Javier Reverte: «Pero ¿acaso es tiempo mal utilizado el que se emplea en divertirse?».
Orgulloso de su pluralidad, el medio reunía a insultadores profesionales y a quienes fingían no serlo. Así, podían presumir de equilibrio: medio minuto de datos, veinte minutos de gritos.
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¿Cómo sabemos que a Monterroso no le gustaban los dinosaurios? Porque en su microcuento no especifica la especie. Un verdadero entusiasta habría dicho exactamente cuál era.
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Ella lo llama putero. Él la llama borracha. Se insultan ante las cámaras, como si fuera teatro. Mientras tanto, pocos recuerdan los millones que él robó cuando fue ministro.
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Las personas no engañan con sus mentiras. Confiesan.
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Qué detalle: te dan lo que no sirve, con la excusa perfecta para no darte lo que sí.
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Todos huían del aguacero. Él no. Avanzaba, y el agua le lavaba manchas que nadie veía. Al llegar a un charco, notó que su reflejo no lo seguía. Era ella, mirándolo desde el agua, y comprendió que la lluvia era un umbral, no un alivio.
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El reloj marcaba las ocho. Juan encendió la lámpara, tomó un vaso de agua, bebió despacio, dejó el vaso en la mesa y se sentó en la silla. Miró la pared blanca durante un rato largo. No pensó nada en particular, solo estuvo ahí, respirando.
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Life’s a balloon, it always bursts.
Every dream’s balloon ends by popping.
Happiness inflates, pressure builds, balloon bursts.
Life expands, thins, bursts like balloons.
All balloons rise, all balloons pop.
Joy floats briefly, then suddenly bursts.
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Ni Dios se libró de Hacienda: el Mesías nació en Belén por un censo fiscal.
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Decidieron parar el mundo para que se bajaran los descontentos. Pero al detenerse, todos descubrieron que la Tierra inmóvil era perfecta. Ahora nadie quiere que vuelva a girar. El mundo parado funciona mejor.
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Confío hasta en un ladrón. Pero si dice «puedes confiar en mí», escondo la cartera.
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Nos critican sin descanso. A los curanderos nos llaman charlatanes, vendedores de humo. Hacemos lo que podemos: aliviar, escuchar y recordarle al enfermo que aún importa. Un vaso de agua con hierbas quizá no cure un cuerpo, pero a veces rescata un espíritu. En cambio, la sanidad pública promete más de lo que cumple. Ofrece ciencia y precisión, pero se esconde tras protocolos y listas de espera interminables. Nosotros no ocultamos la verdad: hay males que no sabemos curar. Ellos, en ocasiones, no pueden; en otras, simplemente no quieren.
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—Te amaré más que a mí mismo.
—¿En serio?
—Completamente. Pero como me odio a muerte, imagina cuánto te voy a querer.
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Queremos alzar la voz contra el genocidio uigur… espera, quise decir palestino.
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—¿Quién es el Catilina de nuestro tiempo?
—Se me viene a la mente cierto personaje. Pero, a diferencia de Catilina, que al menos tuvo el valor de caer luchando cuando todo estaba perdido, este tipo no dudaría en huir a la primera señal de peligro, probablemente a Venezuela, Marruecos o algún rincón lejano.
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COSAS VEREDES
Compañeros que miran series a velocidad 1,5 o 2. Compañeras que aseguran estar leyendo mientras siguen una serie.
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Creé el personaje más extraordinario de la literatura universal. Lástima que fuera tan extraordinario que ni siquiera yo, su creador, fui capaz de escribir una línea decente sobre semejante maravilla.
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Había en un claro del bosque dos árboles: uno recto y altivo, otro torcido y desgarbado. El árbol recto se reía de su vecino:
—Mírate, lleno de curvas. Nadie querrá tu sombra torcida. Yo, en cambio, soy perfecto.
El árbol torcido guardaba silencio.
Un día apareció un leñador. Al ver el tronco recto, pensó en mesas y vigas. Levantó el hacha y, en pocos golpes, lo derribó.
Pasó de largo ante el árbol torcido.
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El verdadero descanso se gana con esfuerzo.
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Phone broken, yet nothing is lost.
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No phone. No friends. No problem.
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Amarla, dice el corazón. Retenerla, exige la cabeza. El cuerpo tiembla indeciso.
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La cabeza razona, el corazón suplica. Y entre ambos, ella se va.
