Charles Bukowski: “Llegué a Nueva Orleans con lluvia a las cinco de la mañana”
Ya que no vamos a ninguna parte, ¿qué sentido tiene ir corriendo?
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SOBRECUALIFICADO
Sí, ya veo que tiene un parche en el ojo, un garfio en la mano y una pata de palo, pero sólo le podemos ofrecer un empleo de grumete.
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–Por fin puedo anunciaros que habrá café para todos –dijo Pérez.
–Pues yo quiero ratafía –señaló Mitjana.
–Y yo, txakolí –indicó Zarrabeitia.
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PARADOJA
Léopold Sédar Senghor escribió un poema en versos blancos alabando la negritud.
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Caín mató a Abel. Yavé, como castigo, fulminó con un rayo a Caín. La humanidad se extinguió.
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Superlópez derrotó a Superman. Lo mató de risa.
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Llueve. Pisa los charcos. Se moja los pantalones. Recupera la ilusión de ser un niño.
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–Buenos días, Monsieur Balzac. ¿Un café?
–No, hoy es mi día de descanso. Tomaré agua de Vichy.
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Los guardaespaldas del Líder Máximo se empeñaron en subir con él al ascensor. Se despeñaron.
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LOS PROBLEMAS DE LA DESLOCALIZACIÓN
–Hemos encontrado el problema, señor Deckard.
–¿Cuál es, doctor?
–Su hígado. Todos sus demás órganos son de primera calidad, pero su hígado no, su hígado es Made in Laos. Yo me plantearía demandar a la Corporación Tyrell.
–¿Qué? ¿De qué me está hablando? ¿Me está diciendo que…?
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–¿Cuento contigo?
–Por supuesto.
–Entonces, empecemos. Uno, dos, tres…
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Abrió la puerta del bloque. Llamó al ascensor. Mientras esperaba, se miró en el espejo. Comprendió de pronto quién era el conde tan raro que había conocido en la discoteca.
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Ya que no vamos a ninguna parte, ¿qué sentido tiene correr?
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LAS MENTIRAS
Pinocho, ¡qué pequeña tienes la nariz! Ya veo que has dejado de decir mentiras. Lo que me parece es que eres más bajito. A ver, déjame mirarte mejor. ¿Qué le ha pasado a tus piernas? Las tienes muy cortas.
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El Guerrero del Antifaz no pudo ser reeditado. El comité censor no lo aprobó: demasiado heteropatriarcal.
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Abrí la puerta un martes y, por lástima, dejé entrar al pobre conde.
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–Escribo como Balzac.
–¿Novela realista?
–No, microcuentos, pero bebo litros y litros de café.
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–Hágase la luz –dijo.
Sin embargo, la luz no se hizo. En otro universo la había dejado sin pagar y ahora estaba en la lista de morosos.
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VENOM
Cuando cogía un lápiz, sentía que algo dentro de él le obligaba a dibujar cosas disparatadas. Tuvo una idea.
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–¿Por qué te lo comiste de un bocado?
–Era un grosero y maleducado. Me llamó bocazas.
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–Rufo, estoy muy descontento.
–¿Por qué, César?
–Lo sabes bien.
–César, os quejasteis de que los senadores no paraban de hablar en vuestros recitales. ¿Acaso no han guardado silencio esta vez?
–Sí, Rufo, claro que han guardado silencio. ¡Estaban muertos!
–¿Cuál es, entonces, el motivo de vuestro descontento, César?
–Ay, Rufo, nadie me ha aplaudido cuando he terminado de recitar mi magnífico poema.
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Su insoportable mujer le echó veneno al café. Él se lo tomó.
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Los libros de autoayuda, a pesar de la mala fama que tienen, están logrando su objetivo. Ayer terminé de leer Las 48 leyes del poder. Esta mañana he logrado la hazaña de atarme los cordones del zapato.
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“Wow! You are Daredevil, aren’t you?”
“Uh, I’m afraid I’m… the devil”.
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El asesino en serie lo contó todo en una novela gráfica. Un joven policía la leyó. Sin embargo, por vergüenza, no se le dijo a nadie.
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El ascensor se detuvo en el tercero. Se subió doña Paqui con su peludo pomerania. Estuve a punto de ahogarme con el humo del tabaco.
