jueves, 19 de julio de 2018

Cuento chino

El país de Han iba de mal en peor. Nada funcionaba. Había miseria y corrupción por doquier. El gran ministro tuvo una idea magnífica, genial: se exhumarían los restos del antiguo autócrata y serían enterrados en una tumba anónima. Apenas se llevó a cabo el proyecto, el país de Han empezó a prosperar y todo mejoró. Dejó de haber inviernos helados y veranos tórridos. Aumentaron las cosechas. Los pesqueros comenzaron a regresar a puerto con las bodegas repletas. Los negocios prosperaron. Todos los estudiantes sacaron sobresaliente. Los opositores que se habían presentado a las pruebas oficiales las aprobaron. La selección de fútbol no perdió más partidos. Todo el mundo pudo tener dos coches, una moto, un proyector de cine, un apartamento en la playa y una buhardilla en París. Ya nadie tenía que trabajar. El país de Han estaba en su prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna.