miércoles, 1 de abril de 2020

Microcuentos

Mi marido era muy despistado. Siempre andaba perdiéndolo todo: las llaves del coche, el portátil, la lista de la compra, el móvil. Lo último que perdió fue la vida. A saber dónde la dejaría.
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La mujer de Schrödinger le pregunta si compra o no comida para el gato.
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FÁBULA DE LA LIEBRE Y LA TORTUGA
La liebre no estaba triste. A pesar de no esforzarse demasiado, había llegado segunda.
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Dios juega a los dados. La Muerte, que odia el azar, prefiere el ajedrez.
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PARADOJA
La oveja clonada era diferente.
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El ladrón de tumbas tiene la sangre fría. Drácula la encuentra desabrida.
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Casandra, que tenía muy buena nariz, indicó que aquel caballo le olía a griego.
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Los bloques de pisos no dejan ver la ciudad.
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Bailó con ella toda la noche. Era alegre y hermosa. Pero también maleducada y descuida: se fue sin despedirse y perdió un zapato en las escaleras.
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Compré un nuevo colchón. El viejo estaba lleno de pesadillas.
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La curiosidad de Schrödinger mató al gato.
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–Vuelve con tu escudo o sobre él –le dijo su madre.
Y como, entre la confusión del combate, perdió su escudo en la llanura de Platea, Arquidamo nunca regresó a Esparta.
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En la cárcel se ha aficionado a la pintura. Busca incansablemente el punto de fuga.
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Los inmortales persas aterrorizaron a medos, babilonios, lidios y egipcios. Sin embargo, los ingeniosos griegos pronto descubrieron que, a la luz del día, los inmortales eran inofensivos y que, para matarlos, había que utilizar puñales de plata o, mejor, estacas de madera.
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Ya no volveré a dejar a nadie colgado. He reflexionado mucho durante todos los años que he pasado aquí. Cavaré un agujero en medio del bosque y, al próximo, lo enterraré bien profundo.
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La bailarina dejó al soldadito de plomo: era un amor tóxico.
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Le prometí que nunca le partiría el corazón. Por eso le partí la cabeza.
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Sucedió lo inevitable: el caballo de Atila se murió de hambre.
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La policía le pidió al asesino que reconstruyera el crimen. Ahora se le acusa de dos muertes.