sábado, 5 de julio de 2025

En que se trata de la felicidad, su búsqueda infructuosa y los alivios que ofrece la vida monástica

 –Padre Cristóbal, ¿cree usted que la felicidad se encuentra o se construye?
–Hermano Marcos, dicen los sabios que la felicidad llega cuando no se la busca.
–Pero, padre, ¿y si uno la busca, aunque sea a escondidas?
–Entonces, hijo, la felicidad se esconde mejor que un monje en Cuaresma.
–¿Y si la felicidad se deja encontrar solo para burlarse de nosotros?
–Eso suele hacer. Es como el gato del convento: aparece cuando no lo llamas y huye cuando le ofreces comida.
–¿No será que la felicidad es un invento para que no nos quejemos demasiado?
–Quizá. O un espejismo para que sigamos caminando, aunque el camino sea de piedras.
–A veces creo que la felicidad es solo la ausencia de problemas…
–O la costumbre de ignorarlos, que es más barata y menos milagrosa.
–¿Y si uno se resigna a no buscarla?
–Entonces, tal vez, la felicidad se sienta a tu lado, aburrida de que no la persigas.
–¿Y si la encuentro, padre?
–No la sueltes, hijo. Pero tampoco la interrogues mucho: la felicidad es tímida y huye de las preguntas.
–¿Y si nunca llega?
–Siempre queda el consuelo del chocolate y la siesta, que no son la felicidad, pero la imitan bastante bien.