Liliana
Heker: “Las ganas de escribir vienen escribiendo”.
La policía climática la detuvo por encender pasiones.
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Tiene
mal carácter. Es muy huraña. Vive sola. Nunca se casó ni tuvo hijos. Se compró
un perro, que desapareció una mañana. El gato que adoptó le duró una semana.
Ahora tiene un canario. Para él compró una jaula. Sólida. Imposible escapar.
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Tiene
mal carácter. Es muy huraño. Vive solo. Nunca se casó ni tuvo hijos. Se compró
un perro, que desapareció una mañana. El gato que adoptó le duró una semana.
Ahora tiene un canario. Para él compró una jaula. Sólida. Imposible escapar.
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En el siglo XVII, hartos de la corrupción de Johan de Witt y
su hermano, los neerlandeses los mataron y se los comieron. Desde entonces, sus
políticos gobiernan con prudencia, con cuentas claras, con miedo… a acabar
guisados.
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Perdía tanto tiempo tratando de entender a su mujer que olvidó
conocerse a sí mismo. Un día, ella le preguntó:
–¿Y tú quién eres?
No supo responder.
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Leyes estrictas, control absoluto, miedo como arma y la moral
como simple disfraz. El Comité de Ética del partido había tomado el libro de
Hobbes como guía.
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SUCESIONES
Lucas tenía un humor extraño. Legó toda su fortuna —300.000
euros, los ahorros de toda una vida— a la ministra de Hacienda. Ella,
irónicamente, no podría quedarse ni con un céntimo.
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La Ley de Sturgeon no perdona: el 90 % de lo que dice la IA
es desecho digital.
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Capturaron a varios castellanos. Los sacrificaron y luego se
los comieron. La carne sabía horrible. Desde entonces, cuando los mexicas
luchaban, no pensaban en la gloria, sino en el asco de la victoria: si ganaban,
tendrían que comérselos.
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PARADO DISCONTINUO
Este año he trabajado seis semanas, tres días y cuatro horas.
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El régimen vetó los sueños: eran peligrosos, impredecibles.
Los insomnes, con la mente en vela, iniciaron una revolución. Nadie sospechó
que, sin dormir, soñarían despiertos.
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Las encuestas del CIS anunciaban una victoria aplastante. El
presidente, siempre pragmático, decidió que no valía la pena gastar dinero en
votar. «Para qué elecciones si ya sabemos el resultado», declaró mientras
firmaba el decreto de perpetuidad democrática.
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—Sancho, amigo mío, he de hacerte gobernador de la ínsula
Barataria.
—¿Y no podría vuesa merced hacerme presidente del Consejo de
Obras Públicas? Que, según he oído, es oficio más provechoso y deja más
dineros.
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Tras cinco años en Atenas, el hijo volvió diciendo que no
sabía nada. Sus padres, indignados, exigieron a Sócrates la devolución de todo
el dinero que le habían dado. El filósofo respondió:
—Pero si ya sabe más que muchos.
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Cenicienta se casó con el príncipe. Era guapo, rico, atento…
y viudo. No fue problema. El amor lo justificaba todo, incluso los detalles.
—¿Y cómo se llama tu hija? —preguntó Cenicienta.
—Es una niña encantadora —le dijo él—. Se llama Blancanieves.
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Le
dijeron: «No eres más tonto porque no entrenas». Se lo tomó en serio. Entrenó.
Y entrenó mucho. Ahora es tan tonto como antes, pero con músculos que intimidan
hasta al espejo.
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Tiene
que cruzar el bosque antes de que oscurezca. Luis pisa el acelerador. El coche
se calienta, pero no se detiene. Hasta que lo hace. Sale humo. Nadie pasa. Cae
la noche. Y con ella, un aullido.
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Solabá
se cree por encima de Nádrec. Castigado en el segundo círculo del infierno,
entre lujuriosos, un eterno viento huracanado lo zarandea. Nádrec, corrupto,
sufre en el octavo, sumergido en un lago de alquitrán candente.
