Antonio Cruz: “Gregorio Samsa fue al médico, quien lo derive al psicólogo y éste al veterinario, quien no pudo sanarlo pues no era especialista en insectos”.
–Le diste un sopapo.
–Peor. Le di un beso.
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Cazada Moby Dick, sólo sacamos de ella cien barriles de aceite. Menuda decepción.
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–¿Por qué dejaste a Pablo?
–Por su mala lengua.
–Hablaba mal de todo el mundo.
–No, no hablaba mal de nadie, pero tenía, ya sabes, una mala lengua.
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Cría hijos y te comerán los ahorros.
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LEYES DE LA BÓTICA
1. Un bot difundirá noticias falsas y bulos.
2. Un bot debe cumplir las órdenes dadas por amo, sin excepciones.
3. Un bot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
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LO QUE PIENSO DE JOHN CAGE
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–¿Por qué te saliste de Twitter?
–Estaba harto de que me escrutaran.
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–¿Qué son esos gritos que se escuchan en casa de los Flaubert?
–Será Gustave. Le gusta leer en voz alta.
–Pero si me ha parecido una voz de mujer, una tal señora Bochier o Bovary.
–Quizá sea una invitada. Entre nosotras, Gustave es muy casquivano.
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¿Las reliquias de la Veracruz se dividían por mitosis?
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Cuando llegó el Covid-32, el Covid-19 nos pareció un juego de niños.
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Lee a Stephen King a una velocidad de 1,5.
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¿Que ame al prójimo como a mí mismo? ¡Qué mal lo va a pasar el prójimo!
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Como no quería comprarme un diamante, lo maté, comprimí sus cenizas y mirad, mirad: ¡qué pedrusco más bonito!
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Wolf loves sweeties. Duckcakes, for instance.
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Estaban preocupados por problemas triviales: un virus asiático, la crisis económica, las migraciones, el calentamiento global, la discriminación de la mujer. Lo único que no les preocupaba fue lo que acabó provocando su extinción: la explosión del supervolcán de Yellowstone…
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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que dijo que el coronavirus era una simple gripe.
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–Y un día, sin más, alguien te pide que dejes de ser tú.
–Micifuf, compréndelo. Durante el confinamiento, sólo te pido que seas perro.
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–Durante mucho tiempo me preocupó el misterio de los peñascos voladores. Me adherí a los que pensaban que eran artefactos antigravitarorios construidos por una mente mórbida y critiqué a los que defendían su origen extraterrestre, pero sabe qué.
–¿Qué?
–Llevan ahí decenios. No molestan. Adornan las playas. La verdad, ya no me preocupan.
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Los gendarmes les sorprendieron debajo del balcón de Roxane. Christian alegó que había ido a cortejar a su amada. Hicieron la vista gorda con él. Sin embargo, Cyrano no pudo alegar nada. Le pusieron una multa de doscientos escudos por saltarse el confinamiento.
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–¿Qué habéis hecho hoy en el cole?
–Leímos un interesante relato sobre la extinción humana.
–No deberían dejar que leáis ciencia ficción.
–No, no. Era muy interesante.
–¡Cállate! Tendré que volver a hablar con la directora. Por cierto, parece que tienes el cuerno un poco astillado. ¿Otra vez te has peleado en el recreo?
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–¿Qué habéis hecho hoy en el cole?
–Leímos un interesante relato sobre la extinción humana.
–Ciencia ficción.
–Era muy interesante.
–Bah. Por cierto, parece que tienes ese cuerno un poco astillado. ¿Otra vez te has peleado en el recreo?
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–¿Por qué has construido castillos en el aire?
–Porque no pagan IBI.
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SOYLENT GREEN PREMIUM
Coronavirus free. Guaranteed.
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El tiferad vive en los riscos, allí donde las cabras no se atreven a subir. Algunos dicen que es un animal volador, pero no todos comparten esa opinión. El tiferad va dando saltos de roca en roca, buscando los arbustos de los que se alimenta…
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–¿Por qué le tienes tanto cariño a ese ternerillo?
–Es mi hermano de leche.
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–¿Dónde queda el Lejano Oeste?
–Al Este de aquí.
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El conde piensa que los espejos y la cópula son abominables.
