sábado, 8 de agosto de 2020

Papelera

René Avilés Fabila: “Vivió en tiempos muy malos: cuando los hombres estaban divididos por fronteras, idiomas, religiones, por colores”.

Con el calor se contraen los microcuentos.
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Pandora alegó que ya había muchos vicios sueltos antes de que ella abriera la caja, por ejemplo la curiosidad.
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EMPODERAMIENTO
Judit le corta la cabeza a Holofernes.
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Creó la luz, la tierra, los animales, las plantas, pero lo que realmente quería crear fue alguien que le adorara.
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El patriarca de Constantinopla llega al infierno. El demonio le pregunta:
–¿No quieres saber si el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo o sólo del Padre?
–Bah, ya me da igual.
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LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ
A Dorothy y a su perrito.
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La fiesta era tan aburrida que Cenicienta se fue a las diez y media.
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–¿Qué animal camina a cuatro patas al alba, a dos patas al mediodía y a tres patas por la noche?
¿Cuál puede ser? No tiene ni idea. El… No, no. Imposible. La criatura sonríe. Le muestra sus afilados dientes. Entonces le llega la respuesta.
–¡El hobbit! ¡El hobbit! –exclama Bilbo.
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Dios está en modo avión.
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La mascarilla oculta que no tiene ni boca ni mano.
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Monterroso escribió una novela, pero su editor no quiso publicarla.
–Quiero más dinosaurios –le dijo.
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¡Cómo pasa el tiempo! Hace apenas un suspiro, había en Langley House un fantasma. Acabé descubriendo que era el difunto marido de Sally, mi mujer. Ahora, en Langley House somos ya dos los fantasmas.
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–Leí al tuitero de guardia.
–¿Y qué tal?
–No consiguió arrancarme una sonrisa.
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La vi tan esbelta que le lancé un piropo. No me respondió.
–¿Qué, guapa, no me vas a decir nada?
Y nada me dijo.
Enfadado, la cogí, la llevé al coche y la arrojé al asiento de atrás. No se resistió. Por supuesto, para conducir me puse las gafas. Salí pitando de allí.
–¿Vas a decir algo? –le pregunté.
No dijo ni pío. Le eché un vistazo por el retrovisor y sólo entonces me di cuenta de que era un viejo maniquí que alguien había dejado abandonado en la calle.
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–Dani, estás aquí.
–Sí, señora Ogállar. Me dijeron que quería verme.
–Sé que eres alguien ambicioso, Dani. Tengo que hablarte… Sabes que queremos cooperar con el Bufete Cisneros-Palazuelo, ¿no?
–Algo he oído.
–Ellos son una parte en el caso TRABSA. Una parte importante, Dani. ¿Sabes quién es Luisa Cisneros?
–Claro, señora Ogállar. Es…
–Sé lo que ibas a decir, Dani. Sí, Luisa Cisneros es un abogada que está a mi altura. De ella depende que podamos afianzar nuestra alianza, prestarnos apoyo mutuo. Tal solidaridad entre bufetes, Dani, no es nada común. Querría…
–¿Qué, señora Ogállar?
–Seamos claros, Dani. Tus notas en la facultad no fueron demasiado altas y aprobaste el examen del Colegio por los pelos. Pero tienes otras cualidades, unas cualidades, querido Dani, que seguro sabrá apreciar Luisa Cineros. Habrás oído los rumores, ¿no?
–Sí, algo he oído.
–Por supuesto, querido Dani, no quiero que te veas forzado a hacer nada que no quieras, pero sabré agradecerte cualquier cosa que hagas.
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SUICIDA EN CIERNES
Metió una pistola en un cajón.
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Tuve que matarla para que el demonio saliera de su cuerpo.
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Fui a la cafetería y me tomé un chocolate con churros y coronavirus.
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Día y noche, el gran Vianu planificó el robo del Banco Central. Fue brillante la manera que tuvo de entrar en la cámara central. Habría sido un robo legendario y Vianu se podría haber retirado multimillonario a Dubái si el Banco Central hubiera guardado algún oro.
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Cocí salchichón, le eché patatas crudas, lo aderecé con un poco de azúcar y le demostré a Gigi que no sabía cocinar.
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La expiración puso fin a sus problemas de inspiración.
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Mató a la gallina de los huevos de oro. La cotización del metal amarillo había caído un 33 % en el mercado de futuros.
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El león y el cordero comen juntos. Primero, el cordero. Después, el león.
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Los soldados le sorprendieron tratando de escapar. Lo llevaron a su comandante, que ordenó que lo decapitaran. El cuerpo fue introducido de nuevo en la tumba. ¿Y qué pasó con la cabeza? La cabeza de Jesús desapareció.