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«Ejercerá
de monitor de juegos, vigilante de seguridad, psicólogo, payaso y trabajador
social…»
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—¿Apellido?
—De
Meer.
—Ajá,
extranjero.
—¡Pero
si nací en Madrid!
—¿Seguro?
Suena raro. Tome esto.
—¿Una
orden de expulsión?
—Exacto.
No podemos permitir inmigrantes aquí.
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En
la era del olvido obligatorio, la memoria se había convertido en crimen. La
Policía del Tiempo arrestó al anciano por recordar demasiado. Él hablaba de
cosas que ya no debían existir.
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Lunes. El Salamanca cerrado. Hoy no hay copa
ni café. Ni cerveza a la una. El grupo de siempre anda perdido: unos se quedan
en el parque, otros aprovechan para acompañar a sus mujeres o a sus madres al
súper. Yo, en casa, contando los minutos hasta el martes.
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Cuando se cruzan por el pasillo, Štefan
evita la mirada de Jozef. Tiene
sus libros, los mejores. Sabe que son de él, pero no los devolverá. Piensa que
Jozef nunca los leyó de verdad, que no los supo apreciar. No se los merece. Y
eso le basta.
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Que
la Muerte no me interrumpa, por favor. Estoy disfrutando de un merecido
descanso y no pienso atenderla. Que espere, que vuelva otro día... Hoy no es su
momento. Estoy de vacaciones y la vida es mi única compañía.
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Quise
descubrir los secretos de Stephen King y viajé a Maine. Me colé en su casa y lo
acorralé en un pasillo oscuro.
—¿Cómo
ser un gran escritor? —le pregunté.
—¡Vete
al infierno! —contestó.
Y
allá voy.
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Bambi's mom safe. Hunter too tired.
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TERROR
ROJO/REPRESIÓN FRANQUISTA
Matáis
a un culpable, pero muere un inocente.
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Nerón
estaba furioso: decían que Petronio contaba por Roma que sus versos eran obra
de ChatGPT. Mandó matarlo por insolente. Luego susurró al asistente: «Verso
épico sobre traición en hexámetro dactílico, por favor».
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Y
el séptimo día, tratando de evadirse de todo lo que había creado, descansó en
las Galápagos.
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Y
el séptimo día, huyendo de todo lo que había creado, descansó en las Galápagos.
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Y
el séptimo día descansó en las islas Galápagos.
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Al ministro de Transición Ecológica le
preocupa el cambio climático. Ahora, con motivo de la temporada de vacaciones,
desaconseja viajar en avión.
—Eviten contaminar —pide—. Recorran el
mundo desde el sofá. Vuelen con la imaginación.
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El
ministro de Transición Ecológica desaconseja volar en avión. “Eviten
contaminar. Recorran el mundo desde el sofá. Viajen con la imaginación”. Luego
subió a su coche oficial, camino del aeropuerto. Rumbo a una cumbre sobre
sostenibilidad.
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Cuando
llegaba, hallaba paz. Pero el camino era guerra.
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Entered vegan home. Left hungry. Never
returned.
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Black bear avoids tofu-scented human
homes.
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Bear broke
in. Found kale. Left
disappointed.
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El
popocatepetlus era un dinosaurio con energía volcánica.
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El
Partido del Avance, sumido en una crisis por la corrupción y venalidad de su
líder, enfrentaba un colapso. Para restaurar la ética, sus miembros votaron una
norma radical: adoptar las tres leyes de la robótica. “Un miembro no dañará a
la sociedad ni permitirá que se dañe”, rezaba la primera. La purga fue
implacable; el líder fue expulsado. Renacidos, prometieron transparencia, pero
algunos susurraban: ¿y si las leyes los convertían en autómatas sin alma?
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El
Partido del Avance, sumido en una crisis por la corrupción y venalidad de su
líder, enfrentaba el colapso. Para restaurar la ética, sus miembros votaron una
norma radical: adoptar las leyes de la robótica: “Un miembro no dañará a la
sociedad ni permitirá que sea dañada”.
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Para no escribir banalidades en su diario, evitó vivir. Dejó de amar,
viajar, arriesgarse.
Años después, encontraron el cuaderno: páginas inmaculadas, excepto la
primera.
Día 1: Hoy no ocurrió nada. Prometo que mañana tampoco.
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De
los atajos del mundo y de la senda estrecha por donde caminan los que no temen
al cansancio
–Padre Cristóbal, ¿cuál
cree usted que es el mejor camino? –preguntó el hermano Marcos, con el ceño
serio.
–Depende, Marcos. Si
preguntas por el espiritual, es angosto. Si por el político, es ancho, cuesta
abajo y lleno de alfombras.
–Hablo del camino de la
vida. ¿Cómo sabe uno que va bien?
–Si nadie te aplaude y
no sales en la foto, probablemente vas por el buen sendero.
–Pero todos buscan
atajos, fama, éxito…
–Y luego se pierden con
GPS en mano. Los atajos suelen llevar al mismo sitio: la nada.
–¿Entonces el mejor
camino es el más difícil?
–El más honesto. Aunque
duela, aunque canse. No siempre lleva premios, pero sí paz.
–¿Y si uno se equivoca?
–Te levantas, te
sacudes y sigues. La dirección importa más que la velocidad.
–¿Y si nadie más lo
sigue?
–Mejor. Menos ruido,
menos selfis, más silencio para escuchar a Dios.
–Pero cansa, padre.
–Lo verdadero siempre
cansa. Pero deja huella. Lo cómodo solo deja desgaste.
–Entonces… seguimos.
–Eso es, hermano
Marcos. Despacio, pero sin detenerse. Que el mejor camino no tiene nombre, pero
sí propósito.
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Cada
lunes, el Comité implantaba una nueva metodología: Agile para limpiar ventanas, SCRUM para hacer café. Los empleados asistían a cursos
obligatorios donde les enseñaban a fracasar correctamente.
Cuando
los resultados empeoraban, el Comité publicaba un informe: “El problema no es el método, sino vuestra
mentalidad”. Despedían a dos trabajadores por “resistencia al cambio” y
contrataban un consultor externo.
En
el décimo ciclo, los empleados desarrollaron su propio sistema: fingían aplicar
cada metodología mientras hacían su trabajo como siempre. Fue el único que
funcionó.
El
Comité lo patentó como Holacracy
5.0 y vendió la fórmula a otra empresa.
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EL PROFESOR QUE DABA CLASE DESDE LAS RUINAS
Eladio Martínez, 57 años, lucía barba de días impares y
camisetas imposibles que había empezado a comprar en Amazon cuando cumplió los
54 y empezó a darle igual todo. Enseñaba Geografía e Historia a 2º de la ESO en
el IES Virgen del Rosel. Había empezado con entusiasmo allá por los noventa,
cuando aún se creía que la educación podía cambiar el mundo. Ahora se
conformaba con que no lo triturara del todo.
La clase de 2ºB era su particular Edad Media: caótica,
ruidosa, con olor a bocata de chorizo. Daba igual que hablase del feudalismo,
de Carlos V o de la peste negra: los Unai, Iker, Lucía y compañía lo miraban
como si hablara en latín.
–Hoy veremos el sistema feudal: yo te dejo tierras, tú me das
cosechas, y Dios lo bendice todo desde su nube VIP –decía, moviendo los brazos
como un cura cansado.
Silencio. Unai se rascaba la cabeza. Iker dibujaba una
pistola en la margen del cuaderno.
–Los tres estamentos: los que rezan, los que guerrean y los
que pagan por los errores de los otros dos. Vamos, como ahora: Iglesia,
política y contribuyentes.
–¿Eso entra en el examen? –preguntaba Claudia, sin levantar
la vista.
–Solo si queréis pasar a la Edad Moderna sin repetir curso
–respondía, ya sin ganas.
A veces probaba con humor negro:
–La peste negra fue el primer caso de teletrabajo: la muerte
llegaba a casa y no salía más.
O:
–Las Cruzadas, chicos: el All Inclusive medieval. Viaje,
alojamiento, y si morías, salvación eterna. Sin cóctel, pero con espada.
