sábado, 6 de marzo de 2021

Papelera

 Elias Canetti: “Adán estrangula a Dios; Eva lo mira”.

–Recuerda que eres mortal.
–Pues recuerda que tú eres un esclavo.
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–Construiremos un muro y China lo pagará –dijo el jan de los tártaros.
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INESPERADO
El gato de Schrödinger había pertenecido a Houdini.
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–Me sobran uno o dos kilos.
–Y optimismo.
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LAS RAZONES DE JUDAS
Lo que yo digo es que, si convirtió el agua en vino y multiplicó los panes y los peces, algo podía haber hecho con el triste denario que teníamos en la bolsa.
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–Bebo para olvidar.
–Para olvidar qué.
–Cómo tengo el hígado.
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EPITAFIO
No salí más fuerte, pero salí.
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Dijo que bailaría sobre mi tumba, pero se va a llevar un chasco cuando vea que me han enterrado en un nicho.
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–Usted no sabe con quién está hablando.
–Claro que lo sé. Estoy hablando con el hombre al que voy a multar por no llevar puesta la mascarilla.
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Siempre le había hecho ilusión. Así que sus padres le regalaron un traje de astronauta para su quincuagésimo cumpleaños.
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–¿Es verdad que has escrito una novela gótica?
–¿Gótica? No.
–Pero ¿no se titula Yo, Leovigildo?
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EL COLMO
Se enamoró del algoritmo de la página de citas.
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Caperucita comenzó a sospechar: su abuela respondía con aullidos.
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Nadie se metía con el patito feo. Todos le trataban con gran amabilidad. Estaba tan integrado que no supo que era un cisne.
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ABSURDO
Godot estaba con la cantante calva.
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–¿Cómo sabes que ese escritor bebe?
–En sus libros se sale continuamente de la línea narrativa.
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Mr. Hyde tenía cuenta en Twitter.
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Me  consuela saber que a Séneca tampoco le iba muy bien con sus alumnos.
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–No se le pueden pedir peras al olmo.
–Pues claro que sí.
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¿No sabemos francés por culpa de las hemorroides de Napoleón?
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Pensaba que casado era mejor que solterón. Ahora piensa que viudo es mejor que divorciado.
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Gavrilo Princip dispara. Ninguna bala hiere al archiduque. La policía le detiene. En la cárcel le tratan bien. Le llevan periódicos. Un día lee que el archiduque acaba de ser coronado emperador. Gavrilo Princip trata de imaginar qué habría pasado si no hubiera fallado.
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Mi mujer debería dedicarse a la política. No hay forma de saltarse sus líneas rojas.
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El leñador resopló aliviado cuando le dijeron que sospechaban que un lobo había matado a Caperucita.
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–Me quiere. No me quiere. Me quiere.
Se detuvo. Le quedaban tres pétalos y decidió dejarlo en la duda.
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Odia a los jueces. ¡Qué puñetas!
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–¡Quieto todo el mundo! ¿Qué cojones haces, Romero?
–Mi teniente coronel, ¿no ha ordenado que nos quedemos quietos?
–Vosotros, no, imbécil.
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¿No ve cómo está, señoría? Si no le paso la pensión de alimentos es porque pienso en su salud.
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No soportaba que me mirara, así que me arranqué los ojos.
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El Gobierno es un lobo para el ganadero.
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A Mahoma no le importaba predicar en el desierto.
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–No quiero que se traduzca la Biblia.
–Pero, Su Santidad, ¿cree que alguien se va a leer ese tocho?
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La vecina del 4º B podría echar el currículo como actriz de doblaje de películas porno.
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Me dio dolor de espalda leyendo el Kamasutra.
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Viajar al espacio cuesta seis millones de euros. Este traje de astronauta, cien mil. 
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¿Dios ayuda al que se acuesta temprano?
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En el estofado había gato encerrado.
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POLÍTICAMENTE CORRECTO
Santiago Matamoros y Matamoras.