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El peluquero no respeta mis canas.
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–Era tan guapo, tan trabajador, tan bueno.
–¿Por qué no le preguntaste si quería salir contigo?
–Tuve miedo de que dijera que sí.
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No ha sudado en toda su vida.
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Le regalamos al embajador alienígena un cuadro de Monet. Se lo comió.
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PARADOJA
Hace televisión basura para no tener que comer comida basura.
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Entró una mosca por la ventana. No le presté atención. Me picó en el brazo. Traté de matarla de un manotazo, pero salió huyendo. Tres días después, advertí que diminutas moscas se movían por debajo de la piel de mi brazo…
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Anillos en Saturno, las sesenta y tres lunas de Júpiter, estaciones de cuarenta y dos años en Urano, los huracanes con vientos de dos mil kilómetros por hora en Neptuno. Al Creador le quedó un sistema solar de cine.
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Cuando llegó a la cima del monte de Venus, estaba tan cansado que no tuvo fuerzas para clavar su bandera.
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El ser que bajó del platillo volante tenía un aspecto normal. Pequeñito. Poseía dos extremidades inferiores, dos superiores, tres dedos. Ojos enormes. Boca pequeña. Su nariz, sólo dos agujeros. Pero lo más extraordinario de aquel alienígena era que hablaba por los codos.
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El periodista quería  entrevistar al extraterrestre. El extraterrestre quería comerse al periodista.
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Fue un accidente. El dragón se tragó una mosca. Tosió fuego. La princesa estaba mirando.
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Se ahogó en su fuente de inspiración.
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–¿Tiene problemas de inspiración?
–No.
–Ah, ¿no? ¿Y de dónde le viene?
–Del aire.
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Tuve miedo de su temeridad.
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Él me diertó. Yo le tretiqué. Él me arrojó un merute. Yo le lancé un ñará. Él me quesigó. Yo le neviné. Él me dio una carsada. Yo le respondí con un derderazo. Él me besó. Yo le mordí.
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Dejamos los cuerpos de Rodrigo Díaz y de los otros diez muertos extramuros. Era la única forma que se nos ocurrió para contener la infección. Atraídos por algo inefable, vagaron cerca de las murallas durante toda la noche. Por la mañana, llegaron los almohades. Cuando los vieron, pensaron que serían una presa fácil. Al cabo de un rato, comprendieron su error. Decenas de voluntarios, estaban contagiados y atacaban a sus compañeros. Desde lo alto de la muralla contemplamos el espectáculo.
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Sabía hacer un canuto con una o.
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–¿Qué grosero, Joachim? Podías haberle respondido al señor Freud cuando te ha preguntado cómo estabas.
–No, Grethe, que luego me viene una factura de quinientas coronas.
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El padre del desierto ha decidido enviar a la ciudad a todos sus hijos.
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NO SOPORTABA
A pesar de la diferencia de edad, le gustó Cleopatra. La encontró hermosa, encantadora, sensual. No soportaba, sin embargo, que la reina egipcia se bañara todos los días en leche de burra. Y no es porque le resultara chocante esa curiosa costumbre oriental: sencillamente, Augusto tenía intolerancia a la lactosa.
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El escritor con problemas de inspiración tuvo que ser conectado a un respirador.
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–Creo que tenemos que cooperar.
–Están buenos estos espaguetis, ¿eh?
–Deberíamos fortalecer nuestra alianza, establecer lazos de solidaridad.
–El Lambrusco está soberbio.
–Es necesario que nos prestemos apoyo mutuo para lograr nuestros objetivos.
–Creo que voy a pedir otro vaso. 
–¿Qué opinas? Di.
–¿Quieres que te dé mi opinión?
–Sí, claro.
–¿Quieres que te abra mi corazón?
–Habla.
–Pues mira, amigo Villarejo: no me fío de ti. De hecho, sé que me estás grabando ahora mismo. Y si he accedido a verte es porque me has invitado a comer en este italiano.
–Pues ahora vamos a pagar a escote.
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Dios juega a los dados. Gana la túnica de Jesús.
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ARROJADO
Cuando me enfrenté al dragón no tuve miedo. Animoso, me lancé contra él. Traté de hundirle mi espada en su vientre. Ignoré el fuego que salía por su boca. Estuve a punto de conseguirlo. Si no me faltaran ambos brazos ni estuviera ciego, volvería a intentarlo.
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El rey emérito se refugió en Botsuana. Los animalistas pidieron que se le permitiera regresar al país.
