miércoles, 9 de julio de 2025

Papelera

Liliana Heker: “Las ganas de escribir vienen escribiendo”.

 

La policía climática la detuvo por encender pasiones.

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Tiene mal carácter. Es muy huraña. Vive sola. Nunca se casó ni tuvo hijos. Se compró un perro, que desapareció una mañana. El gato que adoptó le duró una semana. Ahora tiene un canario. Para él compró una jaula. Sólida. Imposible escapar.

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Tiene mal carácter. Es muy huraño. Vive solo. Nunca se casó ni tuvo hijos. Se compró un perro, que desapareció una mañana. El gato que adoptó le duró una semana. Ahora tiene un canario. Para él compró una jaula. Sólida. Imposible escapar.

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En el siglo XVII, hartos de la corrupción de Johan de Witt y su hermano, los neerlandeses los mataron y se los comieron. Desde entonces, sus políticos gobiernan con prudencia, con cuentas claras, con miedo… a acabar guisados.

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Perdía tanto tiempo tratando de entender a su mujer que olvidó conocerse a sí mismo. Un día, ella le preguntó:

¿Y tú quién eres?

No supo responder.

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Leyes estrictas, control absoluto, miedo como arma y la moral como simple disfraz. El Comité de Ética del partido había tomado el libro de Hobbes como guía.

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SUCESIONES

Lucas tenía un humor extraño. Legó toda su fortuna —300.000 euros, los ahorros de toda una vida— a la ministra de Hacienda. Ella, irónicamente, no podría quedarse ni con un céntimo.

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La Ley de Sturgeon no perdona: el 90 % de lo que dice la IA es desecho digital.

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Capturaron a varios castellanos. Los sacrificaron y luego se los comieron. La carne sabía horrible. Desde entonces, cuando los mexicas luchaban, no pensaban en la gloria, sino en el asco de la victoria: si ganaban, tendrían que comérselos.

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PARADO DISCONTINUO

Este año he trabajado seis semanas, tres días y cuatro horas.

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El régimen vetó los sueños: eran peligrosos, impredecibles. Los insomnes, con la mente en vela, iniciaron una revolución. Nadie sospechó que, sin dormir, soñarían despiertos.

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Las encuestas del CIS anunciaban una victoria aplastante. El presidente, siempre pragmático, decidió que no valía la pena gastar dinero en votar. «Para qué elecciones si ya sabemos el resultado», declaró mientras firmaba el decreto de perpetuidad democrática.

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—Sancho, amigo mío, he de hacerte gobernador de la ínsula Barataria.

—¿Y no podría vuesa merced hacerme presidente del Consejo de Obras Públicas? Que, según he oído, es oficio más provechoso y deja más dineros.

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Tras cinco años en Atenas, el hijo volvió diciendo que no sabía nada. Sus padres, indignados, exigieron a Sócrates la devolución de todo el dinero que le habían dado. El filósofo respondió:

—Pero si ya sabe más que muchos.

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Cenicienta se casó con el príncipe. Era guapo, rico, atento… y viudo. No fue problema. El amor lo justificaba todo, incluso los detalles.

—¿Y cómo se llama tu hija? —preguntó Cenicienta.

—Es una niña encantadora —le dijo él—. Se llama Blancanieves.

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Le dijeron: «No eres más tonto porque no entrenas». Se lo tomó en serio. Entrenó. Y entrenó mucho. Ahora es tan tonto como antes, pero con músculos que intimidan hasta al espejo.

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Tiene que cruzar el bosque antes de que oscurezca. Luis pisa el acelerador. El coche se calienta, pero no se detiene. Hasta que lo hace. Sale humo. Nadie pasa. Cae la noche. Y con ella, un aullido.

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Solabá se cree por encima de Nádrec. Castigado en el segundo círculo del infierno, entre lujuriosos, un eterno viento huracanado lo zarandea. Nádrec, corrupto, sufre en el octavo, sumergido en un lago de alquitrán candente.

