero al Gran Cañón. Dos mil descansan en un complejo de vacaciones en Filipinas. Cuarenta…
–Vale, vale. Ya está bien. Ahora comprendo por qué has dicho que Japón está vacío.
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–Se fue la luz.
–¿A dónde?