sábado, 14 de junio de 2025

Papelera

Milena Busquets: “A la mayoría de los escritores las palabras se nos acaban a diario y nos vamos a la cama cada noche sin saber si habrá más, como un enamorado cualquiera, ansioso por saber si al día siguiente su amada le seguirá queriendo”.


CONTRAFACTUAL

Hitler murió en el atentado de la cervecería. Alemania ganó la Segunda Guerra Mundial. A los setenta años, el Oberreichsführer Hermann Göring se retiró a su palacio de Gotlandia. Los retratos del Führer caído adornaban todavía los billetes de 10 reichseuros, aunque los más jóvenes apenas recordaban ya su voz aguda y sus discursos interminables. Göring, que había sido el alma práctica del Tercer Reich Transatlántico, recibía cada mañana informes de los virreyes en Nueva Ámsterdam, Ciudad del Cabo y Vladivostok, aunque hacía ya años que se limitaba a firmarlos con pluma de oro y una sonrisa satisfecha.

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CONTRAFACTUAL

En el peor momento, a Áyax le dio un ataque de tos. Los griegos no conquistaron Troya.

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Van Helsing fue vetado de Cazavampiros Anónimos: sí, él tiene la culpa de que todos los demás quedaron en el paro.

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IDEA PARA UN CUENTO

Durante siglos, los cartógrafos han vivido de trazar líneas. Cuando los mapas dejaron de cambiar, comenzaron a financiar guerras discretas: nada impulsa las ventas como una frontera recién dibujada.

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IDEA PARA UN CUENTO

Durante siglos, los cartógrafos han vivido de trazar líneas. Pero cuando los mapas dejaron de cambiar, comenzaron a financiar guerras discretas, alentar movimientos secesionistas y susurrar nuevas patrias al oído de ambiciosos líderes. Al fin y al cabo, nada impulsa las ventas como una frontera recién dibujada.

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EL COLMO

Pobre Greta: ha naufragado y no puede pedir auxilio lanzando una botella al mar.

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Los libros de Paulo Coelho le dejan helado. Por eso los reserva para las olas de calor, funcionan mejor que el aire acondicionado.

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–Estaba diciendo que estaría trabajando antes de los 25 y que se casaría por la iglesia a los 28 como muy tarde. Tendría su primer hijo antes de los 30. Lo apuntaría a Karate o Taekwondo, como mucho, a los seis años. 

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Si quieres una relación tóxica, estoy disponible.

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Tía, me gustó. Me besó como si fuera James Deen.

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Sencillamente, no puedo querer a alguien que me quiera a mí.

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Siendo quien soy, no puedo querer a quien me quiera.

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Pasaron veinte años en la fabulosa ciudad de Cascar. Fueron días llenos de despreocupación, de tranquilidad. Pero sabían que era necesario retornar. Durante meses, planearon la vuelta. Ninguno quería irse de allí, por lo que la decidida marcha, siempre pospuesta, acabó demorándose cinco años. Finalmente regresaron. En Venecia, contaron la felicidad que habían encontrado en Cascar, pero únicamente recibieron indiferencia. El más joven de ellos, Marco Polo, acabó inventando la patraña de que habían visitado la fabulosa China y contó maravillas, que a todos dejaron sorprendidos y admirados.

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Pasaron veinte años en la legendaria ciudad de Cascar. Fueron tiempos de calma y despreocupación, casi irreales. Sin embargo, sabían que tarde o temprano debían regresar. Durante meses prepararon el retorno, aunque ninguno deseaba realmente partir. Así, aquella marcha tan decidida fue pospuesta una y otra vez, hasta retrasarse cinco años más.

Cuando por fin volvieron a Venecia, hablaron con entusiasmo de la dicha vivida en Cascar, pero nadie les prestó atención. Fue entonces cuando el más joven, Marco Polo, optó por reinventar la historia: dijo que habían llegado hasta la fabulosa China. Su relato, lleno de maravillas, dejó a todos boquiabiertos.

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Soñaba con puentes. Y siempre despertaba después de saltar.

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Deslumbrado por la luz al final del túnel, no vio el tren.