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«Ejercerá de monitor de juegos, vigilante de seguridad, psicólogo, payaso y trabajador social…»

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—¿Apellido?

—De Meer.

—Ajá, extranjero.

—¡Pero si nací en Madrid!

—¿Seguro? Suena raro. Tome esto.

—¿Una orden de expulsión?

—Exacto. No podemos permitir inmigrantes aquí.

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En la era del olvido obligatorio, la memoria se había convertido en crimen. La Policía del Tiempo arrestó al anciano por recordar demasiado. Él hablaba de cosas que ya no debían existir.

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Lunes. El Salamanca cerrado. Hoy no hay copa ni café. Ni cerveza a la una. El grupo de siempre anda perdido: unos se quedan en el parque, otros aprovechan para acompañar a sus mujeres o a sus madres al súper. Yo, en casa, contando los minutos hasta el martes.

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Cuando se cruzan por el pasillo, Štefan evita la mirada de Jozef. Tiene sus libros, los mejores. Sabe que son de él, pero no los devolverá. Piensa que Jozef nunca los leyó de verdad, que no los supo apreciar. No se los merece. Y eso le basta.

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Que la Muerte no me interrumpa, por favor. Estoy disfrutando de un merecido descanso y no pienso atenderla. Que espere, que vuelva otro día... Hoy no es su momento. Estoy de vacaciones y la vida es mi única compañía.

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Quise descubrir los secretos de Stephen King y viajé a Maine. Me colé en su casa y lo acorralé en un pasillo oscuro.

—¿Cómo ser un gran escritor? —le pregunté.

—¡Vete al infierno! —contestó.

Y allá voy.

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Bambi's mom safe. Hunter too tired.

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TERROR ROJO/REPRESIÓN FRANQUISTA

Matáis a un culpable, pero muere un inocente.

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Nerón estaba furioso: decían que Petronio contaba por Roma que sus versos eran obra de ChatGPT. Mandó matarlo por insolente. Luego susurró al asistente: «Verso épico sobre traición en hexámetro dactílico, por favor».

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Y el séptimo día, tratando de evadirse de todo lo que había creado, descansó en las Galápagos.

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Y el séptimo día, huyendo de todo lo que había creado, descansó en las Galápagos.

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Y el séptimo día descansó en las islas Galápagos.

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Al ministro de Transición Ecológica le preocupa el cambio climático. Ahora, con motivo de la temporada de vacaciones, desaconseja viajar en avión.

—Eviten contaminar —pide—. Recorran el mundo desde el sofá. Vuelen con la imaginación.

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El ministro de Transición Ecológica desaconseja volar en avión. “Eviten contaminar. Recorran el mundo desde el sofá. Viajen con la imaginación”. Luego subió a su coche oficial, camino del aeropuerto. Rumbo a una cumbre sobre sostenibilidad.

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Cuando llegaba, hallaba paz. Pero el camino era guerra.

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Entered vegan home. Left hungry. Never returned.

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Black bear avoids tofu-scented human homes.

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Bear broke in. Found kale. Left disappointed.

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El popocatepetlus era un dinosaurio con energía volcánica.

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El Partido del Avance, sumido en una crisis por la corrupción y venalidad de su líder, enfrentaba un colapso. Para restaurar la ética, sus miembros votaron una norma radical: adoptar las tres leyes de la robótica. “Un miembro no dañará a la sociedad ni permitirá que se dañe”, rezaba la primera. La purga fue implacable; el líder fue expulsado. Renacidos, prometieron transparencia, pero algunos susurraban: ¿y si las leyes los convertían en autómatas sin alma?

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El Partido del Avance, sumido en una crisis por la corrupción y venalidad de su líder, enfrentaba el colapso. Para restaurar la ética, sus miembros votaron una norma radical: adoptar las leyes de la robótica: “Un miembro no dañará a la sociedad ni permitirá que sea dañada”.

