domingo, 27 de enero de 2019

Papelera

José Luis Zárate: “Como la página era horrible, la musa arrugó al escritor y lo tiró en cualquier rincón”.

–Y sin embargo, se mueve.
–Y como digas algo más, todavía puedes morir en la hoguera.
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–¿Cómo pudo confundir molinos con gigantes? Tu amo está un poco loco, ¿no?
–No, simplemente corto de vista.
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–¿Qué haces, Calígula?
–Nada, tío. Voy a convertirte en inmortal.
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Saulo de Tarso se cayó del caballo: comprendió que los cristianos necesitaban un publicista.
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Conclusión: al dinosaurio le gusta la carne despierta.
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Su ataque fue caótico: la infantería avanzaba vacilante y la caballería parecía errática. Los cartagineses nos dieron una paliza.
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Los marcianos no cometieron dos veces el mismo error. Esta vez se habían vacunado.
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–¿Vas a repetir lo que te he enseñado? ¡Repítelo, maldito salvaje! ¡Repítelo!
Y el indio cuyo nombre de bautismo era Juan, totalmente cubierto de sangre, repitió lo que el encomendero Diego de Ortega le había enseñado:
–Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
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Consiguió comerse el caldoso arroz con conejo que había preparado su suegra sin hacer ningún gesto de repugnancia. ¡Reto superado! Ahora quería su premio.
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Compañeros, no tenemos que abandonarnos al desánimo. Debemos sobreponernos a las dificultades porque nuestra organización es la esperanza de muchos ciudadanos del Estado español. Además, compañeros, si nos disolvemos, ¿cómo voy a conseguir yo pagar mi casoplón de Galapagar?
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La vida era bonita. A veces. Sin embargo, estaba llena de dolor, de crueldad. Cuando pensó en ello, llamó a su marido:
–¡Esposo! ¡Esposo!
Y Orfeo, intrigado, miró hacia atrás.
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Se tomó un Orfidal: su calma sorprendió a los examinadores. Al tercer día de curso se tuvo que tomar otro Orfidal.
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El Gran Hermano observa al Gran Hermano que observa al Gran Hermano.
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Los almorávides huyeron del cuerpo apestado de El Cid.
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Introduce la pólvora. La empuja con la baqueta. Mete la bala. La empuja con la baqueta. Apunta. Dispara. El piel roja cae muerto a sus pies.
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Todas las mañanas se mira en el espejo y se pregunta qué ve la gente en él.
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Introduce la pólvora. La empuja con la baqueta. Mete la bala. La está empujando con la baqueta cuando el piel roja se le echa encima.
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–Si el autoproclamado presidente evitara acabar en la cárcel, si consiguiese la neutralidad del ejército, si permitiera al otro presidente escapar a Cuba o Rusia, si convocara elecciones libres y concurrentes, si lograse todo eso, entonces sí –dijo el ministro de Exteriores–, España le reconocería.
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–Si Guaidó evitara acabar en la cárcel, si consiguiese la neutralidad del ejército, si facilitase a Maduro la huida a Cuba o Rusia, si convocara elecciones libres y concurrentes, si lograse todo eso, entonces sí –dijo el ministro de Exteriores–, España tendría que reconocerle.
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Le pedí que se lo tomara con calma. Y me hizo caso. Amanecía cuando llegó al monte de Venus.
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Algo no iba bien en aquel penal: los presos estaban demasiado alegres.
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Estábamos admirados porque se mantuvo muy calmado. Hasta que la bala de un francotirador le arrancó una oreja.
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El gato miró al perro. El perro miró al gato. Esperaban que su ama dejara de mirarlos.
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A Xi Jinping su mujer le pidió la luna.
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–¿Por qué tienes esa sonrisa? Te estoy robando, imbécil.
–Porque llevas la cara descubierta y, sobre todo, porque hay una cámara grabando.
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Esa noche la calma del domador era fingida: poco antes de salir a la pista había descubierto que el cuidador no había alimentado a los leones.
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Después de conseguir sortear a crueles orcos, salvajes lobos, arteros magos y otras sanguinarias criaturas, por fin era viernes: ahora, a disfrutar del fin de semana.