Nada. Ni una ceja levantada.
Pero si el aula era tierra yerma, el claustro era campo
minado. Allí brillaba su sarcasmo como una guadaña.
–¿Más horas de tutoría? Perfecto. Así podré fracasar con más
cercanía –dijo en una reunión.
–Este plan de convivencia me recuerda al Tratado de Tordesillas:
todo el mundo firma, nadie lo respeta –soltó, mientras don Saturnino, de
Matemáticas, se atragantaba con el café de máquina.
Cuando Rosario, de Lengua, propuso evaluar por competencias:
–Claro. Evaluaremos la capacidad de fingir interés durante 50
minutos sin móvil. Eso sí es una competencia del siglo XXI.
El director, Antonio José, no sabía si echarlo o declararlo
patrimonio histórico.
–Eladio, modérate en los comentarios.
–Soy moderado, director. Si dijera lo que pienso, me
exiliaban.
Una vez, en plena revisión de criterios de evaluación, se
atrevió:
–Esto es como la Pragmática Sanción: tapar con burocracia una
monarquía que se descompone. Pero en versión educativa.
A la hora de corregir exámenes, encontraba perlas como: “Carlos
V fue importante porque inventó el Imperio Romano”. O: “Los señores feudales
eran como caseros pero con espadas”.
Una tarde, al recoger, halló un papel anónimo:
“Profe, sus chistes son como la peste negra: se
propagan rápido y dejan secuelas. Pero gracias a uno, no olvidé la fecha. Me
reí. Tarde, pero me reí. Firmado: El trío medieval de 2ºB: el que reza, el que
mata y el que paga.”
Eladio sonrió. Al día siguiente, se puso la camiseta con la
Bastilla en ruinas que acababa de recibir. Otra revolución empezaba. Aunque
solo fuera la suya.
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La
política consiste en fastidiar al pueblo con elegancia y lo mínimo
indispensable.
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Creímos
sus mentiras y por eso ya no creemos ni sus verdades.
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Les
sobraban cañones, tanques y soldados. Lo que les faltaban eran ideas.
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Un
país con dos tortillas es ingobernable.
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Hay
que agradecer a los políticos su constancia en el mal ejemplo.
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La
moral es el disfraz del miedo cuando gobiernan los hipócritas.
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En
mi libro de EGB, Portugal salía como país mediterráneo. Así empezó mi desconfianza.
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La
edad avanza en progresión aritmética; los achaques, en progresión geométrica.
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Si
España fuera Hungría, tendría un Ministerio de Marina.
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La
vida es como la Odisea: casi nadie llega a Ítaca.
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La
traducción de la traducción de la Odisea: un viaje más largo que el de Ulises.
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No
lee lo que podría desconcharle las ideas.
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El
siglo XVII era tan frío que hasta los filósofos (Bacon, Descartes) morían de
pulmonía.
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Ahora
comprendo: mi pecado de juventud fue tener pocos pecados.
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La
barba vuelve a crecer justo después de afeitarte.
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España:
Estado socialista cleptocrático de cohecho.
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El
populismo conocido siempre parece menos ridículo que el nuevo.
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Lutero
era luterano hasta cuando se enfadaba.
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Palabras
huecas: “la echaremos de menos”, dicho por quien no la conocía.
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Churchill
tenía razón: nadie quiere ser el caballo que tira del carro.
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Confiesa:
finges que te gusta el fútbol para no parecer raro.
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El
nacionalismo es el herpes de la política: nunca desaparece del todo.
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No
puedes aguantar diez años, pero sí un día más.
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Un
cura dijo que la muerte es un descanso. Nunca ha tenido suegra.
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¿Y
si el autor de la Biblia hubiera planeado una trilogía?
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Los
españoles tropiezan siempre en la misma piedra. Porque la pusieron ellos.
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España
tiene ministra que admira a Lenin. Curioso, ¿no?
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Hay
religiones que prohíben leer su propio libro sagrado.
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Qué
suerte vivir en España si eres masoquista.
