martes, 20 de noviembre de 2018

Papelera

Jean-Paul Marat: “No existe el fracaso, salvo cuando dejamos de esforzarnos”

Se acabó el capitán Trueno. Por fin ha sido ascendido a comandante.
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La bala le agujereó el sombrero. El pistolero se desinfló.
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–¿Qué tal tu cita de anoche?
–No paró de contarme cuentos.
–Ya veo. ¿Y le preguntaste a qué se dedicaba?
–Era un cuentacuentos.
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Cuando el presidente dimitió, el Índice Nacional de Felicidad subió un veinte por ciento.
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Monet era ninfeómano.
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SCHADENFREUDE
Despidieron a mi cuñado. Invité a mi mujer a cenar.
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–¿Te parece bien que digan que la Junta de Andalucía se ha gastado dinero en drogas y puticlubs?
–Por supuesto que no me parece bien. La forma correcta es puticlubes.
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Se hizo apátrida para no pagar el IVA.
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No lo entiendo: veo a Celia por todos lados, a pesar de que sé que está enterrada en el jardín.
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Pierre Menard, para superarse a sí mismo, escribió “Pierre Menard, autor del Quijote”.
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–No comprendo. ¿Por qué están todos tan felices?
–Chis, no hable tan alto. Estamos tan felices porque, si no, el Líder Supremo nos fusilaría.
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HETERODOXIA
El cura prefería la cerveza al vino.
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Donald Trump construye castillos en el aire. Así reduce costos. No gasta ni un centavo en los cimientos.
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–Profe, no me parece bien lo que has escrito en la pizarra sobre la república.
–¿Por qué?
–No creo que la república sea un régimen sin ley.
–¿Sin ley? Ahí pone rey. ¡La república es un régimen sin rey!
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La RAE limpia, fija y da ezplendor.
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El presidente de Estados Unidos le hizo un unfollow al presidente de Rusia. La Junta de Jefes de Estado Mayor preparó el ataque.
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PARA ESE VIAJE…
Después de semanas de estudio y análisis, su asesor fiscal le dijo que sólo tenía una solución: huir a las islas Caimán.
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El cuento tuvo un final triste. Las perdices fueron felices.
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Diego no paraba de gritar. Me dieron ganas de pegarle un puñetazo. Y se lo habría dado si no tuviera las manos atadas.
–¿Qué ha pasado? Pero ¿qué ha pasado? –preguntó Álvaro, que por fin despertó.
Para no asustarle, estuve a punto de decirle que nos habían dado un mejunje que había hecho que perdiéramos la cabeza. Antes de poder decir nada, se abrió la trampilla que había sobre nuestras cabezas y lanzaron otro cuerpo. Era Rodrigo.
–¡Salvajes! ¡Sacadnos de aquí! –gritó Álvaro.
Los moxtatecas no le hicieron caso. Volvieron a dejarnos en la penumbra. Sin embargo, Álvaro había visto lo suficiente.
–¿Qué nos han hecho?
–Calla, Álvaro –le dije.
–¿Quién eres?
–Soy yo. Lope.
–¿Qué nos han hecho esos salvajes?
–No lo sé. Calla.
–A Rodrigo le han arrancado…
–Sí. Calla.
Se acercó al rincón donde me encontraba y me palpó el pecho.
–¿A ti también, Lope?
–Sí.
–No puede ser.
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VENGANZA
Cuando la rueda de su furgoneta reventó en un bache que había en medio de la calle, el fontanero decidió hacer facturas sin IVA.
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A pesar de sus doscientas toneladas, de que puede nadar a más de cincuenta nudos por hora (si está obligado) y de que, incluso, puede escupir cien litros de venenosa tinta, sigue temiendo a los monstruos terrestres, esos minúsculos seres bípedos tan llenos de maldad.
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–¿Cómo les fue la busca del unicornio?
–Un completo fracaso.
–¿No encontraron unicornios?
–¿Unicornios? Lo que no encontramos fue vírgenes.
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AUTOFICCIÓN
Subido a su viejo camello, se siente un brioso jinete. Ata una harapienta tela a un palo e imagina que es un victorioso lábaro. Entorna los ojos y ven en lontananza un ejército de efrits. Cide Hamete Benengeli pica espuelas. Algún día escribirá sus aventuras.
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–¿Qué demonios pasa? ¿Por qué me llaman a estas horas?