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Como Leo con ascendente en Sagitario, caracterizado supuestamente por un entusiasmo vibrante, amor por la aventura y notable extroversión, yo, que no soy nada entusiasta, aventurero ni extrovertido, confieso que no creo en el horóscopo.
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El editor está cansado, hastiado, exhausto, desfallecido, extenuado, maltrecho, aniquilado, deshecho, agotado, rendido, fatigado, machacado, abrumado, vencido, debilitado, exhausto, sofocado, oprimido, exangüe, harto de quitar adjetivos.
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Me casé con estos zapatos. Recuerdo lo cómodos que eran. Ahora, sin embargo, me aprietan y lucen gastados. Sospecho que también ellos creen que ya no soy el mismo. Aun así, seguimos tolerándonos. Por ahora, no habrá divorcio.
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CRÓNICAS DE COLUMPIOS Y TOBOGANES
Aníbal le cuenta al padre de Gonzalo que vio un vídeo sobre el lagarto dilofosaurio, es decir, el lagarto con volantes. El padre de Gonzalo responde que sí, que lo vio durante su visita a las Maldivas. Incluso describe su forma tan particular de correr. No te atreves a corregirle, pues ese lagarto habita en Australia. Además, no tienes oportunidad, ya que, de forma inesperada, comienza a relatar sus experiencias en Sri Lanka. Qué país más maravilloso. Y diferente.
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Vivimos tiempos extraños: cancelan a Hobbes, no por defender el absolutismo, sino por criticar a los lobos.
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Viernes, nueve y cuarto de la mañana, entre primera y segunda. Un compañero me avisa:
—Tienes la camisa manchada.
—Es solo sudor —le aclaro.
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—Buenas tardes.
—Eh… hola.
—¿Qué hace usted aquí, tan quieto?
—Pues eso, oficial. Sentado, si no le molesta.
—Sí, lo noto. Está sentado. Pero, en serio, ¿qué hace?
—Descansando. Contemplando a la gente. Nada.
—Ajá. Sospechoso. ¿No tiene móvil?
—Sí, claro que tengo.
—Enséñemelo.
—Aquí lo tiene.
—Un teléfono inteligente. Con internet, imagino.
—Sí, claro.
—¿Y no está viendo vídeos de TikTok?
—No, no me gustan.
—¿Ni YouTube? ¿Ni memes?
—Pues no, oficial. Me limito a ver pasar a la gente, pensar.
—¿Pensar en sitios públicos? ¡Humm, eso es gravísimo!
—Perdone, no lo sabía.
—¿Mensajes tiene? ¿Correo electrónico, WhatsApp, Telegram, algo?
—Puede ser, pero ya los revisaré mañana por la mañana.
—Entonces está claro: oculta algo. Nadie se sienta tranquilo sin mirar notificaciones.
—Solo descanso.
—Mentira. Nadie descansa sin auriculares.
—De verdad, oficial, solo necesitaba aire. Además, me queda poca batería.
—Ahora me viene con que le queda poca batería. Levántese inmediatamente.
—¿Para qué?
—Va a acompañarme. Un ciudadano quieto sin móvil en la mano es un peligro.
—Mire, si quiere, finjo que miro la pantalla.
—No, demasiado tarde.
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Disgusting clothes. Washer finally vomited.
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Filthy laundry. The washer retched.
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Nauseous garments. Machine spewed everything out.
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Rotten clothes. Washing machine threw up.
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Laundry so vile, washer gagged.
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Dirty clothes. Washer couldn’t stomach.
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Junto al camino, un árbol espera lluvias. Así, él.
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Dos más dos suman cuatro, salvo en el drama de la selva: dos jaguares con hambre voraz y dos tapires de carne abundante se resuelven en dos estómagos llenos.
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En verano hace demasiado calor y en invierno anochece muy pronto. Pero el otoño es diferente: las hojas se caen, el aire está más limpio y dan ganas de caminar despacio, de leer un buen libro y de pensar con tranquilidad.
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Habita Babel; ni él se entiende.
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El australopiteco prefería ir al grano, no andarse por las ramas.
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Siempre me quejé de la soledad. Ahora convivimos en casa un fantasma y dos personas. Lo malo es que esas dos no dejan de gritar cada vez que aparezco.