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Conocí a Ramiro una noche de agosto. Era gordo, tenía un extraño sentido del humor y olía a pachuli. Pero le caí en gracia y, aunque a mí no me gustan los hombres (que quede claro), acepté su invitación de acompañarle a su piso porque tenía aire acondicionado.
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Circo Italiano, 02:35. Siguen buscando al hombre bala. Ni rastro de él. No tienen ni idea de que, a diez kilómetros, se ha producido un accidente aéreo. Un caza del ejército ha chocado con un objeto misterioso. Ha muerto el aviador.
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Sé un chiste sobre Woody Allen y una chiquilla, pero no lo voy a contar.
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RORSCHACH
–¿Qué ve?
–Una mariposa. Un libro. Una chuleta. Una hoja de roble. Una mano. No sé…
–Está claro, señor Gotti. ¿Usted tiene síndrome de personalidad múltiple?
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Mi gato es de gustos exquisitos. No come ratones. Menos mal que estos no lo saben.
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Era un autónomo, un despiadado asesino, un carnicero. Fue contratado para matar a John Cottone, capo di tutti capi, pero falló: mató a su hija. Malherido, la policía le capturó. Cottone le perseguía. También su contratante. El demonio moriría en prisión.
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¿La oscuridad es tan rápida como la luz?
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Mahoma le escribió una carta a Cosroes, rey de reyes, que, por supuesto, no la entendió porque estaba en árabe.
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TRADICIÓN
Herschel Blumenfeld emigró a Estados Unidos a fin de evitar que lo reclutara el ejército del zar. Eric Bloomfield, su nieto, emigró a Canadá para no luchar en Vietnam.
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Allan Johnson, piloto de Lancaster, bombardea Bayreuth mientras escucha el Mikado, de Gilbert y Sullivan.
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Esta mañana, en la reunión de microcuentistas anónimos, me aplaudieron cuando dije que llevaba dos semanas sin escribir. Si fuera verdad. 
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–¿Qué comes, Diógenes?
–Un pastel que encontré tirado en la basura.
–No, si todavía te vuelves epicúreo.
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TAMBIÉN MUERDEN
Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos. ¿Sancho? ¿Sancho?
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–A ver, Diego de Torres se ayuntó con una india y enfermó unos días después.
–Eso parece. 
–Pero Miguel López, que también tiene síntomas, no abandonó el barco cuando tomó tierra.
–Así es, almirante.
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Llamé al verdugo. Me colgó.
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–Sócrates era el más alto.
–¿Ese enano?
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HE ESPERADO SETENTA AÑOS
Por fin me atrevo a decirle a Luis que le quiero. Me mira. Babea. Me pregunta si soy  su hija.
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Hoy me siento bien, un Stephen King: acabo de darle un susto de muerte a un niño.
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La brisa movió su pelo. Me dejé llevar por la pasión y la ternura. Fue bien hasta que salió la Luna y todo se desquició: la noche tomó una deriva terrorífica. Comencé a aullar. Me transformé. Ella no dejó de gritar.
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En la cena de Nochebuena, mi cuñada tiró dos tenedores y tres cucharillas a la basura, me descascarilló tres platos, rompió otro y destrozó una baldosa. Y eso que, cuando me preguntó si me ayudaba, le dije que me ayudaría que se quedara sentada.
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–¿Valió la pena?
–Pues conocí a un chico que se daba muchos aires y que no sabía bailar, durante toda la noche estuve evitando a mis hermanastras, tuve que salir tan rápido que perdí un zapato… La verdad, mejor me hubiera quedado tranquilita en casa viendo la tele.
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Ser un gnomo tenía sus ventajas: cabía en cualquier recoveco. Y sus desventajas: siempre temía que apareciera un buscador de setas cegato.
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La marquesa salió a las cinco. No había nadie por la calle y podía pasear sin mascarilla.
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Ladran, Sancho, señal de que debemos picar espuelas.
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MENTIRA 
Te amo como el primer día.
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–Conexión puño-mandíbula –le dijo su entrenador–. Recuerda: puño-mandíbula. 
Fenómeno Fernández, sin embargo, lo entendió al revés. El puño de Locomotora Giovanni se estrelló en la mandíbula de Fernández. Y en la lona quedó tendido nuestro púgil.
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Asesina a su jefe después de una metódica preparación, pero la pillan, porque Emma Zunz no se resiste a la tentación de hacerse, junto al cádaver, un selfi.
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–Recibí la llamada.
–¿Dios?
–Menotti.
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–La plaga de Atenas no fue culpa de los políticos.
–Muy bien, pero explícame por qué en Esparta los efectos no fueron tan devastadores.