–General, el presidente ha hecho un unfollow al líder ruso.
–¡Maldición! En diez minutos estoy listo. Tenemos que preparar un plan de ataque. Otra jodida vez.
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A Dante le sorprendió encontrar a Beatrice en el infierno.
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El inspector declaró ante el juez que había encontrado siete bragas en la lavadora: la tenista no residía en Andorra.
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¿Cómo se titula la película
Don Quijote cabalga solo por la planicie manchega: El llanero solitario.
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TAMBIÉN TIENEN MADRE
Para que luego digan que los monstruos somos nosotros, pero son ellos los que se han beneficiado de la ingenuidad de mis tres hijitos; son ellos los que se han aprovechado de la simpleza de Tom, de Guille, de Berto, y los han convertido en piedra.
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DISTOPÍA
Lamento informarle, señor Hornik, que su saldo fiscal está a cero. Hasta dentro de dos meses no podremos operarle de corazón.
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–¿No te has enterado de la noticia?
–¿Qué noticia?
–Un lobo solitario preparaba un atentado contra el presidente.
–¿Contra el presidente?
–Sí.
–No te he entendido bien. ¿Has dicho un loco solitario o un bobo solitario?
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Tony Bassetto, empresario de lavandería, llevaba años pagando impuestos de más. El FBI le abrió una investigación.
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Nos comimos a unos cuantos vecinos para no defraudar, aunque nuestra religión lo prohibía: no podemos probar la carne de cerdo.
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–¿No le da vergüenza? Yo pago su salario con mis impuestos.
–No, no lo paga –dijo, irritado, el inspector de Hacienda.
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Su hijo le anunció que, ahora que tenía trabajo, se iba de casa. No se sentía tan feliz desde que su mujer le dijera que estaba embarazada.
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Esa mañana, a las nueve, tenía reunión con el inspector fiscal. Desayunó una tostada con mucho ajo.
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Orwell se equivocó, después de todo; imaginó una sociedad cerrada y opresiva. Ideó un Gran Hermano que lo vigilaba todo. Pero no fue capaz de imaginar lo que finalmente ocurriría: una Gran Hermana censora, crítica y acusadora sería la que nos acabaría fiscalizando.
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Bobby Lee Connor perdió el vuelo a Atlanta, pero consiguió que le devolvieran hasta el último céntimo del IVA que había pagado.
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–¿Se sabe la causa de la muerte?
–Ataque al corazón.
–¿Y qué pudo provocarlo?
–El look de infarto de su mujer.
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El masoquista tampoco presentó ese trimestre el modelo 303. Cruzó los dedos para que fuera Judit quien le hiciera la inspección fiscal.
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El Índice Nacional de Felicidad había bajado un 8,7 %. El presidente tuvo que dimitir.
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Le condenaron por asesinato y por fraude fiscal: facturaba a sus víctimas sin IVA.
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Muchos años después, a los pies de la guillotina, Jean-Guillaume de Balorre, conde de Kermadec, había de recordar aquella tarde remota en la que votó a favor de que los nobles siguieran sin pagar impuestos.
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Cuando supo que los musulmanes no pagaban impuestos, comenzó a atraerle el mensaje de Mahoma.
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Los animalistas denunciaron por maltrato a Brandán, que había tenido la crueldad de encender una hoguera en el lomo de una bestia marina.
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El monje budista, para no pagar la tasa por desgaste de aceras, siempre iba levitando por la calle.
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Aquel fallo del portero hizo felices a barcelonistas y atléticos.
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Los hijos querían desconectarle; el inspector fiscal, no: todavía le faltaban dos meses para terminar de pagar la deuda con Hacienda.
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Roba Biblias en los hoteles porque nunca ha pasado del sexto mandamiento.
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La inspección estaba tomando un cariz tan preocupante que tuvo que ofrecerle al inspector un contrato de 100.000 euros como asesor fiscal.
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Su hijo le anunció que, ahora que tenía trabajo, se iba de casa. No se sentía tan feliz desde que su mujer le dijera que estaba embarazada.
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Al autónomo se le echó encima la liquidación trimestral del IVA: acabó en la UVI.
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Halloween. Las Kardashian se han disfrazado de ángeles de Victoria’s Secret. Terrorífico.
