Franz Kafka: “Dios no quiere que yo escriba, pero yo tengo necesidad de hacerlo”.
ARS BREVIS VITA LONGA
Todo le aburría.
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En el último momento, la terrorista no activó la bomba. ¿Qué iba a hacer ella con setenta y dos huríes?
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–Houston, tenemos un problema.
–Y nosotros esperamos la visita de Trump dentro de un momento, así que no se quejen.
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–Jacques Lecoq era un sedicioso.
–¿Qué hizo?
–Se casó con una gallina.
–Yo no le llamaría sedicioso, sino chiflado.
–Es que quería que su señor feudal, Benoît de Baritault, ejerciera el derecho de pernada.
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TORRE DE BABEL
El príncipe Mohamed levanta un rascacielos en medio del desierto. A los trabajadores les cuesta entenderse. Hablan en urdu, hindi, iraní, indonesio, malayo, birmano, kurdo y turkmeno.
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El premio Nobel de la Guerra sólo fue concedido una vez. Por supuesto, se lo dieron a Alfred Nobel.
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–Ganarás el pan con el sudor de tu frente.
–Pero, mientras aprendo todo eso de la agricultura y la repostería, ¿me puedo dedicar a la caza?
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–¿Juegas al Risk?
–No, con la guerra no se juega.
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Soy tan vago que ni siquiera he ido a apuntarme a las listas del INEM.
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–¿Qué le pasó a Diego de Guzmán?
–Le quemaron por hereje.
–Pero si lo único que hizo fue negarse a pagar los impuestos.
–¿Y acaso no dijo Jesús que se diera al César lo que era del César?
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EL VIZCONDE DEMEDIADO
Dios y el demonio dijeron que yo era suyo y ya ve el remedio que propuso Salomón.
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El Asociación Internacional de Cartógrafos actúa de nuevo. Después de conseguir que Eritrea se separe de Etiopía, Timor Oriental de Indonesia y Sudán del Sur de Sudán, están tratando de conseguir que Cataluña se separe de España. Todo por vender más mapas.
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Los árboles no dejan ver el bosque de bonsáis.
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–¿Qué te parezco?
–Cuando termine de beberme la botella de vino, me parecerás bien.
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–La cara de aquel político es un poema.
–¿Festivo?
–Elegíaco.
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–Toma. Aquí tienes tu regalo: un gatito.
–¡Qué preciosidad! ¿Cómo se llama?
–Se llama Diamantes. Ahora podrás tomar el desayuno con Diamantes todas las mañanas.
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–Este Žižek, siempre tan obtuso.
–Dan ganas de arrojarlo a un contenedor de papel, ¿no?
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–Queremos contratarle, señor Massion. ¿Podemos confiar en sus posibilidades?
–Soy el pistolero más rápido al oeste del Pecos.
–Ese es el problema: el trabajo es al este del Pecos.
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Confiar en el criterio de los árbitros se había demostrado equivocado. Con el VAR no había ido mucho mejor. Se ha decidido que las decisiones sobre penaltis, fueras de juego y tarjetas rojas sean resueltas mediante una encuesta de Twitter.
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El náufrago tiene una biblioteca de diez mil títulos y una batería a la que sólo le queda carga para leer durante dos horas.
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–¡Alto! –le gritó el guardián de la puerta.
El acondroplásico le denunció por insultarle.
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La procrastinación es un buen tema para un microcuento. Lo escribiré mañana.
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–Diga. ¿Qué le ha pasado?
–Firmé un contrato hasta fin de año.
–¿Y dónde está el problema?
–Que el trabajo es en la Estación Espacial de Neptuno.
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Soy dueño de una mina de oro en Nigeria. Sólo falta que el abogado de allí al que he contratado la inscriba a mi nombre.
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Detuvieron al obispo por herejía. En el palacio episcopal tenía una capilla privada donde se rendía culto a sí mismo.
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–¿Y a qué vais a París?
–A reclamar. El niño no viene.
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Extraño. Precisamente hoy, que se me han escapado algunas notas falsas, el doctor Lecter me ha invitado a cenar.
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–Nada, Frgorgntu, no consigo que estos perezosos aprendan nada.
–¿Por qué no lo intentamos con los australopitecos, Htuennet?
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Odín está enfadado.