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Abrí la puerta un martes después de muchas vacilaciones: no sabía lo que encontraría al otro lado. Había otras tres puertas cerradas. Estaba tan agotado que dejé para el miércoles abrir una.
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Como no tenía gato, Schrödinger entró él mismo en la caja. Tampoco pudo conseguir veneno. Tuvo que utilizar gas hilarante. El resultado fue de risa.
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–Aristóteles, ¿por qué saliste de la Academia Rey Teseo?
–¿Por qué? Te lo voy a explicar. Salí porque Platón nombró sucesor a su sobrino Espeusipo. Sin embargo, lo peor no fue el nepotismo, lo peor fue que empezaron a regalar másteres a todos los miembros del Areópago.
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–¿Qué quiere, señor? ¿Un solo, un largo, un semilargo, un mitad, un entrecorto, un corto, un sombra, una nube? Dígame.
–Quiero… un té.
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El activista encarcelado denunció a las autoridades penitenciarias: su celda no tenía salida de emergencia.
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30 DE ABRIL DE 1945
Le dijeron que el submarino que le traía el café turco había sido interceptado. Inconsolable, Hitler se pegó un tiro.
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KADARIANA
Esa noche soñó con la presidenta tetona. Por la mañana leyó en el periódico digital que había sido cesado por comportamiento impropio.
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Era urgente. ¡Le necesitaban! Se metió en una cabina. Con las prisas, Superman se dejó los calzoncillos por fuera del traje.
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–¿Qué café quieres?
–¿Tienes Black Ivory o Saula Gran Espresso?
–Sólo tengo café Hacendado. Preguntaba si lo querías natural o descafeinado.
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No me preocupa dejar a mi mujer viuda. No me echará de menos. Habla por dos.
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El Capitán Trueno no lo entendería. Sigrid, por lo tanto, decidió no decirle que había visto a Goliat y a Crispín acarameladitos.
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LABERINTO ESCHERIANO
Otra vez mató al Minotauro, y siguió el hilo, que le llevó al Minotauro, al que mató otra vez. Resopló profundamente, y siguió el hilo.
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–Hola, soy tu novia.
–¿Mi novia? Perdone, señora, no la había visto nunca.
–¿Tú no eres legionario?
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Me pidió un último café. Por supuesto, le eché arsénico.
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Le costó pegar ojo: el día siguiente sería complicado. Su jefe estaba muy descontento con él. Le había sugerido que podría despedirle. Y si eso ocurriera, su mundo se desmoronaría. Se confió a la Providencia; quizá el día siguiente traería una solución. Finalmente logró dormir, pero no pudo evitar tener terribles pesadillas. Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.
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Le gustaba atropellar a la chica de la curva. ¡Qué divertido era! Hasta esa noche en que llovió. Ahora ha descubierto que no resulta nada entretenido ver pasar los coches al lado de una loca.
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–Tome, señor Sacher-Masoch, su café. Como pidió, está muy caliente.
–¿Le importaría echármelo por encima?
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–¿Y cómo se vive en el vientre de la bestia?
–Psss, no se está mal. Al menos estoy libre del temor de que me coma.
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Después de años aleccionando a la humanidad, su demanda de jubilación fue atendida. El alienígena pudo quitarse el disfraz de Stan Lee.
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–Lo encontré sentado en el café.
–¡Qué excéntrico! ¿Y por qué no en una silla?
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PRETÉRITO PERFECTO
Nos hemos separado.
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TALIÓN
Colgó una película en internet. Fue condenado a ser colgado.
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COFFEE PARTY
Boston, 1773.
–¡Qué éxito! Tomemos un té para celebrarlo.
–¿Un té? Pero si acabamos de tirarlo todo al mar.
–Es verdad. Entonces, un café.
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La cirujana le partió el corazón.
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CONAN EL BÁRBARO Nº 897
¡Chis! ¡Grrr! ¡Ey! ¡Seth! ¡Crom! ¡Ah! ¡Crac! ¡Au! ¡Paf! ¡Zas! ¡Pum! ¡Ay! ¡Ploc! ¡Buf!
