Pío Baroja: “Si no gano con la literatura, me entretengo, y es un entretenimiento barato”
Mi mujer, que es abogada, dice que soy un caso perdido.
--
TALIÓN
El presidente, furioso, ordenó al ministro de Energía que subiera al ascensor. Y entonces cortó la luz.
--
No me quiso decir su nombre. Tuve que leerlo el día siguiente en la página de sucesos.
--
Comenzó a medir. Fue soltando cuerda y más cuerda. Imposible continuar: la estupidez humana era infinita.
--
ANUNCIO CLASIFICADO
Era lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias. Lo envolvimos en una vieja sábana y lo enterramos en el sótano, junto a los otros. Luego metimos la ropa ensangrentada en la lavadora y limpiamos la habitación. Cuando lo tuvimos todo listo, publicamos otra vez el anuncio clasificado: “Pareja madura de mente abierta busca chico masoquista”.
--
Se subió al ascensor social. Después de mucho ascender, se bajó en la planta baja.
--
TALIÓN
Alguien de Mortir ha matado al único herrero de Shamar. Hammurabi ordena al verdugo que corte la cabeza a los tres herreros de Mortir.
--
El otro día perdió los papeles. Hoy su mujer le dio los del divorcio.
--
Lo vieron tan sucio que decidieron invadir otro planeta.
--
En un hueco de ascensor vivía un hobbit. Era un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango.
--
Para que luego digan que los monstruos somos nosotros. Nos acusan de ser unos asesinos y unos torturadores. Nos tachan de genocidas. Pero son ellos los que compran nuestros diamantes y nuestro tantalio. Y son ellos los que nos venden las armas con las que matamos y torturamos.
--
Para que luego digan que los monstruos somos nosotros. Nos acusan de propasarnos, de ser incapaces de controlar nuestros apetitos. Pero los monstruos son ustedes, las mujeres que van provocando. ¿Acaso no imagina que si no estuviera esposado no le habría acariciado ya esas magníficas piernas de nailon?
--
Para que luego digan que los monstruos somos nosotros. Ellos han entrado en nuestras cuevas y nos han masacrado. Han destruido nuestras aldeas. Han plantado su bandera del Árbol Blanco por doquier. A los pocos que quedamos nos están cazando como conejos. Y, a pesar de todo, siguen afirmando que los orcos somos bárbaros, brutos, salvajes.
--
Grouchy se perdió, y perdió a Napoleón.
--
CHIMALIANA
Un equipo de exploradores se perdió en mi garganta. Los mandé a hacer gárgaras.
--
El verdugo nos preguntó:
–¿Desnuco o desgaznato?
--
Estaba enamorado de Emma Cagigal, la presentadora del programa de madrugada. La tuve que matar, señor juez, porque me dormía en el trabajo.
--
La señora Vásquez y yo mantenemos una relación de negocios. Ambos evitamos que pase a lo personal. Yo le proporciono compañía; ella me paga diez mil pesos la noche.
--
Cuando se olvidaba de que sólo tenía 84 diputados, era feliz.
--
CHIVOS EXPIATORIOS
Me asegurasteis que, si ese perro de Khashoggi moría en Estambul, no habría problemas en encontrar a un cabeza de turco. ¡Sois unos inútiles!
--
–¿Dónde vas a viajar este año con el Imserso?
–Estoy dudando entre Punta Cana, Lluchmayor y Cabo Viejo.
--
–¿Por qué llevas armadura?
–Para que la conciencia no pueda remorderme.
--
INFORME FORENSE
Le mató un objeto que penetró por la frente a una velocidad de 800 metros por segundo. Dicho objeto tenía una forma cónica. Se alojó en su cerebro. Se puede aventurar que el susodicho objeto era una bala.
--
Nos abrazamos un martes y comprendí enseguida que era de las que utilizaban un desodorante natural e inútil.