–Hugin, Munin, ¿quién de los dos me ha picado el ojo durante la noche?
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Le repito, señora Martí, que Netflix no desgrava a Hacienda.
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–Celebramos la Navidad un martes.
–Eso sí que no me lo esperaba. ¿No eráis judíos?
–En realidad celebramos el cumpleaños del primo Yoshua.
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El caballo de Atila mordisquea la hierba. La escupe. No le gusta. El rey de los hunos decide no invadir Italia; da media vuelta.
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–¿Sabes el del gallo y los dos judíos bielorrusos?
–No.
–Pues yo tampoco.
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–¡Qué zapato más bonito! –exclamó el príncipe al verlo.
Y no paró hasta encontrar a su dueña.
–Llévenla a palacio –pidió a su maestresala.
Hubo que probar los zapatos en los pies de todas las doncellas del reino. Por fin, resultó que la dueña de aquel zapato era una modesta fregona que fue llevada a palacio.
Ya se imaginaba casada con él. No, no sería cruel con sus hermanastras, pero no permitiría que olvidaran jamás como le habían tratado.
Cuando, nerviosa, se presenta delante del príncipe, éste le dice:
–¡Qué zapatos más bonitos llevaste a la fiesta! Quiero comprarle unos a mi prometida, la duquesa Strozzi. ¿Puedes decirme donde los compraste?
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–¿A quién traes?
–A Ted Skiff.
–Imposible. A Ted Skiff le ahorcaron hace dos semanas en Sun Valley.
–¿Y Bob Robertson?
–Ese todavía está en busca y captura, pero por él sólo pagan 100 dólares.
–Mejor 100 que nada.
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Cuando le anuncié al psicoanalista que finalmente había dejado ese trabajo tan castrador y que no tenía dinero para seguir pagándole, me dijo que estaba curado.
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–Ayer enterré a mi marido.
–Triste, ¿no?
–Ya te digo. Hasta que no lo cubrí totalmente de tierra no paró de llorar.
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–¿Te gusta como Luis toca el piano? Está ya en segundo de solfeo
–Deberías haberle matriculado en solguapo.
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Andaluzas, andaluces, en este último mensaje de fin de año como presidenta de la Junta de Andalucía vais a permitirme que os cuente, aunque tarde, la historia de la anciana y Dionisio de Siracusa.
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La ballena va al veterinario, que la ausculta.
–¿Últimamente ha comido algo que no sea kril?
–Verá, doctor, yo…
–No me diga, no me diga: tuvo que tragarse un capitán ballenero.
–¿Es grave?
–Esperemos que lo vomite. Si no, tendremos que operar.
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–¿Qué has visto en ella? Es pobre y fea.
–Me vi en el espejo.
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Ahora que estoy sentado en la barra donde nos conocimos lo comprendo: lo nuestro era imposible. A mí me gustaba el vino; a ti, la cerveza.
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Señorita, como hombre me gustan las mujeres que fuman, pero como responsable de seguridad de este local me gustan las mujeres que lo hacen en la calle.
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Atila era rey de los hunos y de los otros… godos.
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Sí, Borja, aquí estoy, sola con Lepanto. Te echo tanto de menos. Esta noche te voy a extrañar en la cama.
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–Fueron felices y criaron perdices.
–¿Criaron perdices?
–Sí, con el dinero del tesoro montaron una tienda de perdices.
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La tortuga no leyó la fábula de la liebre y la tortuga: se echó a descansar y perdió la carrera.
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–¿Quieres que sea tu musa?
–Quiero que te calles y que me dejes escribir en paz.
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Vi a Clarice muy inmadura. Por eso no me la comí.
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–¡Qué vergüenza! Llevo un montón de tiempo esperándote. ¡Qué poca seriedad! Hay que ser puntual. Increíble.
–Lo siento. No volverá a ocurrir –dijo la Muerte.
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Cuando el flautista ofreció sus servicios a los concejales de Hamelín, todos lo adivinaron: él era quien había acabado con todos los gatos.
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No sé por qué la gente no revisa su carpeta de correo no deseado; a veces te encuentras allí con sorpresas. Hoy mismo he descubierto que soy el único heredero de un príncipe nigeriano multimillonario que murió sin hijos y que una hermosa ucraniana quiere casarse conmigo.
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–Que tengas una feliz entrada de año.