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Tiñéndose el pelo, ya no engaña a nadie, pero todavía queda bien en los carteles electorales.

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Amigo Sancho, me llamaron loco por enfrentarme a los molinos. Pero fui un adelantado a mi tiempo. Esos molinos acabarán devorando La Mancha, Castilla, España, Europa, el mundo.

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Tía, me gustó. Le di un beso como si fuera

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Leyendo aquellos libros se sentía muy pequeño, así que se pasó al TikTok. 

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No tengo recuerdos de mi nacimiento. Del resto de mi vida procuro olvidarme.

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Veamos... “La amnistía, en tanto expresión de la voluntad soberana, se sitúa fuera del marco de legalidad ordinaria y encuentra su legitimidad en la excepcionalidad constitucional...” Ajá… Interesante. Es decir, que la Constitución permite lo que no permite, siempre que lo permita quien puede permitírselo. Fascinante ejercicio de contorsión jurídica. Uno enseña durante décadas que el principio de legalidad es la piedra angular del Estado de Derecho, y luego descubre que también es plastilina.

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Realmente eran inmortales. Menos mal que, enfadados por la cobardía de Darío, acabaron poniéndose al servicio de Alejandro. 

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TOUR DE FORCE

Su Historia de la Dictadura Franquista estaba escrita en pretérito imperfecto.

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No sabía hacer el amor, pero en cambio sí sabía hacer piezas de Lego.

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Jugó a dibujar figuras de humo.

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Quien no escribe por creer que todo ha sido escrito, plagia el silencio de los que se rindieron antes.

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CONTRAFACTUAL

Hitler consiguió entrar en la Escuela de Bellas Artes. En 1935, Baviera se separó de la República alemana. Poco después la siguieron Sajonia, Baden, Hamburgo y Wurtemberg.

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El doctor Lecter tiene excusa. No venden esa carne en el súper.

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El doctor Lecter debe buscar carne fuera del supermercado.

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Lecter no encuentra en ningún súper su carne favorita.

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El rey creó un comité de crisis, que se dividió en dos subcomités, uno formado por teólogos; el otro, por profesores de universidad. El primer subcomité llegó a la conclusión de que la causa de la peste había sido el comportamiento pecaminoso de los hombres. El segundo subcomité consideró que miasmas emanados de la tierra la habían provocado. Fue creado un tercer subcomité para estudiar en qué habían fallado los otros dos subcomités. Estudió el problema minuciosamente, pero no llegó a emitir ningún informe porque la gente ya había olvidado la peste.

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–Yo solo sé que quiero escribir.

–¿Aunque nadie te lea?

–Precisamente. Así no me interrumpen.

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–Habíamos pensado ponerte a cargo de la fontanería. A Svetlana, la anterior encargada, le dieron el cuarto grado hace una semana. 

–Yo no sé nada.

–Vamos a ver, Leire. ¿Tú no eras fontanera?

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–Habíamos pensado asignarte la fontanería. Svetlana, la encargada anterior, consiguió el cuarto grado la semana pasada.

–Pero... yo no sé nada de eso.

–Vamos a ver, Leire. ¿No eras tú fontanera?

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Mi propósito era escribir una autobiografía, pero las mentiras se me colaban sin querer, y al final terminó siendo una autoficción.

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Y al final ocurrió lo que nadie esperaba pero lo que todos preveían: Pedro le negó la entrada al paraíso... a Pablo.

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–¿Un consejo para ser feliz, maestro?

–Despierta temprano, pero no para correr al trabajo. Hazlo para ver cómo la luz entra en la habitación sin pedir permiso.

–¿Y si tengo prisa?

–Entonces ya elegiste otra cosa, no la felicidad.

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–¿Un consejo, maestro?

–No compres camisas de lino. Son muy difíciles de planchar.

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Los aforismos son como globos: pueden estar vacíos, contener aire sin llegar a elevarse o explotar si se inflan demasiado. Solo funcionan cuando llevan la medida justa.

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DIONISIO Y LA VIEJA DE SIRACUSA

Cada uno ha sido peor que el que le precedía, mucho peor, así que piden que siga Pedro Sánchez, no por admiración o lealtad, sino por pánico al que pueda venir después.

