Cerró el visor y cogió la lanza que le tendía el escudero. Estudió en la distancia a su oponente mientras musitaba una oración. Sonaron los clarines. Espoleó a su caballo, que rápidamente pasó del trote al galope. Su oponente castellano se acercaba más y más. Apuntó la lanza al pecho y trató de mantenerla firme. En el último momento, cerró los ojos. Sintió un golpe brutal. Tardó un instante en levantarse. Vio que su oponente ya se había puesto en pie. Buscó la espada, pero por alguna razón no consiguió desenvainarla. El castellano levantó los brazos. Todos le aclamaban. No, no estaba derrotado. Gritó un desafío al castellano, que no le hizo caso. Martín Gómez tardó un buen rato en aceptar que había muerto.
Microrrelato finalista del Certamen de Microrrelatos de la Asociación Amigos de la Historia de Calahorra