Los soldados dispararon. Ninguna bala hirió a Mata Hari.
El capitán ordenó que se vendaran los ojos y que volvieran a disparar.
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LEY DE MURPHY
Quería explicarles en qué consistía. Tiró una tostada. El lado de la mermelada quedó arriba.
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INESPERADO
No llegó Caperucita, sino el viejo leñador que era amante de la abuelita.
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–Sin mí no eres nada –me dijo.
Y tenía razón. Pero con él era aún menos.
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EL TACAÑO
No se muere porque está esperando que haya una promoción en la funeraria.
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EL COLMO
El matemático murió por culpa de un cálculo renal.
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LA COTILLA
Paradójicamente, no le interesa su propia vida.
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–Tienes tres deseos.
–¿Tres deseos? Pues…
–Venga. Rápido.
–A mí no me metas prisa.
–Bien. ¿Cuál es el segundo deseo?
–¿El segundo deseo? ¿Estás de broma? No quiero que nadie se burle de mí.
–De acuerdo. ¿Cuál es el tercero?
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–¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
–El pterosaurio.
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–Debes obedecerme. ¡Obedéceme, Viernes! –grita Robinson.
El interpelado mira al blanco, que está amarrado a un árbol, e ignora sus gritos. Toca con la punta del cuchillo el muslo que se asa al fuego. Ya casi está. Tiene un aspecto delicioso y huele que alimenta.
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–¿Qué quieres que haga por ti? –le pregunté.
Terminó la enésima copa antes de contestar.
–Me vendría bien tu hígado –me dijo.
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Sentía tal bloqueo que era incapaz de escribir la lista de la compra.
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LA FÁBULA DE LA LECHERA
Vendió la leche. Compró gallinas. Vendió los huevos. Compró una vaca, que tuvo terneros. Los vendió. Compró ovejas y amplió la granja. Le hicieron una inspección de Hacienda. Lo perdió todo.
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Le dejé porque era un pesimista: siempre veía el beso medio vacío.
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–Pero ¿cómo pudiste fiarte de mí? –preguntó el escorpión.
–Es mi naturaleza –respondió la rana.
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EL COLMO
Apenas el crucero tocó Madeira cuando empezó la mala suerte a bordo.
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Cuando el juez le condenó en costas, huyó a las montañas.
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Don Luis entra en la clase de 2º de la ESO y dice:
–Como decíamos ayer…
Pero los alumnos no recuerdan lo que don Luis dijo el día anterior. Ni siquiera, con el jaleo, han oído lo que acaba de decir.
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–Espejito, espejito, ¿quién es la más guapa del reino?
–Vos, majestad.
–No es mi hijastra.
–Vuestra hijastra no tiene un martillo en la mano.
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–Esa herida de bala en medio de la frente tiene mala pinta. ¿Estás bien?
–…
–Tomaré tu silencio como un sí.
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TORRE DE BABEL
El arquitecto hablaba sumerio. El jefe de obra daba órdenes en acadio. Los trabajadores parloteaban en elamita, palaico, asirio, luvita, egipcio, hitita, medo, hurrita, gasga, lidio, licio, hebreo. No había forma de entenderse.
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–Noé.
–Sí, Yavé.
–Los pecados de los hombres son muy grandes. Quiero que construyas un arca.
–Ah, ¿va a haber un diluvio?
–¿Un diluvio? No, no. Va a fundirse el hielo de los polos y subirá el nivel del mar.
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EL COLMO
El insomne tuvo que despertar a las ovejas para poder contarlas.
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–Hace mucho que no veo a Damocles. ¿Qué fue de él?
–¿No te has enterado? Murió.
–¿Qué? ¿Cómo fue?
–Tuvo un accidente con una espada.
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–¿Y tú desde cuándo eres marxista?
–Desde que vi Una noche en la ópera.
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Aviso importante: no se le ocurra contarle chistes a su robot; podría destornillarse.
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EL COLMO
El cura iba a toda hostia.
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Tuve un tesoro de marido. Por eso lo maté y lo enterré en el bosque.
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De tanto filosofar, Chuang Tzu vino a perder el juicio y a creerse una mariposa.
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–Les di a cada uno de ellos 5.000 euros, pero no les pareció suficiente. Querían más.
–¿Más?
–Sí, más. ¡Qué descarados!
–¿Y cuánto dinero querían?
–No, no querían dinero. Fue mucho peor.
–¿Peor?
–Peor. Tuvieron la desfachatez de pedirme que les regalara mi tiempo.
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–¿Tienes muchos muertos en el armario?
–¿Yo? Ninguno. Todos están bien enterraditos en el jardín.
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Lo que enloqueció a las sirenas fue que Ulises les pidiera un bis.
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Él tenía un as en la manga; yo, un revólver en el cinto.
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Para ser aceptado en la RAE bebía güisqui, escuchaba yas, se hacía autofotos, se había puesto un pirsin y se bañaba en un yacusi.
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–Filípides, ¿quién ganó la batalla?
–Y yo qué sé. Eché a correr cuando vi a tantos persas.
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EL COLMO
El sastre apareció cosido a puñaladas.