–¿Y una triste salida?
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Una de sus personalidades múltiples era la de un avaro que creía que las minutas del psiquiatra eran disparatadas.
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–Le compraste un móvil a tu sobrino, a mi hijo, y lo convertiste en un perezoso.
–No será para tanto.
–Asómate a la ventana y lo verás subido a las ramas de aquel árbol.
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Jomeini está indignado: un tal Dante ha escrito un libro en el que Mahoma aparece en el infierno. Dicta una fatua.
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En la puerta se ofrecían dos guías. Uno era joven, desmañado, torpe; el otro, viejo, sutil, entendido. Después de pensarlo mucho, Alighieri se quedó con el joven. Después de todo, ¿dónde diablos iba con un guía ciego?
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–¡Grrr!
–¿Qué sucede, maestro Wagner?
–Ese maldito Nietzsche. Ha escrito que Dios ha muerto. ¡Qué manera de destripar la trama! Ahora todo el mundo sabrá que Wotan perecerá en la última parte de mi pentalogía.
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Defoe comprendió que Robinson se iba a cansar. Le dio un criado.
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Los soldados franceses encontraron en una mazmorra a un preso medio muerto de hambre y sed que comenzó a explicarles algo sobre un pozo y un péndulo. Indudablemente era un loco peligroso. El sargento Ducreux lo remató de un bayonetazo.
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Para almacenar los gigantescos excedentes de trigo, el faraón ordenó construir un pósito. Tiempo después, cuando por fin estuvo acabado, ya no quedaba ni un solo grano: los obreros se lo habían comido todo. Ya que estaba construido, el faraón decidió que le enterraran allí.
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A Sonny Ferrante le gustan los cumpleaños, y esta vez todos han venido al suyo: nadie quiere que su coche vuelva a arder.
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Álex es un comprador compulsivo. Como lo de cortarle la tarjeta de crédito no funcionó, le corté también brazos y piernas.
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–Este fin de año no podemos quedar.
–¿Trabajas?
–No. Estoy intentando terminar de conseguir los propósitos de 2018.
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–Luis está haciendo un trabajo sociológico sobre los perezosos.
–¿Sociológico? ¿No será etiológico?
–No los insultes: aunque no quieran trabajar, siguen siendo seres humanos.
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El ministro le preguntó con desfachatez:
–¿Su hija es una Borbón?
–Pues claro que sí –respondió María Cristina de Borbón-Dos Sicilias.
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Los alienígenas concluyeron que, si los humanos hubieran dejado de utilizar aquellos extraños aparatos paralelepípedos, habrían alcanzado a convertirse en seres inteligentes.
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El 23 de julio de 2845, por fin, la Nergal llegó a Bethlehem, el planeta donde siempre es Navidad. Los tripulantes estuvieron a punto de amotinarse cuando descubrieron que estaban cerrados por reformas.
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Pero Vanessa, si me dijiste que tenías el periodo.
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El Minotauro embiste. Teseo, que se ha quitado la capa roja, le da pases de pecho.
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Ese año serían 27 a la mesa. 27 cubiertos. 27 platos grandes y 27 platos pequeños. 27 vasos. 27 copas. Gambas para 27. Pavo para 27. 50 cervezas, 25 latas de Coca-Cola, 10 botellas de agua, 3 botellas de sidra.¡Qué ganas tiene de que sea el día 25 y se acabe todo!
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Bilbo decidió darse un magnífico regalo de cumpleaños: no vería más a aquellos insoportables Sacovilla-Bolsón.
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–Soy voxista. No os importa, ¿no? –me preguntó muy educado.
La dije:
–No, no me importa: yo soy laísta.
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Recibí su corazón de regalo de Navidad. Lamentablemente, como el médico me dijo que no había compatibilidad sanguínea, tuve que tirarlo.
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–Adiós, adiós. Lo he pasado muy bien. Encantada de vuestra visita... ¡Buf! ¡Qué descanso!
–¿Qué?
–Ah, ¿qué todavía estáis ahí?
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–¿Vemos algo?
–¡Love Actually!
–Creo que me voy a acostar.
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–¿Qué vas a hacer este fin de año?
–Llorar un poco.
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–Soy voxista. No os importa, ¿no?
–No, no me importa: yo soy laísta.