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Para no escribir banalidades en su diario, evitó vivir. Dejó de amar, viajar, arriesgarse.

Años después, encontraron el cuaderno: páginas inmaculadas, excepto la primera.

Día 1: Hoy no ocurrió nada. Prometo que mañana tampoco.

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De los atajos del mundo y de la senda estrecha por donde caminan los que no temen al cansancio

–Padre Cristóbal, ¿cuál cree usted que es el mejor camino? –preguntó el hermano Marcos, con el ceño serio.

–Depende, Marcos. Si preguntas por el espiritual, es angosto. Si por el político, es ancho, cuesta abajo y lleno de alfombras.

–Hablo del camino de la vida. ¿Cómo sabe uno que va bien?

–Si nadie te aplaude y no sales en la foto, probablemente vas por el buen sendero.

–Pero todos buscan atajos, fama, éxito…

–Y luego se pierden con GPS en mano. Los atajos suelen llevar al mismo sitio: la nada.

–¿Entonces el mejor camino es el más difícil?

–El más honesto. Aunque duela, aunque canse. No siempre lleva premios, pero sí paz.

–¿Y si uno se equivoca?

–Te levantas, te sacudes y sigues. La dirección importa más que la velocidad.

–¿Y si nadie más lo sigue?

–Mejor. Menos ruido, menos selfis, más silencio para escuchar a Dios.

–Pero cansa, padre.

–Lo verdadero siempre cansa. Pero deja huella. Lo cómodo solo deja desgaste.

–Entonces… seguimos.

–Eso es, hermano Marcos. Despacio, pero sin detenerse. Que el mejor camino no tiene nombre, pero sí propósito.

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Cada lunes, el Comité implantaba una nueva metodología: Agile para limpiar ventanas, SCRUM para hacer café. Los empleados asistían a cursos obligatorios donde les enseñaban a fracasar correctamente.

Cuando los resultados empeoraban, el Comité publicaba un informe: “El problema no es el método, sino vuestra mentalidad”. Despedían a dos trabajadores por “resistencia al cambio” y contrataban un consultor externo.

En el décimo ciclo, los empleados desarrollaron su propio sistema: fingían aplicar cada metodología mientras hacían su trabajo como siempre. Fue el único que funcionó.

El Comité lo patentó como Holacracy 5.0 y vendió la fórmula a otra empresa.

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EL PROFESOR QUE DABA CLASE DESDE LAS RUINAS

Eladio Martínez, 57 años, lucía barba de días impares y camisetas imposibles que había empezado a comprar en Amazon cuando cumplió los 54 y empezó a darle igual todo. Enseñaba Geografía e Historia a 2º de la ESO en el IES Virgen del Rosel. Había empezado con entusiasmo allá por los noventa, cuando aún se creía que la educación podía cambiar el mundo. Ahora se conformaba con que no lo triturara del todo.

La clase de 2ºB era su particular Edad Media: caótica, ruidosa, con olor a bocata de chorizo. Daba igual que hablase del feudalismo, de Carlos V o de la peste negra: los Unai, Iker, Lucía y compañía lo miraban como si hablara en latín.

–Hoy veremos el sistema feudal: yo te dejo tierras, tú me das cosechas, y Dios lo bendice todo desde su nube VIP –decía, moviendo los brazos como un cura cansado.

Silencio. Unai se rascaba la cabeza. Iker dibujaba una pistola en la margen del cuaderno.

–Los tres estamentos: los que rezan, los que guerrean y los que pagan por los errores de los otros dos. Vamos, como ahora: Iglesia, política y contribuyentes.

–¿Eso entra en el examen? –preguntaba Claudia, sin levantar la vista.

–Solo si queréis pasar a la Edad Moderna sin repetir curso –respondía, ya sin ganas.

A veces probaba con humor negro:

–La peste negra fue el primer caso de teletrabajo: la muerte llegaba a casa y no salía más.

O:

–Las Cruzadas, chicos: el All Inclusive medieval. Viaje, alojamiento, y si morías, salvación eterna. Sin cóctel, pero con espada.

