El castillo se alzaba imponente, tentador. Imaginábamos la vida regalada que su morador llevaba y la comparábamos con la nuestra, mísera y sufrida. Con astucia podríamos tomarlo. En medio de la noche, colocamos las escalas y salvamos sus muros. Recorrimos largos corredores. De pronto nos topamos con el conde que, sonriendo, nos mostraba sus colmillos. Advertimos, nerviosos, que no podíamos movernos.
Microrrelato escrito para Reto 5 líneas del blog de Adella Brac