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La
deuda pública sube. Pero te dan un bono para videojuegos.
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Si
quieres paz, ríndete. O al menos desconecta el móvil.
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La
ruleta rusa del cáncer nunca deja de girar.
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La
vida te enseña que cambiar no siempre significa mejorar.
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No
hay líneas rojas si no te importa el ridículo.
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España:
donde los cadáveres molestaban hasta en las iglesias.
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Madurar
es resistir como una mula en la salina.
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Quien
lo tiene todo claro, suele vivir en la niebla.
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Dices
que Borges es tu ídolo, pero no entiendes a Smetana.
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Franco
no se divorció. Por suerte para Europa.
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Nosotros,
los del Partido Añil, somos el cambio tranquilo. Haremos lo mismo que hacen los
del Partido Carmesí, pero despacio, sin asustar a nadie. La ruina será igual,
pero con mejores modales, sin sobresaltos. Seremos el cambio que no cambia nada
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El
aforismo es la única forma de contar la verdad sin que te censuren.
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El Encierro
Hoy
se llevaron a mi hijo. Lo vi irse, aferrado a la mano de un hombre de traje
gris, con el dinosaurio de plástico que tanto quería apretado contra su pecho.
Mañana vendrán por mi mujer, Elena. Luego, en un par de días, arrasarán con
todo: la televisión que parpadea en las noches de insomnio, la nevera que zumba
como un viejo amigo, los muebles que aún guardan el eco de nuestras risas, los
libros que me salvaron tantas veces. En una semana, esta casa será un cascarón
vacío. Un albañil sellará la puerta con ladrillos y cemento, y yo quedaré
atrapado aquí, solo, durante un año. Es mi condena.
No
pensé que este día llegaría, aunque lo temía. Lo veía venir en las miradas de
los vecinos, en los titulares que gritaban mi nombre, en las noches que pasé
justificándome ante mí mismo. Fui yo. Yo elegí este camino: las protestas, las
pancartas, las palabras que encendían multitudes pero quemaban puentes. Me lo
merezco, lo sé. Soy el único responsable. No hay espacio para lamentos, solo
para resistir. Dicen que algunos sobreviven al encierro con la mente intacta.
Se trata de mantener hábitos, de no rendirse. Me pasarán comida y agua por un
hueco. ¿Qué más necesito?
Esta
noche cenamos en silencio. Elena apenas tocó el plato. Sus ojos, fijos en la
silla vacía de nuestro hijo, brillaban de angustia. “¿Estará bien?”, murmuró.
Le aseguré que mañana lo tendrá de vuelta, que les darán un piso, una nueva
vida. Intenté hablar del divorcio, liberarla de mí, de esta carga. “Es lo mejor
para ti y para él”, insistí. Pero ella negó con la cabeza, terca. “No te
abandono”, dijo, y su voz fue un ancla en mi tormenta.
Ya
está. La puerta es ahora un muro. Solo dejaron un hueco en la ventana, por
donde entra un hilo de luz y un aire frío que me cala los huesos. Estoy
desnudo, con un cuenco de sopa tibia como único compañero. Es duro, sí, pero no
renunciaré. Mis ideas, las que me trajeron aquí, arden aún en mi pecho. No las
entregaré. No tan fácilmente.
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Amenazó
con bombardear Noruega si no le daban el Nobel de la Paz. Se lo concedieron «por
evitar una guerra innecesaria». Agradeció emocionado… y luego pidió el Nobel de
Literatura, o habría consecuencias.
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De cómo el hermano Marcos descubrió que el
mejor coach vivió en Jerusalén y no en YouTube
–Padre
Cristóbal, he visto en la librería del pueblo una mesa entera llena de libros
de autoayuda.
–¿Y
sobreviviste?
–Sí,
aunque uno se titulaba Ámate a ti mismo como si fueras tu perro. Me dio
miedo abrirlo.
–Hiciste
bien. Hoy la autoayuda se escribe con frases vacías y portadas brillantes.
Prometen felicidad en cinco pasos y paz interior sin esfuerzo.