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CRÓNICAS ESIANAS
En la clase de 3º A, el profesor luchaba con el ordenador, torcido de medio lado como un contorsionista sin gracia. Si estiraba demasiado el ratón, se desenchufaba. Tras una batalla épica, consiguió entrar en Classroom. Los alumnos, en teoría, debían sacar libro, hojas y bolígrafo. La mayoría lo hacía, excepto Hugo, que ensayaba sus gritos como aspirante a víctima principal en una película de terror de bajo presupuesto. Entonces entró Renata: «Ah, estaba de guardia y pensaba que no había profesor». Pero sí lo había: un profesor que, comparada con ella, pensaba que la Bruja Mala del Oeste parecía una activista por la paz; que Annie Wilkes era casi una enfermera vocacional; y que Bellatrix Lestrange parecía una monitora de colonias.
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—¿Nunca te has arruinado?
—No, jamás pude darme el lujo de perder una fortuna. Nací con la quiebra ya hecha.
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Milk turned frothy in bathwater.
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Resulta preocupante que muchas de las acciones atribuidas a los israelíes en el Antiguo Testamento, particularmente desde que fueron acaudillados por Josué, sean contrarias a los principios del Derecho Penal y del Derecho Internacional.
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INSTRUCCIONES PARA LIDIAR CON PERSONAS TÓXICAS
1. Detecta vampiros energéticos. Si alguien te deja más vacío que batería de móvil viejo, ya sabes qué tienes.
2. Aplica la técnica del fantasma. Desaparece elegantemente. Tu paz mental vale más que quedar bien con todos.
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—Fedia, ¿ganaste algo en Baden-Baden?
—Sí.
—¿Qué?
—Una novela.
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UN OPTIMISTA
Cuando murió, no encontró nubes ni coros celestiales. Lo recibieron llamas, brasas, calor asfixiante. El aire era denso, el suelo ardía, y las sombras reían como demonios satisfechos. Cualquiera habría llorado, implorado, maldecido su suerte. Pero él no. Observó el panorama abrasador y sonrió. «He llegado al cielo de los esquimales », pensó.
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Sospecho que incluso mis rutinas más privadas incumplen alguna directiva europea.
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La terapia fue intensa, pero eficaz: Lucía mejoró. El psiquiatra, en cambio, acabó perdiendo la cabeza por ella.
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El joven poeta se sumergió en la desesperanza, y en su naufragio brotaron poemas que ardían como brasas. Ella, arrepentida, implora volver. El dilema lo desgarra: acoger su ternura sería condenar su fuego creador. Amar de nuevo o escribir eternamente; vida o verbo, eso pesa en su balanza.
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El joven poeta se sumergió en la desesperanza, y en su naufragio brotaron hermosos poemas. Ella, arrepentida, implora volver. El dilema lo desgarra: acoger su ternura sería condenar su fuego creador. Amar de nuevo o escribir, eso pesa en su balanza.
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«¡Ofertas increíbles! ¡Hilo dorado a precio de cáñamo!», gritaba el vendedor con acento extranjero.
El hilo se veía idéntico al caro, pero costaba la décima parte. Ariadna, siempre práctica en las cuestiones domésticas, no pudo resistirse. «Al fin y al cabo, hilo es hilo», había pensado.
Ahora, mirando la entrada del laberinto en la distancia, se mordía las uñas con ansiedad. Teseo no salía.
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Opossum waits. World forgets. Still waiting.
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—Eres un procrastinador empedernido.
—Oye, no me ofendas.
—No pretendía ofenderte.
—¿Ah, no? Pues explícame qué quiere decir eso.
—Consúltalo en el diccionario.
—Vale, lo haré mañana a primera hora.
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La democracia española es ese sistema político en el que, si alguien llama a tu puerta a las seis de la mañana, sabes que es un grupo de jóvenes que viene del botellón.
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—¿Rompiste con Arnau?
—Sí.
—Pero si siempre estabais besándoos.
—Por eso. No hablaba nada.
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A cape doesn’t make you heroic.
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Discutir con una mujer —con tu mujer— es muy fácil, siempre que uno no espere salir vivo.
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—¿Qué dice el rey?
—Que lo metamos en Troya.
—¿Para qué?
—No lo sé. El rey se ha limitado a decir: caballo grande, ande o no ande.
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El león enfermo redactó cuidadosamente el aviso. Llevaba semanas fingiendo debilidad para atraer visitantes compasivos a su guarida. Ahora, saciado tras devorar docenas de animales bondadosos, solo deseaba paz para hacer la digestión.