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Mary Kate tenía mucho nervio. Un año después de casarse con ella, Sean Thornton había dejado de ser un hombre tranquilo.
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IRONÍA
Invitaron al presidente del Gobierno a visitar Extremadura. Como se le había estropeado el Falcon, tuvo que ir en tren.
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No pudo mantener la calma hasta el final.
–¡Maldito cenutrio! ¡La próxima vez procure no cortarme sólo una oreja! –le gritó al verdugo.
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¡Tranquilos! La posibilidad de que nos alcance una bala de cañón a esa distancia es de una entre doscien…
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Este microcuento es tan corto que me ha costado meter al protagonista.
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Mis padres están decepcionados con lo que soy. Tendrían que aprender de mí: hace mucho tiempo que yo los acepté como son.
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–Mujer, el oráculo ha hablado. Tenemos que sacrificar a nuestra hija para que soplen los vientos y nos lleven a Troya.
–¡Si seréis comodones! ¿Y por qué demonios no vais a remo, Agamenón?
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Un martes me subí a un avión. ¡Lo conseguí! La terapia estaba dando sus frutos: empezaba a dominar mi pánico. Ya sólo me faltaba atreverme a montarme en un avión que volara.
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JUSTICIA CIEGA Y SORDA
No se dieron cuenta de que, al ponerle la venda en los ojos, le taparon también los oídos.
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Al octavo año, Agamenón recibió una carta de Clitemnestra.
Tanta prisa para sacrificar a nuestra pobre hija porque no soplaba el viento y tanta tranquilidad ahora para conquistar Troya. ¡Ocho años, Aga! Se dice pronto. ¡Ocho años! Cuando regreses, te vas a enterar.
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Todo estaba en calma hasta que Agamenón sacrificó a Ifigenia.
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Se miraba en el espejo y no se veía.
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DESCENTRADO
Por culpa de Airbnb vive en la periferia.
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Cuando vio encima de la mesita de noche el trofeo del Certamen Provincial de Halterofilia, no consiguió que se le levantara.
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–Señor Cheney, ¿le ha molestado la película Vice?
–¿Por qué iba a molestarme? Demuestra que soy un hombre con un buen corazón.
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–Pero ¿qué…?
–Ya está bien, mujer. Estoy cansada de los posaditos delante del espejo. Voy a sentarme un poco.
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Cansado de las quejas de su mujer, Agamenón decidió perdonar a Ifigenia y sacrificar a Clitemnestra.
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Tuvo que llegar Picasso para que alguien, por fin, me hiciera un retrato en el que saliera guapa.
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Conocí a Juan en la casa okupa. Llevaba una camiseta de Soziedad Alkóholika. Pasaba allí los fines de semana. Decían que estudiaba.
Un día, asaltamos una oficina del banco que nos iba a desahuciar. Juan estaba allí, en la caja. Me sorprendió vestido de traje.
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Agotado después de diez años de guerra brutal, Agamenón estaba deseando regresar a la calma del hogar.
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En la tienda de mascotas compré un fénix. A la semana siguiente desapareció.
–¿Has visto al pájaro? –le pregunté a Manuel.
–¿Ese pajarraco? Se fugó. Dejó la jaula llena de polvo.
–¡Eran cenizas! ¿Qué has hecho con ellas?
–No te preocupes: las tiré al inodoro.
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–Quiero ser astronauta.
–¿Para viajar al espacio?
–No, para cobrar un sueldo estratosférico.
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De pronto lo comprendió: ¡qué osadía tratar de ser coronado rey! Decidió morir serenamente. César se cubrió la cabeza y les dejó hacer.
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El hijo de la alcaldesa suspendió el examen, y a mí me suspendieron de empleo y sueldo.
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Después de teclear durante dieciocho años, el mono ganó por fin Cuenta 140.
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–¿Qué nota tengo en el examen, dómina?
–Suspenso por hablar.
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Todo estaba en calma, pero Agamenón montó una tragedia cuando sacrificó a Ifigenia.
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El vegetariano no quiso comerse el caballo. Acabó perdiendo la partida.
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–¿Qué te pasa, Galatea? ¿Por qué pones esa cara?