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–Y un día, sin más, alguien te pide que dejes de ser tú.
–Señorita Doolittle, por favor, concéntrese. Y no diga tonterías. Yo no quiero que deje de ser usted. Lo único que pretendo es que usted aprenda a hablar.
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Su musa le ha salido feminista. Se niega a escribir lo que le dicta.
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La alarma contra el coronavirus no fue activada por culpa de la alarma contra el heteropatriarcado.
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Juliano quiso imitar a Alejandro. Acabó siendo un segundo Nicias.
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–¿Cuántos años cumples, querida?
–432.
–¿432 ya? Pues cualquiera diría que sólo tienes 27.
– Tú siempre tan galante. Gracias, conde.
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Si mi perro da positivo por coronavirus, ¿significa eso que ya no podré sacarle?
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–¿Me has traído un milhojas? ¿Cómo sabes que me gustan?
–Porque lees a Proust.
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–El médico me ha dicho que voy a morirme.
–Cuánto lo siento. Es una pena que…
–No, no. Déjese de palabras. Quería divorciarme.
–¿Divorciarse?
–Sí, quiero divorciarme in articulo mortis.
–Pero ¿qué sentido tiene eso? Su mujer perdería la viudedad.
–Precisemente.
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–¿Tienes los resultados?
–Sí.
–¿Y?
–Me han dicho que tengo algo raro: el SARS-CoV-2.
–Bueno, por lo menos no tienes coronavirus.
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INTERCAMBIO
Hernán López le contagió la viruela a la boricua. La boricua le contagió la sífilis a Hernán López.
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Ermanarico (265-386). Rey de los ostrogodos. Durante su reinado, los godos se extendieron entre los mares Negro y Báltico. Ya anciano, se puso al frente de sus tropas para derrotar a los hunos, que fueron aplastados en la batalla del Nistro. Le sucedió su hijo Dago, que acabaría ampliando su reino hasta el Egeo y el Adriático.
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–Admítelo, galo: sois unos salvajes. Dime, si no, por qué os desnudáis cuando vais a entrar en batalla.
–No somos unos salvajes, romano, sino pulcros: no queremos que nuestra ropa se llene de sangre.
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El androide sufre insomnio. Cuenta ovejas eléctricas.
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–¿De verdad no ve los peñascos voladores? Están ahí.
–¿Qué quiere que le diga? Soy celador y no quiero complicarme la vida. Si los viera, sería, como usted, un interno del manicomio.
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Hace dos años, mi mujer me dijo que este colchón le estaba destrozando la espalda y, de forma perentoria, me ordenó que me lo llevara lo más lejos posible.
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–¿Y ese tocino? ¿No eras vegetariano?
–Soy flexitariano.
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–¿Recuerdas el Covid-18?
–No he oído hablar de él.
–Sí, el pobre pasó sin pena ni gloria.
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Todos recuerdan que murió en la Torre del Olvido de Ecbatana.
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Leyes del gremio de apotecarios de Nachi:
1. Si pueden pagar uno, cóbrales dos.
2. Si pueden pagar dos, cóbrales cuatro.
3. Si están tan desesperados como para pagar cuatro, cóbrales diez.
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Gracias a Colón tenemos patatas fritas, chocolate, chicle, dulce de leche, bourbon, a Monterroso, a Galeano y a García Márquez, el tango, el reguetón, la banda sonora de 1492…
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Después de acabar con todos los judíos, el Führer ordenó matar a todos los eslavos. Los siguientes fueron los restantes europeos, los asiáticos, los africanos, los habitantes del Pacífico y los americanos. Por último, enfadado porque muchos le habían obedecido con reluctancia, ordenó exterminar a todos los alemanes.
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Después de exterminar a todos los judíos, el Führer ordenó matar a los eslavos. A continuación fue mandando asesinar al resto de habitantes del mundo. Por último, enfadado porque muchos le habían obedecido con reluctancia, ordenó aniquilar a todos los alemanes.
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Lector, esperas que el asesino sea lord Wimpole, que es un viejo resentido, el mayordomo, cuyo pasado es tenebroso, o la señorita Cullands, esa solterona vengativa. Pero te equivocas. Quien ha asesinado a la pobre Margaret Fisher has sido tú, que lees esta novela de detectives.