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La biblioteca de Gregor Samsa se había convertido en un santuario de la entomología. Volúmenes sobre coleópteros, tratados de lepidopterología, manuales de identificación de artrópodos se apilaban hasta el techo. Las noches en vela estudiando escarabajos, mariposas y hormigas terminaron por quebrantar su mente. Una mañana despertó convencido de que sus piernas eran patas y su espalda un caparazón.
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Wanted time; got cat, not dog.
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Hay escritores que se disfrutan más sin leerlos
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PERIODISMO DESINFORMADO
Titular: «Detienen a un profesor de un instituto de Jaén por jaquear la plataforma educativa de la Junta y alterar notas».
Realidad: Un profesor del IES San Juan Bosco de Jaén descubrió que las notas habían sido manipuladas y lo denunció. La Policía Nacional detuvo en Sevilla a un hombre que había jaqueado cuentas de profesores en la plataforma educativa Séneca.
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—He pasado las de Caín.
—Y aun así sigues aquí.
—¿Qué insinúas?
—Que Abel no tuvo segunda parte.
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Antes del matrimonio, la vida sexual es como el Madrid: siempre levantando copas. Después, como el Atleti: una épica victoria cada mucho tiempo.
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Tranquilo, no te agobies: todo irá perfecto… o fatal.
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Aseguran que amo a un monstruo. Desconocen las cicatrices de mi pasado.
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Monday’s dance. Friday’s crawl. Tom’s week.
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Sospecho que algunas mujeres son ingenuas. De los hombres no lo sospecho: lo sé.
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Era tan cabezón que los jíbaros no pudieron dejar pasar esa oportunidad.
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—¿Quieres que tengamos sexo sin amor?
—Pero yo te amo.
—Ah, no lo sabía; creía que lo nuestro era solo físico.
—¡Qué insensible eres! No entiendo cómo pude amar a alguien como tú.
—Entonces, ¿ya no me amas?
—Por supuesto que no.
—Pero sigues sin responderme. ¿Quieres o no que tengamos sexo sin amor?
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—Noé, te dije tres mil codos de longitud, ¡tres mil!, no trescientos.
—¡Uf, qué error! Ya decía yo que me parecía pequeña. ¿Y qué hacemos ahora?
—No embarques a los dinosaurios.
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Caronte quebró cuando empezaron a llegar los cristianos. Todos, sin excepción, le decían lo mismo:
—Que Dios se lo pague.
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—¿Cómo te llamas?
—Jujana.
—¡Qué nombre tan original!
—Jí.
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Hay hombres que aman una azalea. Hay mujeres que eligen un cactus
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Hablaba de un reino eterno. Se decía profeta, descendiente de reyes antiguos, hijo de Dios. Si realmente era lo que decía, ¿cuánto pagarían por tenerlo en sus manos? Pues solo me dieron por él treinta míseras monedas.
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Claro, mejor esperar a la catástrofe. ¿Quién querría valorar lo básico antes?
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Según los datos de audiencia, al presentador le quedaban dos telediarios.
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Consiguió que el cura le absolviera de todos sus pecados. Sin embargo, Dios no lo absolvió del pecado de sobornar al cura.
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Cientos de cartas llegaban día tras día, todas con la misma pregunta: «¿Para cuándo el nuevo libro?». Nietzsche prefirió hacerse el loco.
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Bears wed again, seeking another honeymoon.
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Tras una década, su voz regresó, tal y como la recordaba: insoportable, cortante, implacable. Con un gesto disimulado, apagué los audífonos.
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«¡Qué ganga!», dijo al estrenar neumáticos. El coche respondía bien en la ciudad, y él sonreía al pensar en lo mucho que había ahorrado. Hasta que un día llegó la lluvia. Tomó la curva con la confianza de siempre, pero el coche no obedeció. Siniestro total.
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Ícaro voló hacia el sol. Más alto. Aún más alto. No se derritieron las alas: simplemente se quedó sin aire.
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—¿Qué es mejor: saber poco de mucho o mucho de poco?
—La verdad, no tengo ni idea.
—Vaya, parece que no sabes nada de nada.
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No me traes flores, amor. Yo tampoco te las di en vida. La verdad, hasta los caracoles del cementerio son más románticos que nosotros.
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Con un ademán ceremonioso, repartió los horarios como si entregara destinos ineludibles. Sonrió maquiavélicamente: cada papel era un pequeño castigo disfrazado de rutina.