–Porque yo quería unos pechos más grandes, Pigmalión.
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Un martes me subí a un avión. Lo pasé realmente mal cuando alcanzó los 10.000 metros. ¡Qué frío! Decidí que la próxima vez viajaría en el interior.
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Vendió su alma por volver a 1989.
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–Helena, llevaba tanto tiempo esperando este momento.
–Esta noche no, Menelao: tanto humo me ha dado dolor de cabeza.
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Recordad: juego al perímetro y bloqueos. ¡Adelante! No importa lo que haya pasado hasta ahora. Hoy saldremos a ganar. Repetidlo todos conmigo: ¡VAMOS A GANAR! Hoy los Washington Generals derrotaremos a los Harlem Globetrotters.
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–Te amaré hasta que te mate –me dijo.
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Un día tenía una pluma de fénix en el bolsillo y al día siguiente, sólo ceniza.
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No hubo Apocalipsis. En Éfeso, Pérgamo, Tiatira, Esmirna, Sardis, Filadelfia y Laodicea ya no había iglesias.
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¡Uh, cómo quema! Me he chamuscado todas las plumas. No salgo de esta. Y todo por salvar a estas dos estúpidas criaturas. ¿Qué habían venido a hacer al Monte del Destino? Aquí no hay ni un solo conejo que cazar. De esta, no salgo. ¡Estúpidos hobbits!
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El notario les leyó a los caribes en castellano y en latín la pragmática real. Los muy salvajes se negaron a reconocer al césar Carlos como su soberano.
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–Si esto fuera un examen, ¿qué nota me pondrías?
–Sinceramente, un dos.
–¿Un dos?
–Aunque si repetimos en menos de diez minutos quizá apruebes.
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PARADOJA
Mataré al que me llame asesino.
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Esto es un caos: hoy, el tren de Badajoz ha llegado a su hora.
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Maté a mi musa a cuchillazos y así, ahora, tengo algo de lo que escribir.
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Fueron meticulosos con el plan: abdujeron a un terrícola y lo estudiaron durante ciento cincuenta años. El cuerpo –plenamente funcional– y la ropa –traje sastre, paraguas de carey, bombín–, sin embargo, no engañaron a nadie. Todos los espías extraterrestres fueron descubiertos.
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¿Xi Jinping prometió a su mujer la luna?
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–General, ¿por qué no hay avances?
–Si nos dejaran destruir el país, lo pacificaríamos.
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–De todo esto, Júpiter, he aprendido algo.
–¿Qué, padre?
–Que no hay que tragar sin masticar.
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Le serví una deliciosa comida y un buen vino. Fuimos a la cama y le hice lo que me pidió. Y cuando le tocaba a él complacerme, se quedó dormido. Por eso le corté la cabeza a Holofernes.
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Él era de Twitter y ella de Instagram y, como es natural, se encontraron en Tinder.
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Cuando termino de leerse la legislación europea, la normativa española y el decreto a
ndaluz, se le quitaron las ganas de buscar setas.
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–Su ataque fue caótico: la infantería avanzaba vacilante y la caballería parecía errática.
–¿Y qué pasó?
–Los cartagineses nos dieron una paliza.
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Antes de todo, para hacerse el necesario, Dios sembró el caos.
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–Bienvenida, hermana. Pasa, pasa.
–¿Quiénes sois vosotras?
–Somos las otras esposas de Barba Azul.
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–¿Y cómo lo llevan sus padre, señorita Samsa?
–Mal, muy mal. Mi madre, la pobre, casi no sale de la cama. Y mi padre está furioso.
–¿Furioso?
–No soporta la idea de que Gregor se haya transformado en un animal impuro.
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–Tú no has visitado los reinos prohibidos de Bután y Mustang, ¿no?
–No.
–Ni has entrevistado a George Clooney.
–La verdad es que no.
–Entonces…
–Vale, lo admito. Esto no son unas memorias, sino autoficción.
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RECORTES
O pan o circo.
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La cuenta veía al cuento demasiado soñador. El cuento creía que la cuenta era una materialista. No congeniaban.
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–Pero ¿qué has hecho, Vincent?
–Nada, Theo. El peluquero de Aubers, que es desastroso.