--
Exhausta y un poco bebida, abrió la puerta del bloque, pulsó el botón de llamada, se miró en el espejo del ascensor. ¡Maldito conde!
--
La señora Vásquez y yo mantenemos una simple relación de negocios. Ambos evitamos que pase a lo personal. Yo le proporciono compañía; ella me paga un millón de pesos al año.
--
CONFESOR: ¿Conoces la Biblia?
DON JUAN: Conozco bíblicamente a cientos de mujeres. ¿Eso vale?
--
Creyeron que sería un bello día. Les saludó una aurora de rosados dedos. Los griegos habían huido, dejando un caballo de madera.
--
Mary Ann Nicholls tenía cuatro peniques. Podía gastarlos en ginebra o en una pensión de mala muerte. Los gastó en ginebra, y tuvo una mala muerte: fue la segunda víctima de Jack el Destripador.
--
El Líder Supremo se lo estaba pasando tan bien que ordenó al ujier que retrasara el reloj una hora.
--
En una caja hay naranjas y plátanos. Si se quitan tres naranjas y se reemplazan por tres plátanos, la razón de naranjas y plátanos es de 1 a 1. Si se quitan tres plátanos y se reemplazan por tres naranjas, la razón de naranjas y plátanos es de 13 a 7. ¿Por qué los alumnos odian al profesor de Matemáticas?
--
¿Qué mérito tiene Shakespeare si hasta un mono mecanografiando al azar podría escribir sus obras completas?
--
–Copiad lo que he escrito en la pizarra.
–¿Y no podemos echarle una foto?
--
Todos sabían que don Lucas era un fanático de Canal Meteo. Por eso, cuando se lo encontraban en el ascensor, hablaban con él de fútbol.
--
La noche murió y tuvimos que ir al tanatorio, el único lugar donde seguían sirviendo alcohol.
--
El preso que iba a ser fusilado al amanecer, pidió un último deseo: morir en horario de verano.
--
Nos abrazamos un martes y descubrí, sorprendido, que Francis no era hetero.
--
–Sois unos alarmistas. Yo bajaré por el ascensor –nos dijo.
Dos minutos después se fue la luz. Y una hora más tarde la torre colapsó.
--
Hizo un estudio sobre los agujeros negros y fue acusado de racista.
--
–Cuando me siento en el sillón, el tiempo se detiene.
–¿Y no será, más bien, que lo pierdes?
--
Desde que el médico le dijo a su anciano marido que cuidara el corazón, ha estropeado ya cinco veces el ascensor de casa.
--
Domingo mañana. La joven universitaria, con minifalda y tacones, entra en la residencia con una barra de pan.
–Hoy he madrugado, sor Lucía.
--
Estaba harto: todas las mañanas le despertaba aquel horroroso ruido. Ya no podía aguantar más. Preparó una bomba de relojería. Simplemente quería matar al despertador.
--
–¿Por qué los españoles viven más que los ingleses?
–Porque los ingleses son muy puntuales y los españoles siempre llegan tarde a su cita con la Muerte.
--
A Dios le enfureció que lo llamaran Gran Relojero, tanto que empezó la cuenta atrás.
--
–¿Quieres que vayamos a tu casa o prefieres acompañarme a la mía?
–No te andas por las ramas, ¿eh? Mira, me caes simpático, pero no soy de las que tienen sexo la primera noche.
–¿Sexo? Aaaggg, no… Es que hace mucho frío. Lo que te propongo es que compartamos cama. Pasaremos la noche calentitos.
–Ah, bueno. Entonces, sí.
--
Era la noche del 31 de octubre. Nos salió al paso un bandolero.
–¿Trabuco o saco? –nos preguntó.
--
El trol se quedó de piedra cuando descubrió que había amanecido y que no había logrado ni un solo me gusta.
--
Harto de que los huéspedes se quejaran del tiempo que tardaba en llegar el ascensor, ordenó poner un espejo junto al botón de llamada.