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Por supuesto que Thomas Pynchon tiene lectores. Hay cosas mucho más incomprensibles, como las mujeres.
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Todos conocen el mito de la caverna de Platón de Atenas, pero pocos el mito de la taberna de Epifanio de Corinto: los encadenados a la barra ven la realidad tan perfectamente que prefieren seguir bebiendo.
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—¿Dónde oculta a la princesa? —inquirí al dragón, la espada temblando en mi mano.
— En un lugar seguro: mi estómago —respondió con calma—. Me advirtieron que lo esencial era no permitir que huyera. Y jamás desobedezco las órdenes.
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—¿Se arrepiente de sus pecados?
—De todos.
—¿Y de no haberse arrepentido antes?
—De eso no.
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Fried potatoes daily. Passion turned poison.
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Stuffed with fries. Craving soon vanished.
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Mis vecinos viven en otra estación. Ellos han tenido encendido toda la noche el aire acondicionado. Yo me he despertado de madrugada para echarme el edredón encima.
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En la vida, como en una lata de mejillones, nunca hay muchos y grandes a la vez.
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Como era un poco tímido, llevó su muñeco a la primera cita. A ella le pareció divertido, pero al ventrílocuo lo encontró muy soso.
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Compra fruta y verdura de temporada, camina media hora al día, lee algo más que memes, evita noticias para no morir de ansiedad, bebe agua, aprende a decir no y, sobre todo, espera al menos una semana antes de tatuarte su nombre.
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El bronceado barato le salió carísimo: el sol cobraba en piel, y el dermatólogo en oro.
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Again, she caught him wandering Ratoidvania.
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Mis principios son muy sólidos. Uno de ellos consiste en no ponerlos nunca a prueba.
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Su vida no era muy feliz, pero nadie le podía prohibir que comprase perdices en la carnicería de vez en cuando.
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Habrían dejado de esperarlo si hubieran visto que Godot no había leído el mensaje de WhatsApp.
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—¿Por qué dejaste los concursos literarios?
—Es más fácil escribir una novela que rellenar sus bases. Entre anexos, escaneos del DNI y declaraciones juradas, se me fue la inspiración. Me cansé.
—¿No será que te cansaste de quedar segundo?
—Ojalá hubiera llegado tan lejos.
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La princesa miraba desde la torre la llegada del caballero. Con esperanza siguió su lucha contra el dragón, como lo acorralaba y lo atrapaba en una red. Entonces aguardó a que subiera a rescatarla. En vano. El caballero partió con el monstruo: trabajaba para el Circo Barnum.
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—¡Ay, criatura mía! ¡Has perdido tu pureza!
—No se ha perdido cosa alguna, madre. Conozco con precisión el lugar donde la deposité.
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Muchos escritores no lo saben: por cada adverbio que usen, diez mil años más en el purgatorio. Los editores sí lo sabemos; por eso, los eliminamos y vamos directos al cielo.
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Contrariamente a lo que proclama la tradición, Paris poseía una puntería deplorable: pretendía atravesar el corazón de Aquiles y le dio en el talón.
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El mundo se refleja en cristales. Y cada cristal lo tiñe con el color de su ideología.
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—¿Qué le pasó a Van Helsing?
—Un vampiro lo hizo pedazos.
—¿Y su maletín antivampiros?
—Lo portaba consigo. Tomó la llave que llevaba al cuello, abrió el maletín, vaciló sobre qué arma escoger… Pero ya era tarde.
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Even fire fears these fearless firefighters.
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Infernos hide whenever firefighters go wild.
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Jordan Peterson: «Enderézate y mantén los hombros hacia atrás».
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¡Jopé, abuelita! ¡Qué ortodoncia más guapa te has hecho!
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—¡He visto un dragón!
—Sí, claro que sí.
—Era rojo y lanzaba fuego.
—Acompáñenos a la Clínica Psiquiátrica San Jorge. Somos especialistas en dragones.
—¿La clínica queda lejos?
—A dos aleteos.
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El hijo de Superman y Lois Lane heredó el cerebro de él y la fortaleza de ella. En resumen: un desastre.
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El día en que el príncipe apareció con el zapato perdido, la hermanastra de Cenicienta supo que era su oportunidad. Forzó el pie en el cristal, mordió el labio para no gritar y sonrió como si encajara. El dolor era insoportable, pero nadie lo notó.
