martes, 12 de noviembre de 2019

Papelera

Dorothy Parker: “I hate writing. I love having written”.

A aquel alcaide no se le escapaba ni una risa.
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Me gusta citar a Coelho, pero nunca acude.
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PARADOJA
Después de su último fracaso electoral, el partido animalista buscó a un chivo expiatorio.
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Marcos habría denunciado a Mateo y Lucas por plagio si no hubiera temido que Q le denunciara a él.
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En casa del orfebre, pendientes de bisutería.
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Me peí. Ella me miró desconcertada.
–La esencia de la vida –le dije.
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Se le escapó un pedo. Me miró sofocada.
–No te preocupes –le dije–. La esencia de la vida.
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Dejé de leer aquel libro porque me empequeñecía.
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–Laura, nunca me dijiste que me querías.
–Claro que sí, Francisco. Te dije que te quería para que me mantuvieras limpia la casa.
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Me senté en la cafetería de El Corte Inglés. No apareciste. Fui al Colombia 50. No estabas. Recorrí las salas del Museo Provincial. Nada. Estuve en Zara, en Sfera, en Massimo Dutti. No tuve suerte. Lo admito: tú ganas. No recuerdo dónde te conocí.
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Cuando estaba llegando al cogollo del asunto, ella estaba dormida.
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Tiñéndose el pelo, ya sólo se engaña a sí mismo.
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No sabía si estudiar Matemáticas o Medicina, pasar la vida resolviendo algoritmos o borborigmos.
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Aladino está loco de contento. Le han dado tres monedas por esa vieja lámpara abollada.
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Cuando estaban llegando al cogollo del asunto, los telespectadores estaban dormidos.
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Después de recorrer doscientas millas, soportar un ataque de avispas asesinas, sobrevivir a una pavorosa tormenta eléctrica, no encontraron agua. AM se la había vuelto a jugar.
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No le pidas a Dios otra cosa que no sea consuelo.
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La versión vegana se tituló El cogollo de las tinieblas.
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Suspendió el examen. Su hermano estaba furioso.
–Eres un inútil, Luis. Mira que no ser capaz de aprender holandés.
–Es un idioma muy difícil.
–No me vengas con excusas. Desde hoy dejas de ser rey.
–¿Qué?
–Lo que has oído.
–¿Y qué vas a hacer con Holanda?
–La incorporaré a Francia. ¿Te das cuenta? Como tú no has sido capaz de aprender holandés, ellos tendrán que aprender francés.
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–Le apetece visitar el corazón de la ciudad.
–No, no. Soy vegetariano. Lléveme más bien al cogollo.
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Te traicioné a ti, sí, pero no a mí mismo.
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El taxista adivinó que aquel pasajero era vegano cuando le pidió que le llevara al cogollo de la ciudad.
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–¿Vas a dejar de responderme con monosílabos?
–Sí.
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“Un mundo que es más fácil de imaginar que de describir.”
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PARADOJA
Hoy, en la oficina, tormenta de ideas, altas presiones.
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Como siempre se iba por las ramas, le dio a comer cogollos.
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Entró en la posada un martes con paso cansino. Le recibió un chiquillo que no le pareció muy despierto. Habría caído muerto allí mismo si le hubieran dicho que aquel muchacho se acabaría llevando el tesoro de Flint.
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–¿Te gusta hablar con monosílabos?
–Tal vez.
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Entró en la posada un martes con paso cansino.
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Sacó el cuchillo cuando le pedí un café cortado.
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¿Traidor yo? No, él ha sido el que me ha traicionado. Me engañó. Me hizo creer que era uno igual a los demás, que formaba parte del grupo, pero no era verdad. Me utilizó para sus planes. Desde el principio había decidido que yo sería el que le entregara al Sanedrín.
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Cruzaron el semáforo en rojo. Lo juro. Siempre lo hacían. Lástima que sólo atropellara a uno. Por lo menos, aquí en la cárcel, no tendré que ver a los otros nunca más.