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No puedo salir sin él. Nunca olvido ponerlo en el bolsillo de la camisa. Me gusta tocarlo para asegurarme que lo llevo conmigo. Es mi compañero fiel. Cuando lo cojo, sé que algo extraordinario ocurrirá. Me sirve de desahogo. Preparo un papel. Escribo. Dibujo. Esbozo un mapa o trazo un laberinto. Él lo esboza o lo traza. Él dibuja. Él escribe. Me gusta observar cómo se va desgastando. Cuando llega a la mitad, ya tengo preparado otro. A veces lo saco simplemente para mirarlo y preguntarme qué maravilla creará. Siempre me sorprende. No puedo vivir sin él. Sin mi bolígrafo de punta fina.
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Fatou está loca de alegría: ha llegado. Lo que no entiende es por qué la han metido en aquella habitación y dejado en ropa interior.
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CONTRAFACTUAL
–¡Ábrete, azafrán!
Nada, no hay manera: no recuerda las palabras mágicas. Alí Babá dice adiós a sus sueños y regresa a casa.
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Fui el último en arrojar una moneda a la fuente de los deseos. Pedí que no se cumpliera ninguno de los que habían pedido los que me habían precedido. La fuente comenzó a burbujear.
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Hoy he amanecido con un puñal clavado en la espalda. Mi mujer, que ha desaparecido, tendrá que explicar muchas cosas cuando la policía la encuentre.
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Hoy estaba Lorenzo (¡Lorenzo!) de turno de mañana. No pude resistirme a la tentación meterme por debajo del pantalón unas lonchas de chóped. Temblé cuando me pidió que las sacara. Me estremecí de placer cuando me cacheó.
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No puedo entendegos, españoles. ¿Pog qué os ponéis comme ça? Nosotos, les françois, hemos venido a traegos la félicité.
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LEYES EDUCATIVAS
PSOE, 3 – PP, 2. Se rompe el empate.
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–¿Te llamo? ¿No te llamo? ¿Te llamo? ¿No te llamo?
Lauro vaciló. No tenía nada más que arrancar. Hace horas, empezó con pétalos de margaritas. Luego siguió con otras plantas. Ya no le quedaba nada. Sin embargo, era necesario obtener una respuesta.
–¿Bruto? Ven, Bruto.
El gato se acercó tímido. Lauro le arrancó un trozo de piel.
–¿Te llamo? –siguió.
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El Morgawr necesita con urgencia un lavado gástrico: tanto plástico le está matando.
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Para sorpresa de ambos, Bush y Sadam Hussein se encontraron en el infierno.
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A la bruja feminista no le gustaba montar en escoba: lo consideraba sexista.
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Don Agapito se murió de risa. Su familia acusó de homicidio por imprudencia profesional al presidente del Gobierno, que acababa de anunciar que los bancos pagarían el impuesto hipotecario.
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CRIMEN ARTÍSTICO
Mona Lisa robada. Cuelgan en su lugar un Corot.
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Tenía enterrado en el jardín a su vecino. Su fantasma se le apareció y le dijo que ahora era más feliz que nunca.
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POLÍTICA DE EMPRESA
Entré en el supermercado que acababan de abrir. Me saludó la cajera. Me saludaron la reponedora de bebidas y el de la fruta. Me saludó la pescadera. Me saludaron la encargada y el carnicero. Lo admito: soy antisocial. Por lo tanto, salí trasquilado.
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Retirada una estatua de Colón en Los Ángeles. “Un navegante que llega a 10.000 millas de donde quería no merece un monumento”, declara un concejal de la ciudad californiana.
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Un hombre paseaba bajo la lluvia. El famoso músico le reconoció. Hizo detener el vehículo y bajó la ventanilla.
–¿Quiere subir, doctor? –le preguntó.
–Gracias.
El paseante se subió al coche del músico. Allí hablaron, hasta que llegaron a casa del doctor.
Al día siguiente, Gustav Mahler recibió una carta de Sigmund Freud. Creyó que era una nota de agradecimiento. Era la minuta por la sesión de psicoanálisis.
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Cuando abrieron el arca de Noé, el espectáculo era dantesco: los carnívoros, antes de morir de sed (¡qué paradoja!), habían devorado a los herbívoros, así como a Noé y a su familia.
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Mi tío tenía un supermercado, que estaba lleno de cosas maravillosas. Era asombroso lo que había allí, sobre todo teniendo en cuenta lo poco que teníamos en el pueblo. Mi tío nunca me regaló ni una piruleta.
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–¿Me da 250 gramos de falda?