--
El final llegó de forma tan inesperada que el Reloj del Apocalipsis se quedó detenido a dos minutos del fin del mundo.
--
Sabe que, si le ocurriera algo bueno de madrugada, tendría que darle las gracias a Dios. Por eso el ateo se levanta tarde.
--
Fueron descubiertos jugando al parchís. El Tribunal Islámico condenó a los niños a cien azotes y a las niñas a la lapidación.
--
CONSEJO SALUDABLE
–Hola, buenos días. ¿Cómo te llamas?
–Teodoro.
–¿Y en qué trabajas, Teodoro?
–Soy técnico de ascensores.
–Muy bien, Teodoro, dinos, ¿cuál es tu consejo saludable?
–Utilizad las escaleras.
--
–¡Qué magnífico prognatismo el suyo!
–Gracias. Normalmente se ríen de mí. Es usted la primera persona a quien le gusta la forma de mi mandíbula.
–¿Cómo no va a gustarme? Su calavera es la que le falta a mi colección para estar completa.
--
LE HABÍAMOS AMADO
Era lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias. Le habíamos amado desde que era un niño. Le vimos crecer y hacerse un hombre. Nos alegramos cuando fue nombrado sucesor. Teníamos puestas grandes esperanzas en él. Observamos tristes cómo se convertía en un monstruo. Cuando le clavamos nuestras espadas, no paró de insultarnos: nos gritó que ordenaría despellejarnos vivos. Aún recordamos sus alaridos. No paramos de golpearse hasta que se quedó en silencio. Al verlo tendido en el suelo, nos sentimos desconsolados por lo que habíamos hecho. Y sin embargo, nadie quería tanto a Calígula como nosotros.
--
–Señor Redinger, ¿en qué piensa?
–En que ojalá me hubieran recomendado otro médico, doctor Lecter.
--
PARADOJA
Desde que trabaja en el harén, el eunuco se pasa el día tocándose los huevos.
--
Su mujer tenía razón llamándole Speedy Gonzales: cuando llegamos a la cuarta planta, ya había acabado.
--
De madrugada se convirtió en el héroe de la Horda. A las ocho de la mañana se convirtió en el villano que paralizó el tráfico de la M-40.
--
Jugamos al strip poker. Gané una mano tras otra. Cuando conseguí que Branca y Xacobe se quedaran desnudos, se fueron al dormitorio. Me sentí un perdedor.
--
Cuando se encontraban en el ascensor, el ecologista y el negacionista del cambio climático procuraban hablar del Madrid.
--
MARCOS 10, 25
Era lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias: ir a la iglesia. No parábamos de rezar por su salvación. Estaba condenado, sin duda: jamás lograría entrar en el reino de Dios. Sin embargo, no cejábamos en nuestras oraciones. Pasábamos horas y horas arrodillados, aunque sabíamos que, como hombre rico, era imposible que entrara en el reino de Dios. Pero continuábamos rezando: para eso nos pagaba.
--
Fue un mal día: subió por el ascensor, se hundieron las acciones asiáticas, salió por la ventana.
--
–Yog-Aphoom me regaló un racimo de calaveras.
–¡Aaaggg, qué vulgar!
–Sí, vulgar y demodé. Lo que se lleva ahora son los collares de dientes.
--
Supimos que había alcanzado la ataraxia cuando su reloj de pulso se paró.
--
Caronte: ¿Qué diablos es esto?
Difunto: Un bitcoin.
--
–¿Qué te pasa, Nyarthoth?
–Tengo quemado el cielo de la boca.
–¿Te tomaste la comida demasiado caliente?
–Muy gracioso, Glaakthu. Lo que ha pasado es que no me he dado cuenta de que el estúpido del sacerdote le había dado a la víctima una antorcha.
--
Pasaron toda la madrugada poniéndose al día.
--
Esta mañana, cuando bajaba por las escaleras, encontré un cadáver en el rellano. Muy enfadado volví a llamar al técnico de ascensores.