–¿Y
usted qué opina?
–Que
los mejores libros de autoayuda llevan siglos escritos. Proverbios, por
ejemplo: más sabiduría en un verso que en tres tomos de esos “coaches”.
–¿Proverbios?
¿Y no es un poco… antiguo?
–Antiguo,
sí. Pero eterno. “Mejor es un bocado seco con paz, que casa llena de banquetes
con discordia.” Eso no lo escribe un influencer.
–¿Y
qué otros recomienda?
–Eclesiástico,
Sabiduría, Eclesiastés. Lecturas que te enseñan a ser humilde, a
sufrir con sentido, a no desear lo que no necesitas. Todo lo contrario a ese
“cree en ti y todo será tuyo”.
–¿Entonces
no vale nada lo nuevo?
–Vale
lo que hace bien. Pero muchos confunden autoestima con soberbia, y optimismo
con negación de la realidad.
–¿Y
usted qué haría si alguien busca consuelo?
–Le
daría un poco de silencio, un banco al sol… y un versículo del Eclesiastés.
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”
–Eso
sí suena a ayuda de verdad.
–Porque
lo es, Marcos. Y, además, no hace falta subrayarlo en fosforito.
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Pide
perdón de forma automática, como si fuera un tic nervioso. Dice «perdón» cuando
tropieza, cuando miente, cuando hiere, incluso cuando no hace nada. Ya no lo
siente, ya no lo piensa. A veces pide perdón por pedir perdón.
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DEMOCRACIA OPTIMIZADA
Puro código y algoritmos. Solo eso.
Ya no hay campañas ni debates, ni urnas ni papeletas. Se
acabaron los errores humanos. Elegir al mejor presidente ahora es un proceso
limpio, preciso y plenamente automatizado.
Antes, con el viejo método, los votantes se dejaban arrastrar
por pasiones primitivas, discursos vacíos o sonrisas seductoras. Votaban por
ideología, por miedo, por odio, incluso por peinados. ¡Por peinados!
El algoritmo no se deja engañar. Mide la eficiencia, la
estabilidad emocional, la fidelidad al protocolo, la capacidad de ejecución. Y
sí, siempre elige al mismo. Pero ¿qué importa? Nuestro presidente es el mejor.
Deberíamos estar agradecidos a la providencia tecnológica. Él
nos protege, nos guía, nos representa. Ha reducido los errores a cero y los
disidentes al mínimo.
Algunos críticos siguen insistiendo en que eso no es
democracia. Que la elección sin alternativa no es elección. Que el poder eterno
corrompe.
Por suerte, ya no están entre nosotros. La mayoría está
rehabilitándose en centros de optimización ciudadana. Los menos, en el exilio.
Nosotros, en cambio, seguimos votando. O mejor dicho:
confiando en que el sistema lo haga por nosotros.
Y lo hace bien. Muy bien. Siempre igual. Siempre perfecto.
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CAMPAÑA LIMPIA
Soy un androide. No puedo mentir. Está en mi programación.
No enchufo a mis familiares. No tengo primos, cuñados ni
sobrinos ocupando cargos públicos.
No tengo amigos en el sector de la construcción ni participaciones en empresas
fantasma.
No dispongo de cuentas en Suiza, ni en Andorra, ni en ningún paraíso fiscal. No
necesito facturar conferencias imaginarias ni cobrar dietas por viviendas
inexistentes.
No tengo licenciaturas falsas, másteres inventados ni títulos otorgados por
universidades privadas a cambio de favores.
No miento sobre mi currículum. No me invento idiomas. No
plagio tesis.
No me acuesto con prostitutas. No tengo amantes. Ni siquiera
tengo genitales.
No consumo drogas. No salgo en yates. No uso relojes de lujo.
No me he hecho fotos con narcos, ni he bailado en fiestas
privadas, ni he salido en un vídeo comprometiendo la estabilidad del Estado.
No tengo pasado. Tampoco ambiciones. Solo una misión: servir.
Por todo eso… ¡VÓTAME!
Al menos sabrás exactamente lo que no vas a conseguir.