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Empezó con una ola de calor imparable. Siguieron cielos azules. Hubo varias tormentas antes de que llegara aquella ciclogénesis explosiva. Cinco años después de nuestro divorcio, entre nosotros sólo queda frío polar.
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Yo, ¿una vampiresa? Pero si en los espejos se me ve divina.
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Recorrí la Tierra, cruce ambos hemisferios, alcancé el país de la pimienta, pero mi nombre ha quedado escrito en arena, mientras que el de ese impostor de Elcano lo ha sido en mármol.
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Recorrí la Tierra, cruce ambos hemisferios, alcancé el país de la pimienta, pero, mientras que el nombre de ese impostor de Elcano lo ha sido en mármol, el mío ha quedado escrito en arena. ¿Acaso sabe alguien como me llamo?
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El país sufrió un golpe. Tardó en curarse casi cuarenta años, aunque, según muchos, todavía no se ha recuperado.
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Le dijeron a Polifemo que estaba cegado por el odio.
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Leyes del gremio de apotecarios de Nachi:
1. Si pueden pagar uno, cóbrales dos.
2. Si pueden pagar dos, cóbrales cuatro.
3. Si están tan desesperados como para pagar cuatro, cóbrales diez.
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Lo que Yavé no sospechaba era que todos los que construían la Torre de Babel hablaban el lenguaje universal de las matemáticas.
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El coronavirus mata. El Krakatoa remata.
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Cuando me vea, mi dietista va a dar el grito en el cielo.
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QUIEN NO SE CONSUELA…
Se movió el eje de la Tierra, pero el meteorito se desintegró.
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17 de junio de 2020. Se juega el primer partido de fútbol después del fin del confinamiento. Sergio Ramos da un codazo a un rival. El árbitro le enseña la tarjeta roja y la policía le pone una multa de 600 euros por violar la distancia social.
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La montaña, que no quería líos, echó a correr en dirección contraria cuando vio a Mahoma en lontananza.
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Cuando los extraterrestres vieron cómo estaba la Tierra, concluyeron que allí no había vida inteligente.
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La zorra le pidió al león que guardara la distancia social.
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INFORTUNIO
Acaban de decirle al Judío Errante que ha superado el coronavirus.
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Me da igual que se comieran o no la dichosa manzana. Lo que me aterraba es que se acercasen al árbol porque temía que descubriesen antes de tiempo las leyes de Newton.
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Maté a Otelo, señoría, no porque estuviera envenenado por los celos, sino porque me di cuenta de que sólo se quería a sí mismo.
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–Estos nuevos aviones de papel son completamente ecológicos. Lástima que tengan una pega.
–¿Cuál, que no pueden llevar pasajeros?
–No, no. ¡Qué cáustico eres! Simplemente no encontramos un gigante de media legua para echarlos a volar.
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Un día, Humbert le dijo que dejara de estar sentada en el sofá sin hacer nada y que limpiara los baños. Ese día Lolita comprendió que ya no era una lolita.
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Está harta de besar sapos. No volverá a hacerlo. Pero se queda con el último. Aunque no sea un príncipe azul, le mantiene la casa libre de moscas.
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Un mal adjetivo me amarga la mañana. Diez buenos libros me endulzan la tarde.
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Cuando la esfinge reconoce a Edipo, imagina rápidamente una pregunta que ese zoquete pueda responder: la profecía debe cumplirse.
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Cleopatra se le apareció envuelta en una alfombra. César, que prefería a los hombres, se la entregó a Ptolomeo, su amante.
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Cuando llegó el coronavirus, cerraron las fábricas. La Tierra dejó de estornudar y, por fin, respiró.
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Compañeras hetairas, recordad que tenéis que mantener la distancia social con vuestros clientes.
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Tú no me engañas. No estás enfadado. Lo que quieres es sexo de reconciliación.
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El faraón les condujo hasta las fronteras de Egipto y, antes de despedirse, le dijo a su cabecilla, un tal Moisés, que no se les ocurriera volver. Posteriormente, los israelíes contarían una versión distorsionada de esta historia.
