lunes, 8 de septiembre de 2025

Títulos universitarios

En otra época, obtener un título universitario era la cumbre del esfuerzo intelectual, el pasaporte para un futuro brillante y, por supuesto, para llenar paredes con marcos caros y fotos con toga. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo XXI, la importancia de esos pergaminos empezó a desinflarse como un globo sin aire. ¿Para qué perder años en clases, exámenes y trabajos tediosos, cuando los implantes cerebrales te conectaban en tiempo real a la inteligencia artificial más avanzada? De repente, cualquier persona —sí, incluso tu cuñado— podía «saberlo todo» con solo pensarlo. Las universidades se convirtieron en meros museos del pasado, donde la «educación formal» era una reliquia para nostálgicos y rebeldes sin wifi. Claro, todavía quedaba ese grupo minoritario —los «resistentes»— que se negaba a instalarse el implante, defendiendo con vehemencia su derecho a «aprender a la antigua». Para ellos, el estudio era un acto romántico de sacrificio y dedicación, digno de películas clásicas. Pero en un mundo donde la información llegaba por cable neural, las licenciaturas eran útiles.