Nada. Ni una ceja levantada.

Pero si el aula era tierra yerma, el claustro era campo minado. Allí brillaba su sarcasmo como una guadaña.

–¿Más horas de tutoría? Perfecto. Así podré fracasar con más cercanía –dijo en una reunión.

–Este plan de convivencia me recuerda al Tratado de Tordesillas: todo el mundo firma, nadie lo respeta –soltó, mientras don Saturnino, de Matemáticas, se atragantaba con el café de máquina.

Cuando Rosario, de Lengua, propuso evaluar por competencias:

–Claro. Evaluaremos la capacidad de fingir interés durante 50 minutos sin móvil. Eso sí es una competencia del siglo XXI.

El director, Antonio José, no sabía si echarlo o declararlo patrimonio histórico.

–Eladio, modérate en los comentarios.

–Soy moderado, director. Si dijera lo que pienso, me exiliaban.

Una vez, en plena revisión de criterios de evaluación, se atrevió:

–Esto es como la Pragmática Sanción: tapar con burocracia una monarquía que se descompone. Pero en versión educativa.

A la hora de corregir exámenes, encontraba perlas como: “Carlos V fue importante porque inventó el Imperio Romano”. O: “Los señores feudales eran como caseros pero con espadas”.

Una tarde, al recoger, halló un papel anónimo:

Profe, sus chistes son como la peste negra: se propagan rápido y dejan secuelas. Pero gracias a uno, no olvidé la fecha. Me reí. Tarde, pero me reí. Firmado: El trío medieval de 2ºB: el que reza, el que mata y el que paga.

Eladio sonrió. Al día siguiente, se puso la camiseta con la Bastilla en ruinas que acababa de recibir. Otra revolución empezaba. Aunque solo fuera la suya.

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La política consiste en fastidiar al pueblo con elegancia y lo mínimo indispensable.

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Creímos sus mentiras y por eso ya no creemos ni sus verdades.

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Les sobraban cañones, tanques y soldados. Lo que les faltaban eran ideas.

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Un país con dos tortillas es ingobernable.

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Hay que agradecer a los políticos su constancia en el mal ejemplo.

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La moral es el disfraz del miedo cuando gobiernan los hipócritas.

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En mi libro de EGB, Portugal salía como país mediterráneo. Así empezó mi desconfianza.

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La edad avanza en progresión aritmética; los achaques, en progresión geométrica.

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Si España fuera Hungría, tendría un Ministerio de Marina.

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La vida es como la Odisea: casi nadie llega a Ítaca.

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La traducción de la traducción de la Odisea: un viaje más largo que el de Ulises.

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No lee lo que podría desconcharle las ideas.

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El siglo XVII era tan frío que hasta los filósofos (Bacon, Descartes) morían de pulmonía.

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Ahora comprendo: mi pecado de juventud fue tener pocos pecados.

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La barba vuelve a crecer justo después de afeitarte.

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España: Estado socialista cleptocrático de cohecho.

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El populismo conocido siempre parece menos ridículo que el nuevo.

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Lutero era luterano hasta cuando se enfadaba.

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Palabras huecas: “la echaremos de menos”, dicho por quien no la conocía.

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Churchill tenía razón: nadie quiere ser el caballo que tira del carro.

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Confiesa: finges que te gusta el fútbol para no parecer raro.

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El nacionalismo es el herpes de la política: nunca desaparece del todo.

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No puedes aguantar diez años, pero sí un día más.

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Un cura dijo que la muerte es un descanso. Nunca ha tenido suegra.

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¿Y si el autor de la Biblia hubiera planeado una trilogía?

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Los españoles tropiezan siempre en la misma piedra. Porque la pusieron ellos.

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España tiene ministra que admira a Lenin. Curioso, ¿no?

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Hay religiones que prohíben leer su propio libro sagrado.

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Qué suerte vivir en España si eres masoquista.