Finis
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Señorías, señorías, calma. Sí, hemos vendido a los adusíes corbetas y bombas de guiado láser, pero no puños americanos ni cuchillos.
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–¿Quieres subir a mi casa?
–¿Tienes impresora?
–Pues claro.
–Es para imprimir el documento de consentimiento ex…
–Sí, sí, ya sé.
–No es que no me fíe de ti, pero…
–Lo entiendo.
–Hay cada demente por ahí. Con una cabeza…
–Mira, mejor lo dejamos.
–Sí, eso creo. Será lo mejor.
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Cuando Yaniel llegó a mi vida, me hizo disfrutar de sensaciones que creía muertas. Quizá ahora, por primera vez, me sienta feliz y realizada. Y todo solamente por doscientos euros a la hora.
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Para no ser denunciado de nuevo al comité de empresa, don Carlos lleva ahora el café a su secretario.
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PARADOJA
No tenía nada que comer porque se gastaba todo el dinero en comprar tebeos de Carpanta.
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–Soy completamente inocente –dijo el príncipe aperturista–. Ordené a los verdugos que no torturaran a ese maldito disidente. Les dejé bien claro que simplemente tenían que matarlo.
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–Doctor, ¿recuerda a Julito Mengíbar?
–Vagamente.
–Mató a su padre.
–Ah, sí. Le diagnostiqué un severo complejo de Edipo.
–Pues, mire, doctor: hoy ha matado a su madre.
–No me sorprende. Era de esperar. En ocasiones, el complejo de Edipo acaba desembocando en complejo de Nerón.
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Del mucho leer libros de autoayuda vino a perder el juicio y creer que tenía que deshacerse de su armadura oxidada, destruir sus zonas erróneas, fluir, buscar otra reserva de queso, ganar amigos e influir sobre las personas, pensar y sentirse positivamente, ser feliz en Alaska.
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Sabe, por supuesto, que su secretaria le escupe en el café. Es ella la que no sabe que a su jefe le gusta el sexo sucio.
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–Hola, hija.
–Hola, mama. Ahora hablamos. Voy al baño.
–Siempre igual. ¿Tienes algún problema?
No, Julia no tiene ningún problema. Está impaciente por mirarse en el espejo del baño de casa de sus padres, el único que le muestra todavía a la niña que ya no es.
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–¿Y usted por qué quiere entrar en un convento, por qué quiere enclaustrarse? ¿Tiene vocación?
–No, lo que tengo es agorafobia.
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Del mucho leer cómics de Mortadelo y Filemón vino a perder el juicio y creer que podía saltar desde un sexto piso sin descalabrarse.
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Ahora puedo ver, Jesús, pero lo que no veo es cómo voy a vivir.
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La RAE limpia, fija y da ezplendor.
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–¿Por qué mataste al gallo?
–Se saltó el decreto del Gobierno sobre el horario oficial.
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Disfrutando un martes de un merecido descanso, después de un lunes de resaca.
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–Soy inocente –dijo el príncipe aperturista–. Ordené a los verdugos que ejecutaran al disidente sin torturarlo, pero no me hicieron caso.
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Me insistió en que la invitara a un café. Le di, con tal de no escucharla más, ochenta céntimos para la máquina de café.
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GRAN HERMANO 2.0
Abdulrahman al-Alsanad sueña que roba un iPhone XS. Cuando despierta, advierte que le han cortado la mano izquierda.
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–Lorenzo lleva camino de ser Valle-Inclán.
–¿Por qué lo dices?
–Porque el otro día se pilló la mano con la puerta.
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–Mire qué bien cuidados los tengo.
–Sí, ya veo. Todos con una funda transparente. ¿Y los ha leído?
–¿Leerlos? No, no me gustan los cómics.
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EN LA CAFETERÍA
–¿Qué hace aquí, señor Padilla? Creí que le dije que no podía tomar café.
–Me prohibió tomarlo, doctor, pero no olerlo.
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Caminó entre la hierba. En medio de la pradera estaba la catedral del vicio. Entró en ella. Era una delicia lo que allí había. Como siempre, quiso caer en la tentación. Entonces volvió a despertar. Seguía en el infierno. El eterno castigo continuaba.
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Se sentó y pidió un café. Tardó diez cafés en escribir un folio. A uno cincuenta la taza, comprendió que nunca podría terminar su novela.