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–¡Santiago y cierra España! –le gritaron al líder del partido antiinmigración.
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“Tu hermano y tú no tenéis los cojones de…”
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Mendel les dijo que pronto llegaría al cogollo. Menos mal, pensaron los monjes. Estaban hartos de comer guisantes.
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El psicólogo me ha aconsejado que introduzca pequeños cambios en mi rutina diaria. He decidido hacerle caso. Hoy, en vez de bajar a la calle por el ascensor, saldré de casa por el balcón.
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–¿Cómo llegaste al cogollo?
–Fácil. Después de ver los análisis de colesterol, el médico me ordenó comer menos carne.
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Tuvieron que trasplantarle un riñón. Le costó un ojo de la cara.
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MATEO 5, 30
Si el pulgar de tu mano derecha escribe tuits políticos, córtate el pulgar de tu mano derecha.
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El trasplante de riñón le costó un ojo de la cara.
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Flaubert tiene la lengua seca de tanto escribir.
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El lector de la editorial tenía una especial habilidad para hacer sangre sin llegar al cogollo de las novelas.
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Sobreviví a tus golpes, a tu depravación, a tu crueldad. Sobreviví, incluso, a tus caricias lascivas. No quiero que nadie más te odie. Prefiero ser la única. En tu tumba pondré que fuiste un buen padre. Destruiré tu memoria.
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El cura se negó a casar los calcetines.
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Sobreviví a tus golpes, a tu depravación, a tu crueldad. Sobreviví, incluso, a tus caricias lascivas. En tu tumba pondré, padre, que no te olvidaré. Destruiré tu memoria.
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A Pedro Sánchez le preocupa la huella de carbono. La mía.
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Murió antes de que le alcanzara el éxito.
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–¿Qué prefieres, una estatua de mármol o de bronce?
–De bronce. Que no tenga nada por dentro, como él.
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Babosa: caracol desahuciado.
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Cuando Laura se enteró de que le había escrito un poema lírico a Mónica, montó un drama.
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Elena montó un drama cuando se enteró de que su marido le había escrito un poema lírico a Beatriz.
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Detuvieron al marqués de Santillana por acosar a una serrana.
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Alexandre Dumas se ha levantado tarde. Ha comido en un restaurante en Montparnasse y luego ha ido a tomar café a Saint-Germain-des-Prés. Se ha acostado temprano. Dos capítulos de Los tres mosqueteros han sido escritos.
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Aquel personaje se fue volviendo tan impertinente que Agatha Christie, harta de él, lo convirtió en el asesino.
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Sobreviví a tu tacañería. Convertiste mi infancia en un infierno. Nunca me hiciste un regalo. Ni uno solo. Siempre vestía ropa vieja. Jamás me llevaste al cine. Eras una roñosa, madre. En tu tumba pondré lirios, tulipanes, orquídeas. Haré que te revuelvas.
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¿Marx alienó a su criada?
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Ladran, luego no les gustan los gatos.
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El volcán eructó.
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–Hijos míos, en mi ochenta y siete años de vida no me ha pasado nada, absolutamente nada. Ése es el ejemplo que os dejo –dijo el duque a sus hijos.
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Trató de engañar al ratoncito Pérez con unos dientes de ajo.
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El lunes me levanté ronco. El martes me dolía la espalda. El miércoles estaba resfriado. El jueves tenía tortícolis. El viernes, como no se me ocurría nada, ni siquiera llamé para decir que tampoco iría a trabajar.
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¿Entenderían mis hermanas que las amo mucho, pero que amaría más estar con un hombre?
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–César, estas condiciones son durísimas.
–Vae victis, Vercingetórix.
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REDNECK
Cuando leyó aquel correo electrónico, Bobby Lee McGee descubrió dos cosas sorprendentes: tenía familia negra y podía ganar dos millones de dólares si ingresaba mil en la cuenta de su primo nigeriano.
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En casa del fundador de Zara, vestido de Valentino.