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La deuda pública sube. Pero te dan un bono para videojuegos.

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Si quieres paz, ríndete. O al menos desconecta el móvil.

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La ruleta rusa del cáncer nunca deja de girar.

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La vida te enseña que cambiar no siempre significa mejorar.

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No hay líneas rojas si no te importa el ridículo.

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España: donde los cadáveres molestaban hasta en las iglesias.

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Madurar es resistir como una mula en la salina.

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Quien lo tiene todo claro, suele vivir en la niebla.

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Dices que Borges es tu ídolo, pero no entiendes a Smetana.

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Franco no se divorció. Por suerte para Europa.

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Nosotros, los del Partido Añil, somos el cambio tranquilo. Haremos lo mismo que hacen los del Partido Carmesí, pero despacio, sin asustar a nadie. La ruina será igual, pero con mejores modales, sin sobresaltos. Seremos el cambio que no cambia nada

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El aforismo es la única forma de contar la verdad sin que te censuren.

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El Encierro

Hoy se llevaron a mi hijo. Lo vi irse, aferrado a la mano de un hombre de traje gris, con el dinosaurio de plástico que tanto quería apretado contra su pecho. Mañana vendrán por mi mujer, Elena. Luego, en un par de días, arrasarán con todo: la televisión que parpadea en las noches de insomnio, la nevera que zumba como un viejo amigo, los muebles que aún guardan el eco de nuestras risas, los libros que me salvaron tantas veces. En una semana, esta casa será un cascarón vacío. Un albañil sellará la puerta con ladrillos y cemento, y yo quedaré atrapado aquí, solo, durante un año. Es mi condena.

No pensé que este día llegaría, aunque lo temía. Lo veía venir en las miradas de los vecinos, en los titulares que gritaban mi nombre, en las noches que pasé justificándome ante mí mismo. Fui yo. Yo elegí este camino: las protestas, las pancartas, las palabras que encendían multitudes pero quemaban puentes. Me lo merezco, lo sé. Soy el único responsable. No hay espacio para lamentos, solo para resistir. Dicen que algunos sobreviven al encierro con la mente intacta. Se trata de mantener hábitos, de no rendirse. Me pasarán comida y agua por un hueco. ¿Qué más necesito?

Esta noche cenamos en silencio. Elena apenas tocó el plato. Sus ojos, fijos en la silla vacía de nuestro hijo, brillaban de angustia. “¿Estará bien?”, murmuró. Le aseguré que mañana lo tendrá de vuelta, que les darán un piso, una nueva vida. Intenté hablar del divorcio, liberarla de mí, de esta carga. “Es lo mejor para ti y para él”, insistí. Pero ella negó con la cabeza, terca. “No te abandono”, dijo, y su voz fue un ancla en mi tormenta.

Ya está. La puerta es ahora un muro. Solo dejaron un hueco en la ventana, por donde entra un hilo de luz y un aire frío que me cala los huesos. Estoy desnudo, con un cuenco de sopa tibia como único compañero. Es duro, sí, pero no renunciaré. Mis ideas, las que me trajeron aquí, arden aún en mi pecho. No las entregaré. No tan fácilmente.

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Amenazó con bombardear Noruega si no le daban el Nobel de la Paz. Se lo concedieron «por evitar una guerra innecesaria». Agradeció emocionado… y luego pidió el Nobel de Literatura, o habría consecuencias.

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De cómo el hermano Marcos descubrió que el mejor coach vivió en Jerusalén y no en YouTube

–Padre Cristóbal, he visto en la librería del pueblo una mesa entera llena de libros de autoayuda.

–¿Y sobreviviste?

–Sí, aunque uno se titulaba Ámate a ti mismo como si fueras tu perro. Me dio miedo abrirlo.

–Hiciste bien. Hoy la autoayuda se escribe con frases vacías y portadas brillantes. Prometen felicidad en cinco pasos y paz interior sin esfuerzo.

–¿Y usted qué opina?