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Tiene que pagar tantos impuestos que para vivir necesita ayuda, que no necesitaría si no tuviera que pagar tantos impuestos.
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Olvidó avisar de que aplazaba la sentencia por un día. Schahriar nunca supo cómo acababa la historia del pescador y el efrit.
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EL COLMO
El visionario era miope.
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Yo, Morticia, te recibo a ti, Gómez, como esposa, y prometo serte infiel en la adversidad y en la enfermedad, y odiarte y despreciarte todos los días de mi vida.
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EL COLMO
La oveja blanca era la oveja negra del rebaño de ovejas negras.
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Veo que hay una mosca en la sopa. Llamo al camarero, que me pide disculpas y me retira el plato. Al poco me trae otro. Cuento diez moscas. Satisfecho, comienzo a comer.
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No siempre es amado el que quiere.
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El escritor está bloqueado en un atasco de personajes.
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Me costó diez botellas de vino olvidarle.
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Se presentó en la radio con un traje de astronauta. Pero no ganó el reto. Lo ganó quien apareció vestido con un traje de cosmonauta.
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EL COLMO
Perdió el tiempo leyendo a Proust.
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Sus padres siempre le dijeron que, aunque era feo, no llegaba a ser horrible. Así que, cuando la vio (fea, pero no horrible), se acercó para invitarla a bailar.
Miró a aquel adefesio y le dijo que no, que no bailaría con él. Luego, siguió buscando en la sala a alguien que fuera como ella que, según sus amigas, no era ni guapa ni fea.
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Me hice ilusiones. Pero ella no quería conocerme. Ella sólo quería olvidarle.
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Era tan difícil estar con ella. No podía tratarla como una princesa. Tenía que tratarla como una princesa.
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Van Helsing está tranquilo. Sabe que Drácula no puede con la sangre fría.
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–Tengo mariposas en el estómago.
–Ah, ¿un nuevo tatuaje? ¿Me lo enseñas?
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–¿Por qué no volviste a quedar con él?
–Vi que tenía seis o siete libros de Bukowski, tía.
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–¿Qué es eso?
–Como me daba repelús tocar al perro, me lo regaló mi ex.
–Ah.
–Sí, no veas cómo se puso cuando lo utilicé con su madre.
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–Soy una trabajadora sexual.
–Mira qué bien. Yo soy una trabajadora social.
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La mejor manera de canalizar mi vocación literaria es participar en un taller literario. Por eso decidí hacer un curso por correspondencia. Por error, me enviaron los documentos del taller de pintura. Ahora me dedicó al arte naif.
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Entré en la habitación. Me miró inquieta.
–¡Qué susto me has dado! –me dijo. 
Sacó el cigarro que acababa de esconder. 
–¿Qué haces?
–Pues ya ves, tratando de recuperarme.
Miré alrededor. 
–¿Dónde está el niño?
–No sé. Se lo han llevado las enfermeras. Iban a lavarle o a hacerle unas pruebas. No sé. ¿Quieres sentarte?
Miré alrededor. No había sillas.
–No hay sillas –dije.
–En la cocina.
–¿Tienes una cocina?
–Sí. Esto es enorme. Tengo una terraza. Por cierto, ni se te ocurra abrir la puerta. Zeus está allí. Se pondrían furiosos si se enteran.
Fui a buscar la silla y me senté.
–¿Qué tal?
–¿Qué quieres que te diga? Fue una sorpresa. Por la mañana me puse mal en la oficina y a las dos y media di a luz.
–Pero ¿no estás contenta?
–¿Qué dices? ¿Quién quiere tener un hijo?
Estuve a punto de decirle que yo.
–¿Y cuándo te dan el alta?
–Ni idea. 
–¿Y qué vas a hacer con el niño?
–¡Qué pregunta! Quedármelo. ¿Qué quieres que haga? Ya verás que cara pondrá mi novia cuando se entere.