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TEORÍA DEL CAOS
Una extraña mariposa aleteaba cerca de un precipicio. Nabokov se trastabilló. En el mundo no hay Lolitas.
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–Dime. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál es la respuesta?
–Ten la valentía de abandonar tanta lectura preparatoria, de dejar de observar la realidad buscando temas, de esperar no se sabe qué. Coge un lápiz y, ¡demonios!, ponte a escribir de una vez.
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–César, hay que recortar. O damos de comer a la plebe o celebramos juegos de gladiadores.
–¿Y no podríamos darle de comer a los gladiadores muertos?
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Sin duda, una mariposa aleteó en alguna parte e, inevitablemente, un huracán destrozó nuestro matrimonio.
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–¿Qué tiene que decirle al nuevo presidente?
–Que le deseo la misma suerte que he tenido yo de que mi sucesor me haya hecho bueno.
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–Vicky, tengo que darte noticias explosivas.
–No será para tanto.
–Tú me dirás. Martín va a dejarte…
–¡Bum!
–…porque te engaña con otra…
–¡Bum!
–…que soy yo.
–¿Qué?
–¡Bum!
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–¿Te gustó el jabalí?
–¿Cómo decírtelo sin que te molestes?
–Pues queda para otra vez.
–Si me pones otra vez ese jabalí, me hago judío.
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Cuando Lázaro salió de su tumba, el cazazombis le abatió de un certero disparo en la frente.
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–Luis te invitó a café, ¿no? ¿Qué tal?
–Un desastre. Lo tiene todo desordenado. No fue capaz de encontrar ni la cafetera ni los condones.
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–El momento lo era todo, y el momento era suficiente.
–¿Qué quiere decir, ministro?
–Que sé que fue ese maldito Dupin quien, aprovechando mi descuido, me robó la carta robada.
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–Oiga usted: no me mire.
–Oiga usted: esta playa nudista es pública.
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–Esos ingratos me han dicho, Bucéfalo, que estoy errado.
–Toma. Y yo.
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Los fariseos denunciaron a Saulo de Tarso: sus viajes estaban patrocinados por los productores de porcino.
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El tiempo del abogado era oro: cobraba por horas de quince minutos.
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–Miau –dijo el gato español.
–Meow –respondió el inglés.
–Nya –maulló el japonés.
–Miao –clamó el italiano.
–Muwaa –añadió el árabe.
Necesitaban un traductor con urgencia.
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El eterno retorno: caos, Dios, hombre, caos…
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Cuando llegó a Miami, el dictador se justificó.
–La oposición llevaban años pidiéndome que abriera las cárceles.
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Cuando Donald Trump y Kim Jong Un anunciaron que querían el deshielo, fueron acusados de terrorismo ambiental.
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–¿Una mujer que cuenta cuentos durante mil y una noches? ¡Imposible! –dijo el esquimal.
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Le dijeron que no podía morirse: aún le quedaban tres años para alcanzar la edad legal de retiro.
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TEORÍA DEL CAOS
Los caballos alados de las valquirias aletean en Alemania. Grecia, Italia y España tiemblan.
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Aquel fantasma era tan pobre que vestía una sábana de segunda mano.
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–Godzilla va a protagonizar otra película.
–Pero ¿no había muerto?
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Yo, Claudio. Tú, Julia Agripina.
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Después de que Bucéfalo muriera en la batalla del Hidaspes, Alejandro emprendió la retirada. Está claro de quien era el mérito de las victorias macedonias.
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–¿Y este libro?
–1080 recetas de Simone Ortega. Hace años era muy famoso.
–Es extraño…
–Dime si hay alguna receta que te guste. Trataré de prepararla.
–Solomillo a la pimienta.
–No, no tengo solomillo.
–¿Y qué es el solomillo?
–Carne de cerdo.
–¿Se comían a los cerdos?
–Sí. Tienes que buscar recetas de pollo.
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El arca de Noé pasó al lado del cofre de Deucalión. Se ignoraron.
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En algún lugar de Europa, una mantis devoró una suculenta mariposa. Chuang Tzu no despertó.
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Cuando vio que flotaba en el aire, comprendió que, después de todo, la bala le había dado.