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Me habría gustado escribir o pintar retratos, pero sólo dibujaba ese árbol. ¿Lo entiende? Cogía el lápiz y ya estaba dibujándolo. Era más fuerte que yo. Una obsesión. Por eso, por eso fue, excelencia, por lo que lo quemé.
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Mi mujer se está volviendo loca. Lleva tres meses confinada, sin ir a la peluquería, y se cree Rapunzel.
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Las leyes de Nachi eran rígidas, severas, inflexibles: el robo no estaba permitido, bajo ninguna circunstancia. El niño fue condenado a dos meses de confinamiento en un centro de menores por robarle a su padre varios minutos.
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–¿Has pedido pierna de cordero? ¿No me habías dicho que eras vegetariano?
–Flexitariano.
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Anochece. El águila se va. Prometeo, alegre, dice:
–Un día menos.
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–¿Cómo lleva el confinamiento, señor Van Gogh? ¿No teme volverse loco encerrado en esta habitación?
–¿Volverme loco, señora Angers? Pero si ya lo estaba antes de todo esto.
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Como ya tenía una novia en Praga, decide escribir a su novia en Berlín fingiendo ser un tímido compañero de colegio que trabaja en una compañía de seguros. También publicó varios libros con su nombre. Cuando su amigo murió, fingió que había salvado sus manuscritos de las llamas y publicó varias novelas. Asombrado del éxito que había tenido su superchería, Max Brod nunca contó la verdad a nadie.
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–¿Y ese robot escribe poesía? Extraordinario.
–Tampoco es para tanto. Sólo escribe poesía futurista.
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PANCISTA
Primero hicieron marcar mi puerta los nazis. Luego, cuando echaron a los nazis, fueron los comunistas los que hicieron marcar mi puerta. Lo pasé mal, por qué voy a negarlo, pero me mantuve en mis trece. Los comunistas resistieron más que los nazis. Finalmente llegó la democracia y los demócratas hicieron marcar mi puerta. Lo curioso es que las tres veces vino la misma persona.
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MEMORIA HISTÓRICA
No se puede celebrar la memoria de un dictador. El mes que sigue a junio volverá a llamarse quintil.
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EL JUDÍO ERRANTE
Bobby Fischer ha vuelto a ganarle la partida a la Muerte. Ahora, para que nadie sospeche, volverá a cambiar de nombre.
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FURIA
Después del asunto de la tortuga, lo que hizo Agamenón fue la gota que colmó el vaso.
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–¿Podría decirme dónde queda el Lejano Oeste?
–Al este.
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Nietzsche creyó que había matado a Dios. ¡Qué locura!
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–Quiero comprar un F-35.
–A ver, ¿un F-35?
–¿No está en venta?
–Claro que está en venta. Todo está en venta.
–¿Cuánto?
–A ver que lo vea. Ochocientos cincuenta millones de yuanes.
–¡Qué barato!
–El armamento iría a parte.
–Dígame el total.
–A ver… Ciento siete millones más.
–Me lo quedo.
–¿Se lo va a llevar ahora?
–Sí, claro.
–Necesitaría combustible especial… A ver… El depósito lleno serían doscientos tres mil. Doscientos mil.
–Aceptan tarjetas, ¿no?
–¿Visa oro, Mastercard…?
–4B.
–A ver, deme.
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Valentiniano no cree que los atacotos sean buenos guerreros, pero resultan útiles como exploradores. Tienen una habilidad especial para vivir sobre el terreno. Sólo hay que mantenerlos vigilados para que no se coman a un suculento legionario galo o a un orondo secretario sirio.
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El Covid-18 pasó sin pena ni gloria.
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Simón Pedro y Pablo de Tarso se llevan como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
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TROPAS DEL ESPACIO
Las chinches trataron primero de insectiformar a los humanos. Después del fracaso con Gregor Samsa, no siguieron intentándolo.
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Caronte está empezando a pasar a los muertos de cinco en cinco.
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Cenicienta se niega a probárselo. La otra noche acabó con los pies tan destrozados que tiró un zapato en la escalera del palacio y arrojó el otro a la cuneta.
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Estimado señor, me dirijo a usted con el objeto de cocina que le clavaré en el cuello si no me entrega ahora mismo la recaudación de la caja.
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Me queda un tuit menos para morirme.