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El príncipe era un borrachín presumido y un pésimo bailarín. Cenicienta entendió la moraleja: los cuentos de hadas no existen. Y se aseguró de llevarse los dos zapatos.
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El exministro pidió ver al alcaide. Le dijo que conocía una empresa que, a cambio de una módica comisión, se encargaría del mantenimiento y los suministros de la prisión.
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—La esposa del califa es la mujer más bella del mundo. No pude evitar seguirla con la mirada —dijo el ciego.
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San Juan dejó unas instrucciones tan oscuras y embrolladas que Dios ha tenido que aplazar el apocalipsis sine die.
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This time unsinkable. Sailing a pond.
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Un comité de expertos no elegido por expertos. Suena tan fiable como un menú saludable escrito por un churrero.
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¿Soy pobre porque compro en el Mercadona o compro en el Mercadona porque soy pobre?
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A Lucas, el gordo ese que vive en el 4º H, le gusta ver páginas porno. No le hace ascos a anda. Escenas de lesbianas. Jovencitos con maduras. Sexo interracial. Con lo serio que parece. Me gustaría contárselo a Luisa y Carmen. Pero ¿cómo les explico lo de las cámaras espías?
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Fingir torpeza para ocultar una arrogante astucia.
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Quería triunfar y hacerse rico. Para lograrlo fingió que su misión en política era defender a los pobres. Ellos aplaudían; él se compraba un apartamento en la Costa Blanca.
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Lo único que les entregaron sus padres fue un trozo de pan. En el bosque, fue Hansel el que propuso ir dejando miguitas para poder encontrar el camino de regreso. Los pájaros, claro, se las comieron. Lo raro es que, apenas las tragaban, morían.
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—Quiero la llave de tu corazón.
—Uy, me lo quitaron hace mucho.
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Lo de Gaza no es un genocidio, sino una limpieza étnica que, pese a la complicidad de Trump, por ahora no le está saliendo bien a Netanyahu. Algo muy parecido, por cierto, a lo que hizo ETA: una limpieza ideológica que sí le salió bien.
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Soy muy educada, raramente llego sin avisar. Voy regalándoles pistas obvias para que no se sorprendan: diabetes, osteoporosis, problemas cardíacos, hipertensión arterial, artritis, EPOC, osteoporosis, isquemia, incontinencia, neumonías…
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LA WEHRMACHT Y EL EJÉRCITO ROJO
Al final éramos como dos ejércitos enemigos. Para mí una tormenta era una oportunidad; para ella, un obstáculo.
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Los políticos son una especie de ilusionistas. Se les da bien la prestidigitación. Pero no es magia, son tus impuestos.
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Strange land: owls march goose-step.
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Ella guarda con orgullo la llave de mi corazón inexistente y roto.
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Mi ideal de vida sería dedicarme solo a leer. Pero debo comer y, por eso, tengo que trabajar. Leer sin pausa existe únicamente en mi pensamiento.
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Debajo de la cama el monstruo bosteza. Arriba duerme alguien que sonríe mientras sueña con monstruos todavía más grandes.
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No paraba de darme malos consejos. Decidí meterla en el contenedor de ropa usada —la condenada se resistía a entrar— y comprar otra almohada.
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—Y tú, ¿cómo afrontas el nuevo año?
—¿Yo? Te digo la verdad. Con los años que tengo y las que he pasado, aunque me pongan una mierda delante, me la como calladito. Y hasta consigo hacerles creer a esos imbéciles que no está tan mala.
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Ahmed había memorizado cada promesa: las setenta y dos huríes de ojos grandes y piel de seda lo esperarían en jardines eternos, junto a ríos de miel. Pero cuando despertó, los jardines del paraíso se habían convertido en pasillos de cemento, las huríes en guardias armados, y los ríos de miel en la comida insípida de la prisión.
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El dentista dejó un agujero tan grande tras sacar la muela que el paciente se cayó dentro. Ahora vive en su propia boca.
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El halcón observa palomas comiendo gusanos. «Qué asco», piensa.
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El muñeco tenía incontinencia verbal. El ventrílocuo, cansado de no poder decir nada, lo acabó metiendo en una maleta.
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Le puso el cuchillo en el cuello y le dijo: «Me molesta verte siempre tan contento. Dame eso que te hace feliz». El hombre le dio su billetera. Al abrirla, el ladrón vio que solo había un carné de biblioteca.