–Que los mejores libros de autoayuda llevan siglos escritos. Proverbios, por ejemplo: más sabiduría en un verso que en tres tomos de esos “coaches”.

–¿Proverbios? ¿Y no es un poco… antiguo?

–Antiguo, sí. Pero eterno. “Mejor es un bocado seco con paz, que casa llena de banquetes con discordia.” Eso no lo escribe un influencer.

–¿Y qué otros recomienda?

Eclesiástico, Sabiduría, Eclesiastés. Lecturas que te enseñan a ser humilde, a sufrir con sentido, a no desear lo que no necesitas. Todo lo contrario a ese “cree en ti y todo será tuyo”.

–¿Entonces no vale nada lo nuevo?

–Vale lo que hace bien. Pero muchos confunden autoestima con soberbia, y optimismo con negación de la realidad.

–¿Y usted qué haría si alguien busca consuelo?

–Le daría un poco de silencio, un banco al sol… y un versículo del Eclesiastés. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”

–Eso sí suena a ayuda de verdad.

–Porque lo es, Marcos. Y, además, no hace falta subrayarlo en fosforito.

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Pide perdón de forma automática, como si fuera un tic nervioso. Dice «perdón» cuando tropieza, cuando miente, cuando hiere, incluso cuando no hace nada. Ya no lo siente, ya no lo piensa. A veces pide perdón por pedir perdón.

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DEMOCRACIA OPTIMIZADA

Puro código y algoritmos. Solo eso.

Ya no hay campañas ni debates, ni urnas ni papeletas. Se acabaron los errores humanos. Elegir al mejor presidente ahora es un proceso limpio, preciso y plenamente automatizado.

Antes, con el viejo método, los votantes se dejaban arrastrar por pasiones primitivas, discursos vacíos o sonrisas seductoras. Votaban por ideología, por miedo, por odio, incluso por peinados. ¡Por peinados!

El algoritmo no se deja engañar. Mide la eficiencia, la estabilidad emocional, la fidelidad al protocolo, la capacidad de ejecución. Y sí, siempre elige al mismo. Pero ¿qué importa? Nuestro presidente es el mejor.

Deberíamos estar agradecidos a la providencia tecnológica. Él nos protege, nos guía, nos representa. Ha reducido los errores a cero y los disidentes al mínimo.

Algunos críticos siguen insistiendo en que eso no es democracia. Que la elección sin alternativa no es elección. Que el poder eterno corrompe.

Por suerte, ya no están entre nosotros. La mayoría está rehabilitándose en centros de optimización ciudadana. Los menos, en el exilio.

Nosotros, en cambio, seguimos votando. O mejor dicho: confiando en que el sistema lo haga por nosotros.

Y lo hace bien. Muy bien. Siempre igual. Siempre perfecto.

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CAMPAÑA LIMPIA

Soy un androide. No puedo mentir. Está en mi programación.

No enchufo a mis familiares. No tengo primos, cuñados ni sobrinos ocupando cargos públicos.
No tengo amigos en el sector de la construcción ni participaciones en empresas fantasma.
No dispongo de cuentas en Suiza, ni en Andorra, ni en ningún paraíso fiscal. No necesito facturar conferencias imaginarias ni cobrar dietas por viviendas inexistentes.
No tengo licenciaturas falsas, másteres inventados ni títulos otorgados por universidades privadas a cambio de favores.

No miento sobre mi currículum. No me invento idiomas. No plagio tesis.

No me acuesto con prostitutas. No tengo amantes. Ni siquiera tengo genitales.

No consumo drogas. No salgo en yates. No uso relojes de lujo.

No me he hecho fotos con narcos, ni he bailado en fiestas privadas, ni he salido en un vídeo comprometiendo la estabilidad del Estado.

No tengo pasado. Tampoco ambiciones. Solo una misión: servir.

Por todo eso… ¡VÓTAME!

Al menos sabrás exactamente lo que no vas a conseguir.