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–¿Un consejo, maestro?

–No compres camisas de lino. Son muy difíciles de planchar.

–¿Y eso qué tiene que ver con la felicidad?

–Mucho. La vida ya es arrugada, no hace falta que la ropa también lo sea.

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Estoy rodeado de corrupción. Todos lo son. Y yo también, por quedarme inmóvil.

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–Yavé sigue cabreado con los israelíes, ¿no?

–¿Por qué lo dices?

–A ver, ¿por qué entonces en la Tierra Prometida no hay petróleo?

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El emperador estaba abrumado por grandes problemas y buscaba soluciones.

–Consulta a Simeón –le sugirió el primicerio.

–Consulta a Simeón –repitió el patriarca.

–Consulta a Simeón –susurró su amante.

Así que, escoltado por diez mil soldados, veinte mil criados, cinco mil esclavos y dos mil eunucos, partió hacia Siria. Allí, al fin, halló a Simeón.

Le expuso sus pesares: las intrigas de palacio, el caos fiscal, la amenaza en la frontera del Danubio, la oferta de tregua de los persas. Simeón escuchó con paciencia, y al cabo respondió:

–Emperador, llevo treinta y cuatro años, nueve meses y tres días subido a esta columna.

–Sí, pero dime, ¿qué debo hacer? –insistió el emperador.

–Pues eso, majestad: súbete a una columna... y deja que el mundo se arregle solo.

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RUEDA DE PRENSA

El presidente anunció que iba a dar una rueda de prensa. Permitiría que todos los medios le hicieran cualquier pregunta. No habría tiempo marcado. Incluso habría repreguntas. Convocó a los periodistas en la Moncloa a las doce de la mañana del 31 de junio. 

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El presidente, en un arrebato de transparencia sin precedentes, anunció una rueda de prensa histórica: sin límite de tiempo, con preguntas de todos los medios y, atención, ¡hasta repreguntas! Convocó a los periodistas en la Moncloa a las doce del mediodía... del 31 de junio.

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–Yavé sigue cabreado con los israelíes, ¿no?

–¿Por qué lo dices?

–Pues porque en la Tierra Prometida no hay petróleo. A ver, eso no es casualidad.

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Llevaban chateando treinta minutos cuando él dijo que no podrían continuar hasta las 23:56. Había alcanzado el límite para GPT-4.

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TURISMUNDO

–Murió en la cama.

–¿A este no le asesinaron? ¡Qué suerte!

–Le ahogaron mientras dormía.

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–¿Qué hacemos con el Balas ese, presidente?

–Balas.

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Una ciudad de quince minutos es lo que viene a ser un pueblo, ¿no?

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–¿Me permite usted la tarjeta para caminar por la acera?

–Esto, la dejé en el otro jersey.

–Pues son 200 euros de multa.

–¡Ostras!

–¿Y la tarjeta para decir palabrotas? ¿Tampoco la lleva?

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Todos en Transilvania estaban en el ajo, excepto el conde.

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CARNE A LA SUEGRA

Su esposa y su hermano ni la probarían. La carne, orgullosamente servida por su suegra, humeaba con un aroma tan intenso que repelía incluso a las moscas más valientes. Él, armado con tenedor y resignación, dio el primer bocado para no ofenderla… y despertó tres días después en el hospital, donde la suegra lo recibió sonriente: “Viste que no era para tanto”.

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CARNE A LA SUEGRA

Su esposa y su hermano ni la probarían. Doce horas sin electricidad no eran, según su suegra, excusa para desperdiciar “un lomo hermoso”. Además, les dijo que en la radio habían explicado que los alimentos aguantarían en el congelador hasta un día.

Él, por cortesía o timidez, se sirvió una porción. Tenía un sabor entre metálico y vengativo. La suegra lo miraba fijo mientras masticaba.

Horas después, en urgencias, el médico preguntó qué había comido.

–Carne… a la suegra —susurró.

–¿De res?

–Eso espero.

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A OTRO

Jugó a dibujar figuras de humo con su pipa hasta que el mago apareció repentinamente, como suelen aparecer los magos.

–Te invito a una expedición –anunció el hechicero–. Un dragón, un tesoro, el destino del mundo.