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–¡Qué alegría que ella haya expresado por fin sus sentimientos hacia mí!
–¿Lo ha hecho?
–Siento una paz inmensa.
–¡Qué emoción! ¿Te ha declarado tu amor?
–No, no. Me ha dicho que no me soporta, pero por algo se empieza, ¿no crees?
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–Me he puesto ropa interior roja para celebrar el fin de año. ¿Te gusta?
–¿No te comenté que era daltónico?
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–Tatarabu, este año te hemos colocado velas en la tarta. A que no las apagas todas.
Matusalén no pudo.
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–Eres la mujer de mi vida –le dije.
–Soy la mujer que voy a acabar con tu vida –me replicó lanzándome una enigmática sonrisa.
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–¿Es esto simplemente fantasía?
–Esto es la vida real, Scrooge. No hay escape de la realidad.
–Pero, tú, ¿qué eres?
–Alguien que odia la Navidad, tanto como tú, pero que sabe que nada importa en realidad.
–¿Entonces?
–¿Sigues sin enterarte? ¡Finge que te gusta la Navidad!
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Ese año, sus nietos le dieron una sorpresa: colocaron 969 velas en la tarta. Matusalén no pudo apagarlas todas.
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LITERAL
Se quitó la ropa y me pidió que me desnudara. Y entonces, señoría, me dijo: Cómeme.
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El emperador Qin era un adelantado a su tiempo. Tres siglos antes de nuestra era, ordenó la construcción de la Gran Muralla porque sabía que atraería a los turistas.
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LOVECRAFTIANA
Cuando su cuñado le dijo que aquella enorme casa le devoraría, no creyó que sería literalmente.
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–Noé, hemos hecho recuento y sólo hemos encontrado una mantis.
–¡Mecachis! Dejé bien claro que nada de sexo en el arca.
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Tuve una pesadilla: el anciano que atrapa sueños ha quedado encerrado en el sótano de casa.
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Cuando me jubilé como lector, tenía en casa alrededor de veinte mil libros. Me estaban pidiendo a gritos que los leyera. Los metí en una habitación que utilizaba poco y llamé a un albañil para que la tapiara. Una buena solución: un montón de tiempo libre y una habitación menos que limpiar.
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–¡Que le corten la cabeza!
–Majestad, recuerde que el nuestro es un país civilizado. Aquí las ejecuciones se realizan por inyección letal.
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AUTOFICCIÓN
Escribí una novela en francés del siglo XVIII. Gané el premio Goncourt.
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–No entiendo por qué la abandonaste.
–Porque era más fría que un muñeco de nieve.
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Alonso Quijano recuperó la cordura. Sancho consiguió un par de asnos. El ama y la sobrina se libraron de un inútil que les estaba dejando sin hacienda. Al final de la novela, todos ganaron, excepto Dulcinea que por perder perdió hasta su nombre y volvió a ser la vulgar Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales.
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Le costó tanto soplar 107 velas que sentía palpitaciones sólo de pensar que el año que viene tendría que soplar 108.
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–¿Por qué le llamáis El Zombi?
–Mira, mira como sorbe las cabezas de los langostinos.
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–¿Cómo conseguiste derrotarle?
–Fácil. Me limité a llamarle pelafustán, matasiete, maula, fariseo.
–No lo entiendo.
–Se murió de risa.
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Beethoven se quedó sordo para no tener que escuchar esa música horrible que componían los jóvenes compositores.
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–Celebramos la Navidad un martes.
–Eso sí que no me lo esperaba. ¿No eráis judíos?
–El abuelo es un obseso de la integración. Siempre dice: Tenemos que celebrar todas estas estúpidas fiestas de los goyim.
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El juez no dormía, interrogaba a Morfeo.
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Hizo los cálculos y programó la cesárea para el 25 de diciembre. ¡Cuántos regalos de cumpleaños se iba a ahorrar!
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–Las cosas están realmente mal en Argentina.
–¿Por qué lo dices?
–En pleno diciembre la temperatura es de 30º a la sombra.
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Hemos capturado al jinete que aterrorizaba Sleepy Hollow. Le hemos interrogado, pero nada, no hemos conseguido sacarle ni una palabra.
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–¡Hágase la luz! –dijo.
Y la luz se hizo. Y allí no había nada, absolutamente nada.