miércoles, 7 de agosto de 2019

Microcuentos

Finalmente, K. consiguió entrar en el castillo. Lleva veinticinco años tratando de salir.
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Era tan cabezón que los jíbaros le dejaron por imposible.
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Cuando la mariposa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró convertida en un filósofo de la antigua China.
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Hay que ver con qué mala cara me miró Caronte cuando le dije:
–Que Dios te lo pague.
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Al infeliz le consolaba pensar que nada podría destruir su felicidad.
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En Beijing, los invasores extraterrestres sufrieron un ataque de tos.
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Fue una mala idea embarcar a las termitas en el arca.