Lo miró, bostezó y dijo:

–¿Y perderme la cosecha de calabazas por eso? No, gracias.

–¿Ni por la gloria? 

–No hay mayor gloria que comer una deliciosa crema de calabazas recién cosechadas. 

El mago suspiró. Tendría que buscar a otro hobbit.

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GÜEVOS Y CACHOPO

Su esposa y su hermano ni la probarían. Decían que el cachopo “olía a trampa” y que la carne tenía un tono indefinido, como de bronce viejo.

Él, por cortesía –y porque la suegra lo vigilaba como un halcón con moño–, se sirvió un trozo generoso. El empanado crujía con un sonido que no parecía de este mundo.

–¿Gústate? –preguntó ella, sonriendo.

–Delicioso –mintió, tragando con esfuerzo.

–¡Asina me gusta! Hai que tener güevos pa comer como un home.

Él asintió, sudando frío.

–¿Y de qué es? –se atrevió a preguntar.

Su suegra se limitó a sonreír.

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JUSTICIA A LA BRASA

Su esposa y su hermano ni la probarían. Decían que la carne tenía un tufillo a toga vieja y a sentencia manipulada. Eran, vamos, de estómago delicado. Pero el presidente del gobierno se sirvió un filete entero con una sonrisa institucional.

–Tierna, ¿eh? –preguntó el ministro, limpiándose la grasa de los labios.

–Impecable –respondió.

Un asesor susurró algo al oído. El presidente asintió, tragando lentamente.

–¿Y de postre?

–Fiscal rebelde al horno. Ya está cantando.

El presidente sonrió.

–Perfecto. Que nadie diga que no comemos con la justicia.

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VERDAD A LA BRASA

Su esposa y su hermano ni la probarían. Decían que la carne tenía un regusto a tinta barata y a columna venenosa. Pero el presidente, hombre de gestos firmes y estómago blindado, se sirvió un filete entero sin parpadear.

–Tierna, ¿eh? –preguntó el consejero, chupándose los dedos.

–Impecable –respondió, recordando aquel titular venenoso.

Un asesor se acercó.

–El postre está listo. Crumble de columnista.

El presidente asintió con satisfacción.

–Excelente. Que se note que defendemos la libertad de expresión bien cocinada.

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EL ÚLTIMO INDIO

Jugó a dibujar figuras de humo, quieto, en cuclillas, mirando al horizonte con el sol en la espalda. Los niños lo observaban desde lejos, susurrando: “Es un indio de verdad”.

Él no decía nada. Solo soplaba anillos, lanzas, bisontes invisibles.

A veces les señalaba el cielo y murmuraba palabras que sonaban a hechizo.

Una tarde, uno se atrevió a preguntarle si era un chamán.

–No –respondió con una sonrisa–. Soy Julián, jubilado. Antes era cartero.

Los niños se quedaron mudos.

–Pero juego como jugaba cuando tenía siete. Solo que ahora tengo todo el tiempo del mundo.

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EL ÚLTIMO INDIO

Jugó a dibujar figuras de humo, quieto, en cuclillas, mirando al horizonte con el sol en la espalda. Los niños que iban al cole lo observaban desde lejos, admirados. Algunos le gritaban.

Él no decía nada. Solo soplaba anillos, lanzas, bisontes invisibles.

A veces señalaba el cielo y murmuraba palabras que sonaban a hechizo.

–Papá, ¿es un indio de verdad? –preguntó Gonzalo. 

“No, es solo Tomás, jubilado. Antes era cartero”, pensó el papá, que también sentía algo de envidia.

–Papá, papá, ¿es un indio de verdad? –insistió Gonzalo.

–Sí, hijo, es el último indio.

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FIGURAS PARA NADIE

Jugó a dibujar figuras de humo mientras el reloj marcaba las horas con desgana. Frente a él, la silla vacía parecía esperar algo que ya no volvería.

Un anillo, un barco, un corazón.

Suspiró.

–Hoy te habría enseñado el dragón.

Pero el viento se lo llevó antes de que pudiera terminarlo.

Apagó la pipa.

Mañana, quizá, volvería a intentarlo.