--
–Confieso, padre, que no he amado al prójimo como a mí mismo –dijo Sacher-Masoch.
--
Theresa pulsó repetidamente el botón de cierre de puertas. ¡Uf, demasiado tarde! Pedro consiguió entrar en el ascensor.
--
–Hemos perdido el tiempo, Hijo.
–Completamente, Padre.
–Yo pienso…
–Tú te callas, Espíritu.
–No seas tan duro con él, Padre. Mira, se ha enfadado y se ha ido volando.
–¡Baf!
–¿Y ahora qué hacemos, volver al principio?
–¿Al principio? No, no. Yo no quiero empezar de cero. Soportar otra vez a Adán y Eva, a esa lenguaraz de Lilit, a todos esos barbudos. No.
–No, me refiero a que puedo volver a nacer.
–¿Otra vez? No sé, Hijo.
–Yo estoy dispuesto.
–Podría hacerlo. Dejar embarazada a María y todo eso, pero nada nos garantiza que esta vez consigamos el éxito.
–Te dije, Padre, que deberíamos haber sido más proactivos. Una revolución religiosa no puede triunfar si no hay una revolución política. Judas tenía razón.
–No, no, Hijo, te equivocas. Fue por exceso de arrogancia que elegiste a tus apóstoles. La misión que les encomendaste les venía grande.
–Ya no tiene remedio.
–Quizá, Hijo, si eligiéramos a otro apóstol. Ahora son sólo once.
–¿Elegir a otro apóstol?
–Sí. Me parece lo mejor.
–¿Y en quién has pensado?
–Saulo de Tarso.
–¿Saulo de Tarso? ¿Ese fariseo?
–Ese mismo. Yo haré que se caiga del caballo.
–¿Caerse del caballo? Padre, no entiendo nada.
–Déjame, Hijo. Déjame. Yo sé lo que me hago.
–Está bien, Padre.
–Anda, ve a buscar a Espíritu antes de que haga cualquier disparate. Yo lo arreglaré todo, Hijo.
--
Se ponga como se ponga no puedo hacer nada. Y deje de enseñarme su pelo. El Imserso no patrocina los viajes a Punta Cana.
--
–Prepárate. Te voy a comer.
–Ah, no, con esos dientes tan sucios no voy a permitir que me comas. Habrase visto.
--
Como trabajaba de técnico de ascensores, siempre utilizaba la escalera.
--
El relojero perdió un tornillo. El tiempo se detuvo.
--
Subieron juntos en el ascensor, bajaron por separado.
--
El Gran Relojero se ríe de la ignorancia de los hombres. Creen que ha fabricado un reloj. En realidad ha hecho un cronómetro, y la cuenta atrás no se detiene.
--
Iba a pasar toda la noche velando armas, pero se quedó dormido. Inevitablemente culpó al sabio Frestón, que le tenía ojeriza.
--
–Vivimos en un mundo insensible, lleno de iniquidades. Son tiempos de rebeldía, que no admiten la frivolidad. Hay que luchar por los arrinconados.
–¿No te das cuenta de que no queriéndome amar me arrinconas?
--
La Yeni siempre conseguía dejar sin resuello a sus novios. Vivía en un séptimo sin ascensor
--
La operación iba a empezar de madrugada, pero no hubo forma de conseguir que los soldados se levantaran temprano.
--
MATEO 5, 28
El archimandrita observó con lascivia los pechos de la cortesana. Ordenó que se los cortaran.
--
Desde que compró el rebaño de ovejas, tiene lana, leche y carne en abundancia, y ha resuelto sus problemas de insomnio.
--
MUJER DE MENTALIDAD ABIERTA BUSCA JOVEN ATRACTIVO
–Feli, ya estoy aquí, esperando.
–¿Ha llegado?
–No, no hay nadie.
–¿Estás nervioso?
