Ramón Gómez de la Serna: “Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas”.
–A que no te atreves con nosotros ocho.
–Pues claro que no: yo soy un matasiete.
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Leer, escribir, caminar, sobrevivir: ahí están mis propósitos de año nuevo.
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Monterroso iba a escribir una fábula sobre un dinosaurio. No se le ocurrió nada. Pensando, se quedó dormido. Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
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–Pericles, es indignante todo el dinero que estás malgastando en la Acrópolis.
–¿Malgastando? Os aseguro que vendrá gente de todo el mundo a admirarla. Y dejará sus dracmas en Atenas.
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–Dime por qué quieres cambiar de musa.
–Porque he releído lo que he escrito.
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Manuela, mira lo que acabo de comprarle a un idiota: una bolsa llena de billetes de cincuenta euros.
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–Dímelo. ¿Me estás engañando?
–Sabes que trabajo en el Ministerio de la Verdad y que nunca miento.
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Después de cuarenta años en el desierto, el abba Serapión consiguió vencer los deseos libidinosos que tuvo en su juventud: ya no recordaba cómo eran las mujeres.
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BROWNIANA
El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Le entran ganas de ir al baño. Se levanta. Recorre el pasillo. Llega a la puerta del servicio. Llama.
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–Homero, llevamos dos horas dando vueltas y no avanzamos nada.
–No, no, Dante, vamos bien.
–Mira, quiero decir, oye: creo que sería mejor que me guiara Virgilio.
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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, recordó aquella mañana de enero en que se compró el libro de Eduardo Galeano.
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Mi hijo ha encontrado un trabajo muy bueno en una empresa de importación. Y tú que te metías con él porque no había acabado la ESO.
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–¿Usted qué es, hombre o mujer?
–¿Cómo me pagarían más?
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FORJADO A FUEGO
Convertirán los arados en cuchillos, que tendrán que demostrar su resistencia golpeando un asta de ciervo y cortando una manguera de incendios.
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–¿Y cuando conoceremos a tu novia ucraniana?
–Pronto. Hoy mismo le he enviado otros 6.000 euros para que compre los billetes de avión.
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ARGUMENTUM AD VERECUNDIAM
Si Dios existe, esto no es un microcuento.
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–Me asalta una duda teológica, maestro Isquirión. ¿Jesús ayudó a la deforestación de Judea dejándose crucificar?
–No, Casiano: utilizó una cruz reciclada.
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El Gran Simio dijo: No está bien que ningún mono se despioje solo.
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Ordenó sin pestañear que le cortaran la cabeza a Juan el Bautista. ¿Quién se creía aquel piojoso para decirle que tenía que lavarse la cabeza?
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Cuando Coleridge despertó, tenía en la mano un cardo borriquero.
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–¿Qué fue lo que le hizo enamorarse de Ann Darrow, señor Kong?
–¿Enamorarme de Ann Darrow? ¡Qué idea más absurda y ridícula! Sencillamente necesitaba que alguien me despiojara.
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PARADOJA
Sólo hay un adjetivo para calificar la última novela de Stephen King: incalificable.
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–Puedo leer muy rápido. He leído El señor de los anillos en menos de una hora.
–¿Y de qué va?
–De un chaval al que le dan un anillo.
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Tito era violento, sanguinario y cruel, pero inteligente. Por eso, para que la gente le recordara como un buen emperador, nombró sucesor a su hermano Domiciano, que también era violento, sanguinario y cruel, pero estúpido.
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–¿Cómo van los propósitos de 2019?
–Bien, bien. De hecho, sólo tenía uno para este año: preparar una lista de propósitos para 2020.
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Ordenó sin pestañear que me defenestraran. Afortunadamente los criados no le entendieron. Aproveché que habían ido a buscar un diccionario para huir.
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El infinito existe: es donde él mira cuando piensa en ella.
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–No le pagaremos nada.
–Da igual.
–Y tendrá que trabajar las 24 horas del día.
–Es lo mismo.
–Entonces, contratado.
–Muchas gracias. Este empleo de espantapájaros me vendrá muy bien para rellenar mi currículo.
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–Si no me liberas, haré que el sol se oculte –dijo fray Esteban.
–El próximo eclipse ocurrirá dentro de tres años –replicó el sacerdote maya.
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PARADOJA
Me llevó a un restaurante vegetariano y me comió la oreja.
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Dijo que pintaría las paredes de la prisión y acabó pintando el patio.
