Fue Ciro quien creó el regimiento de los inmortales. Estos soldados aterrorizaron a todos los pueblos que se enfrentaron a los persas. Los medos se rindieron incluso antes de combatir. Los babilonios se encerraron en su ciudad, confiando en sus inexpugnables murallas. Los inmortales las asaltaron de noche y sembraron el caos en Babilonia. Nabónido y toda su corte fueron exterminados. Creso de Lidia no creyó las historias que se contaban de los inmortales y osó declarar la guerra a Ciro. El ejército lidio fue aplastado en una sola noche. Sogdianos, bactrianos y arios prefirieron rendirse sin luchar. Sólo los escitas consiguieron evitar la conquista de Ciro perdiéndose en la infinita estepa que había más allá del Orexartes.
Durante el reinado de Cambises, hijo de Ciro, los inmortales derrotaron a egipcios y nubios. Pronto se enfrentaron a los ingeniosos griegos. A éstos no les costó descubrir que, a la luz del día, los inmortales eran inofensivos y que, para matarlos, había que utilizar puñales de plata o, mejor, estacas de madera.
Micro publicado en la Revista Monociclo