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Me pidió que la siguiera, y lo hice. Ciento cincuenta años después, sigo tras sus huellas. No envejezco, no descanso. El amor me ha vuelto inmortal, pero también prisionero de su paso eterno.
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Le ordenaron que no quedara vestigio alguno de la operación. De modo que, tras ejecutar meticulosamente a su blanco, el sicario dirigió el cañón hacia sus propias sienes y consumó el silencio eterno.
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El hechizo se quebró a medianoche. Cenicienta quedó desnuda ante todos, y el salón estalló en murmullos. Solo el príncipe, hipnotizado, pensó que ninguna seda superaba la belleza de aquella verdad desnuda. Ella fue expulsada; él, condenado a recordarla para siempre.
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STEPHEN KING
Defensores y detractores coinciden: leerle es un horror.
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Se equivocó al preguntarle si quería jugar otra cosa en lugar de ajedrez. «Por supuesto. Dominó», respondió Blas Pérez. Jubilado de Santana, llevaba treinta años jugando en plazas y bares. A la octava partida, la Muerte estaba cansada: «¡Otra tranca, no!».
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La gente a la que no le importas ya es feliz sin ti. ¿Por qué no imitarlos?
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La vida es dolor con descansos. Curiosamente, la memoria prefiere los descansos.
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–¡Alá es el más grande! –grita mientras apuñala a un niño.
Y Alá, avergonzado, se encoge.
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Durante la Guerra Civil, Pemán afirmaba que los mejores desfilando solían ser los peores luchando y los primeros en huir.
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Gritó en la plaza: «¡Os destruiré si no me obedecéis!». La multitud lo aplaudió pensando que era teatro callejero. Al final, le dieron monedas, pero como propina.
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Escribir: broma en la celda.
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SOLAR DE JUVENTUD
En aquella buhardilla nunca nos faltaron la cerveza ni Bukowski. Yo soportaba el humo espeso, las latas tibias y el recitado interminable de versos que fingía admirar. Lo hacía por estar allí, sobre todo con Álex, cuya risa iluminaba más que cualquier bombilla. En mi mochila siempre me acompañaba un libro de Cavafis: nunca lo saqué, nunca lo abrí, nunca lo leí en voz alta. Hoy paso frente al solar vacío donde estuvo el edificio, y me pregunto si aquel silencio que guardé no cambió, para siempre, el curso de nuestras vidas.
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CERVEZAS Y VERSOS
En la buhardilla nunca nos faltaron las cervezas ni Bukowski. Leíamos sus versos ásperos mientras el humo de cigarrillos baratos se enredaba en el aire. Teníamos veinte años y la fe ingenua de que la poesía podía salvarnos. Éramos invencibles, al menos por unas horas.
Hoy, treinta años después, paso por la misma calle. El viejo edificio ya no existe: en su lugar se alza un bloque de pisos fríos, idénticos. Los recuerdos, sin embargo, no se derriban. Me pregunto si la cerveza sabía mejor o si solo éramos más jóvenes para creerlo.
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CENIZA Y DERROTA
En aquella buhardilla nunca nos faltaron la cerveza ni Bukowski. Tampoco faltaban las latas de atún usadas como ceniceros, el colchón en el suelo con manchas que parecían un archipiélago misterioso, ropa olvidada por quién sabe quién, una radio de pilas sin pilas, las ilusiones políticas que no llevaban a ninguna parte y un póster de Iggy Pop que parecía vigilarnos. Éramos demasiados y, sin embargo, carecíamos de lo esencial: la ilusión de que alguien —el día menos pensado— llamara a la puerta, un poco de silencio que no oliera a derrota y la llave de paso del tiempo.
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EL MECHERO ROJO
En aquella buhardilla nunca nos faltaron la cerveza ni Bukowski. Éramos tres, a veces cuatro, apostando al derrumbe de la madrugada. La mesa coja temblaba de botellas vacías, y el humo, lento, parecía rezar por nosotros. Una noche llegó ella. Nadie supo de quién era amiga, ni por qué aceptó trepar cinco pisos sin ascensor para escucharnos recitar obscenidades. Reía mucho, bebía poco, y al marcharse dejó un mechero rojo en el alféizar. Nunca volvió. El mechero rojo se convirtió en testigo mudo de nuestras borracheras y confesiones. Hasta que se quedó sin gas. Entonces comprendimos que era hora de que nosotros también nos fuéramos.