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Soy ladrón. Me gusta actuar de noche robándole horas al sueño.
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CONTRAFACTUAL
Yavé aceptó la ofrenda de Caín. Abel mató a su hermano golpeándole con un tocón de olivo.
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Lo intenté todo, valeriana, contar ovejas, Temazepan, leer a Joyce, colgarme de una cuerda, pero nada, no conseguí acabar con el insomnio. Y aquí sigo, trescientos años ya sin dormir.
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Cuando le vio con el ovillo en la mano, reconoció la señal previamente convenida con ella. El Minotauro se dejó matar, cualquier cosa por hacer feliz a su hermana menor.
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La lechera consiguió llegar al mercado, pero, enfadada, acabó esturreando la leche: se la querían pagar por debajo de su precio de coste.
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¿Caímos en la tentación de desobedecerte o nos dejaste caer en la tentación? ¿Erasmo o Lutero?
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El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Se aburre. Enciende el ordenador. Crea una partida multijugador en Minecraft.
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–¿Por qué lo has hecho?
–Siempre quise darte un beso. Me moría de envidia cuando veía a Juan besándote.
–¿Y por qué nunca me lo dijiste, Judas?
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–A ver, Martínez, escriba: En el día de hoy, cau…
–Mi general, ¿no sería mejor escribir simplemente hoy?
–No me interrumpa, Martínez. En el día de hoy, cautivo y desarmado el…
–Mi general, disculpe de nuevo. ¿No habría que decir desarmado y cautivo?
–Martínez, preséntese en el cuarto de banderas. Considérese arrestado. Ah, y deje su pistola.
–Pero, mi general, dejo la pistola antes de ir al cuarto de banderas o después.
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–A ver, Martínez, escriba: En el día de hoy, cautivo y desarmado el…
–Mi general, disculpe. ¿No habría que decir desarmado y cautivo?
–Martínez, preséntese en el cuarto de banderas. Considérese arrestado. Ah, y deje su pistola.
–Pero, mi general, dejo la pistola antes de ir al cuarto de banderas o después.
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Doctor, estas sesiones me están ayudando mucho: siento que estoy empezando a superar mi agorafobia. ¿Quedamos de nuevo en mi casa la semana que viene?
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En el principio fue un cuadro abstracto.
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En prisión se jactó de tener varios millones en Suiza. Semanas después, su compañero de celda se jactó de que le habían reducido la condena.
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Caímos en la tentación de comer la fruta prohibida. No sólo nos expulsaron del paraíso, sino que aquella maldita manzana también nos causó estreñimiento.
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–¿Qué les ha pasado?
–Quedaron fundidos en un abrazo, doctor.
–Sólo hay una solución: habrá que separarlos mediante cirugía.
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–Cirilo, admítelo de una vez: Cristo tiene dos naturalezas.
–Te equivocas, Nestorio: sólo tiene una.
–Mira que eres cabezón.
–Pues anda que tú.
–Tendrían que quemarte en la hoguera.
–Ya lo hicieron. Igual que a ti. Hace mil ochocientos años.
–Ya ves. Hay días en que consigo olvidarme.
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–Desenfundé más rápido, pero su pistola estaba cargada.
–Así cualquiera.
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Prometió que haría olvidar a Cristiano Ronaldo. Tres meses después, cuando se fue a un club turco, todos habían olvidado sus palabras.
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–En todas las familias cuecen habas.
–No, te equivocas: en mi familia las freímos.
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Era muy competitivo. Fue el primero en llegar arriba.
–Te casarás conmigo –le dijo Rapónchigo.
–¿Casarte contigo? ¿Qué dices? A mí me gustan los hombres.
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Ordenó sin pestañear que lo preparara todo. Eso hice. Lo tuve listo en menos de veinte minutos.
–¿Qué coche llevaremos?
–El tuyo, por supuesto. Y espero que no se te haya olvidado nada.
–No, no, nada –dije.
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Cuando me ponga, voy a escribir el próximo Premio Nacional de Literatura.
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Ordenó sin pestañear que mataran a todos los niños de Belén. Sólo su consejero real trató de disuadirle
–Pero, majestad, si hasta dentro de treinta años estos niños no serán una amenaza…
–¿Me estás llamando viejo? ¡¿Me estás llamando viejo?!
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Ordenó sin pestañear que fuera a limpiar los retretes.
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–A mí el médico no me da ni un año de vida.