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–Hermanas, un hombre. Matémoslo.
–Alto, hermanas. ¿No podríamos antes jugar con él un poco?
–¿Qué dices, hermana?
–¿No está claro, hermana? Necesito un desahogo.
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Cuando el australopiteco dejó de subirse por las ramas, se situó en el cogollo de la evolución.
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PARADOJA
El mejor día de clase es el último.
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–¿Por qué te dejó?
–Pensaba de mí que era un eunuco.
–No lo entiendo.
–Me dijo que no tenía cojones.
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Les sorprendí contemplando el cogollo. Preocupado, decidí expulsarles. Para disimular, dije que había sido por devorar una manzana.
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David le ganó a Goliat por una cabeza.
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Trató de huir de sí misma, pero no pudo dejar atrás sus miedos.
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EL COLMO
James Rodríguez, suplente en una mesa electoral.
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–¿Te has dormido leyendo?
–No. Simplemente he cerrado los ojos y me he puesto a soñar.
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EL CONGELADOR DE RTVE
–Yo me negué a vestir de negro, pero ¿qué hicisteis vosotros?
–Yo dije que iban a reinhumar a Franco junto a su mujer Carmen Calvo.
–Quelle faute! ¿Y tú?
–Yo le pregunté al presidente Sánchez si nos aproximábamos a un enfriamiento o a una crisis.
–Alors, quel faux pas!
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Dante acabó en el infierno de los adúlteros.
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El animalista dice que no le resulta nada fácil ver los toros desde la barrera.
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Mi mujer me pone a volar cada vez que prepara una comida ligera.
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MATEO 5, 28
–Micer Dante, ¿codiciasteis a Beatriz?
–No, padre, no la codicié. Me encapriché de ella.
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Al contrario que sus hermanas, no bebió de las aguas del río del olvido. Ahora tiene que fingir que no recuerda nada.
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¿VAGO O SOÑADOR?
En vez de hacer castillos de arena, los hacía castillos en el aire.
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No quería invitarme a tomar café. Dijo que no podía besarme porque estaba acatarrada. Alegó que debía madrugar. No le apetecía. Le dolía la cabeza. No tenía condones. Eran todo inconvenientes.
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Doctor banned you to watch chocolate.
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Aquel sueco se puso al sol y se quedó frito en la arena.
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No era humano. Incluso debajo del agua siguió gritando.
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En Sidney, multaron al mago que sacó un conejo de la chistera.
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Llevaba un San Pancracio en el coche. Un error. Tenía que haber puesto un San Cristóbal. Murió en un accidente. Su familia le incineró con uno de sus trajes, que se había puesto cuando visitó Madrid y compró un décimo de lotería que, en Navidad, ganaría el primer premio.
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PARADOJA
Era tan comodón que, para no tener que hacer la cama, no se acostaba.
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El marciano descubrió extrañado que, en la Tierra, su reloj de arena adelantaba.
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Yo quería ir al cogollo de la ciudad, pero él no quería entrar con el coche en la almendra central.
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Como siempre se iba por las ramas, le dio a comer cogollos.
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Era cruel, retorcido, peligroso. Le hizo el curso imposible. Siempre lo tenía castigado. Ahora, cuando lo ve en la tele, trata de convencer a sus compañeros de residencia que no le voten.
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La bruja probó la pócima del olvido y olvidó para qué servía.
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–No deberías dejarles comer pizza.
–Son aún demasiado jóvenes. Todavía les falta para llegar al cogollo.
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–Ya nos ha explicado, señor Lecter, las ventajas del canibalismo, pero ¿tiene inconvenientes?
–Por supuesto. Yo, que soy un gourmand, estoy abocado a carne sin sello de calidad.
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Se acabaron acostumbrando tanto al infierno que acabaron creyendo que se encontraban en el paraíso.
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El bote de gusanos deshidratados se había echado a perder. Estaba lleno de gusanos vivos.
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Regañó a su hijo porque estaba haciendo castillos de arena. De piedra eran más sólidos.