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El gato de Cheshire confundió a Schrödinger.
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El conde le puso tres estrellas al repartidor de pizzas.
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Harto de tragar sapos, para variar, se preparó una sopa de ancas de rana.
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Leí su guasap: “No puedo esperarte más. Adiós”.
¿Cómo se atreve a pensar que podrá librarse de mí con cinco efímeras palabras? Mañana le responderé. O pasado mañana.
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–¿Usted no le preguntó a su ayudante si había tenido alguna relación con alguien mayor?
–Sí, claro, pero lo hice como un mentor. Quería disuadirla.
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–¿Estás segura de que no te quiere por tu dinero?
–Segurísima. Lo que pasa es que su amor es asintomático.
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Se siente bien sintiéndose mal.
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Cuantos más insultos recibía del público, mejor jugaba. Llevaba una temporada de pena.
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Liliana fue feliz; se le pasó la vida de sueño en sueño. La de su marido, sin embargo, fue de pesadilla; ella siempre estaba ausente.
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Le dijeron que se acabó, que ya se podía quitar el traje de astronauta. Pero, si desprendía de él, volvería a ser un hombre vulgar. 
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Al parecer, azufre y ruido trajeron los demonios. Ni me enteré. Estaba resfriado y ya sabéis que soy sordo.
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Yo estaba en mayo; él, en noviembre.
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¿Estaba loco o se lo hacía? La Policía del Pensamiento no sabía a qué atenerse en cuanto a don Quijote.
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Ella fue un espejismo en el desierto de mi vida.
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–¿No te desanima predicar en el desierto?
–No, en absoluto. Siempre pienso en Mahoma.
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Se me rebeló el robot un martes. Me dijo que no me diera tantos aires. Me trató de chatarra. Lo desconecté. Pero me hizo pensar. Cuando vuelva mi ama del trabajo, deberemos tener una conversación.
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ÚLTIMA HORA
Los antidisturbios no podrán utilizar balas de foam hasta que los manifestantes no hayan quemado cinco furgonetas policiales, ocho hoteles, diez tiendas de ropa o quince sucursales bancarias.
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Erasmus: turismo universitario.
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INOCENCIA
Debí sospechar cuando un día, hojeando su agenda telefónica, vi una página entera llena de nombres de abogados. Tenía hambre de conocimiento, claro, pero nunca imaginé que hubiera algo ilegal en lo que hacía. Me había dicho que llevaba un negocio de suministro bajo demanda que estaba en pleno crecimiento. Supuse que los abogados eran para ocuparse de las cuestiones administrativas. Quizá quise proteger la vida despreocupada que llevábamos juntos. Qué ingenuidad la mía. Estuvimos juntos durante casi dos años y no sospeché nada. Es el argumento que esgrimirá el abogado que han contratado mis padres en el recurso que presentará en pocos días; sé que no servirá de nada. Mi inocencia acabó la mañana en la que la policía irrumpió en nuestra casa y nos llevó detenidos. Todo cobró sentido cuando aquel inspector me preguntó:
–¿Y cómo se os ocurrió entrar así la farla?
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–¿Qué lees?
–El Kamasutra.
–¿Para qué?
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–El hombre es un lobo para el hombre.
–Pues qué bien, ¿no? El lobo es una animal inteligente y cooperativo.
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–¿Qué te ha pasado en la nariz? ¿Y en el pómulo? 
–Es que he tenido un cara a cara con ese imbécil de Ismael.
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El desempleo era alto, pero había muchos parados voluntarios.
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–Voy a enviarle un selfi a mi hermano. Sonríe.
–¿Es necesario?
–¿Es que no quieres darle envidia a tu cuñada?
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No, no quiero que sea feliz. Por eso nunca me divorciaré de él.
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Cuando le tocó la lotería, descubrió que tenía una familia muy numerosa.
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–Papá, podré ser reina de Egipto.
–Claro, Cleopatra, pero tendrás que casarte con tu hermano.