–A mí no me da ni una semana.
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¿Ha rodado Zhang Yimou la falsa llegada de la sonda china Chang’e 4 a la Luna?
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–¿No viste a la Pedroche?
–Grrr. No pude. Mis suegros pusieron Canal Sur.
–Bah. Tampoco te perdiste mucho.
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Los elohim crearon en seis días el mundo, los animales, las plantas, a los seres humanos, todo. Luego se echaron a descansar. Cuando despertaron, los hombres habían creado a Yavé.
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PROVERBIOS 30, 18
Tres cosas hay imposibles y una ridícula: un asno que vuele, una oveja que coma carne de vaca, una mujer que no cuente a sus amigas lo que habla con su marido y un votante de Vox que sea hincha del Barcelona.
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–Pedro Sánchez tiene que convocar elecciones.
–No, nada de eso. Debe seguir gobernando. Es un genio de la economía.
–¿Un genio de la economía?
–El viaje de ida y vuelta en Falcon a Castellón le costó menos de 300 euros.
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–Este año empieza un martes.
–Pues yo no voy a empezarlo hasta el viernes. Por lo menos.
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–Plaz, es una locura enfrentarse a todo el mundo.
–No, si no te preocupa ganar o perder.
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PARADOJA
La gravedad de su voz no me atrajo.
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FEMME FATALE
¿Lloras mi nombre? ¿Y te quejas? Al menos estás vivo.
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–¿Por qué te has comprado ese conjunto de lencería tan sexi?
–Esta noche voy a acostarme con Henry Miller.
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SIN NOVEDAD EN EL FRENTE
En el día de hoy sólo han causado baja dos soldados en nuestra compañía. Walter Knapp fue víctima de un proyectil de mortero. Adolf Hitler, que llevaba un mensaje al comandante del batallón, fue muerto por un francotirador.
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–Eres el perro del hortelano: ni comes ni dejas comer.
–No, os equivocáis, lobos: yo soy un perro pastor.
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Ella no me desdeña en este microcuento que estoy escribiendo y que acaba –de momento– cuando me invita a tomar una copa.
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El propósito del año nuevo era matar la monotonía, el tedio, el aburrimiento. Desde luego, tenía que comenzar por el principio: debía envenenar a su marido.
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Los disparos se acercaban. Teníamos que salir de allí, huir. Llegamos a la puerta.
–Las mujeres primero –dijo ella.
–¿Cómo que las mujeres primero? Tú, la gran feminista, ¿dices eso? ¡Hipócrita! –le grité.
Tratamos de pasar los dos al mismo tiempo. Nos quedamos encajonados en la puerta. Los disparos se acercaban.
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–¿David?
–Sí, Betsabé.
–¿Por qué no me dejas ser tu musa?
–Lo siento. Ya tengo al Espíritu Santo.
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–¡Qué maravilla de pelo! ¡Qué largo lo tienes! ¡Y qué suave! Estarás orgullosa de él.
–Para no estarlo: me costó una auténtica fortuna. Todo natural. Garantizado.
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Aceptó casarse con el hombre que había causado la muerte de su padre. Le haría infeliz durante treinta años.
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–Dime, Leonid, dime lo que le habrías hecho a Jill St. John si hubieras podido.
–La habría cogido y besado así, Erich.
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Pasamos las vacaciones en Doñana, pero él, que siempre iba a contracorriente, las pasó en Cazorla.
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–¿Me estás diciendo que, aunque sabes que es un hipócrita, vas a votarle?
–Pues claro. Es tan divertido cuando un periodista le saca a relucir la hemeroteca.
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VIDAS PARALELAS
Don Quijote azuza a Rocinante. Mi mujer me azuza a mí.
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Fue inevitable: Tiffany’s se acabó convirtiendo en una joyería-cafetería.
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–Puedo leer muy rápido. He leído la Odisea en menos de una hora.
–¿Y de qué va?
–De un viaje por barco.
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Recuerdo a Buskerud; tampoco lo superó.
Aquella mañana, el instructor nos dijo:
–¡Vamos a surfear!
¿Estaba de broma? No, no estaba de broma; el instructor nunca bromeaba: íbamos a surfear. Aquel sádico nos ordenó que subiéramos a las bicis y nos hizo llevar tablas de surf que, para nuestra sorpresa, estaban guardadas en el almacén.
–Recuerden que, si caen al agua helada, sólo sobrevivirán cinco minutos –nos dijo, como si a él le preocupara.