–No, qué va. Uf, ahí llega. Tiene unas bonitas piernas. No está mal… Espera, Feli. Creo que la conozco.
–¿Quién es?
–Es… Aaaggg…
--
Aunque vivía en un bajo muy oscuro, era feliz: cuando terminaba la jornada laboral, el técnico de ascensores no quería pensar en el trabajo.
--
No soportaba que su vecino pareciera tan feliz: le descerrajó un tiro y lo enterró en el jardín. El fantasma de su vecino se le apareció y le dijo que ahora era más feliz que nunca.
--
Ahora que su ocio, señor Del Toro, se ha convertido en su negocio, ¿qué hace para entretenerse?
--
Cuando Luis XV visitó Tournon-sur-Loire, se sorprendió de su atraso: vivían en plena Edad Media. Ordenó que adelantaran el reloj de la iglesia.
--
Miró la agenda que le había preparado su secretario.
09:15. Reunirse con Martínez.
09:40. Llamar a Carlos.
09:55. Firmar los protocolos.
10:25. Tomar café.
10:50. Ir al despacho del director general.
11:00. Reunirse con el director general.
12:30. Llenar una caja con objetos personales y salir escoltado del edificio por un guarda de seguridad.
13:55. Recoger a Oliver del colegio.
15:00. Comer.
16:30. Dispararse un tiro en la cabeza.
17:15. Hablar con el abogado del diablo.
--
Habían ganado la guerra, pero no se sentían felices.
--
Las maniobras iban a empezar de madrugada, pero no hubo forma de conseguir que los reclutas se levantaran temprano.
--
MALENTENDIDO
–Tu mirada esquiva cuenta un secreto atronador: el deseo incontrolable que sientes por poseerme... Pero ¿por qué esa sonrisa?
–¿Quién eres tú, payaso?
--
Su hijo le dijo que había encontrado trabajo y que se iba de casa. No se había sentido tan feliz desde que su mujer le anunció que estaba embarazada.
--
Subió, con 18 años, al ascensor en la planta baja de la sede del partido. Se bajó, con 54, en la planta 14 de la sede central del banco.
--
PARADOJA
Para ver lo que quiero ver, tengo que cerrar los ojos.
--
ESTRATEGIA
Como un enjambre después de recibir la pedrada de un niño saltaron cuando mencione, de pasada, el tema prohibido. Ferran cogió el guante. Pau le replicó. Todos terciaron. Hubo aseveraciones, argumentos, disputas, gritos. Estaban tan distraídos que pude comer hasta hartarme.
--
Los diez guardaespaldas del Líder Máximo se empeñaron en subir con él al ascensor. Todos perecieron en el accidente.
--
A quien madruga, su mujer le ordena enfadada que siga durmiendo y que, sobre todo, no se le ocurra encender la radio.
--
–Vamos a la cama.
–¿Ahora?
–Tengo que activar mi metabolismo.
--
Mirad ahí, en el suelo, cerca de la maceta: otro clavo. Un cenobita anda cerca.
--
El presidente presentó su dimisión: desde que había accedido al puesto, el Índice Nacional de Felicidad había bajado un ocho por ciento.
--
Olvidamos dar cuerda al reloj. El abuelo ha muerto.
--
Felipe II ordenó decapitar al presidente de la Aemet, que no avisó de temporal en el canal de la Mancha.
--
–Immacolata, ¿dónde vas con tanta prisa?
–Al cementerio. Los perros necrófagos tienen hambre.
--
Lo han sacado en mitad de la noche, que ellos, eufemísticamente, llaman madrugá. Se diría que tienen ganas de crucificarle.
--
Cuando se abrió la puerta del ascensor, allí estaba Bergantiños.
–¿Subes o bajas? –le pregunté.
Levantó los hombros.
--
Hasta que me regaló su libro, creí que éramos amigos.
--
El niño andaluz que se subió al ascensor acabó en la planta menos 4.