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Lloraba. Quería un cómic. Su madre no lo aguantaba más. Llevó a Fabio a ver la Columna Trajana.
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Somos complementarios. Nos necesitamos. No podríamos vivir el uno sin el otro. Él, un inocente niño; yo, el monstruo de debajo de la cama.
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Las ratas secuestraron el transbordador espacial y abandonaron el planeta.
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Del mucho releer Ficciones, El Aleph, El libro de arena y El informe de Brodie, vino a perder el juicio y creer que podía escribir como Borges.
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–¿Has abandonado la literatura?
–No, la literatura me ha abandonado a mí.
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LAS COSAS CLARAS
Como dejes que me vaya, me voy.
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Enfureció a sus seguidores cuando llamó “subsahariano” a un “negro”, y tuvo que dimitir como presidente del Partido Conservador.
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–¿Quieres subir a tomar un café?
–Tú lo que quieres es tenerme toda la noche en vela.
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Disfrutando del Martes con mi viejo profesor, se le pasó el fin de semana.
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Era tan pulcro que limpió la caja fuerte.
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–¿Por qué le dejaste?
–Me dijo que quería tomar un café solo.
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El Hermano Mayor vigila al Gran Hermano, sin sospechar que el Hermano Supremo le vigila a él.
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El corazón le palpitaba a mil por hora. Respiró profundamente y abrió la caja. Pandora se quedó sorprendida: dentro había otra caja más pequeña.
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El dictador envió a todos los opositores al infierno, pero allí no los encontró.
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MADE IN PHILIPPINES
Consiguió dispararle una vez antes de que se le echara encima. La pelea fue brutal. A pesar de que aquella bestia –diseñada para trabajar en las minas de Calisto– apenas superaba el metro y medio, tenía una fuerza brutal. Por fin logró abatirla con un segundo disparo.
Llamó a la central para que vinieran a recoger el cuerpo. Antes de rellenar el informe, se pasó por la enfermería. Le dolía todo el cuerpo. Llegó a casa a las once.
Se miró el rostro en el espejo del baño. Tenía un aspecto terrible. Se tocó los dientes. uno se movía. De pronto se quedó con él en la mano. ¡Maldición! Se estaba haciendo viejo para ese trabajo.
Se sentó y se sirvió una copa de bourbon. ¡Qué alivio! Miró el diente. Una muela. Tenía minúsculas marcas en la raíz. Se levantó y buscó una lupa. Había unas letras. Cuando las leyó, Deckard se quedó helado.
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Soy despreciable. Me desprecio a mí mismo.
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Es un despistado. Primero desembarcó en una ballena creyendo que era una isla. Ahora, mientras recorría su diócesis, entró en una cueva para refugiarse de la lluvia: resultó ser la boca de un sapo que estaba bostezando. El obispo Brandán no tiene remedio.
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Oiga, no arrime su sardina a mi ascua.
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Mi mujer me ordenó que la esperara sentada en el café. Eso hice. Los pantalones se me pusieron perdidos.
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No puede permitirse el lujo de poner una bandera en su balcón porque no tiene balcón.
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Miró a la Alicia que había al otro lado del espejo y no le gustó lo que vio: la otra Alicia no podía volar.
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Los filósofos discutían la abolición de la esclavitud.
–¿Alguien quiere otro café? –preguntó el anfitrión–. Está recién traído de Brasil.
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ANGULIANA
Juez: ¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad...?
Poncio Pilato, que ha sido acusado de cohecho durante el tiempo que pasó como procurador de Judea: ¿Y qué es la verdad?
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Era muy tímido. Le invité a subir para tomar un café. Tuve que echárselo por encima para conseguir que se quitara los pantalones.
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Supo que estaba en el infierno porque fue recibido cálidamente.
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Hay momentos en los que es preferible reconocer y reírte de tus fallos. Pero, sobre todo, conviene disimular los de los demás, no airearlos y darles publicidad, para que no se entere el que no había caído en la cuenta de la cagada.
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Todo el mundo arrima el ascua a su sardina. Un poquito de espeto.
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Puede que darlo todo por perdido sea la mejor forma de empezar a ganar.