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El bote de gusanos deshidratados se había echado a perder. Los gusanos se movían.
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Por incumplir lo pactado, Amón ordenó cortarle la cabeza. La nueva tardó dos semanas en salirle, pero era tan insensata como las anteriores.
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La vendía tan barata que todos compraban sal a aquel pobre viudo que se llamaba Lot.
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Por lástima, todos compraban sal a aquel pobre viudo que se llamaba Lot.
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Soy difícil. Querer poner distancia entre nosotros no es por falta de cariño. Al atardecer, después de una dura jornada de trabajo, pensaré en lo hermoso que sería darle un dulce beso. La verdad, prefiero echarte de menos que echarte de más.
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–Ese pájaro no dice ni pío.
–Es que sabe que yo no me ando por las ramas. A la mínima le bloqueo.
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Soy difícil. Querer poner distancia entre nosotras no es por falta de cariño. Al atardecer, después de una dura jornada de trabajo, pensaré en lo hermoso que sería darle un dulce beso. La verdad, prefiero que me eches de menos y no de más.
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–Compren sal a un pobre viudo –gritaba Lot.
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–¿Mujer? Soy casi una niña. Llevo una vida sencilla. No destaco mucho. Vivo con mis padres. Nada sé del mundo ni de Dios. ¿Por qué yo?
–Porque eres la única virgen.
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PARADOJA
Invitó a los turistas a visitar el cogollo de la ciudad, pero no les dejó entrar en la almendra central.
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Aladino fue a la oficina de la compañía eléctrica.
–¿Qué quiere? –le preguntaron.
–Quería dar las gracias.
–¿Por qué?
–Por los continuos cortes de luz.
–Ahórrese la ironía. Mire Hacemos lo posible por mejorar el servicio.
–No es ironía. Si no fuera por los continuos cortes de luz, nunca habría ido al rastrillo para comprar esa maravillosa lámpara.
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–¿Qué quiere?
–Quería dar las gracias.
–¿Por qué?
–Por los continuos cortes de luz.
–Ahórrese la ironía. Hacemos lo posible por mejorar el servicio.
–No es ironía. Si no fuera por los continuos cortes de luz, nunca habría ido al rastrillo para comprar esa maravillosa lámpara.
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–¿Encontraron el arma homicida?
–¿No podría ser, inspector, ese cuchillo que la víctima tiene clavado en el pecho?
–Ah, sí.
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Empezó a contar cuentos: uno, dos, tres… Había veintisiete.
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Hacía tiempo que no nos visitaba. Le explicamos los cambios. Ahora, al cogollo de la ciudad lo llamaban almendra central.
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Fue sencillo. Puso el reloj de arena en posición horizontal. Tenía el tiempo en sus manos.
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Tenía el tiempo en sus manos. Puso el reloj de arena en posición horizontal. Fue sencillo.
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Alcanzar la inmortalidad fue sencillo. Puso el reloj de arena en posición horizontal. Tenía el tiempo en sus manos.
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LITERAL
–¿Qué haces con eso?
–Lo llevo siempre.
–¿De veras?
–Sí, desde que tengo cuatro años.
–¿Y cómo es eso?
–Mi tía Tere me dijo que estaba para enmarcarme.
–¿Y desde entonces llevas ese…?
–¿Este marco? No, no. ¿Por quién me tomas? Éste lo estrené hace dos semanas. A que te gusta.
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Sólo me quedan tus fotografías como recuerdos del ayer. Las enterraré en el jardín, junto a ti.
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Cayó el muro de Berlín. Ya no era necesario. El capitalismo lo había invadido todo.
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Cayó el muro de Berlín. Ya no era necesario. El neocomunismo lo había invadido todo.
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El editor está cansado, hastiado, exhausto, desfallecido, extenuado, maltrecho, aniquilado, deshecho, agotado, harto de quitar adjetivos.
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–¿Cómo terminó la cita?
–Terminó muy bien, con un buenos días.