Nos adentramos en el mar. Al parecer, el servicio meteorológico había anunciado olas de diez metros, pero no era para tanto. Salimos al agua y tratamos de sostenernos sobre las tablas. Al cabo de un rato empezamos a divertirnos. Aquello debió enfurecer al sádico, que sacó su pistola. Nos disparó un cargador entero. Una bala se clavó en la pierna de Buskerud.
–¡Salgan del agua! –nos ordenó el instructor.
Buskerud trató de nadar hacia la orilla, pero no pudo. Vimos como luchaba contra las olas varios minutos antes de hundirse.
–Mala suerte –susurró Nestvold.
–¡Silencio! –gritó el instructor–. Husby y Nestvold, recuperen la tabla de ese desgraciado.
Tardamos menos de diez minutos en sacarla del agua. No había rastro de Buskerud.
Cuando regresamos a la playa, todos habían regresado a la base.
–Otro día menos –me dijo Nestvold, que entonces no sospechaba que tampoco lo superaría.
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–¿Reconoce usted que ha hecho autocrítica?
–Sí.
–Entonces, en aplicación de la ley mordaza, le impongo una multa de 40.000 euros.
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–Señor Brézhnev, ¿qué pensó cuando besó a Honecker?
–Cerré los ojos y pensé en Jill St. John.
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–Marie, ¿esa peluca es nueva?
–Sí. ¿Te gusta?
–Si te soy sincera, me gustaba más la otra, la que llevaste a la fiesta del marqués de Mouillebert.
–No me la recuerdes, Gabrièle. ¡Qué desagradable! Descubrí que tenía okupas.
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–Puedo leer muy rápido. He leído La canción del verdugo en menos de una hora.
–¿Y de qué va?
–Algo de un verdugo.
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–Pasamos una noche maravillosa, pero al amanecer llegó la decepción.
–Cuenta. ¿Qué pasó?
–Lo increíble: el conde se quedó chuchurrío.
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Ordenó sin pestañear que les bajaran el sueldo a los funcionarios y a los jubilados, firmó sin vacilación la orden que subía las medicinas, hizo aprobar el decreto que recortaba prestaciones sociales, recibió con alegría su puesto de alto cargo en Bruselas.
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Chuang Tzu despertó sobresaltado cuando el entomólogo le atravesó el cuerpo con un alfiler.
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–Eres todo un barbián, ¿no?
–Sí.
–¿Y no querrías tú ponerle el cascabel al gato?
–Soy un barbián, pero no un insensato.
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–Puedo leer muy rápido. He leído Canción de fuego y hielo en menos de una hora.
–¿Y de qué va?
–De la Guerra de las Rosas.
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CONTRAFACTUAL
El capitán Fitzroy le dice a Darwin que, como el Beagle va con retraso, no hará escala en las islas Galápagos.
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Ordenó sin pestañear que le fusilaran. A Mussolini nunca le había gustado su yerno.
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Sus sueños de escribir una novela sobre Auschwitz acabaron en humo.
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–Vane, quiero volver a tener el cabello seco y estropeado.
–No entiendo por qué. Da gusto acariciarlo. ¡Hum, qué suave!
–¡¡Estoy harta de que me toquen el pelo!!
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–Este año empieza un martes.
–¡Qué suerte! A mí también me gustaría empezar todas las semanas los martes.
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GEMELOS
–¿Has dejado a Andrea?
–Sí, no la soportaba. Se había vuelto posesiva.
–¿Sólo por eso? A mí me parecía muy cariñosa.
–Si te soy sincero, creo que no era capaz de distinguirnos.
–Le pasa a mucha gente.
–No, mamá nunca nos confundía. Ni Carla, tu ex.
–¿Cómo que Carla no nos confundía?
–Espera, ¿por qué me has dicho antes que Andrea era muy cariñosa.
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–¿Y dónde trabaja tu novio?
–En el Ministerio de la Verdad.
–¡Cuidado! Está acostumbrado a mentir.
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–¿Y usted tiene musa?
–¿Musa, señor mío? Pero ¿es que no me ve? Yo me confío al Espíritu Santo.
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Se leyó la mano a sí misma. Vio soledad.
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Encontré a un príncipe azul en el restaurante. Tuve que practicarle la maniobra de Heimlich.
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Cuando Chuang Tzu despertó, el alfiler le seguía atravesando el cuerpo.