jueves, 13 de octubre de 2022

Microcuentos

 Era tan casto que nunca utilizaba verbos copulativos.
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El grupo de Insomnes Anónimos se reunía a las dos de la mañana.
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Mire, usted. Como cliente de este frenopático, tengo la razón.
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Rusia y Ucrania son países hermanos, como Caín y Abel.
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Lo malo de ser una rata de biblioteca es que acabas tragándote cualquier cosa.
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Como pato, era feo. Como cisne, del montón.
Dejó de salir con el hombre invisible porque no podía verlo.
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¿Por qué voy a ir a su entierro si él no va a venir al mío?
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–¿Puede explicarnos cómo escribe?
–Escribo a fuego lento.
–¿Y eso qué quiere decir?
–Que me gustan las frases hechas.
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La conducta de aquel político era ejemplar: todos le tomaban como modelo para mentir con estilo.
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Aunque aquel viejo era analfabeto, sabía leer entre líneas.
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–Quiero anunciarte algo.
–Ah, ¿sí? ¿Qué?
–Si Dios quiere, dentro de un mes saldrá mi próximo libro
–¿Y cómo se titula?
–Razones de un ateo.
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–Te tengo muy calada –le dijo aquella loca a su muela.
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–¿Qué es lo que le pasa?
–Soy adicto al sexo, doctor.
–Ah. ¿Y cuántas veces lo practica al día?
–¿Al día? Siempre estoy pensando en el sexo, pero hace más de diez años que no lo practico.
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Es un excelente amigo: nunca me ha dado un consejo.
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EL COLMO
A aquel manual de cirugía le habían quitado el apéndice.
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Su preceptor le enseñó que todas las criaturas que tienen cuernos son herbívoras. Por lo tanto, Teseo no estaba asustado.
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Quiero mucho a Adela, tanto que no le he hablado de Trini, mi mujer.
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Se me ha puesto la piel de gallina cuando he llamado a la consulta del dermatólogo y me han dado cita para dentro de cuatro meses.