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Y LA PAZ TAMBIÉN MURIÓ

Sabía a soledad, pero también a paz. El silencio tras la guerra nuclear era absoluto, interrumpido solo por el crujido de cenizas bajo sus botas. Todos habían muerto: amigos, enemigos, ciudades, historia. Caminaba entre ruinas radioactivas, inmune, gracias a un experimento que había funcionado demasiado bien. Creyó ser el último humano… hasta que oyó pasos. Corrió, esperanzado. Al llegar, se encontró a sí mismo. Otro él. Sonrió con alivio. El otro también sonrió… antes de desenfundar un cuchillo.

–Solo puede quedar uno –dijo su reflejo.

Escondido entre los escombros, apuntándole con un rifle de mira telescópica, otro él le espiaba.

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Sabía a soledad, pero también a paz. La ciudad, devastada tras la evacuación, era suya. Sin autos, sin gritos, sin relojes. Caminaba por avenidas vacías, admirando vitrinas intactas, como si el tiempo se hubiera rendido. Le gustaba el eco de sus pasos entre los rascacielos dormidos. Nadie preguntaba, nadie juzgaba.

Cada semana visitaba un apartamento distinto, cenaba en silencio, dejaba todo ordenado.

Cuando finalmente lo encontraron, pensaron que había sobrevivido milagrosamente al caos.

Solo al revisar los pisos sellados descubrieron los cuerpos.

Él no huyó de la ciudad.

Él la había vaciado. Con paciencia. Con precisión.

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LA VENGANZA

Sabía a soledad, pero también a paz. El pequeño pueblo yacía en silencio, cubierto de polvo y abandono. Las casas, aún en pie, parecían contener la respiración. Nadie había vuelto tras las sirenas, tras el miedo invisible. Él sí. Caminaba entre las viviendas vacías, abría puertas sin cerraduras, tomaba té en mesas ajenas, en casas donde antes le habían negado la entrada. Disfrutaba la quietud; ahora nadie le insultaba, nadie se burlaba de él.

Los soldados, al llegar meses después, pensaron que era un sobreviviente solitario.

Hasta que excavaron los jardines.

No fue la guerra lo que vació el pueblo.

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EL ÚLTIMO

Sabía a soledad, pero también a paz. La nave flotaba en silencio entre los anillos de un planeta sin nombre. Él recorría los pasillos desiertos, escuchando solo el zumbido del sistema de soporte vital. Dormía en cualquier litera, comía raciones al azar, leía los diarios de los demás como si fueran novelas viejas. Nadie para discutir, para dar órdenes, para respirar demasiado cerca.

La misión estaba perdida, pero él se sentía libre por primera vez.

Cuando finalmente respondió la señal de rescate, dijo con voz serena:

–Soy el único superviviente.

Y también, aunque no lo pregunten, el único culpable.

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EL ÚLTIMO

Sabía a soledad, pero también a paz. Las noches eran suyas, sin aullidos, sin disputas por sangre ni territorio. Caminaba por calles vacías, recordando tiempos de festines, de clanes y guerras eternas bajo lunas rojas. Nadie quedaba para interrumpir sus pensamientos, ni para desafiarlo. Observaba las ciudades en ruinas, los templos olvidados, los nombres borrados por siglos de sombra. A veces extrañaba el caos, pero nunca el miedo.

Se sentó en lo alto de una torre derruida, mirando el amanecer con una sonrisa serena.

Por primera vez en mil años, no tenía hambre.

Porque ya no quedaba nadie que sangrara.

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EL DIBUJO FINAL

Dibujó un pequeño ataúd y se metió dentro. Cerró los ojos, deseando no despertar. Estaba cansado. Cansado del ruido, de los gritos, del insomnio, de esa tristeza que se le pegaba al alma como barro mojado. En el silencio de su dibujo encontró un refugio, un lugar donde nada dolía. Imaginó flores, una despedida breve, y que el mundo seguiría sin él, como siempre. Lágrimas calladas mancharon el papel. Se dijo que no habría acabado así, con tanto peso en el pecho, si en vez de dibujante de historietas hubiese elegido un trabajo más estable y agradecido, reponedor del Mercadona