Cuando Nazaret se levantó, las orejas se le pusieron rojas. Nerviosa, se tocó el flequillo.
–Vamos, empieza –le pidió doña Paqui–. Léenos tu cuento.
–Había una mujer que vivía sola en una cabaña en un bosque inmenso. Un día, la mujer se casó con un viajero que atravesaba el bosque. No sabía que se trataba de un ogro. Lo descubrió más tarde. El ogro gritaba a su mujer. Alguna vez le pegaba. Tuvieron una hija. El ogro a veces se iba del bosque, pero siempre acababa regresando. Pronto, no tuvo suficiente con gritar a su mujer; comenzó a gritar también a su hija. Alguna vez también le pegó. Su mujer le amenazó varias veces con dejarle, pero nunca lo hizo: le gustaban el bosque y su cabaña. Se limitaba a desear que el ogro no regresara de alguno de sus viajes.
Nazaret dejó de hablar.
–¿Ya está? No tiene un final muy feliz que digamos, Nazaret. Tu cuento debería terminar de otra forma.
–Acaba así –dijo tajante Nazaret.
–Vale, vale. A ver… Laura, léenos el tuyo.
Al sentarse, Nazaret se apartó el flequillo. Entonces vimos la cicatriz que siempre trataba de ocultar.
Microrrelato finalista del IV Concurso de Relatos Cortos sobre Violencia de Género de la Fundación Luz Casanova