Un ruido despertó a los legionarios. Estaban moviendo la piedra que cerraba la tumba.
—¡En nombre de Roma, alto!
El desconocido les ignoró. Los soldados, a pesar del terror que sentían, lo abatieron a espadazos.
—Es ese judío...
—Devolvámoslo al sepulcro. Marte quiera que nadie advierta que ha tratado de escapar.