–Lo siento. Aquí no se permite la minifalda.
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POR INDICACIÓN MÉDICA
Te lo aviso: en mi casa hay retratos de mi ex por todos lados. No te alarmes. Es por prescripción de mi psicólogo, que es reconductual: me lo recomendó para odiarla y ayudarme a olvidarla.
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Rieron, gritaron dichosos, algunos lanzaron sus sombreros al aire: el Imperio alemán había declarado la guerra a Reino Unido y Francia.
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No hace lo que piensa. No piensa lo que hace.
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OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
Se hizo el caos porque Skynet, de pronto, se apagó.
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Comenzó a llover. Así, de pronto. Una lluvia ligera, pero persistente. Las aguas empezaron a subir muy lentamente, tan despacio que en principio no nos preocupamos. Sin embargo, después de tres días de continuo chaparrón, el agua acabó inundando las casas que estaban junto al río. Subimos a la parte alta pensando que aquello acabaría pronto. Sin embargo, la lluvia no paró. Diez días después el agua lo cubría todo. Acabamos subidos a cualquier cosa que flotara o, simplemente, nadando. En ese momento empezó lo peor. Cada día era largo como un siglo. Había que tratar de mantenerse a flote, resistir al cansancio y no caer en la locura. La sed no fue un problema, pero el hambre nos martirizaba; teníamos que tratar de alimentarnos de cualquier animal que flotara sobre las aguas, una comida asquerosa. No sé cómo aguantamos. Día tras día, la lluvia continuaba, hasta que un día paró. Y salió el sol. Nos pareció un sueño. Pero no había acabado: las aguas bajaron perezosamente. Muchos murieron entonces; no pudieron resistirlo más. Por fin, un día, el cuadragésimo, alcanzamos a pisar el suelo. ¡Había acabado! Y comenzamos la reconstrucción. Un duro trabajo. No estábamos libres de preocupaciones: nos sobrecogíamos cada vez que el cielo se cubría de nubes. ¿Iba a empezar otro diluvio universal?
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¿Tan pronto íbamos a dejar de ser libres? Estábamos aterrados porque nuestro hijo amenazaba con regresar a casa; no se sentía a gusto en la universidad. Vendimos el piso y sacamos todo el dinero del banco. Había llegado el día de fugarnos.
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REVISIONISMO
Ena Tusol, activista de Femen, fue condenada a dos años de prisión por encadenarse al altar de la catedral de Munzburgo; el tribunal falló que había atentado contra los sentimientos religiosos. Eran otros tiempos, antes de la Gran Hermana. Quince años después, el tribunal revisionista especial dejó sin efecto la sentencia y concedió una compensación de medio millón de kolontáis por daños morales a Ena Tusol, heroína de la libertad.
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Sorprendentemente, llevando un abrigo de visón no logré ser feliz. Para conseguirlo tuve que ponerme una piel de asno.
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Muchos años después, a los pies de la guillotina, Jean-Guillaume de Balorre, conde de Kermadec, había de recordar aquella tarde remota en la que votó en contra de que los nobles pagaran impuestos.
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Inquietante. La dómina me ha dicho que lluevo sobre mojado.
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Como no se sentía feliz con una cazadora de napa, se colocó una piel de asno.
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–Te voy a ser franco –le dije.
Y me denunció al Tribunal de Memoria Histórica.
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ATWOODIANA
Actor involucrado en escándalo sexual. Muñeco de peluche involucrado.
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Cuando después de un arduo trabajo de meses entregó a su editor El arte de la felicidad, se sintió, por fin, feliz.
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Tuvo que volar en Ryanair. La curva de la felicidad le trajo desdichas.
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El inspector de Hacienda fue a la UVI y le dijo a los médicos que el autónomo no podía morirse hasta que no presentara la liquidación trimestral del IVA.
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Mediodía. El caravanero baja de su viejo camello y extiende en el suelo la tela de oración. Musita unas palabras. Cuando abre los ojos, ve delante de él a un extraño jinete, que le reveló lo que él reveló.
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Se las prometían muy felices: creían que lo había conseguido. Entonces llegó la carta certificada de Hacienda.
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Ahora, cuando contempla las nubes, ya no puede distinguir cirrocúmulos de nimboestratos; ya sólo ve el hermoso rostro de la señorita Király, recepcionista. El señor Faludy, meteorólogo, no logra sacársela de la cabeza.