La primera parte del concierto terminaba con una composición de vanguardia cuya inclusión en el programa había causado sorpresa. El director hizo un gesto a la orquesta. Empezó la interpretación. El público parecía inquieto: estaba acostumbrado al repertorio del siglo XIX. Susurros. ¡Chis! Por fin, el director hizo un gesto enérgico. Había acabado. Se escucharon unos tímidos aplausos. La mayoría, sin embargo, acogió en silencio la obra del silencio. El crítico del Bild advirtió que Karajan había interpretado 4′33″ en poco más de cuatro minutos: el director de Salzburgo había sido, una vez más, endiabladamente rápido.
Microrrelato seleccionado para ser leído en Radio Clásica con motivo de la celebración del Día del Libro