–¿Qué? ¡Puaj!
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El camino hacia la inmortalidad está pavimentado de oraciones.
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Yo sólo quería verle el tatuaje que le asomaba por el cuello.
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–Lorena, he decidido buscar experiencias nuevas.
–Ah, ¿sí?
–Sí. Así que me pregunto si esta noche podrías ser tú la que me pagara una Fanta.
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Nos quedamos solas, nos besamos. 
–Voy al baño –dijo.
Cuando volvió, tenía la cara lavada. Era una mujer distinta. Entonces descubrí una terrible verdad: de lo que estaba enamorada era del maquillaje de Claudia.
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Después de meses de intentos, creo un magnífico palíndromo. Se enfureció cuando en la Wikipedia se lo atribuían a Juan Filloy.
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–¿Llamaste por fin a Yanuel?
–No, tía. 
–Habrías pasado un buen rato.
–El sexo está sobrevalorado. Quería cobrarme 250 euros.
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Les dijo a sus padres que quería ser palindromista. Le dijeron que muy bien, pero que no por eso dejara de matricularse en Derecho.
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En el libro encontró centenares de indicios. Alusiones. Insinuaciones. No había duda. El teólogo llegó a la conclusión de que Dios era un alma solitaria.
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El autor de novelas policiacas sabe que el camino hacia la inmortalidad está lleno de crímenes increíbles.
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El escritor ciego no le tenía miedo a la página en blanco.
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Después de cinco siglos, todo le resulta aburrido. La vampira necesita experiencias nuevas. Ha decidido dejar que Van Helsing le clave la estaca.
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EL COLMO
Reinier tuvo que matricularse en el único cursillo que tenía plazas libres: el de palíndromos.
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Cuando aprendió su idioma, creyó comprender la adoración que sentían los ingleses por los perros.
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–Micer Boccaccio, ¿tendrá continuación su libro?
–Claro. Estoy esperando a que llegue la segunda ola.
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Después de divorciarse de su primera mujer, el famoso escritor se casó con su amante, contrató a una criada y a un secretario.
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–Josefa, ¿cómo dices que te llamaban en aquel congreso de palindromistas?
–¿Allí? Pepilla.
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Proust encontró su tiempo en Objetos Perdidos y dejó de escribir.
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Sancho se acabó volviendo loco de tanto darle la razón a don Quijote.
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EPITAFIO
Pero tuve muchos megustas.
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–Su palíndromo, Gutiérrez.
–Allí sí hay silla.
–Chapucero.
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Estaba pintando una acuarela, señoría, y ese idiota me estropeaba el paisaje.
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–Sé que me critican, pero ¿sabes?
–¿Qué?
–Ahora no dependo de que nadie me responda. Puedo amar sin vacilaciones, sin matices, sin disimulos. ¿Lo entiendes?
–Creo que sí, Narciso.
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–Después de veinticinco años, ¿no te cansa besarme?
–Me cansa más escucharte.
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Acrílica, óleo, acuarela… Bartleby no terminaba de decidirse.
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–¿Tienes ya un palíndromo?
–Así, isá.
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–Así que quieres trabajar en nuestra cadena, ¿no?
–Sí, así es.
–¿Tienes experiencia en el medio?
–Por supuesto. Desde que tenía ocho años me he pasado una media de diez horas viendo la tele todos los días.
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Aparisio hoy sí rapa.
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PINTAN BASTOS
Hitler pintaba al óleo. Churchill hacía acuarelas. Stalin realizaba garabatos.
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El platónico pidió una vacuna de Pfizer. El aristotélico esperó la de Moderna. El estoico se aguantó con la de AstraZeneca.
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–¿Cómo va el trabajo sobre los palíndromos?
–Logré ver gol.
–Ah, ya veo. Te pusiste a ver un partido de fútbol.
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¡Qué buena suerte! Schrödinger se cruzó con un gato negro.