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Subió a la tribuna muy ufano y soltó una bastante grosera dimuerna. ¿Acaso creía que yo me iba a quedar callado? Pedí una réplica y lo coquelí.
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LA GRAN BATALLA
Mi cuñado me dijo que admiraba a Fernando Simón.
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Águeda García da positivo en coronavirus. Si tuviera 28 años, Águeda no tendría por qué preocuparse, pero, como tiene 82 años y vive en una residencia, sus posibilidades de supervivencia son cercanas a cero.
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TRISTE
86 colgó el zapatófono.
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He esperado setenta años a que llegara la musa. Empiezo a comprender que tenía que haber salido a buscarla.
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–¿Usted es el único superviviente?
–Sí.
–¿Qué pasó con los demás?
–Me los comí.
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La inspiración le llegó en medio de la pasión.
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EL MÁS PRECIADO BOTÍN DEL BANDIDO DEL BOSQUE DE MIKLUSZOWICE
Durante años, el terrible salteador Jurek fue dueño del bosque de Mikluszowice. Cualquiera que lo atravesara, se exponía a verse asaltado por el bandido. Jurek guardaba en su cueva todo lo que robaba pues, a diferencia de otros ladrones célebres, no desvalijaba a los ricos para entregárselo a los pobres. Él no distinguía entre ricos y pobres, a todos les exigía algo a cambio de sus vidas. Tenía el gusto de las urracas por los objetos extraños e inservibles. Por ello, en su guarida podían encontrarse monedas rusas, turcas y austríacas, manuscritos jasídicos, biblias ortodoxas, tratados filosóficos, modestas azadas, violines, anillos eclesiásticos, bastones, la cruz de la iglesia de Targowisko, candelabros, espadas, mosquetes, hachas de leñadores que se habían adentrado en el bosque de Mikluszowice para cortar leña, la muleta del alcalde cojo de Dziewin.
Sin embargo, el más extraño botín que jamás consiguió Jurek fue el beso que le dio Izabella Lenczewska, una joven que se dirigía a Cracovia. Cuando asaltó la diligencia donde ésta viajaba, todos los pasajeros, que sabían de la fama de Jurek, se apresuraron a entregarle un objeto. Incluso algunos, conocedores del gusto del bandido por lo extraño y lo insólito, lo traían preparado. Pero Izabella Lenczewska nada tenía que entregarle. Como el bandido se impacientaba, y los otros pasajeros comenzaban a ponerse nerviosos, la viajera le acabó dando un beso en la mejilla.
 –Así no me olvidarás nunca –le dijo.
 Jurek no respondió nada. Le hizo un gesto enérgico al cochero para que siguiera su marcha y los viajeros vieron, mientras se alejaba la diligencia, que el bandido se adentraba en el bosque con un aire cansino.
 Se dice que Jurek nunca olvidó aquel beso que le dio Izabella Lenczewska, la joven que se dirigía a Cracovia.
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Mi mujer se fue llevándose la gallina de los huevos de oro. Va a descubrir la superchería.
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El Jefe del Estado tiene que abandonar el país perseguido por el escándalo de los regalos recibidos. Superada la crisis, el Presidente del Gobierno necesita un descanso. Se marcha de vacaciones a una mansión que le regalaron al Jefe del Estado y que éste donó al país.
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–Majestad, ¿no os molestan los cuernos?
–Todo sea por la continuidad dinástica.
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La supervivencia de los frongi, cazadores-recolectores de la Amazonía, siempre fue inestable, pero la llegada del antropólogo Nathaniel Chaimbers supuso una catástrofe. El etnógrafo convenció a los jefes de la tribu para que iniciaran una guerra de exterminio.
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No es cierto que Craso fuera derrotado por los partos. Para disciplinar a sus tropas, ordenó diezmarlas. Todos los días. Una mañana, Casio huyó con los pocos legionarios supervivientes a Antioquía. Allí contó la versión de la historia que todavía es aceptada.
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INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN MICROCUENTO
1. Coja dos palabras que no tengan nada en común, como Zeus y Biblia.
2. Piense en la manera de relacionarlas.
3. Escriba, sobre todo escriba.
4. Si no se le ocurre nada, déjelo, porque, después de todo, si Zeus no leyó la Ilíada, que es un libro tan interesante, ¿cómo demonios va a leer en un libro tan aburrido como la Biblia?
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El famoso escritor tuvo una inspiración: contrataría a un negro.
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Confiaban en que barriera, limpiara, cocinara, lavara la ropa, pero Blancanieves no sabía hacer nada. Los siete enanitos acabaron pidiéndole que se marchara.